Entre el ultimátum para la puesta de sol que plantea Smocke a los habitantes del templo y la caída de la estrella que canta siniestramente Claire (funcionando aquí como símbolo musical de la corrupción que supone un ángel caído, al convertirse una nana infantil en leit-motiv del terror), a Sayid no le queda otra opción que sumarse al “ejército de las tinieblas” al caer de la noche... otra cosa es si a Kate aún le queda opción...
En poco más de un día Sayid ha sido disparado en sus entrañas, ahogado en la fuente (algo mancillada) de la vida y milagrosamente revivido, para poco después ser torturado y condenado (voluntariamente) a muerte por medio de una píldora venenosa, que decide no tomar, teniendo que aguantar a cambio que le miren con menosprecio y temor los hostiles habitantes del templo. Aprovechando que Jack ha desaparecido por un rato, nuestro iraquí se decide a echar una charla directamente con el misterioso Dogen quien tras una breve explicación (sobre que en su interior la balanza entre el bien y el mal se inclina hacia donde no debe y le sería preferible la muerte), lucha encarnizadamente con él hasta vencerle, pero desiste de matarle cuando su querida pelota de béisbol cae providencialmente al suelo. El consiguiente exilio del terreno ‘sagrado’ queda interrumpido por la llegada de Claire anunciando que alguien debe salir a parlamentar con Smocke, alguien que éste no pueda matar, si así lo prefieren... Por lo que la pena de exilio de Sayid queda conmutada por la orden de asesinar al Enemigo, con la especial daga que Dogen desentierra para esta tarea, acompañada de una descripción (lo verá como alguien conocido que ha muerto) y de un aviso (no dejarle decir ni hola). Pero, tras vacilar un momento al encontrarse con Kate (que qué hace aquí la pecosa por cierto...), Sayid ve asombrado al muerto viviente de Locke y se lanza resuelto con el puñal contra su costado, aunque, ay, no sin antes haber sido saludado. El caso es que la especial daga vuelve a ser desenterrada, ahora de las entrañas de Smocke, quien parece que ni tiene entrañas ni corazón ni nada, pues ni la herida mana sangre ni parece molestarle al imponente Humo Negro de la isla más que lo que le molestarían unas meras cosquillas.
Sayid no da crédito a sus ojos, pero ya se va dando cuenta de que las cosas en esta isla son de lo más raritas... por lo que cuando el insidioso ser que tiene delante le ofrece un trato diabólico, no duda en venderle su alma, acordando con él (suponemos) la suprema traición al templo: dar su mensaje de ultimátum (planteado sibilinamente como una liberación) a sus habitantes y devolver la daga a su dueño acabando al mismo tiempo con su vida, para destruir así el último bastión que impedía a la letal humareda acabar con la fortaleza hostil. Derrotado el jefe del templo, Sayid elimina también a su ayudante y traductor y, aunque al parecer le habría gustado quedarse allí (o más bien ahora escapar con sus amigos), confiesa a su antiguo enemigo/jefe/víctima Ben (ante la fuente que ha hecho renacer a ambos) que nada de eso es ya posible para él. Sayid había querido por última vez demostrar que era buena gente (aunque como siempre, le exigen que pruebe su bondad matando...), para finalmente pasarse al Lado Oscuro de la Isla (o al equipo de las Piezas Negras), entregándose al mismísimo Mal encarnado en una última jugada desesperada, en la que quizás esperaba (contra toda esperanza) poder ser redimido por el amor de su Nadia...
