domingo, 25 de noviembre de 2007

3.8. Imágenes ante tus ojos

Desmond está viviendo una auténtica pesadilla que no sabe muy bien cómo interpretar. De vez en cuando ve como en una visión algo que va a pasar más tarde. Aparte de que esta circunstancia le resulte bastante desconcertante, supone una responsabilidad muy grande el conocer con antelación las inminentes desgracias ajenas, pues se siente obligado a hacer todo lo que esté en su mano por impedirlas. Pero corregir los errores del destino es una carga muy pesada para un mero mortal...

Ver el futuro en visiones no es sin embargo lo más extraño que le ha pasado a Desmond recientemente. Tras accionar la llave de seguridad del búnker vivió una experiencia rarísima. Se encontró de pronto de vuelta en Londres, en una fecha anterior (unos cuantos años antes), en su piso con su novia Penny. Parecía estar viviendo aquello de manera real, pero con recuerdos de todo lo que había pasado en el tiempo intermedio. No unos recuerdos claros, sino sólo en ráfagas: tanto del tiempo aquél, tal como ocurrió la primera vez, como de su etapa más reciente en la isla (recuerdos del velero, de Inman, de la estación Cisne y su ordenador, de Charlie...) El pobre escocés busca a su buen amigo Donovan, que es físico, para confiarle su experiencia, pero éste no puede creer que Desmond esté reviviendo su vida, como si hubiera viajado en el tiempo, por lo que la única ayuda que nuestro protagonista va a recibir para poder interpretar lo que le está ocurriendo es la de una extraña señora que parece saberlo todo sobre él y sobre el funcionamiento del mismísimo Universo.

Desmond no puede creer que la joyera a la que está comprando un anillo de compromiso para Penny hable de él como si supiera todo lo que va a hacer y dejar de hacer con su vida y por qué. Se rompe aquí uno de los principios más característicos de toda vida humana: el desconocimiento de lo que le va a pasar a uno en su futuro, pero sobre todo el desconocimiento que tienen los demás de lo que uno va a decidir hacer. De esta forma cada persona toma decisiones sobre su vida como mejor puede, haciéndose plenamente responsable de dichas decisiones. Que otra persona parezca conocer al dedillo tus decisiones futuras da un cierto sentido de irrealidad a la vida, como si fuera algo que responde a un guión ya escrito, te convierte en algo parecido a un mero personaje de ficción. De hecho, aparte de ser un recurso utilizado en el teatro, la novela o la filmografía más modernas, se trata de un rasgo muy típico de la tragedia clásica griega, en la que los héroes se encontraban a merced de un destino ya previamente seleccionado para ellos por parte de los dioses, y por más que lo intentaran terminaban siempre cumpliendo al pie de la letra el sino así fijado por los crueles inmortales.

La intrigante Ms. Hawking parece tener acceso a los secretos más recónditos del Universo, con la seguridad propia de alguien que conoce perfectamente cómo funciona el mismo. Es mucho más intrigante que un mero vidente, como el australiano señor Malkin que aconsejó a Claire que entregara su hijo en adopción a una pareja de Los Angeles. De hecho da pie a imaginar una conspiración maquiavélica que dominara a gran parte de la humanidad, o como alternativa, a constatar la existencia de una especie de “destino” universal, que cual guión cinematográfico tuviera perfectamente predeterminado el actuar de cada persona, como si de un gran teatro de marionetas se tratase. El transfondo de este episodio sería esa gran pregunta de la humanidad sobre hasta qué punto es posible la libertad individual, ya que nuestra experiencia habitual de libre albedrío se ve a veces contrastada con intuiciones en las que nos parece entrever como si una mano invisible concertara coincidencias y casualidades increíbles. El pobre Desmond se encuentra así arrojado en lo más nuclear del misterio de la experiencia humana, sin saber ya a qué atenerse en cuanto a su propia capacidad de reaccionar en libertad.

De hecho, los encuentros de Desmond con Donovan y Ms. Hawking recuerdan a otro episodio igualmente esotérico en el que Hurley se replantea lo que está viviendo en la isla con ayuda de Dave y Libby (2.18). El imaginario Dave trata de convencer a Hurley de que no ocurre lo que él cree que está ocurriendo, sino que nada de lo que experimenta en la isla existe en la realidad, siendo cada una de las coincidencias que descubre en su vida (el encontrar en la isla los números que repetía Leonard o el creer reconocer a Libby de antes) un montaje de su propia imaginación desbocada. Del mismo modo Donovan trata de convencer a Desmond de que se ha imaginado una isla donde tendrá una responsabilidad importante, como salvador del mundo, para compensar la humillación a la que le ha sometido Widmore. Finalmente tanto Libby como Ms. Hawking oyen de boca de Hugo y Des (respectivamente) que no son más que un invento de ellos, algo que su subconsciente ha forjado para convencerles de que dejen de hacer algo que muy en el fondo temen hacer (que Hugo no se tire por el barranco para despertar o que Desmond no se case con Penny), pero mientras que Libby protesta indignada, Ms. Hawking sonríe divertida. No parece que la isla fuera el invento de un Hurley que ha perdido la razón, pero la misteriosa historia de Desmond sí que parece tener ciertos visos de realidad, por extraño que parezca. Este personaje, al vivir tan en primera fila la implosión de la estación Cisne, parece haber traspasado las fronteras del tiempo y del espacio.

Pero vayamos al contenido concreto de sus visiones de futuro: aparte de haber sido testigo por adelantado del discurso de Locke (3.3), ha visto en dos ocasiones morir a Charlie (3.4 y 3.8), intentando salvarle cada vez como ha podido, de un modo que no despertara excesivas sospechas. Aunque no parece estar muy dispuesto a divulgar sus extraños poderes precognitivos, llega un momento en que Desmond no puede ocultarle más a su protegido lo que está pasando (o lo que va a pasar): que el joven rockero va a morir en un futuro próximo, pues parece que si no es de una manera será de otra y el involuntario profeta no podrá impedirlo indefinidamente.

La idea de que el Universo encuentra la manera de corregir los intentos de desviar el curso predeterminado del destino es una de las ideas que Ms. Hawking inculca a Desmond. En concreto, él quiere demostrar que a pesar de todo lo que el futuro le guarda él puede elegir casarse con Penny. Lo intenta una vez, cuando a pesar de la joyera (o con cierto consentimiento de la misma) se lleva el anillo pensando en proponerle matrimonio a su novia, pero la verdad es que cuando llega el momento de hacerlo no se considera digno de ella (algo que le ha echado en cara antes el padre de la chica) por lo que actúa según lo previsto en su “destino”. Finalmente, cuando comprueba en el pub que realmente se acuerda de las cosas tal y como van a suceder, siente que es capaz de cambiar ese “destino” y se decide a volver con Penny, pero es su propio deseo como buena persona de impedir que alguien –el barman– salga herido lo que cierra finalmente este paréntesis de su vida y con ello la posibilidad que le había sido concedida de volver con su chica (¿se le habría concedido esta nueva oportunidad porque lo último que dijo al girar la llave de seguridad en el búnker fue “te quiero Penny”?, 2.24).

