viernes, 25 de junio de 2010

6.17-18. El fin (comentario IV de IV)

La tercera y la cuarta temporada terminaron en torno a un ataúd de ocupante misterioso, el de Jeremy Bentham. Asimismo, el episodio “The End” empieza y termina en torno al ataúd de Christian Shephard (que descubriremos misteriosamente vacío). Es precisamente el paralelismo de esta situación con la que vivió Jack frente a aquel otro féretro el que le hace ‘despertar’.

Estando aún ‘no-despierto’ (el único ya de entre sus compañeros), el doctor acude al concierto a buscar a su (no-existente) hijo David para encontrarse allí con Kate. Este reencuentro, que tiene lugar más allá de todos los acontecimientos isleños, retoma el famoso momento en que ambos quedaron junto al aeropuerto al final de la tercera temporada (cuando poco después aparcan el vehículo en el parking de la iglesia se oye el mismo tema musical de fondo que en aquel glorioso momento de la serie). Entonces era Kate la esquiva y Jack el que intentaba hacerle comprender una nueva verdad difícil de explicar (aunque entendemos que las pintas que él llevaba la echaran un poquito para atrás, lo cual no es precisamente el caso de Kate ahora, con lo elegantísima que está). Ella se retira para esperarle junto a los demás, antes de emprender de nuevo todos juntos un último viaje que también va a cambiar definitivamente sus vidas, uno que sólo pueden hacer si van todos ellos juntos (como dijo en su día Ben), incluyendo al ataúd (o al menos a su ocupante).
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La nave de la iglesia se transforma por tanto en la nave requerida para el nuevo viaje, de modo que, como ya pasó en el vuelo de Oceanic y en el de Ajira, Jack debe pasar primero por el trámite de ‘facturar’ el ataúd, para asegurarse de que también su ocupante va a acompañarles. Pero esa escena (como ocurre en los sueños, o en los espejos que reflejan la trama íntima de alternativas posibilidades) se entrelaza con la propia de un funeral: el que nunca pudo celebrar para su padre, el que nunca se celebró para Locke (aunque él asistiera fielmente al velatorio), el que nunca se celebraría para Jack (quizás podamos suponer que Vincent indicó poco después a Bernard y Rose el lugar donde estaba su cadáver para que le dieran digna sepultura, incluso puede que asistieran a la misma Hurley, Ben y Desmond).

Y al alargar la mano para tocar este ataúd de pronto todo adquiere sentido en su mente, y es cuando recuerda todo lo que ha pasado, todas aquellas personas a las que tanto quiso y tanto quiere, y cuando, por fin (tras tanto perseguirle en la isla y tanto presentirle cuando salió de ella), consigue encontrarse con su padre y abrazarle, ambos finalmente reconciliados después de toda una vida de querer quererse y no saber cómo.
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Y ahora sí es cuando padre e hijo avanzan hacia la nave, donde todos esperan al que fue su líder y a quien, tras tanto intentar salvarles en conjunto y uno por uno (Locke, Boone, Charlie, Libby, Sayid, Desmond, Juliet, Sawyer...), consiguió salvarles a todos en su generosa muerte. Y allí está Kate, junto a él, entrelazando sus manos, como queriendo cubrir con ella para siempre su herida (en interpretación de mi amiga haditasev) según le pareció a él en ese momento en la isla (en perfecto paralelismo con aquella ocasión en que él requirió que estuviera Kate presente cuando Juliet le operaba, insistiendo en contemplar la transcendental herida en un espejo). Y ya sentados en sus asientos (para este viaje no necesitan abrocharse los cinturones, pero sí aferrarse y abrazarse mutuamente entre ellos), Christian les abre las puertas para provocar la ruptura de realidad que les hará avanzar hacia algo nuevo. A través del boquete de puertas y ventanas, una nueva luz les inunda, como en su día les inundó la magia de la isla, haciéndoles ingresar en una realidad diferente, tanto esta vez como en aquel momento en que (por el descuido de Desmond) la aeronave quedó irremediablemente fracturada.



Esta es la verdadera realidad de lo que ellos son, de lo que pasó efectivamente aquel día (aunque sólo haya llegado a culminar, tras la muerte individual de cada uno, en un intemporal ‘ahora’ que comparten todos juntos), de lo que con sus decisiones y sus actos han logrado hacer, mutuamente, con sus vidas. Christian dice que todos ellos son reales, los que allí les esperan, pero la extraña vida que parecían vivir intemporalmente antes de encontrarse no deja de ser un extraño proceso (un muy discutible artificio de los guionistas, diría yo) con muy poco fundamento. Está claro que ninguno de ellos duda en renunciar a ‘esa vida’ (salvo contadas excepciones que comentamos después), dado lo poco ‘real’ que les parecía tras recordar su vida auténtica (en todos los casos, las escenas que aparecen en ‘flashes’ como recuerdos al ‘despertar’ han presentados colores muchos más vivos que las escenas en las cuales se mostraba su vida en la realidad x, que en contraste parecen siempre grises y apagadas). Así tenemos a unos felices Penny y Desmond (¿dónde han dejado a su Charlie?), Jin y Sun (con su embrionaria Ji-Yeon), Hurley y Libby, Sawyer y Juliet, Charlie, Claire y Aaron, Boone y Shannon, Bernard y Rose...

Pero ¿por qué parece tan feliz Locke sin su Helen o Sayid sin su Nadia? Cualquiera hubiera predicho que el ‘despertar’ de Locke le hubiera parecido al pobre una gran desgracia, al descubrir de pronto que su amado padre había sido un desgraciado estafador y asesino (indigno de vivir la vida que él tanto lamentaba haberle truncado), y que su novia había muerto pocos años después de rechazar su relación, para terminar recordando cómo se aprovecharon de él unos y otros, acabando tan vilmente en manos de Ben. Y sin embargo, este hombre es feliz, porque “it worked” (‘funcionó’, como dice a Jack en cuanto se despierta), porque su enorme sacrificio no fue finalmente en vano. Sayid por su parte había llegado a vivir plenamente feliz con Nadia, mucho más tiempo que el que llegó a estar con Shannon, pero le es negada la plena felicidad de reencontrarse con la mujer de su vida, su amada esposa en la realidad, debiendo conformarse con ‘avanzar’ junto a Shannon (admito que ambos se querían, pero no creo que eso pudiera distraerle a la larga de la tristeza de recordar a su esposa muerta). Se entiende que de todas formas se conforme y avance, ya que, en la endeble realidad en la que ahora están, su Nadia está algo ocupada, pero este no es el final que hubiéramos querido para el noble iraquí, a pesar de sus muchos asesinatos: el sacrificio final de su vida, entregada heroicamente por sus amigos, demostró su enorme valía humana y llegó a posibilitar (mucho más que la exigua colaboración de otros) el éxito final del partido de Jacob. Shannon podría haber ‘avanzado’ junto con su querido hermanastro, una vez superados los problemas que hubo entre ellos en el pasado. La pobre muchacha necesitaba ver a Boone otra vez vivo, después de haberle llorado tanto; ese reencuentro hubiera sido precioso de por sí, mientras que necesitábamos un reencuentro más satisfactorio entre Nadia y Sayid.

Aparte se han quedado Ben, quien prefiere mantener la nueva relación con Alex (y la madre de ésta) cuidando también solícito a su anciano padre, y Daniel, quien debe aún vivir una vida plena dedicado a su música, junto con su enamorada Charlotte y su sufrida madre (ya podría alguno de ellos aprohijar al pobre David, que no se me quede solito en el limbo el pobre).

Entiendo que Ben necesite disfrutar de su hija un tiempo (incluso disfrutar de su padre, para compensarle un poco al hombre), y Eloise de su hijo. El sentirse responsable de la muerte del propio vástago debe de ser un trauma tan grave que requiere mayor ‘tiempo’ o experiencia para ser verdaderamente afrontado y superado. Pero qué etérea debe ser la ‘realidad x’ cuando Locke deja tan alegremente a Helen y Jack (y Juliet) a David. Por más que Christian insista en que estos personajes de la iglesia son reales, sus ‘vidas x’ no pueden serlo. Por lo tanto da verdaderamente igual (hasta moralmente) que Desmond atropellara a Locke, e incluso que Sayid matara a Keamy y a Omar o Jin a Mikhail, o que James se acostara con Charlotte; y es totalmente irrelevante (el ‘gran’ misterio de la sexta temporada) que Juliet fuera la ex del doctor. Todo eso no ha sido más que un juego. Parece en más de una ocasión que estamos ante los actores que han representado a nuestros personajes, entretenidos en otros papeles, encontrándose entre sí ocasionalmente sin que, obviamente, se reconocieran entre sí sus antiguos personajes (agradezco también esta idea a haditasev). Quizás toda la ‘realidad x’ viene a ser una profunda ironía de lo que será nuestra vida de fans sin ‘Lost’, viendo a nuestro Jack, nuestro Sawyer, nuestro Ben, nuestro Locke (siempre llevarán esos nombres para nosotros) representar otros papeles en el futuro. Pero creo que tenemos derecho a sentirnos un poco engañados, pues ¿cómo volver a revisionar tantísimos minutos de los ‘flash-sideways’ sabiendo que no significaban prácticamente nada? (no me extraña que quieran incluir metraje nuevo en los DVD’s, pues a muchos fans no les quedan muchas ganas en principio de volver a ver esta temporada).

Lo siento, pero si la introducción de David provocó una sorpresa enorme, este personaje debería haber tenido algún significado consistente. No vale que ahora sea meramente inventado (¿o ha sido representado por un ángel o algo así, puesto que Jack lo necesitaba?) De verdad, no me importaría que se descubriera (quizás en los DVD’s) que fue un niño adoptado por Jack y Juliet, el caso es que haya una persona real ahí, quien (como Charlie Hume y como también debería haber pasado con Aaron) tiene derecho a una vida independiente, por lo que su período ‘post-mortem’ y su ‘paso al más allá’ lo podrá hacer en otro momento y con otra gente cuando sea oportuno.

Encuentro precioso el final a nivel simbólico, ya que hace una relectura de lo que significó el accidente para todos ellos, reflejando cómo, más allá de todas sus diferencias y posibles enfrentamientos, de los gravísimos peligros e insidiosos problemas sufridos, se creó una comunidad enormemente relevante para sus vidas hasta más allá de la muerte (dotando de nuevos niveles de significado al lema de Jack: “vivamos juntos para no morir solos”). Entiendo que la mágica luz de la isla, sea por la llamada a la misma que supuso cada toque de Jacob unido a la interacción que tuvieron con ella desde el propio accidente (y la estancia de todos ellos juntos en la isla), sea por la explosión del Jughead, o por una especial recompensa a la labor de salvación realizada por Jack (posibilitada por la colaboración de Desmond, Hurley Ben, Kate, Sawyer, Sayid... y en última instancia por el mismo John) es la que ha hecho posible el regalo de este mágico reencuentro, queriendo decir con esto que, de forma intrínseca, su caída juntos en el entorno isleño dentro del avión les ha ligado indisolublemente hasta la eternidad, por intervención de la luz de la vida, la muerte y el renacimiento. Sólo la vida de Desmond (junto con la de su inseparable Penny) ha sido entrelazada con la de los supervivientes del Oceanic hasta poder compartir con ellos ese intemporal momento, quizás por su indisoluble relación de causalidad en la llegada a la isla de los bienaventurados candidatos.

Pero una vez destacada toda la riqueza de contenido del ‘avance’ comunitario, comentemos también su problemática. Algunos de ellos vivieron muchos años más (suponemos que al menos Hurley, Ben, Aaron y Ji-Yeon; pero también por algún tiempo sobrevivirían Bernard y Rose, Desmond y Penny, Sawyer, Kate y Claire), y queremos creer que sus vidas fueron plenamente satisfactorias. El hecho de hacerles ‘avanzar’ volviendo al momento en que murieron la mayoría de sus compañeros nos dificulta creer que estas vidas llegaran a alcanzar una plena felicidad, con sus hijos y sus posibles nuevas parejas. (Faena que ya les han hecho a Locke y Sayid, no permitiéndoles compartir el ‘avance’ con las mujeres que amaron).

