lunes, 6 de octubre de 2008

4.1. El principio del fin

Hurley, el héroe que salvó con la furgoneta Dharma a los cautivos de la playa (3.23), no sabe cómo celebrar la buena noticia de que Jack ya ha contactado telefónicamente con la gente del carguero y que éstos están a punto de llegar para rescatarlos. Parece el principio del fin de una larga pesadilla, ¿o es acaso el principio de una pesadilla aún peor? Tras expresar su júbilo lanzándose al agua en bomba, al salir a la superficie cambia su perspectiva para empezar a captar el aspecto más oscuro del momento que están viviendo: en primer lugar en la persona de Desmond, que de regreso desde la estación Espejo no sabe cómo decirles que han perdido a Charlie. Pero eso no es todo, el amigo tan querido les ha dejado un críptico mensaje: “no es el barco de Penny” (3.23), es decir, Naomi les ha mentido, lo que constituye razón suficiente para desconfiar de la gente del carguero.

Ante la confusión que supone entre los ‘supervivientes de la playa’ (los supervivientes de la batalla contra los Otros en la playa, quiero decir) este mensaje, Hugo opta por aferrarse a las últimas palabras de Charlie y al consejo de Sayid: hay que avisar a los que están junto a la torre de radio que existe una amenaza en relación con el barco, pero no por medio del walkie-talkie, sino emprendiendo el camino hacia ellos para comunicarles en persona las fundadas sospechas. El nuevo éxodo de los ‘perdidos’ por el que unos parten del corazón de la isla hasta la playa, exultantes de alegría por la nueva esperanza de ser próximamente rescatados, y otros de la playa a la selva interior como movimiento estratégico de retirada, servirá para reunificar a las varias parejas del grupo que habían sido separadas: Sun y Rose se reencontrarán felizmente con sus maridos Jin y Bernard, mientras que Juliet y Sawyer verán de nuevo a las personas que quieren, respectivamente Jack y Kate, aunque ninguno de los dos enamorados rubiales aún tenga muy claro si es del todo correspondido. Sólo a la pobre Claire le espera, en vez del ansiado abrazo, la dura noticia de la muerte de su querido Charlie.

Pero prestemos atención a algunos extraños hechos previos a la reunificación de los dos grupos. A Hurley, una de las pocas personas que parece tener claro en estos momentos lo que hay que hacer, le sale al encuentro, como quien no quiere la cosa, la mismísima cabaña de Jacob (¿hogar también de papá Sheppard?), interponiéndose en su camino cuando se había quedado un poco rezagado. Dado el carácter marcadamente esotérico del encuentro y el historial psíquico de Hugo, éste no está muy seguro de si lo que ha visto es real o estaba solamente en su imaginación, y se encuentra por tanto poco dispuesto a compartir esta experiencia con sus compañeros. Actitud bastante entendible en un muchacho que hemos visto recelar de que sus compañeros le consideraran un loco (2.18), pero que nos ofrece un marcado contraste con el momento en el que en su flashforward le pide a un policía (el compañero de Ana Lucía, 2.8) que haga el favor de encerrarlo en el hospital psiquiátrico. Y es que al parecer las visiones no han terminado para Hugo ni aún saliendo de la isla (como quiera que sea que esto vaya a suceder). El Hurley del futuro anda desquiciado por las insistentes visitas de su amigo Charlie, que, aunque ya muerto, una y otra vez trata de nuevo de comunicarle una noticia importante (“ellos te necesitan”) por la que se supone debe tomar acción en favor de sus amigos. Pero parece ser que aún peor que los visitantes del más allá son los visitantes de carne y hueso que se pasan por Santa Rosa a echar un ojo al pobre muchacho: el intrigante Matthew Abaddon pregunta con aviesas intenciones “si aún están vivos”, mientras que un desconfiado Jack pasa de tomarse en serio (de momento) las insinuaciones de que quizás deberían volver.

Postura que nos recuerda inmediatamente a la Kate del futuro, negándose a escuchar a su barbudo y desesperado amigo que sólo quería volver a estrellarse en la isla (3.23). Se trata de la misma Kate que, según Ben, en la situación del presente isleño es la única que sabe lo que se hace (dentro del grupo que liderado por Jack había llegado a la torre de radio). Ella, como Hurley, también se separa de su grupo (en contra de los deseos de Jack, mientras que Hugo rechazaba la amable solidaridad de Sawyer), pero en este caso es porque ha decidido seguir por su cuenta y riesgo el rastro de la moribunda Naomi, por quien Minkowski pregunta una y otra vez a través del sofisticado teléfono con el cual se están comunicando con el carguero. Y si Hurley se encuentra con la cabaña de Jacob, el misterioso amo de la isla y luego con Locke, su esforzado defensor, Kate se encuentra con esta misteriosa mujer, la vanguardia de los nuevos visitantes (¿o asaltantes?), que lo último que hace antes de morir es asegurarse de que sus compañeros tengan las coordenadas adecuadas para acceder a la elusiva isla y enviar un mensaje de despedida a su hermana. Nuestros ‘perdidos’ están así, por medio de los dos representantes que en su respectiva situación están un poco más avispados –y aislados–, manteniendo contacto con ambas enigmáticas facciones, las cuales les están abocando a tomar posiciones en el tablero de juego en previsión de la partida decisiva que se avecina.

Entre dos fuerzas enfrentadas, el grupo de supervivientes tan efusivamente reunido de nuevo se separa. Con el transfondo de la cabina destrozada del avión que les trajo a la isla, la unidad de los ‘perdidos’ se resquebraja por la diferente actitud ante la visita que esperan: confianza en un inminente rescate, como parecían prometer Naomi y Minkowski y están intentando facilitar Kate y Jack, o refugio ante una siniestra amenaza, como predican Ben y Locke a partir de sus misteriosas fuentes de información y ahora también Hurley como respeto al legado de su amigo, heroicamente muerto en combate. Las diferencias entre ambas posturas se han agudizado, hasta el punto de hacer imposible la reconciliación entre las mismas, debido al letal ataque de Locke a Naomi (3.23), que Jack ha sufrido como si fuera en sus propias carnes. El doctor no está dispuesto a permitir algo semejante nunca más, por lo que de un modo bastante irracional se lanza hacia el místico John dispuesto a machacarle, tras dispararle a muerte con una pistola que afortunadamente no tenía balas.

El resto de personajes no están en principio tan claramente decantados hacia una de las dos posturas que sus dos líderes ofrecen (disponerse al encuentro amigable con los ‘rescatadores’ del carguero u ocultarse de ellos en el poblado de los Otros, circundado por la valla sónica, para defenderse) y probablemente hubieran preferido buscar una postura intermedia, suficientemente cautelosa, pero en alguna medida abierta a descubrir al menos las verdaderas intenciones de los visitantes. Sin embargo cada uno de los dos líderes está convencido de que ofrece a su gente la verdadera salvación y que el otro está tomando decisiones fatalmente inadecuadas, por lo que la división resulta ser inevitable. Finalmente se impone dejar que cada persona decida libremente a qué bando se quiere incorporar. Las decisiones se toman y los dos grupos se separan: acompañarán a Locke al poblado abandonado por los Otros Sawyer, Hurley, Claire, Aaron, Rousseau, Alex, Karl y Ben; mientras que esperarán con Jack a los del carguero Kate, Sayid, Desmond, Juliet, Sun, Jin, Bernard y Rose (los demás supervivientes anónimos se reparten igualmente).

Desde esta insidiosa separación, eco de la aún más dolorosa separación que ha supuesto la muerte de Charlie, Kate y Jack se permiten mirar hacia atrás, recordando la terrorífica experiencia vivida a causa del enigmático monstruo isleño durante su primera incursión en la isla hasta la cabina del avión (1.1). De nuevo un ruido extraño se les acerca entre la lluvia y los truenos: se trata esta vez del helicóptero enviado desde el carguero, del cual cae un paracaidista. El paralelismo invertido con el piloto que el monstruo envió por los aires (1.1) es altamente ambiguo ¿alberga esta nueva tormenta una fuerza benigna que viene a salvarles, o nos espera de nuevo una sangrienta escena producida por un inefable poder devastador? De momento, al menos el recién llegado tiene forma humana y pronuncia palabras amigables, por lo que aún es posible la esperanza.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- En este episodio se da un hecho tan tremendamente ambiguo que puede ser interpretado al mismo tiempo como la salvación última y como la perdición final de las personas implicadas. Por supuesto que no se acaba todo con salir o no de la isla (como vemos en los flashforwards), pero visto desde el punto de vista de unos náufragos a los que el resto del mundo daba por muertos (3.18-3.19), ser rescatados de la isla es la suma de todas sus esperanzas y, por supuesto, ser asesinados por los del carguero, como les augura Ben, es el colmo de la perdición. También se da la postura intermedia de los que no creen que salir de la isla sea de ningún modo una salvación, sean quienes sean los rescatadores (Locke, 3.15; Rousseau 3.23; Rose, 2.19...) Dos interpretaciones tan opuestas del mismo hecho podrían haber optado, en caso de haberse dado en un clima de profundo respeto, por escucharse mutuamente y dialogar, de manera que pudieran aprender algo la una de la otra, ya que el hecho al que se enfrentan probablemente contiene una cierta ambigüedad real, siendo posible que ofrezca tanto ventajas como inconvenientes. Pero las diferencias entre los defensores de las dos posturas se han agudizado al máximo por el ejercicio de la violencia, haciendo imposible que de momento nadie pueda tomar una vía intermedia.

Qué postura era la correcta sólo se sabrá al final: ¿era el carguero una amenaza mortal o una promesa de salvación? Si se trata de una horrible fuerza mortífera las acciones, en principio incomprensibles, de Locke (y Ben) estarían justificadas. Y esta interpretación cuenta a su favor con la también insuficiente prueba que les ofreció Charlie. En cambio si se trata de un pacífico barco de rescate los esfuerzos de Jack serán los más loados.

Del mismo modo se dan en nuestra sociedad situaciones que se prestan a diversas interpretaciones, entre otras el estado de la nación y las medidas a tomar para resolver unas y otras problemáticas estatales, lo que produce líderes diversos y seguidores que libremente les apoyan. Las diferencias en sus percepciones pueden enriquecer a todos si se da un respeto y se posibilita el diálogo, aunque por supuesto se debe arbitrar un método de consenso o convivencia si se pretende que todas las posturas coexistan pacíficamente. Pero cuando las posturas se polarizan en dos posiciones enfrentadas, que además no hacen sino insultarse y echarse la zancadilla mutuamente, el personal se va dividiendo en dos grupos irreconciliables. Si además se desata de forma incontrolada la violencia entre ambos bandos, lo más probable es terminar en guerra o abocados a una partición, más o menos acordada, en dos o más sociedades separadas. Pero ¿no es necesario en algunas ocasiones levantarse en armas frente a un peligro verdaderamente destructor? (recordemos que Hitler al principio también fue considerado por muchos un salvador).