Las botellas de whiskey McCutcheon han ido subrayando el itinerario de nuestro escocés: no pudo convencer a Widmore de ser un buen partido para Penny –no siendo considerado siquiera digno de beber un trago de un whiskey cuyo nombre es epítome de grandeza–, ni pudo aprovechar su segunda oportunidad de proponerle matrimonio y seguir con ella, como reconoce en el pub sintiendo de nuevo que no es digno de beber de esa botella –porque entre otras cosas no tiene el dinero suficiente–. Pero en la isla una nueva botella de tan preciado líquido aparece esta vez a su alcance: porque ya no es importante que tenga o deje de tener dinero, pero además porque Desmond ha realizado la acción heroica de salvarlos a todos no sólo cada 108 minutos durante tres años sino en su heroico acto final en el búnker y ha seguido dando la talla de un gran hombre al salvar un par de veces a Charlie de la manera más discreta. El pobre escocés, cansado de tantas pruebas del “destino”, disfruta de la carísima bebida, probablemente degustando a fondo la satisfacción de sentirse por fin verdaderamente digno de lujo tan exquisito. Pero Charlie, algo aturdido por los celos de que este hombre haya aparecido tan heroico ante su chica, sigue tachándole de cobarde. Realmente no le ha ofrecido la botella como tributo de gratitud y reconocimiento (durante tanto tiempo anhelados) sino como artimaña para sonsacarle. Desmond vuelve a encontrarse considerado como un pobre hombre al que nadie entiende, precisamente por el joven cuya desgraciada suerte tanta angustia le está causando. Su desazón, unida a la considerable borrachera, le obliga finalmente a compartir su secreto, de modo que Charlie va a saber a qué atenerse con respecto a las extrañas acciones de este colega de ahora en adelante. Desmond no paraba de decirte “no quieras saber lo que me pasó al girar la llave...” porque, Charlie, parece que de alguna forma tanto tu suerte como la suya están echadas. Él tenía que ser el salvador del mundo a cargo del ordenador del Cisne en la isla, y tú vas a morir pronto, porque el Universo (o la isla) parecen habérselo propuesto así. De este modo el extraño encuentro en las calles de Londres entre estos dos personajes aparece como profético, ya que el destino de estos dos hijos de la Gran Bretaña parece estar inextricablemente ligado.

A propósito, este encuentro no parece que tuviera lugar la primera vez, sino sólo la segunda, cuando Desmond revive su pasado, ya que dice que aquél día al salir de la oficina de Widmore y quitarse la corbata, Penny le preguntó por la corbata y después se puso a llover. Parece que Desmond en aquella otra ocasión había quedado con Penny a las puertas de la empresa de su padre. De todas formas, aunque las acciones de nuestro atribulado protagonista no sean exactamente iguales esta segunda vez (como tampoco lo serán su encuentro con Donovan ni con Ms. Hawking), se supone que la meteorología, los deportes y los hechos de ciertas terceras personas si se mantienen. Como se mantuvo la foto que se hizo la pareja junto al Támesis (extraña decisión la de poner un fondo falso cuando uno se encuentra en el centro más emblemático de Londres, quizás porque el fotógrafo estaba harto de que la mayoría de los días estuviera nublado). Tres encuentros son entonces novedad en esta segunda oportunidad de Desmond: primero con Charlie (cantando la canción “Wonderwall” de Oasis, en la que habla de su necesidad de salvación y que es cuando Desmond se da cuenta por primera vez de que está reviviendo su pasado), segundo con Donovan (que, como Dave a Hurley, pretende hacerle creer que la isla es algo irreal e imaginado) y tercero con Ms. Hawking (ante quien en un principio reacciona afirmando su propia libertad, pero ante cuya forma de pensar parece haberse rendido totalmente al final del episodio).

Nuevamente la canción “Make Your Own Kind of Music” actúa como leit-motiv del atribulado Desmond: “haz tu propia música, canta tu propia canción...” es la melodía y letra que reconoce un par de veces durante su visita al pasado como verdadera conexión con quién él ha sido, como prueba de que está de nuevo al mando en su vida. (De hecho, el uso de las diversas canciones y especialmente la música original de Michael Giacchino, hacen de este episodio, junto a su extraordinario guión, uno de los mejores de la serie hasta el momento).

El viaje de Desmond a su pasado, fuera real o virtual, termina bruscamente al despertar de nuevo en la pesadilla viviente que es su estancia en la isla (es curioso que a pesar de haber perdido la ropa, algo que podría indicar un viaje en el tiempo, no hay consistencia en el estado de su barba, pues en la isla tiene algo de barba mientras que en su estancia en Londres está perfectamente afeitado). Y si su tarea anterior de héroe oculto en el búnker había sido terriblemente pesada y solitaria, su nueva misión como superhéroe, capaz de salvar a sus compañeros en peligro, va a ser especialmente exigente y ardua. Este joven, un buen hombre como hay pocos en opinión de Penny, pero sin dinero ni prestigio social alguno, ha sido predestinado a salvar a los demás una y otra vez, debiendo estar dispuesto a probar repetidamente su coraje, su valía y su gran corazón, quizás porque él mismo no deja de creerse un pobre cobarde, que no hizo más que fallarle a su verdadero amor.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- El personaje de Desmond, confuso por un destino abrumador, contrasta con el de Locke, que parece buscar incansable esa sensación de destino, de ser un gran hombre y un salvador. La isla, o la maquiavélica conspiración universal que pareciera estar detrás de todo esto, ha dispuesto una misión diferente para cada uno de ellos. Desmond escaparía de buena gana a cada uno de estos designios para poder volver con Penny, pues es lo que él realmente valora, mientras que Locke, en su desesperada búsqueda de sentido, dejó escapar a Helen, su gran amor. De hecho, los dos casos no son tan diferentes, puesto que Desmond se alejó de Penny al necesitar desesperadamente recobrar su honor y ha demostrado recientemente que aún no ha aprendido la lección, que a pesar de haber salvado al mundo durante varios años sigue sin ser capaz de considerarse digno de su amada.