Me molesta que en su deseo de ‘cerrar’ la serie hayan dado un final tan definitivo a los personajes principales que impida imaginativamente llevar la trama hacia otros derroteros. Esto contradice nuestra incapacidad connatural de llegar nunca a conocer en vida las ‘verdades definitivas’ sobre nadie en este mundo. Al menos puedo imaginarme aún sin problema las vidas de Frank, Richard y Miles (quien llevaría satisfecho consigo los valiosísimos diamantes de Nikki y Paulo) y hasta las de Hurley y Ben (manteniendo que hasta el final siempre se llevaron bien). Pero “The End” ha frustrado mis expectativas con respecto a Desmond, Sawyer y Kate (personajes que me eran muy queridos), y reivindico mi derecho de atenta espectadora a imaginar lo que a mí me parezca para recuperar, de una forma más consistente, el carácter heroico de estos tres.

Después de mostrarnos un interesantísimo Desmond empeñado en reunir las dos realidades, no puedo evitar sentirme frustrada al ver cómo se ha desaprovechado su potencial. El episodio “Happily Ever After” (mi preferido esta temporada) se ha quedado así diluido en nada. Entiendo que uno de los grandes méritos de la serie, el entrelazamiento de numerosos personajes alternando el protagonismo entre ellos, hace muy difícil encontrar un final satisfactorio para todos. De modo que si Jack es el protagonista final (y Smokey-Locke el principal antagonista), sólo Hurley y Ben han alcanzado a compartir un poco el enfoque triunfal, quedando los demás compañeros muy en la sombra (eso los que no han tenido que morir antes, para que no se comieran entre unos y otros el poco tiempo de serie que quedaba). De modo que Desmond, Kate y Sawyer cumplen muy rápidamente y sin ninguna profundización ni seria motivación su papel (Desmond - quitar un tapón; Kate - disparar una bala a Smocke y convencer a Claire; Sawyer - llevarse a Kate a salvo y a tiempo al avión), por no hablar de Frank, Richard y Miles, cuyas intervenciones han sido meramente esquematizadas (y que no se quejen, pues otros como Sayid, Jin, Sun e Ilana han muerto en el intento).

Pero de verdad que no me hacía falta que en ese avión que ve Jack al final fueran ni Sawyer ni Claire ni Kate. Eso me contradice el verdadero mensaje de fondo que me intenta transmitir el resto de la trama, el “vivir juntos para no morir solos”. Desde que los cuatro últimos candidatos se unieron en la playa tras perder a sus amigos en el hundimiento del submarino, nada debería haberlos separado hasta el final. Se ve que los productores se habían empeñado en terminar la serie con el ojo de un Jack solitario (salvo Vincent) cerrándose, mientras los demás escapaban, pero la escapada de sus amigos en el avión me la tendrían que haber explicado mejor.

Y llegamos al peliagudo tema de los emparejamientos. Siempre creí no ser ni Jater ni Skater, puesto que quería por igual a Jack y Sawyer y entendía que a Kate le pasara algo parecido, pero quizás es que era más bien las dos cosas, aunque no me llegara a identificar con ninguna de las dos (por eso de que normalmente los ‘jaters’ excluyen la opción ‘skater’ y viceversa). En el final que yo imaginaba moriría heroicamente uno de los dos chicos (pensaba unas veces que uno y otras que el otro) y ella se quedaría con el que quedara vivo. Y eso no ha cambiado para mí.

Me alegro mucho de que Kate besara a Jack y reconociera su amor por él, pero la corriente profunda que la liga a Sawyer es igualmente fuerte (lo siento, pero eso es lo que yo veo en muchísimos momentos de la serie, que están ahí y no puedo dejar de ver). En cuanto al amor entre Sawyer y Juliet, fue muy hermoso, tanto como el de Kate y Jack, pero Jack y Juliet han muerto prematuramente (quizás por eso se buscaron y se unieron en la etérea realidad de la otra vida, para esperar juntos por un tiempo hasta que llegara el gran momento). Yo no creo que el recuerdo de esos dos amores previos impida que Sawyer y Kate, esperando todo lo que haya que esperar, puedan unirse finalmente. Si su experiencia comunitaria en la isla les ha marcado tanto como dice Christian, estos dos nunca se podrán separar. Sin embargo, en la ‘otra vida’ apenas se reconocen, pero eso es, como todo, algo interpretable: una y otra vez se encuentran el poli James y la fugitiva Kate, uno frente a otro, y nunca se resultan indiferentes (en el ascensor del aeropuerto, cuando él la captura en la calle, cuando la interroga en la oficina y cuando la despide en la prisión). La serie necesitaba el reencuentro místico de las dos parejas estables, Jate y Suliet, y no podía complicar la emotividad de ver de nuevo juntas a estas dos parejas sacando a relucir una reunión de Skate (en la que recordaran por ejemplo, algo así como hacen Hurley y Ben, que estuvieron juntos mucho tiempo y les fue muy bien), aunque sí que osaron liar en su momento a Charlotte con James. En la reunión final de la iglesia sólo se ve (muy de pasada para que no incordie mucho) un emocionado abrazo entre Sawyer y Kate. Cada espectador puede especular a su manera lo que esto significa en cuanto a lo que alguna vez esta relación llegaría a ser.

Concluyendo: entiendo que Lost ha sido una serie magnífica, pero no la sublime obra maestra que podría haber llegado a ser, y desde luego admito un cierto aspecto de tomadura de pelo aunque sin mala idea: sencillamente los guionistas eran menos geniales de lo que nos habían hecho creer (pero todos somos bastante más mediocrillos de lo que nos gustaría). El mismo hecho presentado de la ‘realidad post-mortem alternativa’, expresión simbólica de una experiencia profunda de la humanidad, no se nos ha ofrecido de forma consistente y bien fundamentada, ya que no pretendía mucho más que engañar al espectador para ofrecerle luego un giro sorpresivo al final. Por su parte los desarrollos isleños me han resultado muy apresurados y entiendo que se han forzado las situaciones para lograr una imagen final predeterminada, sin respetar suficientemente las motivaciones de los personajes.

En cuanto a la controversia de si no se han dado las respuestas necesarias a los misterios por atender mejor a los personajes, a mí cuando no hay respuestas me vale con inventármelas, eso no me produce problemas, pero me afecta mucho que los personajes presenten inconsistencias. Yo nunca quise que la explosión de Jughead diera lugar a una nueva realidad (el final de la temporada quinta me dejó muy escéptica, sin llegar a perdonar del todo a los guionistas por la muerte de Daniel), pero el inicio de la sexta me dejó a los ‘losties’ en la isla como yo quería, siguiendo el más estricto “lo que pasó, pasó”, de forma que me quedé satisfecha, mientras que con los “flash-sideways” se abrió para mí un nuevo enigma muy atrayente, y admito que este nuevo esquema permitió a la serie explorar posibilidades muy interesantes con los personajes (sobre todo, en mi opinión, precisamente en los casos de Hurley y Ben). Llegué en algún momento a imaginar que todo eso sería una especie de falsa realidad simulada, es decir, a lo “Matrix” (o como en la película “La Isla”) con alguna malévola complicación ligada al electromagnetismo isleño y a Smocke (aunque estaba abierta a que fuera alguna otra cosa), algo enigmático que en su momento desvelaría Desmond a lo grande. Encontrarme de pronto con que la realidad x no tenía fundamento ninguno, tratándose meramente de una extraña experiencia sobrenatural me resultó muy frustrante. Es verdad que este nuevo elemento ha dado lugar a momentos muy emotivos, pero en una realidad poco ‘real’, por lo que dichos momentos no dejan de ser pura emoción gratuita, muy bonita pero muy problemática.

De todas formas debemos reconocer que en cada episodio los guionistas (con el apoyo del resto del equipo que produce la serie) han compartido con nosotros mucho de lo que a ellos les parece importante como personas y creo que nos han enriquecido mucho con su talento, aunque a veces también hayan metido un poco la pata. Es verdad que al final les ha pillado un poco el toro, y les ha faltado tiempo (aunque tenían tres años para haberse planificado mejor) y quizás también capacidad para cerrar todos los hilos abiertos, y está claro que acabar diciendo que en la ‘otra vida’ todo sí tendrá sentido es una manera muy vaga de acabar una serie de misterio como ha sido ‘Perdidos’. Pero en fin, son humanos, como nosotros, y cada uno hacemos lo que podemos.

Dejando por tanto aparte las pequeñas frustraciones derivadas del episodio final quiero expresar mis más fervientes gracias a los creadores, guionistas, productores, directores, actores, compositor y demás artistas que han dado lo mejor de sí trabajando en esta serie por los muchos magníficos momentos que nos han dado. También agradezco profundamente el haber podido compartir con miles de fans las variadísimas opiniones y las diversas dotes elucubrativas, organizativas y/o artísticas de unos y otros expresadas en múltiples blogs y foros de la web mundial. Gracias finalmente, muy especiales, a los lectores de este blog. Ha sido una experiencia inolvidable. “Nos vemos en la otra vida, hermanos”.

martes, 22 de junio de 2010

6.17-18. El fin (comentario III de IV)

Jack encuentra a Smocke en el borde del acantilado, cuando éste se dispone a bajar por la escala de cuerda hasta el agua donde le espera el barco. La escena en la que ambos se enfrentan, con Jack dando un feroz salto en el aire y Smocke corriendo con todo su odio cuesta arriba hacia él, recuerda totalmente al planeta Mustafar, al terrible ataque en el que Obi-Wan vence a Anakin, dos viejos amigos enfrentados entre sí después de que Anakin hubiera sido ‘reclamado’ por el mal (quizás hayáis visto el video que recrea la pelea entre Jack y John poniéndoles espadas láser en las manos, lo que me demuestra que más gente al ver la escena ha sentido como yo, casi sin querer, que se encontraba ante la horrible batalla entre los dos Jedi, o mejor dicho, entre un Jedi bueno y otro convertido en maligno Sith).

Jack tiene la enorme ventaja de que ataca a Smocke sabiendo que no es verdaderamente su amigo John, que éste, aunque sufrió mucho innecesariamente por su terca desconfianza, sólo va ser convenientemente vengado con la muerte del maligno monstruo que lleva su rostro. Se trata por tanto de un caso en el que luchan claramente el bien contra el mal (aunque nos dé pena el chavalito que fue Samuel, pero está claro que se ha convertido en un ser maligno que hay a toda costa que parar). Sin embargo, a pesar de su recién estrenada vulnerabilidad y de que el cuerpo de Locke –si despojas a la isla de toda su magia– está más viejo y cansado que el de Jack, jugando además en desventaja por su posición inferior en el acantilado, el intrigante Humo Negro, experto manipulador de cuchillos, se las apaña para hacerle a nuestro héroe un corte fatal en el vientre e intenta con todas sus fuerzas rematarle cortándole el cuello (de modo que le produce el cortecito ese insidioso que tantas veces hemos visto sangrar en su ‘otra vida’). Comete sin embargo el fallo (típico de los malos) de esperar a decirle perversamente que se entere de que muere en vano. Fallo que aprovecha triunfalmente Kate descerrajándole la única bala que le quedaba en el rifle, guardada (aunque inadvertidamente) exclusivamente para él.

Mortalmente herido por la bala que le ha atravesado el pecho, Smocke comprende que ha perdido su milenaria partida y, totalmente derrotado a los pies del herido guardián de la isla, es pateado por éste hasta caer desde lo alto del acantilado y morir de esa forma despeñado. El victorioso puntapié sirve para vengar a Jacob de la similar manera en la que fue arrojado, ya agonizante, en la hoguera de la estancia de la estatua por su implacable hermano (al final de la quinta temporada). La terrible caída recuerda por su parte a la caída del pobre Locke desde el octavo piso de un edificio empujado por su padre (muchos dicen que se oye cómo se rompe su espalda en un sonoro ‘crack’), pero también nos recuerda cómo el falso Christian (el mismo Smocke) dejó a Jack malamente colgando del borde de otro precipicio y hasta puede que fuera él mismo quién tomando la forma del imaginario Dave indujera a Hurley (otro de los candidatos) a tirarse acantilado abajo, tras hacerle creer que todo a su alrededor era producto de su imaginación.