Otro ejemplo similar a la dinámica social que nos está presentando este episodio es el caso de religiones enfrentadas, situaciones que por desgracia en muchas ocasiones de nuestra historia dieron lugar a crueles derramamientos de sangre. Diversas interpretaciones de lo que es la salvación o la perdición última llegaron a situar a la gente ante enrevesadísimos conflictos de conciencia que no fueron capaces de resolver pacíficamente, dando lugar a crueles guerras entre religiones de las que aún hoy en día se sufren terribles secuelas. Sin embargo una gran mayoría de los líderes religiosos actuales entiende que es posible defender su postura respetando las posturas diferentes, sin tener que agredir físicamente a nadie. La diferencia en el modo de interpretar la salvación y la perdición, aunque profundamente inquietante, puede impulsarnos a un respetuoso diálogo, en el que se vayan aprendiendo cada vez un poco mejor los motivos profundos que fundamentan las diversas formas de esperanza que albergan los seres humanos. Pero no se entiende que el respeto a las múltiples opciones distintas nos convierta en personas totalmente indiferentes a la situación de salvación y perdición. Sería el caso de un “perdido” que ante la venida apocalíptica del carguero, pasara tanto de ser rescatado de la isla como de la posibilidad de ser asesinado y se quedara tranquilamente a su rollo en las cuevas, o cualquier otro sitio pretendidamente neutral, a verlas venir.

Finalmente “El principio del fin” nos sitúa ante ciertos desafíos de la sociedad actual que en gran medida no tenemos ni idea de cómo valorar. La tecnología, la globalización, los enormes cambios ideológicos y sociales que se producen a un ritmo vertiginoso en la cultura occidental ¿encierran una promesa latente de la más profunda liberación previamente jamás soñada o nos abocan a una deshumanización sin precedentes? Probablemente ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario, es decir, que ambas potencialidades están presentes en un enorme abanico de posibilidades y se hace imprescindible aprender a navegar con pericia por estas nuevas aguas para discernir en cada momento sabiamente. Pero precisamente la diversidad de posibilidades y la dificultad de poder dar una respuesta clara que abarque cada posible situación es lo que no nos permite zafarnos de tener que afrontar la problemática desde todos los puntos de vista implicados, de tratar de articular algún tipo de dispositivo integrador o institución reguladora que permita obtener las respuestas adecuadas a cada nueva situación emergente, teniendo en cuenta todos los aspectos esenciales de la cuestión. Polarizarse en dos posturas opuestas no es la solución adecuada. Queremos salir de “la isla” (las enfermedades, el paro, el terrorismo, la pobreza, la catástrofe ecológica...), pero no queremos crearnos un futuro en el que todos acabemos tan mal que sólo podamos soñar en volver a esa situación anterior.

Amparo

4.0. Inicio de la cuarta temporada

Queridos lectores, al iniciarse la retransmisión de la cuarta temporada en España (Abril 2008)por la FOX, intenté abordar los comentarios de esta nueva serie de capítulos de “Perdidos”, aún sin haber podido terminar todavía los comentarios a los episodios de la tercera temporada (por cuestiones personales que me habían surgido). Finalmente, tras publicar aquí el comentario al primer episodio de la cuarta, me decidí sin embargo a continuar con los comentarios de la tercera temporada, hasta terminarlos, en:
Incorporo ahora a este blog todos esos comentarios que me faltaban. El único comentario de la cuarta temporada que había publicado en Mayo 2008 lo pongo ahora a continuación para que quede colocado en su sitio. De momento no continuaré con los comentarios de la cuarta temporada, hasta nuevo aviso.
Amparo

Publicado originalmente el 1 de Mayo de 2008, editado para esta nueva publicación.

3.22-23. A través del espejo

Al principio de esta tercera temporada vimos a Jack en su momento anímico más difícil desde que cayó en la isla. Encerrado tras un cristal en una estación subacuática, intentaba inútilmente rebelarse frente a su situación de cautiverio entre los Otros, mientras recordaba el momento más crítico que había vivido en su vida pasada: ante su inminente divorcio, se obsesionó con averiguar quién era el nuevo novio de Sarah, y no paró de acosarla hasta llegar a un desafortunado enfrentamiento con su propio padre, con lo cual hizo recaer a éste en el alcoholismo (3.1). El doble episodio que cierra la temporada presenta en cambio a Jack en su momento más triunfante sobre la isla: su plan de defensa frente a los Otros ha funcionado (gracias a Sayid, Bernard, Jin, Hurley, Sawyer y Juliet), ha capturado a Ben tras resistir su intento de manipulación, ha vencido la oposición de Locke a que usara el teléfono de Naomi y, finalmente (gracias también a Charlie, Desmond y Danielle Rousseau), ha establecido contacto con una persona en el carguero, quien le ha asegurado que en breve irán a recogerlos. Llevaban tres meses esperando un rescate, y ahora, por fin, ya es algo que está al alcance de la mano. Pero esta victoria de Jack, imagen opuesta a lo que vivía hace poco más de tres semanas, tiene también su contrapunto en el futuro: el joven doctor, que ha vuelto de la isla a su tierra natal, vive en una terrible pesadilla al borde del suicidio, mientras se hunde en una adicción peor que la de su padre y se obsesiona de nuevo con una mujer, esta vez por querer contactar con ella. Kate Austen, que vive en Los Angeles en compañía de un misterioso ‘él’, accede a ver por un rato a su antiguo compañero de infortunios, pero no desea oírle decir que no debieron haber salido de la isla, ni mucho menos quiere escuchar la desesperada insistencia de Jack en que deben volver de nuevo allá.

Entre el espejo que refleja a Juliet al inicio del episodio 3.1 –el día en que se estrelló el avión en la isla– y la desactivación del bloqueo de comunicaciones en la estación Espejo en el episodio 3.23, los supervivientes del accidente han luchado por escapar de la isla y los Otros por esconderles sus secretos y no dejarles salir. Concentrado en sacar adelante a toda su gente y enfrentado a tantas circunstancias hostiles, Jack rechazó a menudo el punto de vista más místico de Locke con el que no veía manera de obtener resultados prácticos, y por otro lado, debido a las muchas mentiras e inexplicables ataques por parte de Ben y los suyos le resultaba imposible considerar a estos vecinos ‘los buenos’. Nuestro doctor sólo pudo corregir su perspectiva al abandonar la isla, regresando al mundo normal a través del ‘espejo’ que supone la misteriosa interfaz de separación entre ambas realidades, para descubrir finalmente en algún momento del futuro que mientras estuvo allí había entendido casi todo al revés.

Empieza el episodio mostrándonos a Jack con un vaso de whiskey en la mano, a bordo de un avión de Oceanic que, tras una ligera turbulencia, está a punto de llegar a Los Angeles. Estas circunstancias recuerdan inevitablemente al doctor las botellitas que tan amablemente le dio Cindy y las tremendas sacudidas del vuelo 815 (1.1), poco antes de partirse en tres mientras sobrevolaba una extraña isla en el Pacífico (3.1). Sorprendentemente, no se trata de que tras aquel fatídico día le sea imposible volver a volar sin miedo a sufrir un accidente similar. No, nuestro protagonista está deseando que la historia se repita. Cada fin de semana coge un vuelo de ida y vuelta hacia el otro lado del océano –usando un pase gratuito que la aerolínea regaló a los que volvieron vivos de aquella terrible experiencia–, con la enfermiza intención de volver a estrellarse sobre la isla, sin importarle la probable muerte de un montón de personas, incluido él mismo, en tan imprevisible suceso. Y es que desea regresar a toda costa a la isla y no puede encontrarla en mapa ni atlas alguno, de modo que ya sólo puede confiar en que el destino le permita volver de la misma manera en que llegó la primera vez. El mismo destino que, según Locke, los llevó allí a todos por una razón (1.25) y que no tenía previsto que Jack llamara un día con el teléfono de Naomi al barco carguero para que los rescataran.

Tras leer una determinada esquela en el periódico la desesperación de Jack va en aumento, de modo que, una vez en tierra, intenta llamar a Kate, aunque ésta le ha dejado bien claro que no quiere hablar más con él. Al saltarle el contestador automático, totalmente desmoralizado, se propone tirarse del puente por el que circulaba en la autopista, hasta que el accidente de un coche a sus espaldas llama de nuevo a nuestro héroe a la acción: una mujer y un niño necesitan que los rescate de las llamas del vehículo siniestrado...

Rescatar a mujeres y niños, además de a los otros varones adultos supervivientes, es lo que pretende Jack en la isla. Los Otros vienen esta misma noche a raptar a sus mujeres (al igual que ya hicieron otras veces, 1.11, 2.7) y como líder ha decidido un plan para recibirles con tres tiendas provistas de dinamita (cuya detonación queda a cargo de los tiradores Sayid, Jin y Bernard) y evacuar al resto del grupo para intentar al mismo tiempo contactar con al barco de Naomi, lo que supone la desactivación previa del bloqueo de comunicaciones situado en la estación Espejo (a donde ha enviado a Charlie con Desmond) así como de la transmisión de socorro de Danielle Rousseau (1.2, 1.9), que se emite desde la torre de radio de la isla. Mientras lidera, cual Moisés, al grupo de supervivientes hacia su salvación, es consciente de que cinco hombres se están jugando la vida para que el grupo pueda ser rescatado, razón por la que se encuentra totalmente empeñado en no que no falle esta misión.

Precisamente cuando dos explosiones (en lugar de tres) y un tiroteo anuncian desde la distancia que el plan de la playa no parece haber salido bien, es cuando se hace más necesario seguir adelante hacia la torre de radio sin mirar atrás, ya que el grupo no cuenta con más armas y, si los Otros han vencido esa batalla, la única forma de escapar de ellos es saliendo de la isla. Esto es lo que Jack había prometido a Sayid, por lo que incluso se cree en el deber de mantener su empeño aún después de encontrarse con Ben a medio camino, oír las oscuras razones que éste le expone en contra de la llamada al carguero y escuchar sobrecogido la amenaza de que sus hombres matarán a los tres tiradores capturados en la playa si no le entrega inmediatamente el teléfono. Rechazando la extorsión de Ben, nuestro doctor sufre el intenso dolor de sentirse responsable de las muertes de sus tres amigos, hasta que algo más tarde, inesperadamente, escucha un anuncio victorioso de Hurley.

Y es que, aunque la misión de Jack como líder del grupo le obliga a seguir adelante, varias personas se han sentido urgidas a volver a la playa para ayudar a los tres tiradores, preocupados porque éstos no acababan de reunirse con ellos. En primer lugar Kate, quien recurre a Sawyer para que la acompañe en tan arriesgada tarea. Pero éste lleva varios días algo huraño y, según ella, medio sonámbulo, y no parece dispuesto a hacerla caso. El sureño anda pensativo desde que mató a su gran enemigo, el viejo Cooper-Sawyer (3.19), acción cuyo alcance aún no ha tenido tiempo suficiente de asimilar. Sin embargo, él sabe que su pecosa tiene toda la razón, y con su característico desdén por su propia vida se decide a marchar a la playa para intentar un desesperado rescate de los recién capturados. Sólo que no quiere ir con la osada muchacha, por temor a que resulte herida; bastante preocupación le supone pensar que quizás esté embarazada. Además, sabiendo que los Otros andan buscando precisamente mujeres preñadas no parece buena idea acercarse a ellos con una de sus presas preferidas.