- Otra cuestión me resulta especialmente interesante en el caso de Desmond. Además de la figura de héroe griego que ya sugiere el mero nombre de su novia Penélope, la nueva habilidad de Desmond recuerda a los profetas del Antiguo Testamento. Estos personajes eran elegidos para un destino al servicio de la humanidad, como mensajeros de la voluntad de Dios, que en muchos casos resultaba ser el anuncio de algún mal que se acercaba y que requería una conversión en el destinatario del mensaje (usualmente el pueblo de Israel). Especialmente ilustrativa es la historia de Jonás, el profeta que no quiso ir a contar las malas noticias a la ciudad de Nínive sino que pretendió escapar a esta elección divina embarcándose en una travesía marítima hasta ser engullido por una ballena y devuelto a su misión. La tarea de este profeta era en el fondo una tarea de salvación, pero exigía la pesada misión de dirigirse a un pueblo extranjero y anunciarle calamidades sugiriendo su conversión. Algunos de los antiguos profetas sufrieron mucho, debiendo renunciar a muchos bienes de su vida privada, por este destino especial. El Dios de Israel que los llamaba escuchaba sus quejas y los dejaba decidirse, aunque también sabía hacerse obedecer. Es seña de identidad de la fe de los judíos (como de su cercana pariente la fe cristiana), el creer que Dios te llama a una misión, de forma que eres personalmente elegido para ella, pero esta misión te es solicitada y explicada, en diálogo respetuoso. Dios se supone que sabe a quién elige y le da las fuerzas y el apoyo necesario, de forma que la tarea no llegue a serle destructiva sino que, aunque a veces sea especialmente dura, se convierte en fuente de satisfacción personal. El destino individual se debate entonces en una relación personal con un Dios providente, que conoce las múltiples personalidades y decisiones de sus hijos y prevé dónde y cuándo se necesita un sacrificio salvador. La persona así llamada (vocacionada) puede responder que sí o que no a esta llamada. Se produce de este modo un equilibrio entre libertad y providencia: en vez de un destino totalmente predeterminado que nos convierte en meras marionetas, se concibe el universo suficientemente controlado en manos de un Dios respetuoso, benevolente y protector.

- Se entiende, desde este marco, que Desmond se sintiera llamado a alguna acción heroica, a poder materializar su capacidad de entrega a los demás. Penny había reconocido en él su esencial bondad, que de algún modo estaba llamada a plasmarse en algo real. El buen escocés no acaba de encontrarse a gusto sin tener oficio ni beneficio mientras vivía con una joven extremadamente rica, por lo que, venga de su subconsciente o no, escucha esa llamada de que las cosas no deben ser así, de que el mundo está esperando algo diferente de él, algo que él parece reconocer en un principio en la vocación a las fuerzas armadas. Él nunca olvidará a Penny, pero no puede tampoco traicionar esa llamada especial, aunque no acabe de identificar del todo de qué se trata.

- Igualmente, en los acontecimientos que está viviendo en esta temporada en la isla, Desmond probablemente preferiría no tener esa nueva capacidad de visión profética. Pero ésta le ha sido dada y no puede dejar de actuar en consecuencia. La misión es difícil y le resultará muy dura, pero él no puede dejar de poner su don al servicio de los demás, sobre todo cuando se trata de algo tan irreversible como una cuestión de vida o muerte.

- Dos conclusiones podemos sacar para aplicar a nuestras vidas: Una cierta inquietud o desazón con nuestra situación actual puede indicar una llamada a una tarea muy especial que permita expresar alguna profunda aspiración que alberga nuestro interior. Ésta puede incluso permanecer escondida durante varios años, llegando a expresarse eventualmente, quizás en una decisión a simple vista inexplicable porque parece inconsistente con todas nuestras decisiones previas. Por otro lado, o relacionado con esta misma inexplicable inquietud, podemos reconocer en nosotros un don especial que nos ha sido dado, quizás en cierta medida incómodo, pero que de por sí nos impulsa a ponerlo en funcionamiento al servicio de los demás. Ni la inquietud vocacional ni el don suponen una obligación, sino más bien una invitación a seguir cierto camino, quizás difícil, pero también acompañado de la satisfacción de estar cumpliendo una tarea especialmente significativa en el conjunto de la humanidad.

Amparo
Editado el 4 de Agosto de 2008, a las 21:05, para correcciones redaccionales.

domingo, 11 de noviembre de 2007

3.7. No en Portland

Al entrar al quirófano para operar a Ben Juliet esperaba interiormente que Jack, haciendo caso a las ideas que ella le presentó en un video ante su celda (3.5), aprovechara la ocasión para acabar con el enemigo de ambos, aunque probablemente albergaba serias dudas con respecto a la posibilidad de que el prisionero quisiera realmente hacerlo. Una vez que éste se ha hecho con el mando de la situación como cirujano y ha expuesto sus condiciones para no dejar morir al paciente, Juliet baraja rápidamente las opciones que se le presentan, siendo una de ellas simplemente dejar que los acontecimientos se desarrollen sin intervenir directamente: si Pickett impide que Kate y Sawyer se pongan a salvo en una hora, Jack dejará que Ben se desangre; sin embargo si los prisioneros escapan, la operación podrá proseguir normalmente. Tom está dispuesto a salvar la vida de Ben a toda costa, por lo que pide a Juliet que repare el daño causado por Jack, pero ella admite no estar capacitada para hacerlo. De todas formas enseguida se ve impelida a tomar una decisión: no puede permitirse perder esta oportunidad de acabar impunemente con el manipulador jefe de su grupo, por eso da las órdenes oportunas para que los prisioneros no puedan escapar: “si es preciso, matadlos”.

La hasta ahora inescrutable Juliet se nos presenta por tanto en un principio como una persona dispuesta sin problemas a matar: en primer lugar por su conspiración contra Ben, después por sus órdenes con respecto a Kate y Sawyer. Ya había detectado James la determinación de esta rubia a disparar, durante la escaramuza que protagonizó en el campo de trabajo (3.2). Sin embargo, las escenas que vamos a ver de su pasado en Miami nos proporcionan la necesaria perspectiva, presentándonos a una mujer totalmente diferente: una mujer apocada y sometida resignadamente al control férreo sobre su carrera que ejerce su ex-marido.

Aunque se trata de una investigadora puntera en tratamientos contra la infertilidad, más allá de los límites impuestos por las convenciones éticas, se encuentra totalmente asfixiada por el control exhaustivo que Edmund pretende hacer de su experimentación. Juliet ha intentado en vano mantener ocultos sus intentos de que su hermana Rachel, tras un tratamiento muy agresivo contra el cáncer, se quede embarazada. Su ex-marido y jefe de los laboratorios de investigación médica en los que trabaja ha adivinado sus propósitos y quiere sacar tajada de ellos. Porque sabe que la joven doctora con la que estuvo casado es un auténtico genio en su especialidad y puede revolucionar las posibilidades reproductivas en los seres humanos. El control que ejerce sobre ella parece provenir de sus sutiles amenazas con hundirla por sus supuestas transgresiones a la ética, si no se aviene a dejarle tomar a él ciertas decisiones.