Gracias al esfuerzo y a la fe de Jack, pero también a la puntería y oportunidad de Kate, han conseguido entre los dos terminar con el monstruo, pero aún queda mucho por hacer. Toda esta secuencia de la muerte de Smocke podría haber sido verdaderamente épica, pues se trata de la batalla última entre el bien y el mal en el universo lostiano, pero falla un poco porque la situación no se ha explicado de verdad a fondo y porque todo ocurre con demasiada rapidez. A mi parecer, todo lo que está ocurriendo en los “flash-sideways”, que en el fondo viene a ser un epílogo sin demasiado interés, roba protagonismo al verdadero desarrollo épico final de la serie, despojándolo de la enorme importancia que debería tener.

Muerto Smocke en el acantilado, una voz en ‘off’ felicita a Jack desde el otro mundo por su buen hacer (enseguida vemos que se trata en realidad de una enfermera felicitando al doctor Shephard por su operación experimental al señor Locke, lo cual no quiere decir que no tenga nada que ver). Tras ver morir al monstruo que tomó su cuerpo, vemos ahora despertar al esperanzado x-John, contento por el resultado de la decisión de operarse, que tanto le costó tomar. Pero a los pocos minutos quien realmente ‘despierta’ es el verdadero John Locke, ‘iluminado’ a la conciencia de su vida isleña por la extraordinaria experiencia de poder volver a mover los dedos de los pies. Desde que murió este pobre hombre, totalmente hecho polvo y deprimido, sin entender nada (como nos explicó en su día Smocke) en la jugada más vil que hemos visto nunca hacer a Ben, no hemos hecho más que compadecer su triste historia y su amargo final, hasta que en este momento nos volvemos a encontrar con él (su recorrido en la última temporada y media fue del ataúd a la caja de carga del Ajira y de allí a la tumba de la playa). Es un alivio ver que este hombre se alegra enormemente de recuperar sus memorias de la isla, aquel tiempo que fue tan vitalizante para él.

Por su parte, Jack lleva lamentando desde el final de la tercera temporada la muerte de John Locke. Afectado hasta sus entrañas por no haber aceptado nunca el importante mensaje que este hombre tantas veces le había querido transmitir, nuestro doctor cayó en la desesperación hasta intentar suicidarse. Su única salida fue volver a la isla, buscando en ella cumplir con su ‘destino’, de modo que la muerte de Smocke (necesaria para el bien de la isla y del mundo) ha sido también la forma de compensar a John después de tanta incomprensión, vengándole de la terrible manipulación que el Hombre de Negro realizó con su persona. Comprendemos también ahora que x-Jack (aunque inconscientemente) se empeñara tanto en ‘poner en pie’ a este paralítico, en devolverle totalmente su integridad y dignidad (nos ha llegado a decir que esta cuestión le importaba más aún para alcanzar su paz personal que la de reencontrar el ataúd de su padre). Como nuevo Jacob que es, en la oportunidad que le ha ofrecido la realidad x (cumpliendo la promesa que le hizo a éste su predecesor al tocarle tras su fatal caída: “no te preocupes, todo saldrá bien, siento que te haya ocurrido esto”), Jack ha restaurado del todo la persona de John y su relación con él, llegando a alcanzar por este hombre el profundo respeto y entendimiento que siempre estuvo llamado a tener.

Nuestro John Locke, ya ‘iluminado’, invita a Jack a irse con él (pues sólo desea ‘marcharse’ cuanto antes con el resto de sus compañeros), pero el doctor, tras un breve ‘flash’ en el que se ve a sí mismo con John mirando hacia el fondo de la escotilla (y tras ver la imagen paralela de él con Smocke en la cueva podemos entender que le dé un cierto yuyu recordar todo eso) le dice que debe reunirse con su hijo, el hijo que nunca tuvo según le replica enigmáticamente su paciente.

Pero volvamos con nuestro Jack isleño, quien siendo uno con Jacob, ha sido acuchillado al igual que él (se ve que la regla por la que el monstruo no podía matar directamente a los guardianes y candidatos también se ha ‘cancelado’ al quitar Desmond el tapón de las profundidades de la cueva luminosa). La isla sigue destruyéndose y el mismo Smocke ha musitado antes de caer que es “demasiado tarde”, pero Jack, probablemente por la ciencia infusa isleña que le es accesible como sucesor de Jacob, entiende que hiciera lo que hiciera Desmond ahora lo tiene que deshacer. Aunque está moribundo, su decisión irrevocable es volver a la cueva, pues debe cumplir la misión con la que se ha comprometido; pero también sabe que si no llega a tiempo la isla se hundirá (es lo que dijo Smocke) y el avión que está arreglando Lapidus es la última opción para que sus compañeros puedan escapar de todo este caos de una vez...

Nos encontramos ahora con una situación totalmente paralela al final de la cuarta temporada: la isla está a punto de desaparecer, hay un vehículo volador tripulado por Lapidus (la isla Hydra cumple ahora la función que ejercía entonces el carguero) y Jack tiene incluso una herida en el abdomen que recuerda a la de aquella vez (recién operado de apendicitis por Juliet). Y en ambos casos encuentro lamentable que lo que determina los acontecimientos no sea el lógico comportamiento que podíamos esperar de nuestros queridos personajes, sino un final previamente preestablecido (en los ‘flash-forwards’ de la cuarta o en la famosa imagen final de la serie, decidida con años de antelación) que los guionistas fuerzan con calzador, pese a quien pese.

Perdonad, pero si un Jack moribundo tiene que hacer una tarea ineludible, ¿se van a ir de allí Sawyer y Kate? Recordemos cómo Sawyer siguió al tozudo doctor en aquella ocasión (en la que la herida del costado, aunque bien cosidita, le estaba sangrando), porque es que eso de dejarle “morir solo” no iba con él. Kate no les siguió entonces porque alguien tenía que hacerse cargo de Aaron, pero en cuanto pudo dejó al bebé en manos de Sun y volvió atrás con Sayid, para buscar a estos dos y echarles una mano. Perdonadme, pero los que he visto en “The End” no son mi Sawyer ni mi Kate. Es verdad que Kate quiere volver con Aaron y se ha propuesto llevarle también a Claire. Pero Aaron está bien cuidado con su abuelita y nadie ha demostrado que lo que Jack quiere hacer sea totalmente imposible ¿no? Y desde luego que lo haría mejor con ayuda que sin ella. En otras series o películas en una situación así el héroe hace algo que imposibilita que sus amigos le sigan (por ejemplo, Bruce Willis en Armageddon deja inconsciente a su ‘yerno’ para morir haciendo explotar el meteorito en su lugar), pero aquí lo único que pasa es que a Lapidus de nuevo le han entrado las prisas por echarse a volar (como le pasó en el carguero), antes de quedarse sin ‘pista de despegue’. Y las prisas por no perder el último vuelo hacen que Kate y Sawyer abandonen respectivamente al amor de su vida y a su mejor amigo a la hora de la muerte y cuando aún tiene pendiente realizar una labor de importancia transcendental para la humanidad.

Kate se me queda aquí a la altura del betún comparada con Sun (no es mi Kate, como digo, que yo a esta señora no la conozco de nada). La coreana gritó desgarradoramente de dolor al ser separada de Jin para siempre y hubiera dado su vida – y la del bebé que crecía en su vientre– haciendo esperar al helicóptero para intentar salvarle. Por no hablar de la famosa muerte de Jin, quien al quedarse atascada en el submarino su mujercita, decide morir acompañándola en vez de escapar para poder quizás algún día conocer y cuidar a su hija. Es verdad que Ji-Yeon nunca conoció a Jin y no le echará de menos (y lo de su madre no tenía ya arreglo), como sí echaría Aaron de menos a Kate. Pero en el momento de la despedida en el acantilado no estaba nada claro ni decidido, como sí lo estaba en el submarino.

Con todo esto, de verdad que a pesar del “te quiero” y “espero que nos volvamos a ver” no me creo que él fuera el gran amor de su vida. Siempre he pensado que mi Kate quería mucho más a Aaron que a Jack o a Sawyer, pero en esa situación ella nunca habría abandonado a ninguno de estos dos, a no ser forzada (mucho más forzada) por las circunstancias. En ese momento, ante la decisión de quedarse de Jack, esta Kate se ve abrumada por la generosidad y desprendimiento del heroico médico que una vez le pidió casarse con ella y confiesa que le ama y que siempre le ha amado, pero se va de allí desmintiendo con sus actos lo que acaba de decir.

De todas formas, casi me duele más que se vaya Sawyer. Siempre esperé algo espectacular entre él y Jack para el final. Pues no, un mero apretón de manos en plan caballeros y un sentido ‘gracias por todo’, acompañado de un tácito ‘ahí te pudras, que yo voy a ver si me voy en el avión’. Sencillamente este no es mi Sawyer, en absoluto. Abandonar así a un Jack moribundo pendiente de cumplir una misión esencial, ya eso en sí no me lo puedo creer, pero bueno, quizás porque él mismo ha elegido ser el guardián y total si se iba a morir igual por lo menos que se salve alguien (aparte de que le está pidiendo que le haga el favor de llevarse de allí a su querida –y herida– Kate); pero dejar allí ¡a Hurley!, de verdad, ¿qué pretenden los guionistas? ¿...que los Ajira 6 se pasen el resto de su vida hechos polvo pensando en los que dejaron atrás? Y lo malo es que Kate ya sabe exactamente lo que es eso... si lo pasó mal porque Sawyer se tiró del helicóptero la otra vez, ¿no le va a pesar para siempre haber dejado atrás a un moribundo y heroico Jack? Espero que cuando un día Desmond, con la ayuda de Hurley y Ben, llegue a la civilización (quizás sólo unas semanitas después) y le cuente a Kate todo lo ocurrido y cómo murió Jack, a ésta le den mil remordimientos por haberle abandonado tan cobardemente. (Y digo esto no porque la odie, sino al revés, porque siempre he apreciado mucho a Kate y a Sawyer, y también a Jack, y normalmente la serie ha dejado que todos ellos brillen a su manera, sin hacer quedar bien a uno para que otros queden tan mal).

El lanzamiento de los dos al agua recuerda a aquella vez que nadaron juntos en la laguna de la cascada, y su carrera a nado hacia el barco a cuando un grupito de ‘losties’ abordó el barco de Desmond, el día que avistaron su vuelta desde la playa. También podría recordarnos este momento al famoso salto de James desde el helicóptero, pero en aquella ocasión se quedaba heroicamente mientras que esta vez ha optado por irse abandonando a sus compañeros, por lo que no lo acepto como un lugar paralelo.

