jueves, 4 de marzo de 2010

6.5. Faro

“¿Qué cicatriz tengo aquí?”, se pregunta x-Jack ante el espejo. Y ya es la segunda vez que le pasa algo similar en un par de días... Mamá Shephard le comenta que le operaron de apendicitis cuando tenía unos 7 años (¿y cuándo fue eso?, a ver... si estamos a 24-9- 2004... ¿no sería en 1977?, una teoría debatida en internet dice que al producirse la bifurcación del x-universo en 1977 y pasar la conciencia del Jack adulto al niño que era entonces de unos 7 años, la mayoría de sus conocimientos quedarían latentes hasta que una serie de circunstancias le hicieran recordar lo que pasó; pero una reacción psico-fisiológica le podría haber hecho rechazar el apéndice que por aquel entonces ya Juliet le había quitado; y quizás también sea relevante para semi-acordarse ahora de ese recuerdo latente que él mismo intentara observar en su día la operación de su propio apéndice por medio de otro espejo). Pero Jack opta por no dar más importancia de momento a las extrañas reacciones de su mente, pues ya tiene bastante con ocuparse de la desaparición del cuerpo de su padre, el desasosiego de su madre y... que le toca ir a recoger a su hijo David al instituto y ya no llega a tiempo...
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En la isla le encontramos también observando con atención un reflejo ondulante de su imagen en un estanque del templo. Y es que Jack no sabe ya ni quién es ni lo que quiere, se le desdibuja el sentido que tiene su existencia en este mundo: en Los Angeles (tras el rescate de los Oceanic Six) su vida se fue totalmente a pique y finalmente había decidido hacer caso a los que le instaban a volver a la isla, atreviéndose a pensar que realmente allí le esperaba un ‘destino’ que le ayudaría a reencontrarse consigo mismo. O quizás, aunque ni se atreve a confesárselo a sí mismo, a reencontrarse con su padre...
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Porque él había visto al fantasma de su padre y lo había seguido hasta las famosas cuevas, sólo para desesperarse al descubrir allí el ataúd vacío. Y le había parecido oír también su voz invitándole a tomarse las cosas con calma (“let it go”), cuando estuvo recluido por los Otros en el tanque acuático de la Hydra. E incluso Locke, antes de morir, le había mencionado que Christian le mandaba saludos desde la isla... ¿Qué quería decir todo eso? ¿Y además, qué demonios es lo que la isla y sus extraños habitantes quieren ahora de él? Con todo esto se entiende que cuando Hurley le comunica que le dicen de ultratumba que “sí que tiene lo que hay que tener” (o que “sí que tiene agallas para encajar el fracaso”), en contradicción directa a la frase de su padre que tan a fuego se le había grabado de pequeño, salte como un muelle y pida ver de inmediato a ese misterioso Jacob. Porque de pronto cree entender que esa figura mítica de la que tanto hablan los Otros y que ya muerto parece haber elegido a su amigo Hugo para comunicarse, le interpela a un nivel muy personal y puede por tanto, probablemente, ofrecerle también respuestas a ese mismo nivel. Y Jack ahora necesita respuestas, necesita entender... Necesita comprender qué le pasa, qué le falta, qué ha hecho mal en su vida... necesita afrontar su desazón, su desconfianza en sí mismo, sus miedos, sus fracasos... necesita sanar viejas heridas y encontrar cierta paz antes de poder embarcarse en ningún tipo de nuevo proyecto.
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Y para ayudarle a avanzar en la búsqueda interior del sentido de su vida y su destino, Jacob le envía al Faro de la isla. Allí no se dan respuestas, sino sólo una orientación, y la suya, en el grado 23 de la rueda, le remite de nuevo a la casa donde vivió con sus padres. Pero eso no es suficiente para nuestro Jack, volver a encontrarse ante aquella mansión donde se originaron los males que le aquejan no le produce más que frustración: lo que él busca, el amor y aprobación incondicional de su padre, no está en este faro, como tampoco estaba en las cuevas... y su frustración le impulsa a destruir esos espejos tan engañosos, igual que destruyó lleno de furia el vacío ataúd de Christian. Sólo después de dar escape a su furia destructiva, Jack se dispone a calmarse contemplando el mar... y entonces descubrimos que precisamente este resultado es lo que Jacob había pretendido conseguir ‘invitándole’ al Faro. Se ve que intenta llevar a su ‘candidato’ a un estado de ánimo determinado... de forma que él mismo ‘quiera’ hacer aquello que la isla necesita de él.