No sabemos qué le prometió Smocke a Sayid, pero ¿podría ser el acceso a una nueva realidad (llamémosla ‘x’) en la que le sería posible encontrarse de nuevo con Nadia? Puede ser, pero mientras tanto x-Sayid descubre (por enésima vez para este personaje en la serie) que no le es posible escapar a su destino como asesino. Esta vez el culpable es su hermano Omer (a cuyos brazos parece que empujó nuestro protagonista a x-Nadia por no sentirse merecedor de ella), quien (como cuando eran pequeños) necesita que su hermano menor le haga el trabajo sucio. Pero x-Nadia insiste en que no se deje liar, pues ella, enamorada desde hace tiempo de su cuñado, se empeña en hacerle creer que es verdaderamente capaz de vivir como una buena persona. De todas formas, si Smocke le prometió esta vida a Sayid le hizo una mala jugada, pues en ella no le estará permitido estar con su amada a no ser que traicione a su hermano, haciendo daño también en el proceso a sus inocentes sobrinos, pero además anda por allí un tal x-Keamy haciendo de las suyas (junto a su secuaz x-Omar, al igual que en el carguero) de modo que nuestro antihéroe no es capaz de quedarse tranquilo hasta que no le mete un tiro a este desgraciado entre pecho y espalda (algunos dicen que los famosos huevos que Keamy cocina y devora funcionan como símbolo de las almas, de modo que el mal de Smocke y Keamy –ambos genuinos representantes diabólicos– tanto en una como en otra realidad ha acabado engulléndose el alma de Sayid). Todas las buenas intenciones que nuestro amigo pone en su intento de redimirse de su pasado como torturador sólo consiguen, cual boomerang, volverse una y otra vez contra él, haciendo añicos la frágil esperanza de llegar algún día a ser feliz.
Otro importante personaje de la isla había perdido ya también la esperanza de ser feliz, puesto que tuvo que renunciar a volver a ver a su hijo, a cambio de que éste sobreviviera a un terrible accidente. La persona que le ofreció este trato tan doloroso fue Jacob, de forma similar a cómo Ben ofreció a Juliet en su día salvar a su hermana del cáncer a cambio de que ella se quedara en la isla. Lo que ambos pidieron en cada caso fue un sacrificio importante a cambio de la vida de un ser querido (Smocke, sin embargo, exige una traición a cambio de recuperar la felicidad propia). Dogen sólo puede acariciar de vez en cuando la pelota de béisbol que le recuerda al hijo añorado (suponemos que sería más o menos como el chaval que vimos hablar con x-Jack en el conservatorio) y seguir sirviendo los intereses de Jacob en el templo, respetando especialmente a los ‘candidatos’. Pero el caso de Sayid le sobrepasa, dado que está seguro de que algo ha ido mal con él, y trata de encontrar el equilibrio entre el respeto que le debe y la responsabilidad de evitar que este hombre ‘infectado’ les haga daño. Forzado a elegir entre la vida y la muerte de su ‘protegido’ (la fidelidad simbolizada por el color claro de su pelota y la traición por el color negro de su guante), Dogen prefiere desenterrar con su puñal una oportunidad nueva... esperar del ‘infectado’ que su parte buena (aunque de hecho ya superada por la mala) sea capaz de acabar con el maligno enemigo, tarea sumamente difícil, que al final se muestra vana. Y, como el boomerang de Sayid, el puñal acaba volviendo a sus manos trayéndole en este caso la muerte. Dos teorías importantes se barajan entre los fans: una, que al morir ahogado en la fuente de la vida (aunque esté algo sucia) Dogen esté destinado a revivir; otra (que me encanta, propuesta por Doc Jensen en su columna de EW), que nuestro valiente ‘samurai’ supiera desde el principio que su servicio al templo requeriría antes o después el sacrificio de su vida (a cambio de la que se concedió a su hijo), de modo que su sacrificio en el núcleo vital del templo adquiera finalmente un sentido redentor: quizás reavivando eventualmente el poder sanador de las aguas de la vida (no tanto para él como en beneficio del futuro ‘Jacob’).