Juliet comprende la iniciativa de Sawyer y la apoya, ofreciéndose a ayudarle. Parece que se siente algo culpable de lo que haya podido pasar a Sayid, Jin y Bernard, ya que, aunque luego ha cambiado de bando, ella formaba parte del inicial plan de ataque de los Otros. Pero entre ellos dos tampoco podrían haber hecho mucho sin la inteligente iniciativa de Hurley: cansado de que nadie contara con él para nada (3.21) y sintiéndose igualmente responsable de sus amigos en peligro, el bueno de Hugo acude por su cuenta al campamento de la playa con su furgoneta Dharma (3.10). Su repentina irrupción motorizada coge por sorpresa a Ryan, Jason y Tom (los únicos asaltantes no masacrados por las dos explosiones), de modo que atropella mortalmente al primero y provoca la distracción necesaria para que entre Sayid, Sawyer y Juliet acaben con los otros dos. Entusiasmado por el éxito de su acción y sintiéndose, con pleno derecho, el salvador de todos los que le acompañan, el orondo muchacho hace una llamada general a los Otros con el walkie-talkie de Tom, anunciándoles el resultado de la batalla y que no deben acercarse nunca más por su campamento. Esta es la llamada que por fin alivia la atormentada culpabilidad de Jack, junto con la angustia de Rose y Sun, dando una enorme alegría a todos los demás compañeros del grupo (aunque seguramente no a Richard, si es que ha llegado a oír este mensaje mientras dirige al resto de los Otros hacia el Templo).

No obstante, Claire, con su bebé en brazos y sin ganas de compartir expresiones de alivio, se mantiene aún bastante preocupada, pues nadie es capaz de darle noticias de Charlie. El joven rockero había sido atrapado e interrogado por Bonnie y Greta, las guardianas del Espejo, cuando dos personas más acuden a la estación submarina: un nuevo enemigo, Mikhail –enviado como brazo ejecutor más que como refuerzo–, y su compañero Desmond, quien, ante una lluvia de disparos por parte del militar tuerto, se ha visto obligado a abandonar la canoa en la que estaba, sumergiéndose en el agua para internarse ocultamente en la estación. El propio Mikhail dispara a sus compañeras –para encubrir las mentiras de Ben a su gente– y recibe poco después en el pecho un arpón disparado por Desmond. A partir de ahí Charlie cuenta sólo con unos breves momentos para intentar sonsacar a Bonnie, antes de que ésta fallezca, el código necesario para apagar el sistema que impide la conexión con el exterior. La agonizante guardiana, desolada por la traición del jefe en el que tan completamente había confiado, traiciona a su vez a Ben musitando al oído de Charlie las instrucciones para obtener el necesario código. Se trata de teclear en el equipo los números correspondientes a las notas de la canción “Good Vibrations” de los Beach Boys, tarea que no resulta demasiado complicada para nuestro joven músico.

Charlie ha mantenido un optimismo envidiable durante el tiempo en que ha estado prisionero, sabiendo que a pesar de cualquier dificultad sería capaz de cumplir con su misión, ya que Desmond así lo había predicho (3.21). Asumido también el hecho de que iba a morir inmediatamente después, no había temido en ningún momento las amenazas de sus captores, manteniéndose atento a localizar la luz intermitente que debía apagar y a tomar nota de detalles esenciales como la existencia de un código secreto. Se encuentra ahora ante el hecho de que sus enemigos han sido vencidos y que la estación está dotada con equipos de buceo, por lo que tras introducir el código y apagar la luz no queda aparentemente ningún peligro inminente que afrontar, sino simplemente volver a la isla con los demás. No está mal, poder cumplir con la famosa misión suicida y regresar para contarlo.

Pero una serie de imprevistos se concatenan, de modo que Charlie se encuentra de pronto exactamente en la letal situación que había previsto Desmond. Lleno de curiosidad ante el aviso de una llamada entrante, activa la conexión descubriendo que procede nada menos que de Penelope Widmore, la novia de Desmond que se supone ha fletado el barco de Naomi que espera a varios kilómetros de la costa. Penny desmiente toda relación con la paracaidista, aunque se alegra enormemente de comprobar que su añorado novio sigue vivo. Éste en cambio se preocupa precisamente en estos momentos de que el ruso enemigo que suponían muerto ha desaparecido de donde estaba, al mismo tiempo que Charlie, aterrado, ve a través del ojo de buey al invencible Otro buceando en el exterior mientras activa una granada. Con la explosión estalla el cristal y el cubículo empieza a llenarse de agua...

La reacción normal hubiera sido salir corriendo y cerrar la puerta desde fuera. (En una situación similar, Jack y Juliet lucharon juntos por cerrar una escotilla en contra de la fuerza del mar y lo lograron sin excesiva dificultad, 3.1). Desmond, que veía en ese momento a Penny en el monitor, hubiera querido entrar a toda costa para intentar hablar con ella, pero, aún en caso de no haber podido disuadirle, sólo con dejar la puerta abierta, la habitación (y luego el resto de la estación) hubiera tardado en inundarse lo suficiente como para que ambos se pusieran un equipo de submarinismo, o para que simplemente tomaran aire extra en los pulmones y se echaran a nadar sin más hacia el exterior, aguantando la respiración.

Pero Charlie no piensa en nada de esto. Él ve cómo a su alrededor se van cumpliendo todos los requisitos para que se haga realidad la visión de Desmond, y de alguna forma se siente totalmente comprometido en llevarla a cabo hasta el final, incluyendo su propia muerte, porque quiere que igualmente se haga realidad la parte en la que Claire y Aaron son rescatados. El sacrificado muchacho cierra por dentro la puerta de la estancia que empieza a inundarse y se niega a permitir que su amigo entre, ya sea para hablar con Penny o para intentar sacarle a él. Se acuerda sin embargo, en última instancia, de que debe avisar que el barco de Naomi no es el de Penny (razón de más para haber dudado de la conveniencia de que se cumpliera el resto de la visión), y escribe este mensaje en su mano para enseñárselo a Desmond, a través del cristal de la puerta. Su actitud no es meramente suicida ni el fruto de ningún tipo de razonamiento lógico, se trata más bien de una arriesgadísima apuesta por ayudar a que se cumpla un posible futuro. Es igual de irracional que la convicción que tenía el escocés de que debía dejar morir a Charlie para que Penny llegara a la isla en paracaídas (3.17). En aquella ocasión Desmond no aceptó consentir la muerte de su compañero, al igual que tampoco quiere consentirla esta vez, pase lo que pase con el posible rescate. Pero Charlie ha internalizado tanto la veracidad de las visiones proféticas (asunto probablemente discutible) y se ha comprometido tan a fondo con esta última, que ha perdido la capacidad de cuestionar si era necesario en alguna lógica dejarse morir así. Parece haber perdido completamente el sentido de que su vida pudiera servir para algo más allá de esta misión puntual, no parándose siquiera a pensar que los propios Claire y Aaron hubieran preferido volver a tenerle con ellos. Mientras Charlie se santigua en su sepulcro submarino, en medio de la marcha por la isla rompe a llorar el bebé en brazos de su madre, desconsolado, como adivinando la penosa pérdida que acaban de sufrir ambos.

Hemos visto, por un lado, cómo Charlie y Desmond han conseguido dejar vía libre a una posible comunicación con el exterior, mientras que el grupo liderado por Jack ha llegado a la torre de radio para que Danielle desconecte la iterativa llamada de socorro que empezó a transmitirse hace dieciséis años (1.2, 1.9) y evitar así las interferencias que producía en la conexión. Por otro lado, sabemos que Ben está totalmente convencido de que debe evitarse la llamada telefónica al carguero, lo cual, según él, sería el principio del fin, pues dice que un poderoso enemigo (a quien estaría ligada Naomi) está al acecho para encontrar el modo de llegar a la isla, con intención de matarlos a todos, y se debe por tanto proteger a la isla y a sus habitantes de tan gravísimo peligro. La conversación de Charlie con Penny nos ha confirmado que de hecho Naomi no dice la verdad, de modo que ¿es posible que esta vez sea Ben el que tiene razón?

Con Benjamin Linus apaleado y bien atado –controlado de cerca por Danielle y su recién recuperada hija Alex–, el supremo responsable de la isla, el misterioso Jacob, se ha visto en la obligación de recurrir a otra persona para impedir la inminente catástrofe. Por ello ha ‘ayudado’ a John Locke a salir de la zanja donde Ben lo abandonó malherido (3.20) y donde ha despertado sin poder de nuevo moverse de cintura para abajo. Un especial mensajero, un crecidito Walt, ha llevado a John el mensaje de que se deje de lamentaciones (pues estaba a punto de suicidarse) ya que es hora de trabajar. De modo que John, de nuevo milagrosamente curado, se ha puesto en camino, y ha llegado a la torre de radio, tan justo de tiempo, que para evitar la fatídica llamada se ha visto obligado a clavar un cuchillo en la espalda de la misteriosa forastera que ya acababa de marcar el número del carguero en su aparato.

Locke pensaba que no era capaz de matar a nadie (3.3, 3.19), pero parece ser que el nuevo empujoncito de Jacob le ha comprometido tan a fondo con la causa isleña que no le queda ya escrúpulo alguno ni apenas un autónomo criterio moral. No esperaba sin embargo encontrarse con un Jack igualmente comprometido al cien por cien con la causa del rescate, y que tras todo lo arriesgado y sufrido en las últimas horas está dispuesto a morir si es necesario, pero no a rendirse sin más. La llamada marcada por Naomi empieza a emitir los tonos de espera, por lo que Jack coge el radio-teléfono en su mano, ignorando el arma que le apunta directamente en una amenaza mortal. Locke ha discutido cientos de veces con el testarudo doctor, habiendo defendido ambos habitualmente posturas opuestas, pero no puede disparar contra un hombre tan heroicamente decidido a hacer lo que cree que es mejor. Sabe que es imposible convencerle de la gravedad de lo que está pasando, entre otras cosas porque Locke ignora qué es exactamente y sólo ha decidido fiarse de fuerzas que no conoce pero que entiende beneficiosas, por el beneficio que producen en él. John ha hecho hoy por la isla todo lo que podía hacer, ha llegado hasta a matar a Naomi, pero no puede disparar, así a bocajarro, contra su antiguo compañero.

Mientras el ‘pirado’ de Locke baja el arma, Jack escucha por fin la voz de una persona del carguero que responde a la llamada. Tras tres meses de espera es posible finalmente comunicar con alguien de fuera y hacer saber al mundo que aún están vivos: “Soy uno de los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic, ¿podéis localizarnos?” (bueno, algo parecido acababa de decir Charlie a Penny, aunque ésta no se encontraba tan cerca de la isla en el barco). “Por supuesto, esperad, que vamos hacia allá” resuena la promesa de rescate tan largo tiempo esperada, haciendo estallar en gritos de júbilo al grupo de supervivientes. Pero curiosamente, el espectador ya no empatiza con ellos percibiendo la tan anhelada promesa de rescate como una victoria, pues los ominosos anuncios de Ben y Locke, aparentemente ratificados por Penny, parecen convertir esas sencillas palabras en una terrible amenaza...