Pero fijémonos ahora en Benjamin Linus, quien siguiendo a Smocke (no sabemos si con idea de obedecerle matando a quien éste le pidiera o de rebelarse en el último momento, aunque seguro que bastante asustado de lo que podría llegar a pasar) se encontró de pronto ante Sawyer, Kate, Hurley y Jack. Estos dos últimos ya habían compartido un tiempo con él en el equipo de Ilana, comprometiéndose todos juntos a impedir el escape del monstruo, pero Sawyer y Kate ven por primera vez a Linus tras haberle salvado de la muerte un par de semanas antes en su versión de muchacho adolescente de los tiempos de Dharma (suerte para él que no estaba ya Sayid con ellos, porque hubiera sido una situación algo difícil). En cuanto ha escuchado el plan de Miles, Richard y Frank se ha mostrado interesado porque ese avión llegara a volar, pero al empezar a destruirse la isla (cayéndole un árbol encima al intentar evitar que le cayera a Hurley) debe haberse sentido muy desolado. Ben ya sabe lo que es la vida fuera de su amada isla y no debe hacerle mucha gracia volver a esa realidad. En eso su situación es similar a la de Jack, aunque distinta, porque Ben no andaba tan desesperado en el continente como el doctor. Sin embargo hemos visto por medio de x-Ben que el exilio de la isla y la pérdida de todo su poder fueron considerados por este hombre un castigo casi peor que la muerte. James había comentado a Smocke en su presencia que no veía a éste como el típico capitán que se hunde con su barco, y la frase ha debido de hacer mella en Ben. “Si se hunde la isla, yo me hundiré con ella”, sentencia ahora, cuando aún tiene la oportunidad de irse con Sawyer y Kate. Él ve claro que debe ayudar al nuevo guardián de la isla, como siempre pretendió ayudar a Jacob (excepto aquel fatídico día en que decidió acabar con él). Al igual que Jack, este hombre tiene una clara percepción de que su destino está aquí, pase lo que pase.

Y el pobre Hurley también lo tiene claro: por un lado no se siente para nada dispuesto a bajar por la pared del acantilado con la escala esa de cuerda (y supongo que mucho menos a tirarse desde esa altura), pero sobre todo no le parece bien dejar solo a Jack. Este muchacho ya nos ha demostrado varias veces su lealtad hacia sus amigos y, de hecho (después de la muerte de Charlie), Jack era la persona en quien más confiaba. Cuando los tres llegan de nuevo al lugar de la cueva, ve sin dificultad que el plan del nuevo guardián tiene rasgos suicidas y trata de convencerle de que no debe poner su vida en peligro, dada su responsabilidad. Pero el doctor entiende que precisamente su responsabilidad para con la isla le exige hacer este último esfuerzo, por lo que, muy en su papel de Jacob, nombra a Hurley como sucesor y procede a realizar la ceremonia. Con la propia agua del arroyo (aunque la magia de la isla esté ‘apagada’, no parece que eso sea problema para la validez de la consagración del nuevo protector) en una vieja botella de Oceanic (esas tenían que tener ya tres años por lo menos) que les pasa Ben, se procede al traspaso de poderes, que Hurley acepta en principio sólo temporalmente. De este modo es Hurley como nuevo líder isleño el que diseña el plan de hacer bajar con la cuerda a Jack, para poder izarle después (cuando el esfuerzo para reponer la luz, como suponen, casi haya terminado con él).

Es esta revelación del episodio final (que Hurley permanece con Jack para ayudarle en su misión, llegando a sustituirle como nuevo Jacob) mi gran favorita. La cuestión de la pelea entre el bien y el mal no me quedó demasiado satisfecha, es verdad que había que matar al malo y que ese momento no me ha resultado tan épico como esperaba; pero la fidelidad mutua entre Hurley y Jack, ese “yo creo en tí” que devuelve el doctor fracasado al loco millonario, alcanza el culmen de sublimidad que yo esperaba para este episodio. No sé por qué había pensado que esa hermosa demostración de leal amistad, entrañable cariño y ciega confianza ocurriría al final entre Jack y Sawyer. Pero no, esos dos ya han hecho suficientemente las paces, y sólo el corazón sencillo y entregado de Hurley era el que podía demostrar ese nivel máximo de bondad sobre el que Jacob había apostado la supervivencia de la humanidad.


Pero “Lost” nos ofrece una nueva vuelta de tuerca, presentando junto a la epifanía de Hurley la completa redención de Ben. El hombre que tanto había sufrido por la falta de reconocimiento de sus superiores (empezando por su odioso padre, y siguiendo por la pelea con su jefe Widmore, los celos hacia su sucesor Locke y la falta de una relación directa con el supremo líder Jacob) hasta llegar en su despecho a cometer todo tipo de crueldades (precisamente las muertes de Roger, Locke, Widmore y el propio Jacob), consiguió ser perdonado por Ilana (más o menos en nombre de Jacob) e incluso por el propio Locke (en la ‘realidad x’), pero finalmente se encuentra el inesperado regalo de la afable confianza que le ofrece, tan sencillamente, el nuevo Jacob para los próximos años. Los ojillos de Ben se iluminan, porque, finalmente, este hombre que tanto sufrió de jovencillo, acaba de encontrar su sitio, junto a alguien importante y bueno que va a contar incondicionalmente con él. Decididamente este episodio (junto a otros de la sexta temporada) ha conseguido que Ben entre en mi lista de personajes favoritos, tras el largo tiempo en que he admirado a Emerson pero no sabía qué hacer con un Ben tan retorcido que me sacaba de quicio.

Pero volvamos al fondo de la cueva, donde un Jack muy herido saca fuerzas de flaqueza para atar a Desmond con su cuerda y empujar la enorme piedra desplazada por el escocés para ponerla en su sitio original. Durante muy largo rato no parece que pase nada por lo que en la cabeza del pobre Jack quiere imponerse el victorioso veredicto de Smocke, de que su muerte al final no serviría para nada. Pero tras un ratito el agua vuelve a su cauce y la hermosa luz isleña vuelve a brillar, de modo que Jack sonríe satisfecho, habiendo cumplido totalmente su destino, la misión para la que había venido (a la isla y al mundo).

Mientras tanto el pobre Desmond, tras la enorme paliza sufrida físicamente por su exposición a la ingente cantidad de energía, se siente desilusionado de no haber sido trasladado al otro plano de existencia como él esperaba (tranquilo, que antes o después llegarás). De modo que da la razón a Jack en lo de que sí que importa verdaderamente que luchen porque todo acabe bien (Jack le dice entonces eso de que para todo hay una primera vez, tomándose de manera jocosa el haber estado tantas veces equivocado). En el caso del escocés, aunque se ofrece generosamente a hacer la última tarea en lugar de su amigo aduciendo su especial inmunidad, es relevado de ello sin que pueda resistirse debido a encontrarse totalmente exhausto. El famoso “nos veremos en otra vida, hermano”, esta vez en boca de Jack, despide de la manera más adecuada a estos dos héroes tan sacrificados que un día se encontraron (cosas del destino) corriendo por las gradas de un estadio.

Mientras Hurley y Ben suponen y lamentan su muerte (tras rescatar a Desmond) y hacen planes para la próxima etapa isleña, Jack despierta habiendo sido expelido de la cueva para descansar en una laguna cercana (no puede ser mucho más tarde, ya que aún llega a ver cuando el avión sobrevuela la isla). En los momentos finales de nuestro héroe, no sólo encontramos un excelente trabajo de montaje y postproducción de los responsables de la serie (junto a la sublime y tristísima música con la que se nos despide Giacchino), de modo que su paso entre los juncos, apoyándose entre ellos se corresponde perfectamente con los apretones de manos y abrazos a sus amigos en el “after-life”, sino que por el ejemplo previo de Juliet, podemos decir que, verdaderamente, en esos momentos finales de su vida (en la isla), Jack estaba siendo consciente precisamente de ese reencuentro final. Coge a Kate de la mano y se sienta junto a ella en el banco, mientras que con similares movimientos se agarra de un junco en la isla y se deja caer al suelo, y al unirse las manos de ambos parece indicarse que la de la propia Kate se apoya solícita en la herida, transmitiéndole todo su amor en la misma llaga que le está matando. De este modo sabemos que Jack no sólo muere acompañado por Vincent, quien (recordando oportunamente el bosquecillo de bambúes donde lo encontró por primera vez tras el accidente) acude fiel a tenderse junto a él, sino que en los últimos momentos de su vida se siente felizmente rodeado de todos sus amigos, mientras que, echando una ojeada al cielo, puede observar cómo, finalmente, algunos de los supervivientes de Oceanic (su amigo Sawyer, su amada Kate y su hermana Claire), junto con uno más que quedaba del Ajira (Frank), uno del Kahana (Miles) y otro del Black Rock (Ricardo), consiguen salir definitivamente (suponemos) de la isla, sobrevolándola en el avión.

(De hecho el montaje de esta escena final recuerda también al precioso montaje de “The Constant” en que la conciencia de Desmond va y viene del Kahana en 2004 al Londres de 1996 –en la calle, a las puertas de la casa de su amada– mientras escucha los pitidos de espera del teléfono y sonríe feliz al escuchar que ella ha respondido a la llamada. También en aquella ocasión la conciencia de un personaje oscila entre dos situaciones que experimenta como simultáneas).

Y aunque la ultimísima escena de la serie, con el ojo cerrado de Jack, nos remonta al icónico inicio de la misma, cuando su ojo se abre para iniciar el largo recorrido vital de seis temporadas que le llevará a la propia superación personal y a la muerte (también comentan algunos que la apertura de la puerta trasera por parte de Christian en la iglesia recuerda bellamente, sublimándolo, el momento que cambió totalmente sus vidas: el desprendimiento de la cola mientras todos iban sentados en el avión), sigue pareciéndome que es el final de la temporada cuarta (estrechamente ligado al de la tercera) el más fuertemente representado en este definitivo final.

jueves, 17 de junio de 2010

6.17-18. El fin (comentario II de IV)

Jack, Kate, Hurley y Sawyer rebasan un repecho en su marcha por la isla para encontrarse de frente inesperadamente al temido Smocke, junto con Ben y Desmond (en el primer homenaje que hace este episodio final a los cinco previos finales de temporada de la serie, en este caso a cuando Jack y su grupo, en camino hacia la torre de radio, se encuentran repentinamente a Ben y Alex en el episodio 3.23). Una impulsiva Kate (que no ha tenido aún ocasión ni ganas de informarse a fondo de toda la mitología de la isla y a quien sigue doliendo su hombro, pero que sobre todo rabia de dolor por las muertes de sus amigos) reacciona quitando el rifle a Sawyer y liándose a tiros contra el ‘mal bicho’ que les hizo la jugarreta en el submarino, mientras éste se acerca impasible (Ben y Desmond se echan inmediatamente a tierra para intentar salvar el pellejo) aconsejándola irónicamente (en una compleja doble ironía según vemos más adelante) que no desperdicie sus balas.

En contraste con el desencuentro que tuvieron Jack y Ben en su día, en el que el uno se empeñaba en llamar al carguero para salir de la isla y el otro en que eso sería ‘el principio del fin’ (Jack no podía entonces odiar más a Ben, tras el ataque de los Otros al campamento y la fingida ejecución de sus tres amigos), ahora los archienemigos Jack y Smocke parecen estar extrañamente de acuerdo en una cosa: en que Desmond acceda al corazón de la isla, pues aunque ninguno de ellos sabe con certeza lo que puede pasar (es que la línea directa de protectores nunca transmitió mucha información a sus sucesores, como sabemos), ambos creen que Desmond es el ‘arma’ definitiva para obtener su victoria (primero le llaman ‘paquete’, luego ‘último recurso’, ahora ‘arma’, el pobre Desmond no acaba de ser respetado como persona últimamente ni por sus propios compañeros).

El diálogo entre los dos oponentes es bastante interesante (pudiendo fácilmente representar el diálogo entre un fan de la serie y uno de sus creadores): “Qué previsible Jacob, eligiendo al candidato más obvio, pensé que trataría de sorprenderme”, dice (más o menos) Smocke; “yo mismo me ofrecí voluntario” contesta Jack... Y después: “¿cómo crees que me vas a poder matar?”; “ahí está la sorpresa” le replica el nuevo Jacob. Y es que Samuel (si se nos permite llamarle así, pues parece ser el nombre que los guionistas asignaron al hermano de Jacob, aunque finalmente decidieron dejarle como un misterioso personaje sin nombre) sigue siendo un poco aquel chaval que tanto disfrutaba jugando con su hermano y lleva siglos tratando de adivinar cómo asestar en el momento adecuado la inesperada jugada maestra (como su famoso “loophole” o resquicio) que le permita vencer las reglas impuestas por los sucesivos guardianes, para demostrar por fin, escapando de la isla, que es capaz de vencerlos definitivamente a todos (y este ‘sacrificado’ Jack no le parece más listo que el ‘buenazo’ de su hermano).