Pero el enorme potencial de la línea de investigación de Juliet tampoco ha pasado desapercibido a una misteriosa organización interesada en cuestiones de fertilidad, “Mittelos Bioscience”, que insiste en contratarla. El representante de esta firma, Richard Alpert, se dirige a ella como a una eminente científica, mientras que ante él sólo vemos a una pobre mujer acobardada. El hábil entrevistador, sin arredrarse, intenta avanzar en la negociación presentando a su interlocutora una diapositiva con evidencia de un útero humano gravemente degradado. Juliet se acerca interesada, más confiada al encontrarse en su terreno, y se manifiesta sorprendida de que el útero pertenezca a una mujer joven. Protegida bajo la oscura luz del proyector que parece envolver a los dos en el extraño útero enfermo, Juliet confiesa sin embargo que ella no puede decidir sobre su propio destino profesional, porque su ex no se lo permite. Hay algo igualmente enfermizo en su situación, la joven promesa de la ciencia se encuentra encerrada en una oscuridad que la esteriliza. Pero Alpert no recela de la oscuridad de las circunstancias que ella expone sino que se acerca solícito, ingresando en la misma zona oscura (sea esto expresión de su extrema solidaridad o de una siniestra ambigüedad) al ofrecerle todo el apoyo que ella necesite para poder dedicarse de una forma más satisfactoria y fructífera a su vocación. Ante tan incondicionado reconocimiento a su valía la frustrada doctora se permite expresar su deseo de salir de su encierro. Pero su deseo de libertad, tan fuertemente reprimido, toma impulsivamente la forma de una hipótesis atroz (que aunque expresada con voz débil y temblorosa, permite adivinar el origen de su posible actitud asesina): “Si lo arrollara (a Edmund) un autobús, ¿qué le parece?, eso serviría”.

Podemos pensar que es su desesperación la que formula una frase tan sumamente impactante. Juliet tiene ante sí una oportunidad de oro, pero cree saber que para ella no es posible ya cumplir ese sueño. Sólo que no imagina que su deseo de libertad, expresado en hipótesis tan brutal, no va a quedarse como meras palabras en el aire. Sea por una extrañísima casualidad o por un fatídico destino, por acción mafiosa de la organización que requiere sus servicios o por la misteriosa capacidad de esta doctora de que el Universo cumpla sus deseos más peregrinos, el caso es que poco después un autobús aprovecha puntualmente un descuido del odiado científico dejándole tendido muerto junto a la acera. Juliet aterrorizada no sabe calibrar si debe considerarse culpable de semejante accidente.

La joven investigadora, una vez eliminado el principal obstáculo, parece que accedió finalmente al requerimiento de Alpert (por la presencia de Ethan sabemos que “Mittelos Bioscience” tiene algo que ver con nuestra isla), de modo que acaba finalmente formando parte del grupo de los Otros, en el que lleva algo más de tres años. A pesar de su hermetismo en los episodios previos, muchas señales indican que esta nueva situación ha llegado a serle tan insoportable como la que vivió en Miami: su actitud llorosa ante el espejo marcó esta temporada desde su inicio (3.1) y hemos visto una evidente tensión en su relación con Ben en cada episodio subsiguiente. Ante una nueva situación de sometimiento Juliet vuelve a desear la muerte de la persona que la mantiene sometida: en este caso el experto manipulador Benjamin Linus. Pero algo ha cambiado en ella en estos tres años y ya no va a dejar resignadamente que el destino u otros agentes desconocidos (ni siquiera una enfermedad mortal) se hagan cargo de eliminar a su enemigo. Juliet está ahora decidida a tomar parte activa en producir el cambio que necesita, pero sigue pareciéndonos excesivo que esta señora que parecía tan respetable esté dispuesta a matar no sólo al responsable de su desesperación sino a terceras personas como simples medios para obtener el ansiado cambio.

Juliet manifiesta en el quirófano que, dado que el plan de Jack no es efectivo puesto que éste no ha tenido en cuenta que se hallan en una pequeña isla, se debe impedir la fuga de los prisioneros hasta matarlos si es preciso. Explica después que lo más probable es que aún así Jack no sea capaz de dejar morir a Ben. Todo esto suena a doble juego para aparentar que sigue estando de parte de los Otros pero forzar al mismo tiempo la situación para que Ben acabe muerto. Sólo que esta actitud contraría a nuestro esforzado doctor, pues intenta malograr totalmente su plan, por lo que éste contraataca acusándola de conspiración contra la vida de su jefe. Tom, dudando de las verdaderas intenciones de su compañera, la envía fuera. Sólo un rato después, tras una conversación con Ben (quien la manda llamar tras despertar de su anestesia en medio de semejante faena) Juliet recapacita y cambia de opinión. Con la misma determinación con la que había apoyado una postura, apoya ahora la contraria: la impredecible Juliet (no tan impredecible para Ben) se compromete a hacer todo lo que esté en su mano para liberar a Kate y a Sawyer, de modo que Jack acceda a salvar la vida de su paciente. El cambio de 180º se produce porque ahora Ben le ha dado su palabra de que por fin va a dejarla salir de la isla y volver a casa.

Como por arte de magia la inflexible guardiana de Jack ha pasado a ser su aliada, convertida en colaboradora de la evasión de los prisioneros pasa a su vez a ser enemiga mortal de todo aquél que pretenda impedirla. De este modo Juliet no duda en disparar a muerte al que ha sido hasta ahora su compañero, Danny Pickett, de forma que Sawyer y Kate puedan escapar. Aunque se la vio afectada por la muerte de su mujer Colleen (3.4), parece que la muerte de este hombre a sus propias manos no le afecta para nada. Como elementos objetivos a favor de la acción de Juliet podemos constatar los siguientes: 1. El viudo estaba actuando últimamente con una violencia excesiva, como desbocado en su deseo de venganza. 2. También había decidido desatender los deseos de su superior Ben (o más bien lo que Juliet le había dicho que era orden de Ben, pero que él no se acababa de creer), por lo que su persecución queda desautorizada, mientras que Juliet obedece órdenes de la autoridad establecida en su sociedad. 3. En último término la doctora impide de la única manera posible que Danny mate a una persona inocente.