Paralelamente a la historia de la isla, el barbudo Jack del futuro consigue finalmente una respuesta a la llamada telefónica que lleva intentando hacer desde que bajó del avión. Kate accede a verle a las afueras del aeropuerto, pero sólo un ratito, pues alguien la espera en casa. Ella no había visto la esquela que él le enseña, ni le afecta en absoluto esa muerte, aunque escucha apenada la explicación para los frecuentes vuelos del que en la isla había sido su héroe. Es verdad que ese mismo día había visto a Jack en las noticias salvando heroicamente a dos personas de un coche incendiado, pero Kate sabe que en realidad se halla más bien ante un pobre loco (de quien hemos descubierto asimismo que ha desarrollado una nociva adicción a la oxycodona y que además del héroe salvador había sido, por su intento de suicidio, el motivo de distracción causante del accidente automovilístico en el puente). Los futuros Kate y Jack vuelven a presentarnos las dos opciones posibles a la hora de valorar qué es lo que ha supuesto la famosa llamada de los supervivientes al carguero: no era nuestro destino salir de allí (como decían Locke y Ben, y ahora dice Jack), o sí lo era, hicimos bien en hacerlo (como dice ahora ella y entonces defendía él a capa y espada). Jack ha cambiado totalmente de postura, y tendemos a creerle más a él. No porque este pobre hombre de aspecto descuidado y moralmente deshecho sea más digno de crédito que una Kate limpia y bien ataviada. Sino porque su propia decadencia muestra que las cosas no han ido como debieran. Jack, por lo menos, no hizo bien en salir de la isla. El terrible contraste entre el heroico líder capaz de enfrentarse a todo tipo de dificultades por su gente, por un lado, y por otro, la persona con tendencias suicidas refugiada en las pastillas y el alcohol que no puede ya ni contar con sus viejos amigos para ayudarle, es suficiente para hacernos desear que ojalá hubiera conseguido Ben, como siempre, controlar la situación evitando aquella fatídica llamada.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- El inicio de la temporada ofrece un cierto simbolismo sobre la situación descrita en la isla en el episodio final: Jack ha sido encerrado en un oscuro antro provisto de una pared de cristal (recordemos que Desmond le había comunicado hacía sólo dos días que ni siquiera con el velero se podía salir del entorno de la isla, 2.23), en esta habitación se le niega información sobre dónde se encuentra, cómo están sus compañeros, qué pretenden hacer con ellos, etc; Ben controla todo lo que puede y no puede saber su prisionero, todo lo que puede y no puede hacer, mientras en cambio Juliet le muestra cuánto saben ellos sobre todo lo que le concierne a él (3.1). En el episodio 3.2 el jefe de los Otros se aviene a presentar a nuestro doctor algo de lo que pasa en el mundo con ayuda de una televisión, convenciéndole así de su capacidad de contactar con el exterior, y se ofrece además a llevarle a su casa “al otro lado de ese cristal”, eso sí, siempre que se avenga a hacer lo que él tiene que pedirle (para lo cual usará además a su conveniencia algunas amenazas contra sus otros amigos capturados, 3.6). Todas estas manifestaciones resultan ser un mero espejismo para conseguir algo de él, pues Ben ha dispuesto el bloqueo de comunicaciones con el exterior (aparentemente desde la implosión del Cisne [2.24, 3.4, 3.7, 3.11, 3.13], aunque ocultándoselo a su propia gente) y más tarde agradece la colaboración de Locke para impedir que pueda volver a su casa el recalcitrante médico (3.13). Curiosamente la estancia en la que Jack está encerrado en la Hydra es submarina, y su tozudez por encontrar una salida (pese a los desesperados avisos de Juliet) casi consigue anegarla de agua y matarlos a todos (3.1), preanunciando así la llamada final al carguero y, de forma especial, la estación Espejo y su trágica inundación. El cautiverio de Jack en la Hydra simboliza el encierro del grupo de supervivientes en la isla, incapaces de comunicar con el exterior ni de descubrir nada sobre el lugar dónde se encuentran si no es bajo las estrictas condiciones dictadas por Benjamin Linus. Desde una perspectiva de tal modo restringida se comprende la extrema frustración de Jack, que está harto de que su grupo tenga que sufrir continuas amenazas, sabiendo además, tras varios intentos de negociación con Ben, que con este hombre nunca conseguirá nada. Cuando el destino le presenta una ocasión de salir de la isla independientemente de las manipulaciones del enrevesado líder de los Otros, el testarudo doctor se aplica obstinadamente en el empeño, rechazando por principio cualquier intento de disuasión.

Naomi compara la hazaña del doctor con la de Moisés sacando a su pueblo de Egipto. A semejanza del faraón que se negaba rotundamente a que los esclavos israelitas abandonaran su nación, Ben se niega a consentir que este grupo escape de la isla y de su omnímodo control. La lucha de los unos por salir de este encierro y de los otros por impedírselo, alcanza en ambos casos dimensiones épicas. Ben recurre a la violencia y al engaño, aunque, curiosamente, acaba también apaleado y despojado de sus mejores colaboradores (pierde también a su primogénita, aunque no de la misma manera ni con valor tan decisivo como fue la pérdida del hijo del faraón). Jack, por su parte, sólo cuenta con la abnegación de sus amigos y su inagotable empeño para, más allá de cualquier amenaza, hacer lo imposible por permitir la salida de su pueblo.

Sin embargo, sabemos que Naomi miente, y de hecho la comparación con el éxodo bíblico es bastante engañosa. ¿No podríamos más bien interpretar que tras las primeras dificultades en el desierto el pueblo ‘elegido’ está queriendo volver a sus ollas de Egipto? Locke opina que fueron llevados a la isla por una razón (1.25), y de hecho han sido alimentados con manjares caídos del cielo como lo fueron los israelitas con el maná y las perdices en el desierto (2.18). La ardua supervivencia en un terreno árido, lejos de sus casas y de las ventajas de la civilización de la que provenían, llevó a la gente de Moisés a rebelarse, desagradecida, contra su líder y contra su Dios. De hecho es más fácil encontrar paralelos con lo que sucede en la isla en este sentido que en el otro, pues Jacob no duda en realizar algunos de sus ‘milagros’ en apoyo de los mensajeros que ha ‘elegido’, para impedir que esta gente, que ha vivido por un tiempo en ‘su tierra prometida’, tenga ocasión de abandonarla sin más. Quizás resulte entonces que en vez de ser Ben el malvado faraón (“los malos”), lo sea ese implacable enemigo que espera ansioso encontrar un acceso a la isla para, enfurecido, matarlos a todos.

Es difícil culpar a Jack por empeñarse tanto en rescatar a su grupo. En los tres meses que llevaban en la isla habían muerto al menos once personas de su comunidad (sin contar a los que murieron por causa directa del accidente aéreo) y, además de las dificultades normales para sobrevivir en una isla apartada de la civilización –con sus consiguientes carencias–, debían afrontar la coexistencia con un grupo enemigo y con un misterioso monstruo asesino. Es lógico que, desde un punto de vista racional intentara sacar a su gente de allí. Sin embargo la misión de Moisés no era lógica desde un punto de vista racional, sino que provenía de una llamada mística a iniciar algo totalmente nuevo, con un especial apoyo sobrenatural. Lo cual se parece más a la misión que han recibido en primer lugar Ben y luego Locke, que cual Moisés y Aarón no sólo debían convencer al faraón sino también a los propios israelitas de la plausibilidad de tan arriesgada opción.

El final del episodio parece indicar que la llamada al carguero fue un fracaso de Jack, que fue error suyo empeñarse en hacerla, pero es más acertado pensar que más bien fue un fracaso de los dos encargados de hacer ver al grupo por qué era mejor no llamar. A Jack no le fue dada la ‘fe’ para percibir el oculto transfondo de lo que ocurría en la isla hasta algún tiempo después de haberla abandonado. Pero por extraordinaria que fuera la comunión con la isla de la que supuestamente gozaban Ben y Locke, su misión como gestores de la seguridad de la misma fracasó, por el craso desacuerdo y falta de colaboración entre los dos y por un erróneo planteamiento en cuanto a cómo comunicar la verdad de la isla –sus ventajas y sus dones, junto a los terribles peligros que acechaban en el exterior– a los diferentes grupos (más o menos escépticos) de la población isleña.


- El episodio nos ha presentado también la muerte de Charlie, que trágica en su irracionalidad, no deja por ello de ser heroica, ya que refleja el sacrificio de un joven dispuesto a dar su vida por amor a los demás. Perturba el hecho de que esta muerte no fuera realmente necesaria, perturba por su falta de sentido. Para Charlie, en su propia percepción de los hechos, por su creencia en el inminente rescate de personas muy queridas, sí tenía sentido, pero desde cualquier otro punto de vista parecería ser un sacrificio inútil.

Entiendo que la humilde muerte de Charlie, causada quizás por un mero malentendido, no está a la altura de ser comparada con la muerte de Cristo o de los mártires, pero de hecho cuestiona de fondo el posible absurdo de una vida que se entrega por amor, aunque a efectos prácticos tal sacrificio parezca innecesario. Los mártires dan su vida por defender sus creencias, por la imposibilidad de traicionar su conciencia o de traicionar a su gente, o, más en concreto los mártires cristianos, de traicionar al Cristo que en su día entregó su vida por ellos. Producen así extrañeza en los que hubieran seguido el más práctico principio de conservar su vida fingiendo cualquier opinión que se les hubiera pedido. Del mismo modo, generación tras generación ha preguntado a Jesús, en boca de propios y extraños, por qué no pudo bajar de la cruz y salvar a la humanidad de una manera más razonable. La respuesta está en una dimensión de la realidad que no es tan fácil de percibir con los sentidos, ni de juzgar con la racionalidad. El valor inmenso de esa muerte radica en el inmenso amor demostrado, rompiendo todos los límites posibles del amor humano. El misterio del bien y del mal requirió que Cristo llegara a sufrir ese extremo de crueldad. Sólo los cristianos, los que creen que a pesar de todo venció en su resurrección, creen que aquella muerte tuvo sentido (y un sentido que concede verdadero sentido a todo). Para los demás no deja de ser la extraña muerte cruenta de una persona excepcional, que tuvo mala suerte o no la suficiente visión para evitar un final tan espantoso. Valga la innecesaria muerte de Charlie como tributo “lostiano” a la punzante pregunta por el sentido de toda muerte valiente y heroica que se ve privada de cualquier posible significatividad especial si uno se atiene meramente a las circunstancias históricas.