Los dos enemigos toman a Desmond con ellos y se dirigen directamente a la cueva de la luz para preparar su mutuo jaque-mate final, dejando atrás a Hurley, Sawyer, Kate y Ben. Sin embargo, Hurley (el único de estos cuatro que parece estar realmente atento a lo que está ocurriendo aquí), sintiendo que el pobre Jack necesita un ‘empujoncito’ moral y que le debe su incondicional apoyo (puesto que tan generosamente se ha ofrecido a ser el guardián), no es capaz de dejar a su líder y amigo sin decirle un sincero “yo creo en ti, tío”, de forma similar a como el propio Jack decidió confiar totalmente en él unos días atrás. Y es que a Hurley se le vienen viendo maneras jacobianas desde hace ya mucho tiempo...

Y en este ratito en que, quieran o no, se han quedado estos cuatro (de momento) fuera de la partida principal, es cuando Ben contacta por walkie-talkie con Miles, quien, tras encontrar a Richard despertando en la selva (al parecer Smocke sólo quiso quitárselo de encima –un poco a lo bestia, ciertamente– porque no era a él a quien andaba buscando, sino al más moldeable Linus) y a Frank sobreviviendo en el agua (cuánto me alegré de que ninguno de estos dos hubiera muerto de tan mala manera como podría haberse supuesto), se ha dirigido junto con ellos a la isla Hydra, albergando un nuevo plan: en vez de hacer volar el avión de Ajira por los aires con los explosivos recogidos en Villa Dharma, hacerlo despegar y volar, con piloto y todo, como Dios manda. (Recordemos que los explosivos puestos en el avión por Widmore fueron retirados de allí por Smocke para que acabaran, fatalmente, en el submarino).

En un nuevo guiño al final de la tercera temporada, descubren nuestros amigos de la isla principal, por medio del walkie-talkie, que una mosqueada Claire acaba de disparar sobre los compañeros recién llegados a la Hydra. Tras un cierto suspense descubren que no les ha pasado nada, pero que la salvaje mamá no quiere unirse a ellos para largarse ‘al otro lado del mar’. La posibilidad de escapar en avión finalmente de la isla, algo que el avezado piloto Frank Lapidus puede ciertamente hacer realidad, enciende en los ex-candidatos una nueva esperanza: Smocke les prometió falsamente que volverían a casa, pero tras su traición en el submarino se ven obligados a asegurarse de que este monstruo no volverá a matar, ni de ningún modo deberá escapar (idea que intentaron transmitirles Richard e Ilana). El avión no es el medio de transporte final elegido por el monstruo para su escape (como éste ha confesado a Ben, invitándole –de forma probablemente falsa también– a huir de la isla una vez destruida subiendo al barco con él), por lo que en vez de ser un medio a eliminar se convierte de pronto en un medio a utilizar. Y esta nueva posibilidad recuerda a Kate lo que ella había venido a hacer: no va a perdonar a Smocke (y no se iría nunca de allí sin verle antes bien muerto), pero la abnegada co-mamá de Aaron hará lo que sea posible por llevarse de vuelta a casa, para el pequeñín, a su verdadera mamá.

Mientras tanto, Desmond, indiferente a todo por su creencia en que nada de esto importa mientras su Penny le espere en ‘el otro lado’, se deja atar la cuerda por la cintura, en manos de los dos enemigos confabulados. Trata de comunicar a Jack que hay ‘otra vida’ más allá, en la que él también está, pero nuestro doctor (por algo se nos ha ‘graduado’ recientemente como guardián isleño), tiene muy clarito que esta realidad es la que cuenta y que no valen bombas atómicas ni zarandajas por el estilo para tratar de ‘resetearla’. Él tiene obligación de asegurarse de que la isla se salva y el monstruo la palma, o si no, ni ‘vida alternativa’ ni gaitas. (Este es mi Jack, señores, y no el tontainas que se tragó la teoría de Daniel de que no se estrellaría el avión ni nada, aunque aquella teoría errónea les salvara a todos la vida al conseguir neutralizar el incidente del Cisne, para que se pudiera implantar después el protocolo del ordenador con los números y pasara todo lo demás que, “como ya pasó, tenía que pasar”).

Pertrechado ya con su cuerda nuestro humano “último recurso”, el pobre Desmond es descendido de nuevo a las profundidades isleñas para volver a aguantar en sus huesitos una buena dosis de energía electromagnética letal (su misión vuelve a tener que ver con manipular/controlar una ingente fuente energética, que no sabemos de momento si no sería mejor dejarla como estaba, planteando entre Jack y John una cuestión similar a la de si debían pulsar o no la tecla, tema que tanto les preocupó en la segunda temporada). La verdad es que es muy conveniente que a nuestro hombre 'especial' ahora le dé todo igual, ya que muy agradable no debe de ser la experiencia, y menos sin saber a cuál de los dos ‘jugadores’ iba realmente a ayudar; o sea, que su conciencia de la vida de ‘ultratumba’ ha hecho precisamente de él un instrumento idealmente maleable, sin mucha voluntad propia como indican los sobrenombres que le estamos aplicando, en lugar del cabreado escocés tan poco dispuesto a colaborar que habíamos visto últimamente. Esto demuestra que la ‘realidad x’ tuvo un efecto positivo en la realidad original, facilitando la victoria de Jack. Aunque si Jack sin un Desmond tan colaborador no podría haber salvado la isla, tampoco podría haberlo hecho un Desmond tan indiferente sin la fe de Jack.

Iniciado el descenso, la cámara decide recordar (junto con los propios recuerdos de no-John y Jack) el intrigante final de la primera temporada, bajando a las profundidades de espaldas para enfocarlos a ellos, de forma que el hombre de ciencia y el hombre de fe, ahora convertidos en los nuevos hombre de blanco y hombre de negro, quedan ambos en la lejanía mirando expectantes al fondo del agujero. Y si en su momento tuvimos que esperar varios meses para averiguar lo que había dentro de aquella misteriosa escotilla, esta vez no ha sido necesario más que unos minutitos (o la friolera de seis temporadas, según se mire) para desvelar el misterio central de la isla, el corazón de la misma que yace en el fondo de la cueva de donde surge la luz de la vida, el renacimiento y la muerte.

Bañado en una intensa luz dorada (y sometido a la potente energía que la acompaña), Desmond, gracias a la más genuina ciencia infusa isleña (ya que eso de las detalladas instrucciones orales o escritas no se estila en esta isla) se dirige enseguida a la enorme piedra que domina el centro de la estancia. No es tan difícil imaginar que la extraña energía que le rodea le confiere los poderes especiales necesarios para elevar en vilo la pesadísima piedra, toda garabateada de jeroglíficos, aunque hay quien asegura que también tiene escritura cuneiforme de la cultura mesopotámica.


(Los fans no parecen estar muy motivados para traducir estas antiguas escrituras de momento, ya que no parecen albergar la esperanza de hallar en ellas las ansiadas respuestas que nos faltan, pero se reconocen en la parte de arriba algunos de los jeroglíficos del contador del Cisne, que significaban ‘inframundo’, ‘destrucción’ o algo parecido... Si en su día yo hubiera estado a cargo de la inscripción, es un suponer, hubiera puesto algo así: “Desmond –pues es la única persona que podría llegar a leerlas–, si decides quitarme de aquí por alguna urgencia, no te olvides de volver a colocarme en mi sitio antes de marcharte. Gracias.”)

Con tanto zumbido electromagnético nuestro pobre escocés empieza a sangrar por la nariz y, haciendo un gran esfuerzo, destapa el agujero en el que descansaba la piedra (paralelamente a su accionamiento de la llave de seguridad de El Cisne en el final de la segunda temporada). El pobre se queda por allí medio desmayado mientras la fuente deja de manar agua y la que había se escapa por el antiguo drenaje que ha quedado abierto, a la vez que se va apagando la luz dorada y, anunciados por una infernal neblina roja, empiezan violentos temblores a amenazar con destruir todo aquello (no ha resultado nuestro ‘hombre especial’ ser de la madera de Indiana Jones y otros héroes similares, aquellos que consiguen escapar corriendo cuando empiezan a desatarse en sus películas todos los poderes de los infiernos; no es tampoco precisamente alentador que se haya encontrado por allí algún que otro esqueleto).

Los temblores de tierra afectan inmediatamente a los dos combatientes que le enviaron allí abajo, pero también a los demás compañeros que les esperan a una cierta distancia y a los que reparan el avión en la pequeña isla Hydra algo más lejos. Toda la estructura de la isla y sus aledaños se está viniendo abajo, por lo que Smocke se proclama vencedor y sale de inmediato a buscar su barco antes de hundirse con todo aquello. Jack sin embargo, convertido finalmente en un auténtico hombre de fe, hace caso omiso de los hechos que certifican su aparente fracaso y se lanza a bloquear la huida del monstruo, descubriendo de un derechazo que el cuerpo humano de éste resulta ahora vulnerable, pudiendo ser herido y pudiendo, por tanto, acabar muerto.

Con todo esto tenemos ya los datos necesarios (en opinión de los guionistas) para interpretar el misterio de la isla, aunque no nos haya quedado muy claro: Al parecer una potente energía destructiva, de color rojo infernal (¿el famoso volcán de la isla?... ¿el terrible mal simbolizado en la botella de vino de Jacob?), se hallaba constreñida por la enorme piedra, de forma que la cueva quedaba dominada por el agua y la energía luminosas (de color dorado celestial), fuente de los poderes curativos que tienen la isla y su guardián, y también, al parecer, de la inmortalidad del que fue hermano e hijo de guardianes, convertido después en el monstruo de humo negro. La piedra central habría sido colocada allí en un tiempo inmemorial –ya fuera gracias a la mística ciencia infusa isleña o a alguna antigua tecnología–, por una ancestral civilización, bien egipcia o mesopotámica (o de los ‘antiguos’ de las series de “Stargate”, ya puestos a elucubrar), ciertamente anterior al tiempo de los romanos contemporáneos de Claudia. Al quitar esa piedra-tapón el agua deja de manar y la energía positiva queda anulada, de modo que emerge desatada la destructiva pulsión interna de la isla, derribando todo hasta dónde alcanza.

Es posible pensar que esta potencia demoledora conllevaría finalmente una destrucción a nivel letal para el planeta o al menos para la humanidad, o quizás se resentiría ésta más bien a causa de que llegara a apagarse del todo la sanadora luz dorada. El caso es que hay una energía maligna y otra benigna entrelazadas en el fondo de la isla, llevadas al equilibrio por la piedra primordial (como la piedra negra y la piedra blanca se equilibran en la balanza). Según parece, la luz dorada sólo sobrevive cuando la energía roja está controlada, y bien el exceso de ésta o bien la carencia de aquélla suponen para el planeta una amenaza letal.