Una decisión de Ben, el todopoderoso jefe de los Otros, ha cambiado el estatus de los prisioneros, que ya no son individuos a los que se debe perseguir a muerte sino personas que se debe proteger y dejar escapar. Juliet, a pesar de su drástico cambio, continúa moviéndose dentro de la legalidad de su sistema, mientras que Pickett se ha quedado fuera del mismo casi sin enterarse y ha pagado con su vida este desfase. La doctora, al matar a Danny, está salvando a la vez la vida de Sawyer y la de Ben. Pero no parece una acción muy heroica puesto que no muchos minutos antes estaba dispuesta a que murieran tanto Ben como Sawyer (e incluso Kate) y, en el fondo, parece no importarle nada en absoluto la vida ni la muerte tanto de unos como de Otros.

Las lágrimas de Juliet ante el cadáver de Edmund, totalmente confusa y desorientada porque quizás haya causado ella involuntariamente la muerte de esta persona, contrastan con la frialdad de la que se ha convertido en una de las líderes de los Otros ante el cadáver del compañero que acaba de matar. La acción de Juliet recuerda en cierto modo a la del traidor Michael: mata a uno (él a dos) de los suyos por ayudar a dos prisioneros (él a uno) del grupo contrario, porque le han encargado expresamente que ayude a esta liberación (2.20). A Michael le prometieron a cambio que le devolverían la libertad a su hijo (2.22); a Juliet la suya propia. El caso de Michael parece más grave puesto que ni Ana ni Libby estaban directamente amenazando la vida del prisionero, como sí estaba haciendo Danny. Pero al menos hemos visto a Michael angustiarse tremendamente por las muertes de sus compañeras (2.20-2.23). No así Juliet, que parece haber llegado a un punto en el que no le importan ya ni propios ni extraños, como persona que no pertenece realmente a ninguno de los dos grupos, sino que sobrevive como puede entre ellos. Juliet parece sentirse tan prisionera de los Otros como el propio Jack (hablando con él los menciona como “ellos”), pero, puesto que ejerce un cierto papel de liderazgo en esa comunidad, ni siquiera puede aliarse con los prisioneros (como hace Alex). Hemos visto cómo esta mujer, tremendamente sola y casi desesperada, recurre a su valiosa inteligencia e incluso a una violencia indiscriminada, porque intenta salir a toda costa del oscuro y enfermizo encierro (cual decepcionante útero estéril) en el que nuevamente se encuentra.

Y no directamente en Alex, sino en su querido y añorado Karl encontramos otro personaje de los Otros que se encuentra preso entre los que se supone debían ser los suyos. Karl estuvo encerrado en una jaula y fue duramente golpeado tras su fallido intento de fuga (3.1), después ha estado confinado en una cámara de tortura, sometido a un lavado de cerebro por medio de imágenes cambiantes y sonidos estridentes que se ha visto forzado a ver y oír, sin poder dormir, durante varios días. En la joven Alexandra reencontramos de nuevo el drama de alguien forzado a traicionar a los suyos (incluso a su padre Ben) por liberar a la persona que ama. Puesto que Alex no tiene una pistola no se ha visto en el caso de tener que matar a nadie (como Michael o Juliet), aunque no ha dudado en utilizar con asiduidad y puntería su tirachinas, ni en atacar a su compañero Aldo. Alex decide desde el principio aliarse con los otros prisioneros (en 3.2 se comunica con Kate; en 3.6 parece que irrumpe en el campo de trabajo con intención de liberar a Sawyer y a Kate, consiguiendo al menos avisar a ésta de que quieren matar a su novio), pues tampoco cree que éstos sean una amenaza sino pobres víctimas de las injustificables manipulaciones de su gente (como ya vimos que le pasó con Claire en el episodio 2.15). Sin negar el sufrimiento de esta joven, que se ve forzada a pelear y a esconderse para defender al muchacho que ella quiere, su desesperación y soledad no alcanza los abismos que deja entrever el personaje de Juliet, quien no cuenta tan siquiera con una persona en la isla por la que esté dispuesta a luchar.

Ajeno a estos acontecimientos pero confiando en la palabra de Juliet, Jack ha continuado con la operación, asistido por Tom, especialmente poco ducho en este tipo de tareas. Mientras tanto Sawyer y Kate han liberado a Karl y, una vez que el principal obstáculo –Pickett– ha sido derribado por Juliet, se disponen a marchar a su propia isla en la canoa que les ha proporcionado Alex. En este momento Juliet recuerda a Kate que debe cumpir con el último requisito de Jack: que le cuente por el walkie-talkie la historia que él le había pedido. Cuatro situaciones se ponen en paralelo durante esta narración: 1. Jack, enfrentado a su primera operación en solitario, daña sin querer a su paciente pero supera el miedo contando hasta cinco y finalmente la salva. 2. Kate se enfrenta también a la primera vez que tiene que coser la herida de una persona, pero a pesar de su inicial rechazo lo hace y de paso aprende una fórmula para superar el miedo (1.1). 3. Jack, en perfecto paralelo con la historia original, acaba de rasgar una arteria de su paciente y se esfuerza en reparar el daño a tiempo en medio del caos que se le ha formado allí y a pesar de no disponer de la asistencia cualificada que necesita. 4. Jack y Kate, por el walkie-talkie, vuleven a ayudarse mutuamente: Kate ya no cose la herida de Jack, pero le ayuda con su voz (transmitiéndole su cariño y confianza en él) a superar la situación de emergencia en que se encuentra (aunque sólo sea haciendo que Tom confíe en este doctor que resolvió así su primer caso, siendo Tom en cierto modo el que reproduce el papel de Kate de la situación 2, metido involuntariamente a ayudante de cirujano y con ganas de salir corriendo). Jack por su parte, no está ayudando esta vez a Kate a superar su miedo, pero sí está rematando la tarea de salvarla pidiéndole que escape y prometa no volver a buscarle.