- La isla parece albergar un misterio escondido que la hace merecedora de que uno renuncie a todas las comodidades de la vida cotidiana en el mundo civilizado, que la hace merecedora de que una comunidad aislada del mundo intente llevar en ella una vida feliz. Misterio que también parece atraer dificultades y peligros especiales para los que han entrado alguna vez en contacto con ella y quizás condena a la infelicidad a los desconcertados que en su día se empeñaron en salir. Podríamos pedir a Jacob, como supremo responsable de la misma, que ejerza un ‘milagroso’ poder en defensa de sus habitantes (al parecer gravemente amenazados), que requiera una mayor capacidad de comunicación y de altruismo en las personas que elige como sus mediadores, y que, a ser posible, provea de sentido el sacrificio del joven músico ex-drogadicto que creyó haber muerto por salvar a los suyos.

Amparo

3. 21. Grandes éxitos

El mundo da ya por fallecido al relativamente famoso Charlie Pace a causa de la catástrofe del vuelo 815 de Oceanic; se celebró un emotivo funeral y en su memoria se han editado los ‘Grandes Éxitos’ de Drive Shaft. Pero, junto con varios de los demás pasajeros de este desafortunado vuelo, el joven rockero sigue vivo... al menos mientras no se llegue a cumplir una de las fatídicas visiones de Desmond.

Durante la breve excursión a la que Jack invita a algunos del grupo para explicarles su plan ante el inminente ataque de los Otros, el escocés recibe una nueva visión precognitiva. Y otra vez se trata de una visión ambigua en la que ocurre algo bueno acompañado de algo malo (como la supuesta llegada de Penny que parecía requerir que Charlie recibiera una flecha en el cuello, 3.17). En esta ocasión el vaticinio anuncia que un helicóptero se llevará a Claire y a Aaron de la isla, pero conjuntamente se revela una nueva forma de muerte para Charlie: ahogado tras apagar una amarilla luz intermitente, acción que de alguna manera resulta necesaria para el rescate. Desmond le cuenta todo esto con detalle al joven músico y en esta ocasión ambos están de acuerdo en que deben favorecer ese rescate como sea, aceptando la muerte si es necesario.

Es curioso cómo Charlie, tras mostrar en episodios previos una excesiva precaución por su temor a las visiones de Desmond (3.12, 3.17), en este caso se ve inclinado a aceptar el destino anunciado, aunque éste con alta probabilidad incluya su propia muerte. El amor por Claire y Aaron le transforma en un héroe, dispuesto a todo por favorecer la salvación de las personas que se han convertido en su familia. Charlie sorprenderá a Jack y Sayid ofreciéndose voluntario para la misión, aparentemente suicida, de bucear hasta una inundada estación submarina para desactivar el sistema que bloquea las telecomunicaciones originadas en la isla. Desmond, dada la estrecha relación que durante las últimas semanas ha ido forjando con Charlie, opta por acompañar al desafortunado muchacho hasta el final.

Desde el primer día en la isla la posibilidad de una muerte cercana ha acompañado tenazmente a cada uno de los supervivientes del vuelo siniestrado. El monstruo que acechó tan de cerca a Charlie, acobardándole hasta los huesos, el día en que murió el piloto (1.1), no ha sido la única amenaza. Osos polares (1.2 y 3.5), abejas (1.7), cuevas que se hunden (1.7), precarios puentes colgantes (1.18), disparos y trampas de Rousseau (1.18, 1.25 y 3.17), más la dinamita que Eko hizo explotar en el Cisne (2.24), han sido, aparte de las muertes impedidas por Desmond (3.4, 3.8, 3.12 y 3.17), ocasiones especialmente peligrosas para Charlie. Pero hasta ahora la situación más grave, sólo superada por el inagotable celo del doctor Shephard, fue aquella en la que Jack y Kate tuvieron que revivir su cuerpo exánime tras encontrarle colgado de un árbol, el día en que Ethan le había raptado junto a Claire (1.11).

Enfrentado a una muerte cada vez más inescapable, Charlie repasa su vida, destacando los cinco momentos más importantes que vienen a su memoria: su encuentro con Claire la noche del accidente ocupa el primer lugar, el reconocimiento por parte de una mujer en la calle (Nadia) de que es verdaderamente un héroe (es decir el hecho de que su persona haya sido alguna vez especialmente útil para alguien) está en el segundo, y su estrecha vinculación con su familia en el resto, incluyendo el importante legado familiar que supone su anillo preferido, la perseverancia de su padre cuando le enseñó a nadar y el éxito que compartió con su hermano en el grupo Drive Shaft. En continuidad con este proceso de recapitulación de su vida, Charlie opta por dar prolongación en Aaron, como su heredero, a todo este pasado de música y familia que significan las iniciales DS de su anillo (iniciales de su grupo y de un antepasado). Con este gesto se despide, como quien no quiere la cosa, del bebé y de su madre, mientras parte hacia la canoa que le llevará a la estación subacuática, dispuesto a entregar por ellos –su gente– lo mejor de sí mismo.

Charlie ha sido capaz de dejar atrás su cobardía siempre que Claire o Aaron estaban en peligro (especialmente en 1.24-25), también cuando entró a rescatar a Jack del interior de una cueva inestable (1.7) y durante aquel curioso experimento al que le invitó Hurley en la furgoneta Dharma para demostrar que ambos aún podían confiar en la buena suerte (3.10). Su protector Desmond ha sabido igualmente olvidar su pasado de cobarde ante situaciones de grave peligro, en las que se ha crecido enormemente: como al accionar la llave de seguridad que originó la implosión del Cisne (2.24) y al ofrecerse en esta ocasión a sustituir a Charlie en su misión suicida. Si la vida de Charlie ha estado marcada por su apego a la familia (2.12), en concreto tras la muerte de sus padres a su hermano Liam –por quien tuvo que hacer grandes sacrificios (2.12)– y después a Claire y a Aaron en la isla, la de Desmond estuvo un tiempo dedicada al cuidado de sus hermanos pequeños (3.8) –lo que requirió también de ciertos sacrificios por su parte–. La interrelación entre estos dos, los únicos británicos del grupo que sepamos (hasta la llegada de Naomi), ha ido cohesionándoles hasta llegar a parecer en este episodio verdaderos hermanos. Desmond se ha convertido en el protector hermano mayor que Charlie tanto había añorado en Liam. Tras compartir una y otra vez decisiones de vida o muerte, estos dos amigos han aprendido a apreciarse mutuamente hasta el punto de estar ambos dispuestos a dar su vida por el otro.

El escocés parece haber encontrado finalmente un sentido satisfactorio para sus continuas visiones trágicas sobre Charlie. Es cierto que en la misión submarina se juegan el rescate de todo el grupo y ambos creen que por tal causa merece la pena morir (también Sayid se había ofrecido voluntario para esta misión suicida). Pero no es suficiente para nuestro visionario con haber obtenido esta vez la aquiescencia de Charlie para su sacrificio (cosa que no se atrevió ni a preguntar en el 3.17). Sigue sintiéndose responsable de la vida de este muchacho, quizás porque en el fondo le está impulsando a actuar según su propia interpretación de las visiones, que podría ser errónea. El bueno de Desmond sencillamente no es capaz de dejar a Charlie partir así como así hacia una muerte casi segura, no sólo le provee de un ‘cinturón de pesas’ que le facilite el trabajo de inmersión y se ofrece a acompañarle en la canoa hasta la estación Espejo, sino que una vez allí entiende que todas sus visiones previas le están invitando a tomar su lugar. Sencillamente le es imposible despedirse de él en esas circunstancias; durante casi un mes ha vivido con la preocupación de salvar su vida una y otra vez y ahora esa misión se ha hecho carne con él y no puede entenderse a sí mismo si no lo intenta de nuevo. La misión suicida debe ser realizada y Desmond está dispuesto a tomar el relevo. En un ramalazo de optimismo decide interpretar que aunque la visión presenta a Charlie muriendo, no presupone nada de lo que le pasaría a él si ocupa su lugar.

Sólo que Charlie ya ha asumido el papel de que su vida debe ser sacrificada por el bien de todos los demás y está en paz con esa idea. En su fuero interno sabe que debe hacerlo. De alguna forma los continuos avisos le han ido preparando para ello: morir se hace más aceptable si tiene un sentido, si se percibe un provecho para aquellos a los que se ama. Todo encaja ahora para él si afronta la misión y no le encaja dejar que su amigo escocés vaya en su lugar. De pronto esta tarea se ha convertido en su gran oportunidad, en la tarea que le completa. Charlie deja al ‘hermano’ Desmond sin sentido y se despide abatido del aire que respira lanzándose a las aguas que supuestamente acogerán su cadáver pocos minutos después. Una de sus zapatillas de cuadros negros y blancos se desprende, cual último vestigio del muchacho cobarde que había sido, y flota hacia la superficie mientras las piedras de su ‘cinturón de pesas’ agarradas fuertemente en su mano tiran de él hacia abajo, hasta que las suelta para ascender hacia la estación donde debe apagar el equipo que impide a su grupo contactar con el barco de rescate.

Pero varias novedades esperan a nuestro valiente amigo en el interior del Espejo: una bocanada de aire en sus pulmones le demuestra que esta estación no estaba tan inundada como creían, mientras que un par de mujeres armadas y con cara de pocos amigos le convencen también de que el cumplimiento de su misión va a ser más difícil de lo que esperaba. Sorprendido de estar vivo, sus gritos de alivio atraen la atención de las guardianas de la acuosa estación, quienes probablemente no tienen ninguna intención de dejarle explorar a su antojo el equipamiento del Espejo.

Dejamos a Charlie de momento en esta extraña situación –en la que un intenso alivio se mezcla con el temor de no poder llegar a cumplir su importante misión–, para constatar que el joven músico no es el único dispuesto a meterse en líos para resolver la grave crisis que afronta el campamento. En un principio todos colaboran en preparar el cableado que permita detonar desde lejos la dinamita, regalo con el que quieren recibir a los Otros que vengan a secuestrar a sus mujeres. Pero tras el aviso de Karl de que el ataque se ha adelantado, el plan originalmente forjado por Jack y Rousseau se transforma por iniciativa de Sayid, quedando finalmente la defensa del campamento y el ataque a sus ‘visitantes’ en manos de tres francotiradores, mientras los demás miembros del grupo deben partir hacia la torre de radio, para contactar con el barco de Naomi una vez que Charlie desactive el equipo de la estación Espejo y Danielle su llamada de socorro. El experimentado militar iraquí decide quedarse a dirigir el ataque a los Otros, convenciendo a Jack de que él es quien debe liderar al grupo que se marcha. Otros dos personajes se ofrecen voluntarios a quedarse en el campamento, Bernard y Jin. Ambos son buenos tiradores, pero además ambos están dispuestos a dar lo que sea por la seguridad de sus esposas. Nuevamente aparece el amor como especial motivación para nuestros héroes “lostianos”. Jack, en cambio, a quien tampoco le faltaba el valor para haberse quedado a afrontar la batalla, parece estar motivado más bien por su deseo de venganza, aunque es bien conocido el gran afecto que tiene a su comunidad de supervivientes, a quienes desde un principio ha protegido e intentado salvar a cualquier precio.