Como ya he comentado, entiendo que las ‘reglas’ imponen que sólo el guardián (y sus acompañantes) puedan acceder a la cueva, dotada quizás con algún tipo de camuflaje ante cualquier otro visitante (¿tendría también camuflaje el famoso faro de Jacob que nunca habían visto antes?) Por lo tanto sólo pueden bajar a la estancia central por medio de la cascada uno de los protectores o alguien que él mismo haya enviado (o que se le haya escapado por allí, engañándolo). Está claro que el nivel de electromagnetismo del interior de la cueva es mortal para quien no sea especial como Desmond, lo que podría explicar los esqueletos que éste ha encontrado en la estancia dorada, pero ¿por qué Samuel quedó convertido en Humo Negro? y ¿es éste un producto de la energía dorada o de la maligna energía encarnada? Podemos suponer que en tiempos de la ‘madre’ la protección del equilibrio de la estancia subterránea contaba con algún tipo de sustancia o dispositivo de seguridad que se disparaba ante una incursión humana. La entrada de un Samuel inconsciente impide pensar que éste pudiera desplazar la piedra, por lo que, en mi opinión, fue la propia energía dorada la que generó el Humo Negro, dotándole de inmortalidad y de todos sus demás poderes, como el de reconvertirse en seres humanos (con múltiples posibilidades de vida), lanzarles ‘flashes’ de luz blanca, leer sus memorias, etc. Estos poderes demuestran una potencia de vida, no un impulso destructivo, aunque dadas las malas costumbres del monstruo isleño, quizás lleve éste en sí el propio equilibrio entre lo malo y lo bueno, con tendencia a un cierto desquiciamiento, por eso de que se le tiene tanto tiempo encerrado en la isla contra su voluntad. De hecho, las muertes producidas por el monstruo (aunque en alguna ocasión parecen arbitrarias) suelen estar sometidas a un juicio previo del comportamiento del sujeto, o a un previo haber sido atacado por él o a un ultimátum, o incluso quizás a la protección de algún secreto (las muertes del piloto y los franceses Nadine y Montand se deben probablemente a que se encontraban en el ‘territorio oscuro’ del que hablaba Danielle, en la zona donde se encontraba el templo), estándole prohibido matar en otras muchas circunstancias.

Puesto que Jacob se refirió a él como su gran error, entiendo que el Humo Negro fue una especie de mal menor que podía ocurrir una sola vez: sería la forma en que la luz dorada resolvió en aquella ocasión la invasión de su ámbito, produciendo una especie de monstruo protector de los secretos isleños, con capacidad para matar a quien no tuviera unos criterios muy rectos. (Todo esto podría ser de origen místico, o deberse a algún tipo de dispositivo así diseñado por los ancestros). Los esqueletos serían de personas que hubieran entrado allí anteriormente, quizás los que construyeron inicialmente todo el tinglado, sin posibilidad de salir nunca vivos de allí (Jacob probablemente no llevó a nadie más nunca a la cueva después de tirar allí a su hermano). El terrible mal encerrado (al que se refería Jacob con su botella) no sería tanto el propio Humo Negro como la energía roja tapada por la piedra, y el gran problema de que el monstruo escapara de la isla proviene obviamente de su invulnerabilidad unida a su mal carácter, pero probablemente sobre todo por algunas funestas consecuencias, ya que creo que su ser está ligado íntimamente al equilibrio fundante de la isla, por ello no podría escapar de ella sin apagar antes la luz (luchando para ello contra el guardián, o contra sus candidatos si éste había muerto) y originando así la temida gran catástrofe. La desgracia de Samuel es que la ‘madre’ no le dejara salir de la isla antes de haber caído en la cueva, pero quizás se le hizo imposible ya salir después de haber conocido la luz, por la atracción que, sin querer, sentiría siempre hacia ella.

El caso es que Smocke, tras varios milenios soñando con este momento, hace caso omiso de la herida infligida por Jack y tras quitarse a éste de encima con una piedra se lanza a buscar el barquito que va a darle por fin la ansiada libertad. Al poco rato, tras intentar rescatar a Desmond tirando de la cuerda, pero encontrarse ésta vacía (como le había ocurrido a Smocke poco antes en el pozo), nuestro protector corre tras el monstruo reconvertido en mero ser humano, acuciado por el importante deber de tener que impedir a toda costa su huida (mientras es empapado por la copiosa lluvia y evita como puede los corrimientos de tierras y los árboles que empiezan a caer). La épica batalla final entre el defensor del bien y el gran malhechor isleño se inicia cuando Jack vislumbra a su enemigo junto al acantilado y se abalanza sobre él con el puño en alto...

miércoles, 16 de junio de 2010

6.17-18. El fin (comentario I de IV)