La conexión radiofónica entre Jack y Kate tiene la densa intensidad de un momento compartido que se vive en resonancia con otros muchos momentos vividos juntos en el pasado, y que se trunca súbitamente en un adiós que parece definitivo. El transfondo de esta conversación es la heroica decisión de Jack de favorecer la huida de Kate y Sawyer quedándose él atrás y el doloroso agradecimiento de Kate, forzada a aceptar dicho sacrificio. El especial significado de esta conversación no pasa desapercibido a ninguno de los testigos de la misma: por un lado Tom, en el quirófano, que admirado por el coraje de la persona que tiene ante él se atreve a esperar que consiga curar a Ben; por otro lado Juliet, Sawyer, Alex y Karl, que no pueden evitar contrastar sus sentimientos con aquello que están oyendo. La joven pareja ha tenido que despedirse de forma similar a lo que viven Kate y Jack, pues parece que es necesario que Alex se quede atrás, separada del joven que ama, para que éste pueda sobrevivir. Sawyer, por su parte, trata de asimilar lo que supone para su relación con la pecosa este nuevo acto heroico de Jack que sabe que Kate nunca podrá olvidar. Y Juliet se deja empapar a fondo de la calidad humana del doctor al que ha estado custodiando (capaz de estar ahí siempre para los demás a pesar del propio miedo), y del tipo de solidaridad y amor que está presenciando (entre Karl y Alex, y entre Jack, Kate y Sawyer), sin poder evitar que crezca en ella una enorme nostalgia, sobre todo cuando ve alejarse la canoa de la playa, por volver de una vez por todas con su verdadera familia a casa.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- A la familia que Juliet añora pertenece especialmente Rachel, su hermana finalmente embarazada. El amor por su hermana ha sacado de Juliet lo mejor de ella misma, incentivando enormemente su investigación pro-fertilidad, mientras que Rachel, generosamente, ha animado siempre a Juliet a buscar su camino, aunque supusiera una separación entre ellas. Pero en continuidad con la típica complejidad moral de las situaciones presentadas en esta serie, parece que en este proceso de mutua ayuda ambas hermanas han traspasado algunos límites éticos que el episodio no se para a explorar. Si se trata, como parece, de una mujer con deseo de ser madre a pesar de sufrir un grave deterioro de su útero, las objeciones éticas pueden ser diversas. Dejando aparte el supuesto robo de material del laboratorio, Rachel y Juliet están intentando traer una vida al mundo en una situación altamente irregular: la propia vida de Rachel corre peligro debido a una grave enfermedad, no del todo superada, por lo que el proceso de crecimiento del bebé estará sometido a un grave riesgo de malformaciones e incluso de inviabilidad. Y en el caso de que el niño llegue a nacer puede encontrarse fácilmente pronto sin madre, y al parecer también sin padre (además de que su tía, que no terminó precisamente en Portland, tampoco iba a estar presente en la primera infancia de esta criatura, aunque las hermanas no conocían este detalle al tomar tan grave decisión). Las intenciones y circunstancias de Juliet y Rachel en este caso no se detallan, por lo que no podemos determinar el auténtico alcance ético de sus acciones. La problemática ética queda reducida a una herramienta de extorsión por parte de Edmund y en todo caso, dado que Juliet se ha visto en este episodio envuelta en otros conflictos éticos bastante complicados la cuestión ha quedado un tanto arrinconada.

- Es importante que las sociedades se planteen normas éticas para regular este tipo de tratamientos fertilizantes, exigiendo una mayor responsabilidad hacia la vida de los futuros niños, que no deben ser expuestos a riesgos tan enormes por el mero capricho de personas que sólo desean cumplir a toda costa (aun a costa del niño) su deseo de ser padres. Pero las habilidades de Juliet pueden tener un significado totalmente distinto si nos planteamos, como parece insinuarse que es la situación de los Otros en la isla, una comunidad incapaz de procrear, un grupo de mujeres cuyo endometrio envejece tan rápidamente que nunca podrán tener hijos. Si se tratara de una epidemia local, podría uno verdaderamente elevar protestas éticas ante el intento de conseguir a toda costa la reproducción de estas mujeres, pero la cosa cambiaría mucho si se tratara de una epidemia global, si de la habilidad de esta doctora dependiera el futuro de toda la humanidad. El éxito genial de Juliet en la especialidad que ha elegido sitúa a esta investigadora en una situación altamente comprometida: podría por un lado ser manipulada para cometer las mayores aberraciones imaginables, mientras que es muy tentador considerar su capacidad de producir vida en la esterilidad, sobre todo en ocasiones extremas, como verdaderamente salvadora. El ejercicio de su vocación requiere desde luego de un afinado discernimiento ético, tanto más fácil de mantener íntegro e irreprochable cuando uno pertenece a una organización (y básicamente a una comunidad humana) con una clara orientación moral y disfruta en ella de una cierta estabilidad emocional, cosas ambas que apenas pueden afirmarse de Juliet. Nos son aún completamente desconocidas tanto la concreta finalidad de “Mittelos Bioscience” como las causas del problema de fertilidad de la comunidad de los Otros, por lo que apenas podemos imaginar el tipo de experimentos que Juliet se ha visto obligada a realizar, probablemente siempre inmersa en una enorme ambigüedad moral. Este personaje, por su genialidad y su debilidad, siempre sometido a su pesar al control de sus empleadores, moviéndose entre la determinación y la desesperación, haciendo equilibrios imposibles en la delgada línea que separa la muerte de la vida, se convierte así en figura a la vez de la grandeza y del abismal peligro que nos dejan atisbar los increíbles logros y los tremendos desafíos morales de las ciencias experimentales actualmente más punteras.

Amparo

martes, 6 de noviembre de 2007

3.6. Sí, quiero

Kate está bastante asustada desde que sabe que Sawyer le oculta algo, muy extrañada de que su conspirador amigo haya dejado de conspirar para escapar de las jaulas (3.4). De hecho ha renunciado a escapar sola de allí por no renunciar a que puedan escapar juntos los dos, o incluso los tres con Jack, aunque no sabe cómo: sólo cuenta con la baza de su capacidad (que ella cree desconocida para los Otros) de salir de la jaula en cualquier momento e intenta controlar lo más posible la situación impidiendo que la separen de Sawyer, porque se teme lo peor con respecto a lo que Pickett tiene pensado hacer con él. Mientras, el castigado James pasa de planes de fuga y expresa su actitud improductiva tirando piedras al mecanismo de su jaula que activa el aviso de “Alerta”, sin accionar las palancas que dan lugar a que salga del mismo comida y agua. El contraste es enorme con los episodios primeros en los que estaba volcado en la adivinación de las claves de su entorno y en la elaboración de planes para controlarlo (3.1, 3.2 y 3.4). El caso es que si ninguno de los dos prepara un plan no va a ser tan fácil que escapen de su prisión porque sí. ¿Tendrá que ser Jack el que dé los pasos necesarios para liberarse y liberar a sus amigos?

Jack ha sido mantenido aparte y está negociando su suerte por separado. Si opera a Ben de su tumor en la columna vertebral el jefe de los otros le dejará irse de la isla (3.2, 3.5). Pero Jack no se fía ni un pelo de esta gente y se niega a operarle. No parece tener ningún plan alternativo, sencillamente no va a seguirles el juego ni a Ben ni a Juliet. Su única arma en este momento es echarle en cara a Ben lo poquito que va a durar, ser capaz de reírse en las narices de su enemigo. Mas su risa no dura mucho cuando se da cuenta de que los expertos manipuladores que son sus carceleros tienen nuevas cartas que jugar contra él: pues no dudan en recurrir a su debilidad por Kate (y a la de ésta por Sawyer).