De todas formas debemos reconocer al militar Sayid su especial y heroico sentido del deber, ya que se ofrece voluntario tanto para la suicida misión submarina como para la batalla campal que les espera en la playa. Como contrapunto encontramos otro personaje que ante semejantes problemas sólo desea ayudar, pero no sabe bien cómo: Hurley no ve su sitio ni entre los tiradores ni entre los exploradores y decide ofrecerse como colaborador en la misión de Charlie, para verse rechazado (con gran dolor de éste) en términos poco amables. El entrañable gordito trata de averiguar entonces quién más puede necesitarle y, haciéndose cargo de Vincent, se decide a suplir la presencia de su amigo Charlie al lado de Claire, por si pudiera ayudarla con el pequeño Aaron. En toda esta situación se echa de menos una actitud algo más activa de Sawyer, quien al parecer aún se encuentra profundamente afectado por los hechos ocurridos no muchas horas antes en la Roca Negra (3.19).

Finalmente, en la secuencia de hechos de este episodio sorprende enormemente el papel de Juliet, Karl y Alex. Los tres traicionan a su gente, al grupo de los Otros, y aunque es de alabar su deseo de evitar el secuestro o muerte de varios inocentes del grupo de la playa, no acaba de parecer normal que fríamente planeen la muerte de los que hasta ahora han sido sus compañeros. Juliet ayuda a poner la dinamita en las tiendas que ella misma señala como lugar donde encontrar a las embarazadas y Karl no duda en ofrecer un arma para detonar a distancia esta misma dinamita. Es claro que Juliet odia a Ben por haberla manipulado y obligado a ocupar un puesto tan desagradable como infiltrada (3.18), y quizás no ve otra opción para ayudar a sus nuevos amigos, pero su decisión de masacrar a los que, como ella hasta ahora, sólo cumplen las órdenes de Ben, es absolutamente impactante. Quizás se entiende mejor en Karl, quien no deja de ser un desterrado que últimamente sólo ha recibido prisión, golpes y lavados de cerebro por parte del grupo de los Otros (3.1, 3.7) y que además se siente amenazado de muerte en el caso de que le encuentren.

Una imagen expresa la terrible traición a los suyos de estas tres personas: el conejo blanco degollado por Alex. Ésta, con las manos ensangrentadas, recibe de su padre el arma que Karl entregará más tarde a Sayid para matar a los que hasta ahora han sido su gente. Se entiende que Alex no pueda quedarse de brazos cruzados al oír cómo su padre ordena a Ryan que rapte a todas las mujeres del campamento y mate a todos los hombres que se interpongan. Ella recuerda cómo Kate y Sawyer la ayudaron a rescatar a su novio Karl (3.7) y, desde que Sayid le mencionó que su madre real estaba viva (3.13), ha empezado a pensar que Ben quizás no sea su verdadero padre. Cree que no tiene por qué ser fiel a este hombre y a la vez se ve obligada a proteger a los que no les han hecho nada para verse así atacados. El conejo blanco degollado significa que algo ha muerto en el corazón de Alex, su relación con su padre y su gente, su infancia, su inocencia... Alex ha cambiado definitivamente de bando, tan definitivamente como Juliet o Karl con sus más explícitas traiciones. Del mismo modo el conejo blanco degollado puede denotar la muerte de algo muy querido en Benjamin Linus, a quien habíamos visto muy encariñado con similares animales (3.4, 3.20). Ha dejado a Locke derribado en una zanja con un tiro en el abdomen y ha ordenado a sus esbirros atacar antes de lo acordado. Con estas acciones está labrándose la desconfianza de los suyos, incluida la traición de su hija, la persona a la que más quiere.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- A diferencia de la visión que tuvo Desmond en relación con la llegada de Naomi (3.17), en la que Charlie moría de forma accidental, en este caso entre la posible muerte y el resultado positivo que se pretende con la misma existe una relación lógica, de forma que correr ese riesgo adquiere un sentido. En la intención original, antes de descubrir que la estación no está del todo inundada, parecía necesario que alguien se internase en la estación submarina para examinar el equipamiento hasta dar con el interruptor que permitiera desactivar el sistema de bloqueo de las telecomunicaciones, lo cual sería ya un enorme logro, pero se estimaba casi imposible que el voluntario pudiera volver después de nuevo a la superficie, por no poder aguantar tanto tiempo la respiración. Sin embargo, si nadie se atrevía a llevar a cabo esta misión, el grupo no podría contactar con el barco de Naomi para ser rescatado. La salvación de todas estas personas es razón suficiente para arriesgar la vida de una de ellas. De todas formas Jack no lo permite hasta que empieza a dudar de que puedan rechazar con efectividad el ataque de los Otros. Que el grupo se encuentre en la isla en una situación de extremo peligro es lo que permite entender que el sacrificio de uno de ellos por conseguir el rescate de los demás tenga realmente sentido.

Aún así dos razones ayudan a Charlie a tomar su valiente decisión. En primer lugar, las visiones muestran que él consigue apagar la intermitente luz amarilla, por lo que sólo en su caso está garantizado que la misión vaya a ser llevada a cabo (Desmond juega con la ventaja de que sus visiones le dan un conocimiento previo de lo que va a encontrarse en la estación, por lo que resulta también un candidato bastante adecuado). En segundo lugar está el hecho de haber sido elegido para ello por una especie de destino o fuerza mayor. Es clave el detalle que comentábamos en el párrafo anterior: en este caso su probable muerte tiene un sentido. Por mucho que el destino isleño haya programado su muerte una y otra vez no le entran a Charlie más ganas de morir por una causa cualquiera. Pero ahora la causa es muy importante: el rescate del grupo de supervivientes y entre ellos el de sus muy queridos Aaron y Claire.

Supongamos que Desmond no hubiera tenido visión alguna pero Sayid hubiera llegado igualmente a la conclusión de que alguien debía nadar hasta el Espejo e intentar la desconexión del bloqueo. Si Charlie hubiera sido consciente de la necesidad de un voluntario para esa misión probablemente nunca se habría ofrecido, no tanto por cobardía como por albergar dudas de si sería capaz de hacerlo bien (no tenía un buen concepto de sus propias dotes como nadador, 1.5). Lo habrían hecho Desmond o Sawyer, al estar Sayid y Jack ocupados con otros quehaceres (así como Jin y Bernard). Puede que incluso Juliet o Kate se hubieran presentado voluntarias. La diferencia estriba en que Charlie ha sido señalado secretamente para la misión; por medio de Desmond se le ha sugerido que lo haga él, que puede hacerlo. Este hecho de ser ‘elegido’, de hacerse repentinamente consciente de que un grupo de personas necesita especialmente de uno, de que lo que uno haga o deje de hacer marca una diferencia de vida o muerte en las demás personas, tiene una carga motivadora muy importante. Aunque Charlie crea que su vida ha sido muy insignificante, cuenta ahora con la convicción de que va a cumplir una misión esencial. Si muere, su última tarea habrá sido muy significativa.

Es probable que nada de esto fuera muy consciente en nuestro joven amigo. Sencillamente Claire y Aaron necesitaban de su generosidad, y él se encuentra dispuesto a ello. La verdadera prueba, sin embargo, es el ofrecimiento de Desmond. Podría haberle dejado hacerlo a él, pero a estas alturas ya tiene muy asumida la necesidad de su muerte. En su valiente gesto queda redimida toda falta cometida en su vida anterior. En el agua se zambulle un héroe decidido a dar su vida por salvar a su gente.

- La diferencia por tanto la establece el haberse sentido elegido para esta especial misión, el creer que uno ha sido especialmente llamado o vocacionado para ello. Uno puede pasar por la vida con el lema del “sálvese quien pueda”, es decir, que cada uno se cuide de sus propios asuntos, o en cambio, haber sintonizado alguna vez con la llamada a ser una persona disponible para ayudar a los demás, atenta a que alguien pueda necesitar en cualquier ocasión de su generosidad. En nuestra serie hemos percibido más de una vez cómo Jack y Sayid se encuentran siempre atentos a cualquier necesidad, también lo están Kate y desde luego, Desmond, al menos desde que tiene sus extrañas visiones. Hurley, por su parte, no sólo está siempre atento a echar una mano a quien le necesite, sino que su sensibilidad en este sentido le impulsó incluso un día a diseñar una estrategia para conseguir convertir a Sawyer en una persona más atenta (3.15).

Se trata de una verdadera filosofía de vida según la cual uno se entrena en entender su vida como un servicio para los otros, en discernir a qué actividad debe dirigir su tiempo y sus recursos para marcar una diferencia a favor de la vida y la felicidad de sus semejantes. Las personas que perciben así las cosas normalmente se sienten amadas por Dios y especialmente ‘elegidas’ para dedicarse a amar, como han sido amados. Sin esta vocación especial, sería difícil plantearse una generosidad extrema, aunque muchas personas buenas se sienten inclinadas a este estilo de vida de forma natural.

- La cuestión se complica más cuando la elección por la vida de los demás y la defensa de los más débiles exige tener que traicionar a unos amigos o unos valores previos, o aún peor, tener que declarar la guerra a un grupo de personas, supuestamente equivocadas o malignas. En la vida real queremos creer que el diálogo, o en su caso la ley, pueden resolver este tipo de asuntos. Pero en la isla ‘perdida’, Juliet, Alex y Karl, no ven otra opción que o estar con Ben o pasarse al bando enemigo. Con todas sus consecuencias.

Amparo

3.20. El hombre tras la cortina

Es el cumpleaños de Ben, el día en que por desgracia además de celebrar su nacimiento debe recordar la muerte de su madre, quien falleció poco después de darle a luz. Por esta razón su padre, Roger Linus (también conocido como Roger Work Man y póstumamente por Skeletor, 3.10), nunca tuvo muchas ganas de fiesta en fecha tan señalada. Ben no nació en la isla, aunque acostumbra a decir que sí, sino que vino a ella siendo niño cuando su padre fue reclutado para trabajar en la Iniciativa Dharma. Años después, el propio Benjamin acabaría con su padre administrándole un gas mortífero –en la misma furgoneta que más tarde encontraría Hurley (3.10)–, también en la fecha de su cumpleaños, en el día y la hora elegidos por los Hostiles para librar a la isla de todo el personal de Dharma.

Su cumpleaños coincide desde entonces, pues, no sólo con el aniversario de la muerte de su madre, sino también con el parricidio cometido contra su padre y el horrible Dharmicidio, también denominado Purga. Quizás por eso no debería extrañarnos que en esa misma fatídica fecha reciba por la mañana en el provisional campamento donde se encuentra el cadáver de Cooper –traído a cuestas por su hijo, según encargo del propio Ben (3.19)–, comente con los suyos el ataque planeado contra los supervivientes de la playa y termine el día disparando al mismísimo Locke y abandonándole en la fosa común que recoge los restos de los cadáveres de la Purga contra Dharma. El jefe de los Otros sólo recibe durante este día una felicitación, la de su hija Alex, quien, buena conocedora de las circunstancias, en vez de darle un regalo a él entrega preventivamente un arma a Locke antes de que inicie un ilustrativo paseo por la isla con su maquiavélico padre.