Un vuelo acaba de llegar a Los Angeles y se procede al desembarco del cargamento transportado en sus bodegas: más en concreto se nos muestra una caja especial que ha andado extraviada por medio mundo, un muerto que ha estado ‘perdido’ y vuelve a casa. La secuencia nos preanuncia simbólicamente la revelación final de la serie: el vuelo 815 transportaba personas destinadas a morir; ya fuera en ese mismo vuelo o tras un largo rodeo, todos sus pasajeros han fallecido finalmente. Pero veremos al final que el ataúd de Christian Shephard realmente se encontraba vacío, pues su verdadero ser –al igual que el de los demás personajes– no se encuentra realmente donde yace su cadáver (como ya aclaró Locke a Jack durante su encuentro en el departamento de objetos perdidos de Oceanic).
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Entre una y otra imagen del ataúd que vuelve a tierra, se nos muestra otro densísimo símbolo del esperado final: el doctor Shephard examina la radiografía de Locke, de modo que su especial concentración en la salud integral de este especial paciente nos ofrece de pronto una impactante imagen, cuando a través del cráneo de John vemos asomar el rostro preocupado de Jack. Se trata de una novedosa variación del famoso motivo de la reflexión especular. La imagen parece enmarcar la propia esencia de este doctor en la muerte del que en la isla fue (doblemente) su rival. Todo el sentido de la vida de Jack se jugó en entender a un hombre prematuramente muerto, para poder matar al milenario monstruo que después le robó su figura. Entre una y otra muerte de John tenemos a un Jack que intenta suicidarse, para después recuperar la esperanza y volver a la isla a cumplir su destino hasta entregar heroicamente su vida. De este modo entendemos que el ataúd que tan marcadamente protagoniza la obertura de este episodio no sólo retoma el motivo del difunto doctor Shephard, sino también el del féretro del desgraciado Jeremy Bentham, dos ataúdes viajeros que terminaron ofreciendo su contenido al uso abusivo del Hombre de Negro.
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Pero no sólo Jack se prepara para la operación, también lo hace John Locke, quien ya ingresado en el hospital, deja aparte la silla de ruedas de la que espera poderse liberar. Mientras tanto su colega Ben Linus se encuentra ensimismado haciendo café, atando probablemente en su cabeza todos los cabos que Desmond le desató hace unas horas a base de golpes (¿cómo es posible que yo haya sido un tipo tan retorcido y tan malo? ¡...y qué mal trago volver a recordar la horrible muerte de Alex!) Y finalmente vemos al inspector Ford mirándose reflexivo en el espejo que rompió hace unos días, cuando Miles descubrió su secreto viaje a Sydney (quizás tampoco pueda quitarse de la cabeza a la pecosa que hace un rato le ha pedido que la deje en libertad). En ambos casos James ha decidido mantener honradamente su identidad de policía, sin dar lugar ni a la acariciada venganza ni a apoyar la fuga de la bella prisionera (precisamente al contrario que Ana Lucía, quien al aceptar ser sobornada demuestra no estar aún preparada para la ‘partida’).
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Entrelazadas entre estas imágenes de la realidad x (durante la hermosa obertura musical que inaugura este dramático capítulo final) encontramos las de nuestros héroes isleños: Jack, recién consagrado por Jacob, pasa unos minutos en el agua del arroyo empapándose de su nueva identidad y misión, aunque al parecer no siente nada verdaderamente nuevo. Smocke recoge pensativo del pozo la cuerda que liberó a Desmond mientras que Ben recarga el arma que lleva en sus manos, convencido de que antes o después tendrá que volver a matar para su nuevo amo (son precisamente las balas que más tarde desperdiciará Kate, excepto una, a la que sabrá dar muy buen uso). Finalmente Sawyer (roto en su interior no sólo ya por la muerte de Juliet, sino por su reciente responsabilidad en la explosión del submarino) se acerca preocupado a examinar la herida en el hombro de su amiga.
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Obviamente en la serie de imágenes isleñas nos falta para un completo paralelismo con las anteriores el ataúd de Christian Shephard, el que Jack descubrió vacío (y destruyó enfadado) junto a aquellas cuevas en las que encontró agua para sobrevivir (el agua de la isla en la que ahora se empapa) y también los esqueletos de la madre y el hermano de Jacob con sus piedras negra y blanca. Jack no pudo nunca enterrar a su padre, mientras que su predecesor pudo al menos despedirse dignamente de sus familiares muertos. A su manera Jack se prepara para la gran batalla final, la batalla contra el escurridizo e inatacable Humo Negro, quien para colmo de males lleva en sí las memorias de su padre y la apariencia y memorias de su amigo John Locke, el hombre de quien tanto desconfió hasta decidirse finalmente a acompañar su cadáver (metido en otro ataúd, como sustituto de su padre) de vuelta a la isla. Ahora tendrá que confiar en sí mismo (como hubiera querido su padre) y confiar en la isla (como hubiera querido Locke) para intentar vencer al invulnerable enemigo.
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Ajeno a la terrible batalla que le espera (salvo por una cicatriz en el vientre y una sangrante heridita en el cuello) Jack afronta en su ‘otra vida’ una importante operación, pues espera comprobar en ella la validez de un nuevo procedimiento. En ese día tiene previsto curar a John Locke, asistir a un concierto con su ex-mujer y su hijo (si le da tiempo) y recoger finalmente el cadáver perdido de su padre: un día bastante completo que acabará de una manera totalmente inesperada.
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Pero volviendo a la isla: Jacob le ha revelado que la misteriosa luz que debe proteger se encuentra junto al bosquecillo de bambúes que había cerca de donde se estrelló el avión. Entiendo que sólo el protector de la isla puede encontrar la cueva de la luz, junto a aquellos que le acompañen (la madre llevó primero a los mellizos y luego sólo a Jacob, éste más tarde llevó allí a su hermano, y finalmente Jack fue con Locke y Desmond, para acercarse luego con Hurley y Ben). El esforzado líder se dirige obediente hacia su destino, acompañado de Hugo y Kate (quien le asegura que no arruinó verdaderamente su vida anterior, ya que nada es irreversible – frase que él repetirá después en su ‘otra vida’ al encontrarse por primera vez con John). Sawyer, demostrando que se siente también responsable de la protección de la isla y de la eliminación del monstruo (dejando aparte por fin sus suspicacias respecto a todo esto), decide ir mientras tanto a sacar a Desmond del pozo, ya que todo apunta a que el escocés sea una pieza especial en la estrategia de Smocke.
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Sawyer no va a encontrar a Desmond, pero sí a ‘Smokey’ (a quien llama con este mote –‘Humito’ en la versión en español– para regocijo de los fans) junto con Ben, y tras quitarle a éste el rifle e informar al monstruo de que ya no hay candidatos (pues el verdadero sucesor de Jacob se ha hecho con el mando), los deja para volver junto al grupo de Jack. En su ‘otra vida’ descubre nuestro x-James para su sorpresa que Sayid ha escapado del transporte en el que iban los presos (Miles lo ha visto en las proximidades del concierto), por lo que decide ir al hospital a proteger a Sun, supuesta testigo de la matanza en el restaurante.
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La coreana, ya bastante recuperada de la herida de bala, se dispone a ser reconocida por una experta ginecóloga que debe comprobar el estado de su embarazo. La doctora Juliet Carlson (su apellido de soltera, como el que tenía su hermana Rachel) la atiende con la misma eficacia que desplegó en la estación médica de la isla, cuando exploró el embarazo de Sun, produciendo en la feliz pareja el ‘despertar’ a la conciencia de su vida anterior. Jin y Sun, conmovidos al recordar juntos que han estado casados y han tenido una preciosa niña, junto a todas sus emocionantes separaciones y reencuentros, no dejan de sonreír ante esta nueva y definitiva reunión, expresándose de pronto ante la doctora (para su sorpresa) en perfecto inglés. Cuando llega James, al que ellos conocieron como Sawyer, renuncian a la protección policial sin dejar de sonreírle mientras se despiden amablemente diciendo que ya le verán ‘allí’. (La verdad es que Juliet le ha hecho inadvertidamente un favor a Desmond, pues no parece que el escocés tuviera nada planeado en relación a los coreanos, pero al parecer el ‘universo’ se las ha apañado para que ellos estén también ‘allí’ a su hora).
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Tras la renuncia de la pareja coreana a ser protegida nuestro poli preferido deambula por los pasillos del hospital buscando algo para comer, hasta que Jack le indica las famosas máquinas expendedoras. James experimenta entonces un pequeño déja-vu llamando ‘doc’ (su apodo favorito para Jack – ‘doctor’ en español) a este médico, que con su elegante traje de chaqueta no lleva nada que delate su profesión. Y poco después, al intentar obtener una barrita ‘Apollo’, ésta se atasca (¿cómo no?, se ve que sólo respeta a los protectores de la isla), por lo que la doctora Carlson le pilla metiendo mano malamente a la máquina. Tras un momento embarazoso, Juliet sugiere al atractivo poli que desenchufe y vuelva a enchufar el aparato, porque así suele soltarse la barrita, motivando de este modo un simbólico paralelismo con lo que va a tener que hacer Jack en la cueva (se explicaría así que la barrita Apollo sea tan escogida en cuanto a querer ser extraída de su sitio sólo por los verdaderos guardianes de la isla).
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O quizás es que la barrita se pone nerviosa al darse cuenta de su importante misión: al agarrar juntos el dulce de chocolate, las manos de James y Juliet contactan entre sí a la vez que ella utiliza la expresión “it worked” (‘funcionó’), momento en que se inicia para ambos la revelación en ‘flashes’ de su toda vida en común, incluido el enorme girasol y la dolorosa separación cuando ella murió entre los escombros de El Cisne. La conversación repite casi palabra por palabra la de la última vez que estuvieron juntos: además de la sugerencia de ‘tomar un café a escote’ (ya que la máquina se ha tragado el último billete que le quedaba a él) Juliet le pide a su James un beso, a lo que él accede llamándola “blondie” (‘rubita’). A partir de ese momento nada más podrá importar a estos dos que el poder estar juntos para siempre (como ya les ha pasado a las parejas formadas por Jin y Sun, Hurley y Libby y suponemos que también Desmond y Penny y Bernard y Rose).
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Algo nos queda claro en este ‘despertar’ en común de Juliet y Sawyer (una vez que conseguimos secarnos las lágrimas): cuando ella murió conectó al parecer en directo con esta experiencia de su ‘otra vida’, por lo que el mensaje de ultratumba, el ‘it worked’ que repitió Miles, no se refería verdaderamente al efecto que esperaban de la detonación de la bomba sino a la famosa barrita de chocolate. Sería mucho suponer que Juliet se refiriera ya entonces a que ‘funcionó’ lo de que Desmond y Jack desenchufaran y enchufaran el corazón de la isla, pero esta idea podría no ser tan desacertada si la salvación de la isla, o la detonación de la bomba, o incluso ambas, hubieran sido las responsables últimas de que surgiera esta ‘otra realidad’ en la que se ha hecho posible el reencuentro definitivo de cada una de estas parejas.
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La metáfora de la máquina expendedora, retrotraída al momento en que Jacob encuentra por primera vez a Jack, nos hablaría de cómo éste no supo gestionar entonces su enfrentamiento con Christian (el día en que aprendió lo de contar hasta cinco para vencer el miedo que le paralizaba), mientras que Jacob le daba el empujoncito necesario para superar la situación. Esta vez en la isla tendrá que superar todo miedo y posible obstáculo por parte de su poderoso oponente (mucho más difícil de contrarrestar que su exigente padre o que el impredecible Locke) con ese empujoncito especial que Jacob le ha concedido al hacerse ‘uno’ con él, pero ayudándose de la técnica del ‘desenchufar y enchufar’ la luz de la isla que sólo es posible poner en práctica gracias a los especiales poderes de Desmond.
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Pero Smocke se ha hecho también una idea de lo que puede hacer con Desmond (le ha dicho Widmore que lo ha traído como una medida de último recurso por su capacidad de soportar fuertes cargas electromagnéticas), entendiendo que con su ayuda podrá destruir la isla, por lo que con candidatos (o el ya verdadero sustituto) o sin ellos, se propone meter a Desmond en el fondo de esa cueva (lo del tirarle al pozo sólo fue un pequeño ensayo), para que haga allí lo que ha venido a hacer, y salir luego corriendo a embarcarse en el “Elizabeth” (de nuevo facilitado por Desmond e indirectamente por Widmore, en su momento) para por fin poder escapar e irse a visitar el ‘otro lado del mar’.
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Pero de momento, como indicios de la localización de Desmond, sólo tiene la cuerda con la que salió del pozo (cuerda que luego resultará ser muy útil) y unas huellas de perro (¡¡Vincent!!), que desgraciadamente le guiarán al refugio de Bernard y Rose (el último salto en el tiempo –el provocado por la explosión de Jughead– parece que fue muy generoso con ellos, permitiéndoles conservar su cabaña, la comida Dharma y todo eso, o es que estaban ya muy entrenados en lo de agarrarse a todas sus pertenencias cada vez que veían venir a los famosos fogonazos). La entrañable pareja no pudo resistirse a rescatar al pobre hombre del fondo del pozo (imagino a Vincent ladrando sin parar tras haberle encontrado), aunque imaginaban que acabarían teniendo problemas a cambio de su compasiva acción. Smocke no duda en amenazarles con una dolorosa muerte si Desmond no se pliega a obedecerle, aunque el escocés no tiene demasiados reparos en hacer todo lo que le digan, ya que es suficientemente feliz al ser consciente de existir en una realidad posterior. (Paralelamente mucha gente afirma que Rose y Bernard estaban ya ‘iluminados’ desde la propia escena inicial de la temporada, cuando les vimos tan felices en el avión junto a Jack, por lo que en esta escena tenemos a todos nuestros personajes más ‘despiertos’ siendo sin embargo incapaces de hacerle frente al mal).
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El escocés post-histórico ha recibido mientras tanto el ataúd de Christian Shephard en una iglesia de Los Angeles (la misma iglesia en la que, en sus anteriores vidas, se encontraba la estación en la que investigaba Eloise, “The Lamp Post”). Comenta que no es exactamente un cura, aunque sí algo parecido (en esta labor de ‘despertador’ de conciencias del más allá ha desembocado por fin la ‘vocación’ de aquel ‘hermano’ que fue expulsado del noviciado de un convento escocés) y la verdad es que el ex-monje parece disfrutar a fondo con su tarea (atropellar a minusválidos, aporrear a profesores, liberar presos, encontrar ataúdes perdidos, acudir a conciertos bien acompañado...), sonriendo especialmente de nuevo al ser testigo (en la mesa 23 del concierto benéfico) de cómo se conocían ya Kate y Claire. Mientras ambas se ausentan por motivos de urgencia aaronil, el sosegado ‘facilitador’ de ‘experiencias’ admite ante la señora Widmore (mucho más vulnerable y menos temible que en su encuentro anterior) que ha optado por no hacerla ni caso, pero que no se preocupe, porque su hijo aún no va a irse de su lado.
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Daniel es mientras tanto totalmente feliz (y por lo tanto suponemos que lo es también su madre), ya que ha saludado a su amada Charlotte (sin ‘despertares’ especiales) y se encuentra a sus anchas tocando su música junto a la rockera banda de ‘Drive Shaft’ (me alegré mucho de ver tan feliz a este pobre hombre, que había tenido una vida tan perra y una muerte tan inmerecida, con lo majete que es, y también de volver a ver a Liam Pace, aunque apenas sale un poquito, ¡qué pena que su anillo acabara perdido en la explosión del submarino!) Suponemos que David disfruta igualmente escuchando el piano (yo había previsto que quizás Daniel era su profesor, pero dejémoslo en que quizás el joven Widmore tenía alguna conexión con la escuela de música y por eso habían sido los Shephard invitados). La serie abandona sin embargo a los Widmore, a Charlotte y a los Chang (andaba por allí Miles, y también un Pierre algo más encanecido) disfrutando en paz del concierto benéfico (por no hablar del pobre David, que queda destinado a ‘desvanecerse’ en el aire –o en su música– allí solito ya que su padre, su madre y su tía tienen ‘encuentros’ más importantes que experimentar), mientras se vuelca en cómo Kate y Charlie acompañan a Claire en el parto.
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Kate se había encontrado un par de veces con Jack en el avión y en el aeropuerto, quedándose algo extrañada por el raro sentimiento que la embargaba al verle, y ciertamente se le ha quedado grabado el poli ese tan especial con el que siempre se topa y la forma que él tiene de mirarla. Sin embargo, el tío raro que la ayudó a fugarse, le dio un vestido elegante (y suponemos que los correspondientes zapatos) y la trajo al concierto no acaba de gustarle nada. Pero cuando ve de nuevo a su Claire embarazada recuerda que algo dentro de ella no la permitió dejar sola el otro día a esta muchacha (llegando a agarrarle cariñosamente la mano en la cama del hospital cuando el bebé pareció sufrir una parada cardíaca), puesto que parece tener algo muy importante en común con ella.
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En cuanto Claire se ausenta (es que Aaron no para de removerse desde que ha oído la guitarra de su papi Charlie, y ya está harto de perderse la emoción de tanto ‘reencuentro’ sólo porque su mami no se sienta ‘preparada’), Kate no puede menos que acompañarla y entiende enseguida (por una abrumadora intuición procedente de su ‘otra vida’) que ha llegado la hora del parto. Los guionistas han echado convenientemente a la experta ginecóloga del concierto (Juliet tenía su propia cita del ‘destino’ con James en el hospital), de modo que Kate (sin esperar a que llegue un médico) repite su papel previo en la isla como comadrona de Claire (‘co-madre’ de Aaron junto a ella). Y es sólo cuando coge a su chiquitín en brazos cuando Kate entiende todo lo que está pasando. Para ella es la relación maternal con este niño lo más importante del mundo, sus sentimientos por él son los que finalmente la han ‘despertado’.
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Claire vive igualmente el nacimiento de su hijo como experiencia ‘iluminadora’ (con la fugitiva generosa no se había aclarado mucho, ni tampoco con su medio hermano), y con Aaron ya en sus brazos experimenta la enorme alegría de reencontrarse con Charlie, el joven con quien tanto congenió en la isla y cuya muerte la había destrozado. Nuestro rockero descubre también en Claire a la rubia celestial cuyo amor verdadero le traía a mal traer desde el vuelo, descuidando su propia supervivencia para poder encontrarse con ella en un ‘más allá’ al que no sabía cómo llegar. Y con ella, al pequeño querubín que siempre había querido como un padre.
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Reunida por fin esta feliz familia (con la consiguiente llorera del emocionado espectador que, cual Sawyer viajando en el tiempo, revive con ellos el parto del bebé desde esta otra nueva dimensión), cada uno de ellos no desea otra cosa que encontrarse con el resto de sus compañeros para poder por fin ‘marchar’. Pero quedan dos importantes personajes por ‘despertar’, aquellos a los que más les cuesta ‘levar anclas’ y abandonarse a lo que tenga que pasar: Locke y Jack, juntos –por un lado– en el hospital, buscando en común la curación del uno y el éxito del otro ("eso si no te mato, claro", le dice Jack) y encontrándose por fin cara a cara –por otro lado– cerca del corazón de la isla, en el momento cumbre de la mortal partida. O gana Smocke, destruyendo la isla junto con sus defensores y acabando con el futuro de la humanidad, o consigue Jack matar al monstruo en su jugada sorpresa y proteger todo aquello que se ha comprometido a salvaguardar.