Tras cinco días de prisión en los que no ha sabido nada de Kate (pero sí ha oído cómo torturaban a Sawyer, 3.4) ve de pronto cómo su amiga es introducida por Juliet en la estancia contigua a la suya. Separado de ella por un terco cristal, Jack trata de absorber con sus ojos el rostro tan querido, intentando adivinar en su gesto y en su voz si ella está sufriendo algún tipo de maltrato. Kate se acerca lo más que puede a su querido doctor, intentando instintivamente alcanzarle con sus manos, pero una terrible preocupación la atenaza y rompe a llorar frente a Jack. La joven no puede menos que suplicarle, como le han pedido, que opere a Ben para que los dejen marchar, pero sobre todo para evitar que Pickett acabe con Sawyer. Jack, a pesar de su deseo de seguir hablando con Kate, se niega a participar en este juego. Por eso no quiere que ella se quede ni un segundo más y se niega a escucharla.

Juliet ha conducido a Kate a la celda subacuática de Jack cubriéndole la cabeza con un saco, pues no quiere que conozca los pasadizos subterráneos que le permitirían encontrar al doctor y ayudarle a salir, en caso de que se lo planteara. Lo que la inflexible guardiana no sabe es que los guionistas (o montadores) del episodio han aprovechado el paseo de nuestra protagonista enmascarada por el saco para presentarnos en un flashback el día en que cubierta por su blanco velo de novia se unía en (breve) matrimonio a su amado Kevin. La yuxtaposición de escenas produce en el espectador la impresión de un paralelismo entre el encuentro entre Jack y Kate y el momento de aquella boda, a pesar de las enormes diferencias entre las dos situaciones. Una vez que Kate, quizás tan nerviosa de ver por fin a Jack como ‘Monica’ lo estaba de casarse, es despojada del saco no le espera el beso de los recién casados sino la imposibilidad de contacto físico entre dos personas que se quieren pero están separadas por una pared de cristal. El sufrimiento de ambos es patente, a pesar del alivio de poder verse al fin, pero una comunicación auténtica entre ellos se ha hecho imposible. El juego de luces establece unos interesantes reflejos, de modo que la imagen de cada uno de ellos aparece superpuesta a la imagen del otro, como si en una dimensión diferente hubieran conseguido estar de verdad juntos, casi fusionarse el uno en el otro. Pero esta ilusión es algo sumamente etéreo, un intenso deseo cruelmente truncado.

Durante su unión en matrimonio con Kevin, mientras todo el mundo alababa su sinceridad, Kate mentía disimuladamente. Su “sí, quiero”, aunque expresado con toda convicción y con el deseo de que esta realidad alternativa que prometía ser tan feliz llegara a cuajar, estaba aquejado de una grave falsedad: Kate se ponía en el papel de una persona ficticia que no iba a ser capaz de encarnar. La razón de este desatino: su miedo a ser capturada conjugado con su deseo de volver a llevar una vida normal. Sin embargo en la isla se ha despojado de todas las caretas, se ha presentado con su nombre propio y todos conocen su problema con la ley. Es la verdadera Kate la que se presenta ante Jack en el acuario de la estación Hydra, pero esta vez otros miedos imponen la impenetrable barrera entre ellos: el temor de cada uno de ellos por la seguridad del otro, el miedo a la enrevesada manipulación de sus captores y sobre todo la angustia de Kate por la vida de Sawyer, especialmente amenazada. Si el temor al implacable Edward Mars acabó disolviendo el matrimonio de Kate con Kevin, ahora es el temor al implacable Ben Linus, junto con sus socios Juliet y Pickett, el que va a imponer la separación entre Kate y Jack.

De vuelta a las jaulas y alertada por la observación de Juliet de que no había conseguido ayudarles, Kate decide, un tanto desesperada, intentar de nuevo la huída, aunque sabe que Sawyer se niega a escapar por alguna extraña razón. Tras salir trepando de su prisión y romper el candado de la de su compañero, éste finalmente accede a contarle que no sólo están confinados por estos barrotes, sino que se encuentran en una pequeña isla de la que no podrán salir tan fácilmente. Uno pensaría que es mejor intentar al menos esconderse en la maleza que quedarse en las jaulas esperando a que vengan a matarte, pero Sawyer quizás está teniendo en cuenta cómo acabó el similar intento de fuga que hizo con Karl (3.1). Por eso, o simplemente por los muchos golpes recibidos parece haber perdido la capacidad de luchar y la esperanza de escapar. De modo que lo único que le importa ya es que Kate no se derrumbe.

Y si entre Jack y Kate ha prevalecido la invisible barrera separadora, entre Kate y Sawyer desaparece súbitamente toda barrera. Tras la terrible tensión y sufrimientos compartidos en los últimos días y la angustia de que su amigo está amenazado de una muerte inminente, al saber que James ha preferido ocultarle su desesperanza para mantenerla a ella animada, Kate se conmueve y le besa apasionadamente. Sorprendidos por la efusión de sus sentimientos mutuos, nunca antes realmente confesados, olvidan el peligro que corren y se centran sólo en amarse, quién sabe si por primera y última vez.

Por tercera vez en este episodio, Kate se encuentra en un momento decisivo ante a un hombre que la quiere. Esta vez, consumado ya el amor entre ellos, escucha de labios de él la pregunta de si ella le ama. El nombre “Pecas” no es ahora un alias que la esconde sino el apelativo que revela la identidad más entrañable de Kate. El hombre que la interpela es ahora alguien que la conoce y que la quiere tal como es, un amigo por el que ha renunciado a huir, su compañero a quien no puede dejar atrás (cosa que no pudo hacer por Kevin). ¿Es su beso de respuesta el esperado “sí, te quiero” (su definitivo “I do”), o está aún nuestra pecosa aplazando tan comprometida cuestión?

Sea cual sea el significado definitivo de ese beso, la situación y la postura de ambos lanzan un mensaje definitivo al pobre doctor que accidentalmente (o no tanto) ha visto el interior de la jaula desde los monitores del puesto de vigilancia de los Otros. Ante esta novedad (que huele a una última vuelta de tuerca por parte de sus manipuladores), Jack anuncia que operará a Ben por la mañana, a cambio de poder salir de esta isla en la que ya no tiene motivos para permanecer (algo así dijo Sawyer en su momento como razón para embarcar en la balsa en el episodio 1.22).