Locke está decidido a descubrir los misterios de la isla, y parece ser que es Jacob la persona a recurrir en este caso. Pero a este extraño ser no le gusta ser visitado sino cuando él mismo lo requiere, hasta el punto de que puede dejarse -o no- ver y oír a voluntad por aquellos que osan entrar en su cabaña sin ser invitados. Tras llegar ambos a la morada de Jacob, Ben inicia una conversación con el supuesto gran hombre, invisible e inaudible para Locke, hasta el punto de que nuestro explorador llega a creer que se trata de una farsa montada por Ben, o peor, que éste está completamente loco. Sólo cuando John está a punto de salir de la misteriosa cabaña, Jacob se dirige a él con un “Ayúdame” que parece venir de ultratumba, y que Ben a su vez no llega a oír. En este momento queda establecido que Locke es capaz de interactuar con Jacob o que éste está dispuesto a interactuar con John, por lo que Ben, viendo peligrar su privilegiado puesto de máximo intermediario con la autoridad de la isla, dispara a John y lo abandona en la fosa de cadáveres.

Ben comenzó muy joven a familiarizarse con los misterios de la isla, cuando hacia sus 10 u 11 años, desatendido emocionalmente por su padre, ve visiones de su madre en la selva, por lo que se siente impulsado a escapar del miserable hogar que comparte con Roger e irse con ella. Pero una barrera infranqueable le separa de su madre muerta... En un conejito blanco busca Ben el cariño que tanto echa de menos hasta que, en otro de sus cumpleaños, utiliza al inocente animal como seguro para cruzar la barrera sónica que rodea al poblado. Perdido en la parte desconocida de la isla donde habitan los hostiles nativos, tiene un providencial encuentro con Richard, quien le recomienda volver a casa y tener mucha paciencia, mientras toma buena nota de que este muchacho es capaz de ver y oír apariciones de muertos. Richard parece tener sus propios planes junto con su comunidad, pero compartirá con el joven Ben estos planes unos años después, de modo que ambos colaboran en la matanza de los integrantes de la Iniciativa Dharma, habiéndose reservado Ben la tarea de acabar directamente con su propio padre. Es de suponer que, poco después, este traidor ex-miembro de Dharma se hace con el liderazgo de los Otros debido a su capacidad de interaccionar con Jacob. Richard, que parece actuar en estos primeros tiempos como mentor de Ben, pasa a ser posteriormente uno de sus principales vasallos entre los Otros, extraña evolución en la posición social de un hombre que aparenta la misma edad a lo largo de unos 30 años...

Ben tuvo que aguantar mucho tiempo con gran paciencia a un padre insufrible, soñando con la liberación a la que parecía invitarle su madre en medio de los hostiles Otros. Durante al menos algún tiempo, contó sin embargo con una buena amiga en el poblado Dharma, una niña de su edad, Annie con la que entabló una estrecha amistad durante su infancia. El Ben que conocemos en los tiempos en que los supervivientes del vuelo 815 ya han llegado a la isla, aún contempla nostálgico en el día de su cumpleaños la muñeca de madera que Annie le regaló tiempo atrás como signo de que siempre estaría con él. Es el único recuerdo bueno, aparentemente, con el que le gusta celebrar su cumpleaños entre gente que ni sabe lo que es eso como Richard (¿es que este hombre no envejece?) y a pesar de las múltiples desgracias que suelen acompañar su onomástico.

Locke, llevado de su convencimiento de ser ‘especial’ y estar llamado a comprender los misterios de la isla, ha cumplido con el ritual de matar a su padre (al igual que hizo Ben en su tiempo) y ha insistido en ser llevado ante Jacob, llegando incluso a pegar una paliza a Mikhail, quien pedía explicaciones a su jefe por un tratamiento tan privilegiado al hombre que había intentado matarle (3.12). Ante los acontecimientos vividos en la fantasmagórica cabaña, John juzga con gran superioridad que Ben ha estado engañando a todo el mundo y pretende informar a los demás Otros de tanta tontería, pero Ben le demuestra finalmente que no es tan listo como parece, pues no ha sido capaz de evitar el disparo que le hace caer gravemente herido en la fosa. El ‘especial’ superviviente no ha calculado bien lo que Ben está dispuesto a hacer para mantener su status y además de mostrarse imprudentemente arrogante e irrespetuoso con el traicionero jefe de los Otros, ha demostrado no tener la apertura mental necesaria para reconocer las profundidades del misterio de Jacob. Aún así el mismísimo Jacob parece haberle elegido como depositario de una muy especial súplica de ayuda. Si tanto le aprecia, ¿será capaz Jacob de sacar a John de la fosa antes de que se convierta en una nueva víctima mortal de las actividades purgatorias de Ben?

Mientras tanto, tras colaborar involuntariamente con los planes de Locke en la Roca Negra (3.19), Sawyer ha llegado a la playa con la cinta que incrimina a Juliet como espía de los Otros y se encuentra además con la sorprendente noticia de que ha llegado a la isla recientemente una paracaidista, Naomi. Los supervivientes deciden por fin reunirse y aclarar todas las novedades de los últimos días, descubriendo durante la reunión, en la otra cara de la cinta de audio, que Ben ha planeado un ataque contra ellos para dentro de un par de días, con objeto de llevarse a las embarazadas del grupo, especialmente a Sun que es el caso ya confirmado. Juliet aparece con Jack durante la reunión y explica que ha confesado ya arrepentida al doctor su colaboración con Ben. Ante los recelos de sus compañeros Jack asegura haberse ausentado con Juliet porque estaba planeando algo. ¿Dejarán los suspicaces Sawyer y Sayid de nuevo a Jack la iniciativa para liderarlos ante este nuevo peligro?

Locke ha mostrado en este episodio gran desconfianza hacia Ben, acusándole de ser el hombre tras la cortina que maneja los hilos de un complicado engaño colectivo, pero sin mostrar la precaución defensiva necesaria para tratar con semejante manipulador. Los supervivientes de la playa se han mostrado en cambio excesivamente precavidos ante su líder tras la vuelta de su cautividad (recordemos en qué plan volvió Michael tras estar unos días entre los Otros, 2.22), sobre todo a causa de la compañera Otra que se ha traído consigo; pero en este caso la desconfianza, aunque fundada, parece acabar mostrándose innecesaria.



Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

Locke ha visto temblar la mano de Ben ante la mera mención de una visita a Jacob y se ha crecido pensando que por fin ha pillado a este escurridizo hombre, descubriendo sus chanchullos: cree que tiene engañados a los suyos con la invención de un personaje mandamás que no existe más que en su imaginación. Nuestro amigo John ha recuperado la confianza en sí mismo por la admiración que parecen tenerle los Otros del campamento (3.19), aparentemente debido a la milagrosa curación de su parálisis tras el accidente aéreo. Pero también influyen en la arrogancia que demuestra en este episodio las palabras que le dijo Richard –quien parece estar algo harto del estilo de liderazgo de su jefe–, cuando hablaron hace unos días sobre las posibles intenciones que tenía Ben de desacreditarle ante el grupo (3.19). Se entiende que por esta razón John se muestre impaciente con Ben e inclinado a contar más bien con Richard.

Todas estas circunstancias influyen en la negativa predisposición con la que Locke acude al encuentro con Jacob. Sabemos que se define a sí mismo como un hombre de fe, y que está dispuesto a aceptar sin problemas que en la isla concurren circunstancias extraordinarias. Precisamente está queriendo conocer el transfondo de todos los misterios isleños, con la actitud de quien se dispone a reconocer un poder sobrenatural para ponerse generosamente a su servicio, esperando ser a cambio reconocido como alguien ‘especial’ y encontrar que su vida tiene un sentido; con la secreta esperanza de poder sentirse de alguna forma reconocido, incluso ‘elegido’. Y sin embargo, cuando se encuentra ante el propio Jacob, privilegio concedido a muy pocos, John se muestra despectivo y con poca disposición a ‘creer’. Esta situación recuerda el despropósito que sostuvo al final de la segunda temporada, cuando se empeñó en dejar de introducir los números en el ordenador de la estación Cisne (2.23-24), pues sentía que se trataba de una enorme burla que le ofendía sumamente. De nuevo Ben ha sido capaz con sus extraños manejos de sacar a John suficientemente de sus casillas como para hacerle renegar de aquella misma fuente de sentido que tanto ha estado buscando.

Podríamos plantear aquí la cuestión del papel que corresponde a la persona que sirve de mediador ante el misterio. El misterio profundo que penetra nuestras vidas y el mismísimo universo está de alguna manera oculto a la visión normal, siendo preciso afinar una cierta capacidad especial de percepción para captar su presencia, o incluso algún posible mensaje. Un mediador es supuestamente una persona especial capaz de percibir este misterio e incluso de comunicarse con él que se encarga de facilitar a otras personas la percepción y comunicación con el mismo. Pero para que el proceso de mediación sea posible es esencial que el mediador goce de una sana confianza entre las personas a las que sirve, que vean en él una persona veraz y coherente. Si el mensaje transmitido supone sistemáticamente una ventaja para el mediador, de manera que éste parezca estar manipulando la situación a su antojo, es normal que surja la sospecha de que todo es un montaje en favor de su propio interés. Cuando surge desconfianza en el mediador se siembra la semilla de la increencia, produciéndose además una enorme rabia, al sentirse la persona engañada en algo tan profundo e importante para ella. Sin embargo, el mismo que alberga sospechas sobre el mediador puede haber tenido a su vez la experiencia de percibir personalmente algo del misterio por sí mismo; en ese caso descartará meramente al mediador sin por ello alejarse de la realidad misteriosa con la que quiere mantenerse en contacto, buscando acaso un intermediario más digno.

John escucha la voz del mismísimo Jacob, pero llega a desconfiar hasta de sus propios sentidos debido a las enormes sospechas que le ha despertado la forma de actuar de Ben. Sin embargo, aun siendo consciente de lo traicionero que puede llegar a ser el jefe de los Otros, John no duda en compartir claramente con él su opinión y hasta se atreve a darle la espalda. Su exagerado sentido de superioridad le ha engañado hasta el punto de perder la oportunidad de conocer a Jacob, aun siendo algo que tanto esperaba, y lo que es peor, ha acabado con sus huesos en la fosa de los cadáveres. Este personaje sufre continuos bandazos entre la arrogancia de saber más que nadie y la desesperación de que continuamente acaba siendo engañado. Ha obedecido a Ben hasta el punto de matar a su propio padre –manipulando sin escrúpulo alguno los sentimientos de Sawyer (3.19)–, pero ahora parece haber llegado a creerse más listo que el propio Ben. El resultado es que nuevamente ha sido engañado, aunque no en aquello que más sospechaba. Sus sospechas y desconfianzas, desproporcionadas a causa del sentimiento de amargura latente en él por los múltiples fracasos de su vida, roban claridad a su juicio haciéndole actuar de forma poco razonable. Esperemos a ver si sale de ésta, con la ayuda de Jacob.

La sospecha y desconfianza pueden ser razonables cuando nos encontramos ante una persona que da signos de querer engañarnos, sin embargo, cuando se convierten en algo continuo y exagerado, confunden la razón de forma que pueden hacernos caer aún en un mayor engaño.