martes, 1 de junio de 2010

6.16. Por lo que murieron

Jack, Kate, Sawyer y Hurley lloran a sus compañeros muertos mientras aparecen en la playa algunos restos del submarino hundido (incluido un prometedor chaleco salvavidas, símbolo de la posibilidad de encontrar salvación incluso en situación tan desesperada). Poco antes, mientras Jack cosía la herida de Kate (devolviéndole el favor que le hizo ella en el primer episodio de la serie) y ésta le hablaba de la huerfanita Ji-Yeon, ambos decidieron que Smocke, el responsable último de la funesta explosión, tenía que ser eliminado. Sin embargo, como primer paso se proponen ir a rescatar a Desmond del pozo que les indicó Sayid antes de morir.
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Paralelamente vemos a x-Jack observando de nuevo en el espejo la misteriosa herida del cuello. Sus planes para ese día consisten únicamente en asistir a un concierto con su hijo David y no comportarse de forma muy rara cuando aparezca por allí su ex-mujer. Es cierto que también anda empeñado últimamente en curar al paralítico John Locke y que un bebé, en este caso Aaron, también se hace presente en su vida por el comentario de Claire en el desayuno sobre sus pataditas. Igualmente, x-Desmond reclama su protagonismo en esta trama al llamar al doctor falsamente de parte de Oceanic, para comunicarle que el ataúd de su padre llegará esa misma tarde al aeropuerto. De este modo también vemos a x-Jack sobrecogerse por la pena de una muerte reciente.
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Aunque sin dar explicación alguna para la llamada de x-Desmond, se nos revela que éste la hace desde su coche mientras acecha de nuevo a x-Locke a la salida del instituto. Pero cuando parece querer apretar el acelerador para atropellar al paralítico de nuevo, el bueno de x-Ben se abalanza sobre él para impedir semejante desatino, ganándose una buena paliza por parte del escocés y la consiguiente ‘iluminación’ (ya que le hace recordar la similar paliza recibida de las mismas manos cuando atacó a la familia Hume junto al barco en el que vivían).
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Este episodio entreteje de manera admirable la historia isleña y la de la realidad x, entrecruzando los hechos de unos y otros personajes en la medida en que todos ellos van confluyendo inevitablemente hacia ‘el fin’. Sin quitar su merecido protagonismo a Jack y Locke, junto a la interesante figura del ‘mediador’ de los despertares (Desmond) destacará sin embargo especialmente el personaje de Benjamin Linus.
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El apaleado doctor en Historia Europea contempla su maltrecha imagen en un espejo de la enfermería mientras trata de entender lo que está pasando, sin olvidarse de comunicar a Locke el mensaje de su atacante: no quiere herirle sino ayudarle a ‘soltar amarras’. Este insólito mensaje dejará pensativo a John, instándole más tarde a acudir al doctor Shephard para pedirle que le opere (momento sublime, salpicado de significativa frases lostianas que da mucho gusto oír en este nuevo contexto).
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Ben Linus ha vuelto con Richard y Miles a Villa Otros, a buscar en su armario secreto los explosivos necesarios para explotar el avión de Ajira. Cuando Miles se revuelve al detectar ciertos mensajes de ultratumba Richard explica que se encuentran sobre el lugar donde enterró a Alex. Y es que tras aquél fatídico día en que Keamy (el mercenario contratado por Widmore) asesinó a su hija a sangre fría, Ben sólo ha vuelto a la que fue su casa una vez, con ocasión de buscar al Humo Negro para ser juzgado, hasta encontrarle (en figura de Alex, aun estando ésta ya enterrada) en los subterráneos del templo y ser sorprendentemente absuelto.
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Lamentablemente ni Widmore ni el Humo Negro andan tampoco muy lejos de su casa ahora, y Ben, recordando que si no obedece a Smocke lleva todas las de perder, se ofrece de nuevo a este maligno ente como su chico de los recados (lo que se traduce en ofrecerse a matar a todo aquel que el monstruo necesite matar con intermediarios, léase algún que otro candidato). Tras un encontronazo con Richard que hace salir a éste volando por los aires (¡qué mal trata últimamente el Hombre de Negro a nuestro Ricardo!) y tras degollar limpiamente a Zoe por serle inútil, Smocke chantajea a Charles con la vida de su hija para que le diga lo que ha venido a hacer (al parecer Jacob le había visitado para pedirle que trajera a Desmond a la isla). Es aquí cuando Ben ve ocasión propicia para vengarse de su sempiterno rival, tratando vanamente de impedir con un tiro la cobarde confesión que traicionaría a Jacob para salvar a Penny. (Por su parte Miles ha escapado de la situación para esconderse en la selva llevándose un walkie-talkie).
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Mientras estas escenas nos recuerdan las tendencias más negativas, vengativas y asesinas de Ben (quien ha ofrecido sus servicios al enemigo a cambio de la promesa de volver a mandar en la isla), la adorable x-Alex saluda a su profesor preferido preguntándose quién habrá podido pegarle siendo él la mejor persona del mundo. Dado que Ben lleva el brazo en cabestrillo (en forma similar a Napoleón, comenta la estudiante) la muchacha sugiere que monte con ella en el coche de su madre para que le lleven a su casa, no sin antes ser invitado a cenar en casa de ellas. Una atentísima Danielle Rousseau (mucho más arreglada que la que solíamos ver en la isla) se deshace en amabilidades con el profesor que ha llegado a ejercer un papel de padre para su hija (ya que su marido murió cuando la pequeña tenía dos años), de modo que Ben (no sabemos si aún del todo ‘iluminado’ con respecto a lo vivido en la isla con estas dos mujeres) llora emocionado, mientras su anfitriona parece ofrecerle una posible continuidad en la relación así iniciada.
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Ben raptó a la nena de Danielle a la semana de su nacimiento para evitar matarlas a las dos (como le había ordenado su jefe). Con este acto separó a Alex de su madre, contribuyendo a que ésta se volviera casi totalmente loca (de modo similar a lo que luego le pasó a Claire) y haciéndose cargo en adelante de criar a la niña. Finalmente las dos encontraron la muerte a manos de los mercenarios de Widmore, pero aunque Ben nunca podrá entender la razón ‘por la que murieron’, las ha vengado ya en la isla matando a Charles y ha encontrado en otro lugar además la ocasión de crear una nueva relación con ellas, en la que Alex pueda ser su hija sin perder por ello a su madre.
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Nos es difícil creer que Benjamin Linus se haya sometido incondicionalmente a Smocke, después de ver cómo confesaba tan emotivamente a Ilana su pesar por haber matado a Jacob y lo contento que parecía de haber sido aceptado en el equipo de los seguidores de éste en vez de tener que irse con su enemigo. De alguna manera queremos adivinar en el Ben de la isla a ese buen hombre que encontramos en la otra realidad, y esperamos que a la hora de la verdad sepa posicionarse a favor de los candidatos. Pero de momento Ben acompaña a Smocke a un pozo donde descubren que Desmond ha escapado. En ese momento el Hombre de Negro confiesa a su ‘ayudante’ que su verdadera intención es destruir la isla y que el escocés es el instrumento adecuado para ello.
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Sin embargo, esta nueva capacidad destructiva del señor Hume no nos sorprende tanto como su manera tan señorial de irrumpir en comisaría para entregarse por las felonías realizadas en el instituto. Acompañado al calabozo por el inspector Ford saluda satisfecho a los nuevos compañeros de prisión: Sayid y Kate, los últimos pasajeros del vuelo de Oceanic con los que necesitaba contactar. Cuando poco después el propio James (tras un intento de chantaje emocional por parte de la ‘inocente’ Kate) los entrega para ser transportados a otra prisión en una furgoneta, Desmond les hace prometer a ambos que harán una cosa que va a pedirles cuando les haya liberado. Kate (un tanto alucinada porque un tío se entregue él solito en comisaría cuando ella se ha pasado toda su vida escapando de los polis) acepta seguirle la corriente, al igual que hace Sayid, para encontrarse a los pocos minutos ambos liberados (gracias al sustancioso soborno de su millonario cómplice Hurley a una ‘no-iluminada’ Ana Lucía) y obedeciendo las instrucciones de sus liberadores. Kate acompañará a Desmond en el Camaro rojo de Hugo al concierto (al que también planean ir Jack con su familia y Miles con la suya) mientras que Sayid acompañará a Hurley en su Hummer amarillo a un destino incierto.
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Hemos visto así cómo Desmond ha llevado a cabo con facilidad todos sus planes en la realidad x, mientras que en la isla los únicos candidatos restantes se disponían a buscarle. Por el camino, Sawyer va entendiendo que su decisión en el submarino fue la responsable de la explosión (empezando a captar la nueva lógica de la isla que Jack parece ir ya dominando), pero el doctor, noblemente, en vez de profundizar en las acusaciones le consuela diciendo que el único culpable es Smocke. Estando ya todos convencidos de cuál es la situación (que el monstruo está dispuesto a todo para acabar con ellos y que o le matan o les matará, pudiendo además hacer un gran estropicio en el mundo si consigue escapar de la isla), decide Jacob que es el momento de presentarse ante sus candidatos para ofrecerles la opción de elegir quién de entre ellos va a ser su sucesor. Aparte de que este hombre nunca fue muy dado a explicarse, es claro que no pudo acercarse el primer día que cayeron en la isla a contarles todo este asunto, ya que no le hubieran hecho ni caso, como sabemos que Jack no hizo ni caso a Locke al plantearle que quizás habían venido a la isla ‘por una razón’. Pero ese hecho de que tuvieran que accidentarse allí (con las más de 200 muertes resultantes), unido a las múltiples desgracias sobrevenidas (Joanna, Scott, Boone, Arzt, Shannon, Ana Lucía, Libby, Paulo, Nikki, Charlie, Michael, Neil, Charlotte, Daniel, Juliet, Ilana... junto a muchos más de los que nunca supimos el nombre) y a las muertes directamente ocasionadas por el monstruo (el piloto de Oceanic, Eko, Bram, Sayid, Jin y Sun) [por no contar las de los múltiples trabajadores de Dharma, miembros de los Otros, pasajeros del Kahana y del Ajira y colaboradores de Widmore e Ilana] ¿cómo pueden todas esas muertes corresponderse con una razón por importante que ésta sea? Más en concreto, lo que verdaderamente preocupa a nuestros candidatos en el momento en que se encuentran con Jacob ¿cuál es la razón por la que murieron Sayid, Jin y Sun?
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El ya fallecido guardián de la isla hace arder sus propias cenizas (conservadas por Ilana y por Hurley) para poder hacerse presente, por última vez, ante Jack, Sawyer, Hurley y Kate. La respuesta es que en su juventud cometió un fallo terrible, lo que dio origen (a partir de su hermano) al monstruo de Humo Negro, y dado que éste se empeñó en matarle y en matar incluso a su sucesor para poder escapar de la isla, lo cual podría resultar en un terrible mal para toda la humanidad, Jacob se ha visto obligado a atraer posibles candidatos a la isla y a plantearles ahora la sucesión. Los ha seleccionado por sus vidas errantes y solitarias, deduciendo que necesitaban a la isla tanto como ella necesitaba de ellos y además desde siempre había querido poder ofrecerles la opción que él nunca tuvo: poder elegir o rechazar el puesto de guardián (de hecho siempre puso un gran interés en que la voluntad de las personas a las que se acercaba fuera respetada).
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Y es en este momento, entre las dudas y reproches de Sawyer y Kate y para gran alivio de Hurley, cuando Jack ve con diáfana claridad la razón por la que él vino a la isla por primera vez y por la que nunca debió abandonarla: estaba llamado a aceptar el papel de protector de la misma en sucesión de Jacob. El fantasmal antecesor aparta de los demás a su sucesor ya designado y realiza con él la ceremonia (bebiendo agua de un arroyo) que hace a Jack uno con él (adquiriendo los poderes de Jacob). Sawyer bromea que ya antes gustaba Jack de cierto endiosamiento, pero su largo proceso ha llevado precisamente al doctor a dejar de intentar controlarlo todo, para disponerse finalmente a entregar su vida (ya sea en una interminable sucesión de largos años entregados al bien de la isla, o en el sacrificio último de su muerte si fuera necesario) a una causa mayor que ni siquiera entiende.
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Es esta generosa decisión de Jack la que finalmente dará sentido a tantísimas muertes. Si logra salvar la luz de la vida en la isla y parar al monstruo, labor para la que acaba de ser consagrado, nada de lo ocurrido habrá sido en vano.