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Sin embargo, su alter ego en el x-universo no ha dudado en acudir a la casa de su niñez ante el requerimiento de su madre (dejando solo a su hijo adolescente por unas horas), para allí con ella, en la ausencia de su malhadado progenitor, descubrir algunas respuestas importantes. La perceptiva Margo le ayuda a entender por qué su hijo David se está distanciando de él, a la vez que ambos se enteran de la existencia de un miembro más de la familia, x-Claire Littleton, sin saber aún lo cerca que se encuentra la joven australiana de ellos en Los Angeles y que está a punto de dar a luz a otro nieto del difunto Shephard. (De paso, los telespectadores descubrimos que Jack no es tan dado a la bebida como en el universo en el que primero le habíamos conocido).
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David, de unos 14 años, no se lleva mucho tiempo con su desconocida tía (que tiene unos 19), ni ha estado tan separado de su padre como ella del suyo, pero sí ha heredado de x-Jack las dificultades de comunicación intergeneracionales. Aunque a éste, tras la amarga pérdida de su padre (y la desconcertante pérdida posterior de su cuerpo), le ha quedado claro lo que tiene que decirle cuanto antes a su hijo, sobre todo cuando se lleva un susto supremo al no encontrarle en casa a su vuelta. Una pasadita por la casa donde el chaval vive el resto del tiempo con su madre (¿quiso el destino que Jack hubiera conocido esta vez a Sarah unos 12 años antes o se trata de otra mujer?) le hace descubrir que David ha sido citado para una audición en el conservatorio y es allí donde, aliviado, le encuentra. Tras pasar junto al cartel que le da la bienvenida (quizás incluso desde otra dimensión, con su “Bienvenidos todos los candidatos”) redescubre el talento musical que su hijo tan celosamente ocultaba para no verse sometido en este ámbito a la presión paterna (en eso fue más listo que el bueno de Daniel Faraday, a quien vimos tocar al piano para su madre exactamente la misma pieza de Chopin), pues bastante presión sufren ya de por sí los jóvenes artistas (como comenta un elegante x-Dogen).
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Discretamente, x-Jack espera a su hijo a la salida, para abordarle con el mejor regalo que puede hacerle. Se siente muy orgulloso de él, y además sabe que lo estará siempre, pase lo que pase, de modo que le dice que nunca entenderá como fracaso nada de lo que David pueda llegar hacer. Cuando el hasta ahora esquivo muchacho le sonríe satisfecho comprendemos que la muerte de x-Christian ha tenido como resultado, en este otro universo, que x-Jack se reconcilie con su hijo y probablemente también que la familia Shephard llegue a conocer a x-Claire y quizás puedan ofrecerle su cariño además de una cierta parte de la herencia, de modo que la joven pueda quedarse sin problemas con x-Aaron. La muerte del abuelo habría surtido así un inmediato efecto positivo en sus dos nietos, pero a través de ellos también en sus padres (los alejados hijos de Christian) una vez pasado el trance de llegar a reconciliarse indirectamente con él.
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Pero aún nos queda por examinar otra (ciertamente distorsionada) versión de la relación entre Christian y Claire. La dulce rubita que perdieron nuestros ‘losties’ en la isla antes de que Ben moviera la rueda, se ha convertido en una desaliñada salvaje, a quien al parecer ‘su padre’ le hizo creer que los Otros habían robado a su bebé. Curiosamente Claire no vivió los saltos en el tiempo, como el grupo de los que volvieron a la época Dharma (ante esta anomalía la isla la ha tratado como a sus habitantes nativos, en contrapartida quizás por incluir a Juliet en el grupo de los visitantes viajeros), sino que en esos tres años ha estado trampeando por la isla y ha llegado a tener varios desafortunados encuentros con los habitantes del Templo, en uno de los cuales sufrió algo parecido a lo que le ha ocurrido hace poco a Sayid.