Por la mañana Pickett despierta a los tortolitos en la jaula con un sólo objetivo: cargarse a ese tipejo insolente que le ha caído tan mal desde el primer momento. Y quiere que Kate sufra lo más posible viéndole morir, porque así es como desea vengar su dolor por la muerte de su mujer Colleen (3.4). Aunque intentan defenderse, Sawyer es nuevamente sometido bajo la amenaza de que Kate reciba algún daño (como en 3.2 y 3.4) y se dispone a morir sin pelear para salvar a su pecosa. Pero cuando ya los dos amantes creen que el mortal disparo es inminente, el bueno de Jack irrumpe de forma providencial, dándoles a conocer el plan de fuga que tan astutamente había ideado.

Y es que Jack, después de todo, no se ha dejado llevar sólo por sus sentimientos de desilusión o despecho, sino que, altruistamente, ha forjado un plan para liberar a Kate junto con el hombre al que ella ama y por el que tanto está sufriendo. Tras practicar una incisión mortal a su paciente les concede una hora para escapar, de modo que sólo si en ese tiempo oye por el walkie-talkie que ellos están suficientemente alejados, se avendrá a reparar el daño en el anestesiado Ben (lástima que Jack al diseñar su plan no sabía que se hallan en una isla distinta de la suya y mucho más pequeña). El hombre que en el episodio 3.1 no lograba poder aceptar que la mujer que amaba se fuera con otro hombre, pretende ahora generosamente poner en libertad a Kate, su nuevo amor, junto a su rival. Mientras que el que siempre alegaba la máxima de “sálvese quién pueda” y de no dejarse debilitar por el cariño a nadie (3.4), se ha puesto voluntariamente de rodillas para una inminente ejecución por salvar a su amada. Finalmente, la mujer que ocasionó sin querer en su huida la muerte de su mejor amigo de la infancia (1.22) y abandonó incluso a su marido por escapar de la justicia, se encuentra ante la imposibilidad moral de escapar de una dificilísima situación de cautiverio, sencillamente porque no puede plantearse abandonar ni a su nuevo amante ni a su mejor amigo. Nuestros tres protagonistas, totalmente cambiados al final de los seis largos días de prisión, afrontan valientemente, cada uno a su modo, el momento culminante de semejante pesadilla.

Mientras el drama de estas tres personas se desarrolla en la pequeña isla, en la isla mayor John quiere descubrir el sentido de la muerte de Eko y parece encontrarlo en el mensaje que descubre en el bastón de éste al intentar clavarlo como cabecero de su tumba. Hemos visto también en el campo de trabajo de los prisioneros a la joven Alex, siempre sorprendente, siendo detenida por su propio grupo mientras buscaba desesperada a su novio, al que ya casi cree muerto. Estas pequeñas historias de búsqueda apoyan la trama principal de este episodio, que, recogiendo casi todas las anteriores de esta temporada, avanza hacia una resolución inminente de la subtrama de los prisioneros.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- Kate se ha enamorado de un joven policía hasta el punto de estar dispuesta a casarse con él, ocultándole su nombre y su pasado para que no sepa que es una fugitiva. Durante unos meses vive el ensueño de haber encontrado por fin su sitio en el mundo, la paz y la felicidad con la persona que ama. Pero es imposible mantener el engaño por toda una vida. De hecho el breve idilio de Kate con Kevin recuerda al breve idilio de Sawyer con Cassidy (2.13 y 3.4), aunque son de signo casi completamente opuesto. Ambos al engañar a sus amantes se engañan a sí mismos: Kate porque quiere ser una buena esposa sin querer aceptar que, en un principio, su pasado no se lo permite; Sawyer porque quiere seguir siendo una mala persona y timar a su víctima sin aceptar que se ha enamorado de verdad de ella y que lo que más desea es rehacer su vida olvidando su pasado. Con quien Kate no puede ser sincera y buena esposa es precisamente con un policía, puesto que pone a éste en una situación imposible; Sawyer, por su parte, con quien no puede ser malo es con una mujer que le acepta como es y quiere ser timadora como él. Ambos se encuentran en un contrasentido: la fugitiva no puede convivir con un policía y el timador no puede timar a su aprendiz de timadora de quien se ha enamorado. Pero si la relación de Kate (es decir, Monica) y Kevin no va a ningún sitio y como tal es estéril, la de Sawyer y Cassidy sí que prometía en el fondo, y como tal, es capaz de engendrar un bebé, expresión de esa posibilidad de futuro. Kate rehúye la relación para mantener su libertad, mientras que Sawyer precisamente acaba prisionero al rechazar la relación timando a su pareja. Lo que estas dos personas necesitaban es la posibilidad de establecer una relación basada en la sinceridad y la confianza mutua, y si antes del accidente de avión su historia previa les dificultaba mucho encontrar una persona adecuada, ahora en la isla les ha sido puesta la ocasión en bandeja.

- El conjunto de los seis primeros episodios de esta temporada nos ha mostrado cómo los tres prisioneros, debido a las dificultades que han tenido que afrontar, pero sobre todo debido a la enorme solidaridad que se ha forjado entre ellos, han podido sublimar las más persistentes flaquezas que les atenazaban durante su pasado. Lo curioso es que estas transformaciones obedecen probablemente también en grandes rasgos a lo planeado por Ben para lo que él pensaba que serían dos semanas: recordemos su conversación con Kate durante un desayuno en la playa (3.1), su charla con Sawyer en la que hace ver a éste que Kate le importa más de lo que está dispuesto a admitir (3.4) y cómo aparentemente la unión que se ha ido forjando entre Kate y Sawyer a través del sufrimiento compartido parece haber sido estratégicamente facilitada por los Otros con la intención de aislar y debilitar a Jack. Sin embargo en su última maniobra el doctor ha superado en astucia y estrategia a Ben, mas sobre todo por su superioridad en virtud: al ser capaz, más allá de lo esperado por su carcelero, de no dejarse llevar por el despecho y la rivalidad.

La paradoja a explorar para nuestra vida es que, aunque la generosidad y el compromiso con los demás parecen hacernos más débiles y manejables, en realidad nos hacen más fuertes e imprevisiblemente invencibles. El ser humano, en el ejercicio de sus más excelsas virtudes (normalmente por amor o solidaridad hacia otras personas), puede llegar a ser más fuerte que cualquier tortura, enfrentándose valientemente a la muerte. Esta actitud heroica vence siempre a la rastrera actitud del que sólo quiere manipular y controlar a los demás para servir a los propios intereses, aunque en la vida parezca muchas veces lo contrario.

Amparo
Editado el 10-Nov-07 (0:15): por correcciones en la redacción de varios párrafos.