Junto con Dogen, en este fatídico día de negro ocaso, mueren Lennon (degollado por Sayid) y la mitad (más o menos) de sus compañeros (golpeados a lo bestia por el justiciero Humo), mientras que el resto de los Otros (incluidos Cindy y los dos niños) se unen al enemigo, en un intento de salvar el pellejo. Smocke, contento con su resultado, recibe satisfecho a sus ‘infectados’ lugartenientes, Sayid y Claire, quedando algo sorprendido de que la impredecible Kate se una a sus fuerzas. Nuestra amiga no quiere perder de vista a Claire, la madre de su querido Aaron, aunque es posible que esta misión que se ha propuesto le salga cara. ¿O, no será más bien la poderosa influencia del cariño a este pequeñajo tan especial la que consiga vencer desde dentro a la alianza del mal? Kate, similarmente a Dogen, ha venido a la isla porque se le ha dicho que se la necesitaba allí, dejando atrás lo que más quería, de modo que quizás pueda ser sucesora del japonés en cuanto a su papel de último bastión frente al mal (a lo mejor sabía Jacob que se necesitaba precisamente una persona en esas circunstancias y por eso puso al pobre padre en dicha tesitura). La canción tantas veces repetida en tono siniestro (“coge una estrella caída y métela en tu bolsillo, no dejes que se apague..., guárdala para los días de lluvia...”) que tanto Claire como Kate habían cantado en su día al bebé, ha servido para ilustrar cómo el mal insta a caer a quienes eran buenas personas, dejándolas acorraladas, pero quizás también implica esta nana una esperanza, que la inocencia de la estrella caída no llegue a dejar de brillar...
Aparte de esta posibilidad, la isla, amenazada de sucumbir a la oscuridad, cuenta en su defensa con los que acudieron al faro, Jack y Hurley (guiado por el espíritu de Jacob), en espera de nuevos visitantes; además del equipo que lidera Ilana, formado por Frank, Miles y Sun. Jin, sin saber que su añorada esposa ha acudido al templo, parece haberse quedado junto con Sawyer a la espera de Smocke y Claire, aunque no sabemos si esos dos tienen muy claro dónde se han metido. Mientras tanto Richard anda solo en la selva y Ben, alucinado por el descubrimiento del enorme cambio en Sayid, parece haber sobrevivido el ataque al templo por su cuenta. El capítulo termina con la marcha ominosa de Smocke liderando a las Piezas Negras mientras se aleja del templo abandonado, dispuesto a cumplir sin falta todos sus propósitos...
En poco más de un día Sayid ha sido disparado en sus entrañas, ahogado en la fuente (algo mancillada) de la vida y milagrosamente revivido, para poco después ser torturado y condenado (voluntariamente) a muerte por medio de una píldora venenosa, que decide no tomar, teniendo que aguantar a cambio que le miren con menosprecio y temor los hostiles habitantes del templo. Aprovechando que Jack ha desaparecido por un rato, nuestro iraquí se decide a echar una charla directamente con el misterioso Dogen quien tras una breve explicación (sobre que en su interior la balanza entre el bien y el mal se inclina hacia donde no debe y le sería preferible la muerte), lucha encarnizadamente con él hasta vencerle, pero desiste de matarle cuando su querida pelota de béisbol cae providencialmente al suelo. El consiguiente exilio del terreno ‘sagrado’ queda interrumpido por la llegada de Claire anunciando que alguien debe salir a parlamentar con Smocke, alguien que éste no pueda matar, si así lo prefieren... Por lo que la pena de exilio de Sayid queda conmutada por la orden de asesinar al Enemigo, con la especial daga que Dogen desentierra para esta tarea, acompañada de una descripción (lo verá como alguien conocido que ha muerto) y de un aviso (no dejarle decir ni hola). Pero, tras vacilar un momento al encontrarse con Kate (que qué hace aquí la pecosa por cierto...), Sayid ve asombrado al muerto viviente de Locke y se lanza resuelto con el puñal contra su costado, aunque, ay, no sin antes haber sido saludado. El caso es que la especial daga vuelve a ser desenterrada, ahora de las entrañas de Smocke, quien parece que ni tiene entrañas ni corazón ni nada, pues ni la herida mana sangre ni parece molestarle al imponente Humo Negro de la isla más que lo que le molestarían unas meras cosquillas.