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Claire, cual nueva Rousseau, se ha montado un refugio en la selva, bien equipado con todo tipo de instrumentos (incluidos cartuchos de dinamita) y no duda en ocultar entre la maleza trampas para animales y personas ni en torturar a sus cautivos para averiguar el paradero de su bebé perdido. Sin embargo, a diferencia de la francesa, en vez de una cajita de música tiene una cunita con un monstruoso muñeco, y en vez de haber matado a sus compañeros por encontrarse ellos ‘enfermos’, parece estar ella ‘infectada’ y por lo mismo haberse convertido en una peligrosa amenaza con su hacha... Mientras su hermano destroza furioso los espejos del Faro con un telescopio porque no acaban de darle razón del misterio de su padre, ella (en un tono menos ilustrado y más salvaje) destroza implacable con un hacha las entrañas del pobre Justin, porque no le acaba de desvelar el paradero de su hijo.
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Y eso que el pobre Jin acaba de decirle dónde está en realidad el pequeño Aaron, aunque enseguida echa marcha atrás diciendo que era mentira al ver las inesperadas consecuencias que tiene en ella dicha revelación. Pues además de ‘infectada’ por esa oscuridad que le cambia a uno totalmente al invadirle el corazón, ha sido malamente influenciada por el que parecía ser Christian, y ahora por el que parece ser Locke. Tras amenazar de muerte a Kate, si por casualidad se hubiera atrevido a llevarse a Aaron de la isla, Claire saluda a ‘su amigo’ (que ella sabe que no es John), mientras accede a planear con Jin una entrada secreta en el templo para recuperar a su pequeñín.
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Jacob ha alejado ex-profeso a Hurley y a Jack de la batalla que se avecina en el templo, en el cual habíamos dejado a Miles y Sayid y al que se acercan presurosos Richard, Sun, Frank, Ilana y Ben. Tampoco parece que Kate y Sawyer vayan a andar muy lejos, por mucho que pasen del ‘templo maldito’, mientras ella siga en busca de Claire y él mantenga su alianza con Smocke.
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Entre todo este jaleo Hurley, reaccionando más sensatamente que otros, trata también de entender qué demonios pasa a su alrededor. Dada su sencillez y servicialidad, le es más fácil que a Jack prestarse directamente a obedecer enigmáticas instrucciones, aunque no las entienda. La menuda escritura con tinta en su brazo ha acabado formando sin que él se dé cuenta una mancha azul en su frente, que Jacob le señala solícito. El disgusto que se ha llevado Hugo por la desproporcionada reacción de Jack al romper los espejos en el faro, imposibilitando así que cumpliera su importante misión de orientar a la persona que viene a la isla, no altera para nada al impasible fantasma que le ha elegido como emisario (bueno, Jacob ni siquiera se alteró cuando le mataron). Ya sabía nuestro ‘vidente’ que se las apañaba mejor solo que en compañía del temperamental médico (a quien engatusó con el mismo estilo con el que en su día embaucó a Sawyer). Pero se ve que él también ha encontrado su nombre en la rueda y se habrá preguntado qué vería Jacob en sus espejos cuando miraba hacia el correspondiente nº 8, sin que eso al parecer le haya inducido a abordar al ‘omnisciente’ Jacob con reproches o un montón de preguntas, sino que únicamente le agradece sarcásticamente los siete años de mala suerte.
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A Hurley sólo le importa ayudar a la gente, quisiera poder avisar a Miles y Sayid del peligro que les espera y quisiera haber servido de ayuda a quienes andan buscando la isla. Pero Jacob, su particular Obi-Wan Kenobi, parece satisfecho con la tarea que le había encargado y a él le ha gustado andar por el templo y por la selva con una misión, a lo Indiana Jones, y también recordar viejos tiempos con Jack, llegando a elucubrar teorías locas sobre los esqueletos de Adán y Eva que encontraron en las cuevas. Él volvió a la isla con una funda de guitarra, sólo porque un tipo agradable se lo pidió educadamente. Esperamos que su inocencia no resulte dañada en la inminente batalla entre los ‘Losties’ que se están situando en dos bandos opuestos, los que está ‘atrayendo’ Jacob y los que está ‘reclutando’ Antijacob; ojalá sirva más bien para ayudar a discernir a sus amigos lo que está pasando verdaderamente en la isla antes de que lleguen a matarse entre ellos.

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