Sayid no da crédito a sus ojos, pero ya se va dando cuenta de que las cosas en esta isla son de lo más raritas... por lo que cuando el insidioso ser que tiene delante le ofrece un trato diabólico, no duda en venderle su alma, acordando con él (suponemos) la suprema traición al templo: dar su mensaje de ultimátum (planteado sibilinamente como una liberación) a sus habitantes y devolver la daga a su dueño acabando al mismo tiempo con su vida, para destruir así el último bastión que impedía a la letal humareda acabar con la fortaleza hostil. Derrotado el jefe del templo, Sayid elimina también a su ayudante y traductor y, aunque al parecer le habría gustado quedarse allí (o más bien ahora escapar con sus amigos), confiesa a su antiguo enemigo/jefe/víctima Ben (ante la fuente que ha hecho renacer a ambos) que nada de eso es ya posible para él. Sayid había querido por última vez demostrar que era buena gente (aunque como siempre, le exigen que pruebe su bondad matando...), para finalmente pasarse al Lado Oscuro de la Isla (o al equipo de las Piezas Negras), entregándose al mismísimo Mal encarnado en una última jugada desesperada, en la que quizás esperaba (contra toda esperanza) poder ser redimido por el amor de su Nadia...
No sabemos qué le prometió Smocke a Sayid, pero ¿podría ser el acceso a una nueva realidad (llamémosla ‘x’) en la que le sería posible encontrarse de nuevo con Nadia? Puede ser, pero mientras tanto x-Sayid descubre (por enésima vez para este personaje en la serie) que no le es posible escapar a su destino como asesino. Esta vez el culpable es su hermano Omer (a cuyos brazos parece que empujó nuestro protagonista a x-Nadia por no sentirse merecedor de ella), quien (como cuando eran pequeños) necesita que su hermano menor le haga el trabajo sucio. Pero x-Nadia insiste en que no se deje liar, pues ella, enamorada desde hace tiempo de su cuñado, se empeña en hacerle creer que es verdaderamente capaz de vivir como una buena persona. De todas formas, si Smocke le prometió esta vida a Sayid le hizo una mala jugada, pues en ella no le estará permitido estar con su amada a no ser que traicione a su hermano, haciendo daño también en el proceso a sus inocentes sobrinos, pero además anda por allí un tal x-Keamy haciendo de las suyas (junto a su secuaz x-Omar, al igual que en el carguero) de modo que nuestro antihéroe no es capaz de quedarse tranquilo hasta que no le mete un tiro a este desgraciado entre pecho y espalda (algunos dicen que los famosos huevos que Keamy cocina y devora funcionan como símbolo de las almas, de modo que el mal de Smocke y Keamy –ambos genuinos representantes diabólicos– tanto en una como en otra realidad ha acabado engulléndose el alma de Sayid). Todas las buenas intenciones que nuestro amigo pone en su intento de redimirse de su pasado como torturador sólo consiguen, cual boomerang, volverse una y otra vez contra él, haciendo añicos la frágil esperanza de llegar algún día a ser feliz.
Otro importante personaje de la isla había perdido ya también la esperanza de ser feliz, puesto que tuvo que renunciar a volver a ver a su hijo, a cambio de que éste sobreviviera a un terrible accidente. La persona que le ofreció este trato tan doloroso fue Jacob, de forma similar a cómo Ben ofreció a Juliet en su día salvar a su hermana del cáncer a cambio de que ella se quedara en la isla. Lo que ambos pidieron en cada caso fue un sacrificio importante a cambio de la vida de un ser querido (Smocke, sin embargo, exige una traición a cambio de recuperar la felicidad propia). Dogen sólo puede acariciar de vez en cuando la pelota de béisbol que le recuerda al hijo añorado (suponemos que sería más o menos como el chaval que vimos hablar con x-Jack en el conservatorio) y seguir sirviendo los intereses de Jacob en el templo, respetando especialmente a los ‘candidatos’. Pero el caso de Sayid le sobrepasa, dado que está seguro de que algo ha ido mal con él, y trata de encontrar el equilibrio entre el respeto que le debe y la responsabilidad de evitar que este hombre ‘infectado’ les haga daño. Forzado a elegir entre la vida y la muerte de su ‘protegido’ (la fidelidad simbolizada por el color claro de su pelota y la traición por el color negro de su guante), Dogen prefiere desenterrar con su puñal una oportunidad nueva... esperar del ‘infectado’ que su parte buena (aunque de hecho ya superada por la mala) sea capaz de acabar con el maligno enemigo, tarea sumamente difícil, que al final se muestra vana. Y, como el boomerang de Sayid, el puñal acaba volviendo a sus manos trayéndole en este caso la muerte. Dos teorías importantes se barajan entre los fans: una, que al morir ahogado en la fuente de la vida (aunque esté algo sucia) Dogen esté destinado a revivir; otra (que me encanta, propuesta por Doc Jensen en su columna de EW), que nuestro valiente ‘samurai’ supiera desde el principio que su servicio al templo requeriría antes o después el sacrificio de su vida (a cambio de la que se concedió a su hijo), de modo que su sacrificio en el núcleo vital del templo adquiera finalmente un sentido redentor: quizás reavivando eventualmente el poder sanador de las aguas de la vida (no tanto para él como en beneficio del futuro ‘Jacob’).
Junto con Dogen, en este fatídico día de negro ocaso, mueren Lennon (degollado por Sayid) y la mitad (más o menos) de sus compañeros (golpeados a lo bestia por el justiciero Humo), mientras que el resto de los Otros (incluidos Cindy y los dos niños) se unen al enemigo, en un intento de salvar el pellejo. Smocke, contento con su resultado, recibe satisfecho a sus ‘infectados’ lugartenientes, Sayid y Claire, quedando algo sorprendido de que la impredecible Kate se una a sus fuerzas. Nuestra amiga no quiere perder de vista a Claire, la madre de su querido Aaron, aunque es posible que esta misión que se ha propuesto le salga cara. ¿O, no será más bien la poderosa influencia del cariño a este pequeñajo tan especial la que consiga vencer desde dentro a la alianza del mal? Kate, similarmente a Dogen, ha venido a la isla porque se le ha dicho que se la necesitaba allí, dejando atrás lo que más quería, de modo que quizás pueda ser sucesora del japonés en cuanto a su papel de último bastión frente al mal (a lo mejor sabía Jacob que se necesitaba precisamente una persona en esas circunstancias y por eso puso al pobre padre en dicha tesitura). La canción tantas veces repetida en tono siniestro (“coge una estrella caída y métela en tu bolsillo, no dejes que se apague..., guárdala para los días de lluvia...”) que tanto Claire como Kate habían cantado en su día al bebé, ha servido para ilustrar cómo el mal insta a caer a quienes eran buenas personas, dejándolas acorraladas, pero quizás también implica esta nana una esperanza, que la inocencia de la estrella caída no llegue a dejar de brillar...
Aparte de esta posibilidad, la isla, amenazada de sucumbir a la oscuridad, cuenta en su defensa con los que acudieron al faro, Jack y Hurley (guiado por el espíritu de Jacob), en espera de nuevos visitantes; además del equipo que lidera Ilana, formado por Frank, Miles y Sun. Jin, sin saber que su añorada esposa ha acudido al templo, parece haberse quedado junto con Sawyer a la espera de Smocke y Claire, aunque no sabemos si esos dos tienen muy claro dónde se han metido. Mientras tanto Richard anda solo en la selva y Ben, alucinado por el descubrimiento del enorme cambio en Sayid, parece haber sobrevivido el ataque al templo por su cuenta. El capítulo termina con la marcha ominosa de Smocke liderando a las Piezas Negras mientras se aleja del templo abandonado, dispuesto a cumplir sin falta todos sus propósitos...