Amparo

3.19. El calabozo

El episodio se abre con el primer plano de un objeto que cubre la pantalla de rojo, reflejando unas sombras la ondulación de un fuego cercano. Tras la superficie roja asoman los ojos de John Locke, inmerso en la lectura de un dossier. De fondo se oye el chirriar de juntas de madera y unos murmullos sofocados. El oscuro interior de lo que en su día fue un barco de esclavos, la “Roca Negra”, va a servir de escenario en este episodio para un particular ‘infierno’. En su maloliente calabozo se encuentra encerrado un condenado –atado con cadenas, su cara oculta con un saco–, mientras el hombre que le trajo hasta allí se decide finalmente, quema en la fogata la carpeta que estaba leyendo y sale en busca del verdugo apropiado para ejecutar la pena capital con la que ha sentenciado a su prisionero.

El condenado a muerte es una persona que ha usado muchos nombres pero casi nunca el verdadero. No se trata tanto de que haya encontrado su infierno en el calabozo del barco varado en la selva de una isla perdida, sino más bien de que lo ha llevado siempre consigo, destrozando a su paso por este mundo a todo aquel con quien entraba en contacto. Las extrañas circunstancias que lo han traído a nuestra isla le hacen pensar que está en el más allá, en su versión más tórrida, además de contar con el aparentemente sólido argumento de encontrarse allí con su hijo muerto (supuestamente en el vuelo 815), al que hizo daño tantas veces que ni se acuerda ya.

John Locke debe afrontar de nuevo el cinismo de esa horrible persona que tiene por padre. Pero esta vez no va a tenerle cariño ni lástima, probablemente ya no siente siquiera ni odio ni temor, sólo el asco y la rabia de haber tenido que soportar a semejante ser humano y tener que hacerse además cargo de su ejecución.

No nos encontramos aquí ante la emocionante opción de Luke Skywalker, quien prefiere dejarse matar antes que tener que acabar con su padre, el maligno Darth Vader, debido al noble deseo de que el que antaño fue un valioso caballero obtuviera la redención (en “El retorno del Jedi”). John Locke no considera otra opción que matar a esta persona, quien, una vez ha asumido que ya está en el infierno, se ríe en la cara de su víctima preferida y ofrece su cuello gustoso para ser degollado, despreciando por inútil cualquier tipo de comportamiento compasivo. Pero aún así, el hijo al que robó un riñón (1.19) y tiró por la ventana de un octavo piso (3.13), descubre que no es capaz de coger un arma y acabar con él, aunque sí de orquestar una situación en la que otra persona, igualmente destrozada por este desalmado, sea capaz de ejecutarlo. El informe que recoge en una sola carpeta roja las pasadas acciones del condenado y del verdugo (ambos bajo el nombre de Sawyer) cae al fuego indicando que la suerte de estos dos ha sido echada...

Sawyer ha despertado entre los brazos de su chica y ha salido descalzo de su tienda a aliviar una urgente necesidad. En la selva nocturna se encuentra con el antiguo explorador y cazador que se ha convertido últimamente en peligroso pirómano y posible aliado de los Otros. Como hizo en su tiempo un insidioso jabalí (1.16), Locke le incordia y le provoca llevándole a su terreno, donde tiene pensado aprovechar la fogosidad vengativa del pendenciero sureño para rematar la faena con el hombre que mantiene maniatado y amordazado.

Como una inesperada pesadilla nocturna inicia así Sawyer descalzo (cual penitente) el difícil camino de vuelta a su pasado, para enfrentarse de nuevo en la piel del pequeño James con el hombre que destrozó la vida de sus padres. Tom Sawyer fue el nombre elegido por el estafador para engañar a Mary Ford y llevarse los ahorros de la familia, de modo que el marido de ésta exasperado optó por matarla y pegarse un tiro después (1.8, 1.16). El niño que presenció la tragedia desde debajo de su cama asumió de mayor el mismo alias del enemigo que había decidido matar, como signo de su propio autodesprecio tras dedicarse a similares prácticas embaucadoras.

El odioso personaje que arruinó la vida de su propio hijo reencuentra así un inesperado heredero en el hijo de una de sus víctimas. Bien sabía el Emperador de “La Guerra de las Galaxias” que no era tan difícil convertir a Luke en un nuevo Darth Vader mientras el joven Skywalker odiara al que en su día llevó el mismo nombre. Locke no llega a perdonar a su padre, aun no siendo capaz de mancharse con su sangre, pero cual temible Emperador galáctico juega con los sentimientos de James para extraer de su odio el resultado que necesita obtener. ¿Pero quién es el nuevo posible Darth Vader, John o James?

La gélida frialdad del desalmado Cooper es capaz de dar origen a una nueva legión de desalmados, pero aunque el joven James asumió voluntariamente uno de sus nombres falsos, es más bien Locke el que está adquiriendo su fría y calculadora capacidad de manipular a todo aquel que se encuentra a su alrededor. Claro que él a su vez está siendo manipulado magistralmente por Ben, que es quien le ha dicho que no será aceptado entre los Otros (¿el lado oscuro de la Fuerza?) si no acaba primero con la atadura que supone para él su maligno padre, matándolo (¿quién es el Emperador aquí, Ben o John?)

James se ve atraído por la curiosidad de saber qué es lo que los Otros y lo que Locke saben de él. La forma en que ha transcurrido su vida, entre estafas y detenciones que culminaron en el asesinato cometido en Sydney antes de coger el fatídico avión, puede releerse a la luz de la tragedia que presenció a sus ocho años. Necesita saber cómo interpreta su vida una persona ajena a sí mismo, tras tantos años de sentirse inclinado a odiarse y a hacerse odiar por los demás (2.13). Pero por otro lado se niega a aceptar que un mero informe tenga todos los datos necesarios para valorar quién es él, permitiendo a alguien sacar como conclusión que es un asesino. Por eso mismo se niega a asesinar a una persona porque sí, porque no quiere ser eso que sus papeles dicen que es y porque no quiere tampoco creerse que sabe con certeza que el otro es tan malo como parece. Si él requiere que se le conceda el beneficio de la duda, está también dispuesto a concedérsela a aquel que Locke considera reo de la pena de muerte.

Pero el encuentro con el mismísimo Mr. Sawyer de su pasado da al traste con todas las buenas intenciones de James Ford. Al prisionero no le importa reconocer todas sus hazañas, tanto aquellas cometidas contra Locke como la estafa contra los padres de James. Parece regocijarse en una situación en la que imagina no tener nada que perder, pues cree estar ya en el infierno. Su falta total de arrepentimiento y de respeto por los sentimientos del que fue una víctima colateral, despierta toda la ira acumulada durante casi treinta años en nuestro joven amigo, quien sucumbe a sus deseos de venganza estrangulando a su enemigo con unas cadenas del vetusto calabozo.

Sawyer se cree ahora verdaderamente un asesino, pero la reacción de su cuerpo lo desmiente, pues sale de la “Roca Negra” con deseos de vomitar. De forma saludable se siente asqueado por la maldad (tanto la propia como la ajena), al contrario que su irredento homónimo. Locke sin embargo, sin mancharse las manos, parece haber cruzado más allá del bien y del mal: su única orientación proviene ahora de lo que le pide la isla por medio del insidioso Ben y si éste le pide el sacrificio de su padre, John no duda en sacrificar a su padre y también el alma de James. Sólo que al intentar hacer esto se produce el desconcertante efecto de que más bien acaba sacrificando su propia alma. Ciertas influencias beneficiosas han protegido al torturado sureño de perderse tan totalmente, aunque sólo sean el recuerdo del cariño de su madre y el amor que siente por Kate. Mientras que Locke en este momento sólo reconoce como amiga o aliada a la misteriosa isla que le ha curado y parece querer darle una nueva oportunidad, influencia por la que es capaz de vender su alma al diablo.

Ambos personajes salen del calabozo ‘liberados’ por la muerte del maligno Cooper y preparados para emprender un nuevo camino: uno queriendo dejar atrás definitivamente su parálisis, mientras que dobla el espinazo tras el peso del cadáver de su padre y persigue el rastro dejado por Ben y los suyos; el otro acongojado en su interior por el desgarrador enfrentamiento tantos años esperado, pero empeñado en llevar a su campamento la prueba acusadora de Juliet y el aviso de los planes de ataque de los Otros que Locke le ha comunicado. James se siente necesario en su grupo, llamado a volver allí cuanto antes para proteger de los secuestradores a sus mujeres (entre ellas a Kate), mientras que Locke, tras una última prueba de lealtad con los supervivientes, rompe con toda atadura previa e inicia un nuevo éxodo en solitario.

Juliet debía averiguar para Ben qué mujeres están embarazadas entre las supervivientes de la playa. Pero se encuentra sin quererlo con una noticia totalmente imprevista: una paracaidista ha caído sobre la isla y tiene un radio-teléfono, aunque algo estropeado, para contactar con el carguero del cual despegó su helicóptero. Desmond, Charlie, Jin y Hurley han llegado de noche al campamento y han querido ocultar esta importantísima información especialmente a Jack y a Juliet, debido a la enorme desconfianza que suscitan la rubia ex-Otra y el doctor volcado tan totalmente en acompañarla y protegerla. Sayid se une al club secreto e interroga a la recién llegada Naomi, escuchando asombrado que el avión del vuelo 815 había sido encontrado entero y con todos sus pasajeros muertos a unos cuantos miles de kilómetros, en una profunda sima frente a la costa de Bali. Descubierto en su intento de reparar el nuevo teléfono de contacto, Sayid comunica a Kate la buena nueva, pero pidiéndole que no se lo diga a Jack, lo cual es inconcebible para esta muchacha que sigue creyendo, o queriendo creer, en el que ha sido su mejor amigo desde el accidente del avión.

La vital información pasa así a los dos sospechosos, que parecen tener otro secreto importante entre ellos. La comunidad de la playa, entre sus secretos y suspicacias ha dejado de ser una sociedad unida bajo un solo líder, pasando a ser un cúmulo de grupúsculos que sospechan entre sí. Se presenta ante ellos la oportunidad de ser rescatados al mismo tiempo que la amenaza de un nuevo ataque de los Otros, y en vez de coordinarse y mantenerse unidos dedican sus energías a ocultarse información los unos a los otros. Kate ha intentado servir de puente para reestablecer la confianza, pero sólo ha conseguido sufrir la humillación de que Jack rechace su deseo de privacidad y tras escuchar la situación opte por ocultarle expresamente algún dato vital que hasta Juliet preferiría haberle contado. La única que confiaba en Jack como jefe del campamento ya no sabe qué pensar. En contra de lo que opina el resto del mundo no todos los pasajeros del vuelo 815 murieron, pero los que aún viven se encuentran fatalmente desunidos justo en el momento en que les sobreviene al mismo tiempo una seria opción de salvación y otra muy grave de perdición.


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- El episodio trata de una manera simbólica el tema de que la isla, cual posible purgatorio o infierno, planteara a los ‘perdidos’ (supuestamente ya fallecidos) un juicio final u ocasión de tomar decisiones definitivas sobre su vida. Las opciones pasadas de James, recogidas en su dossier, no definen quién es él, hasta que él mismo lo hace sobre la marcha. Pero el peso de sus decisiones previas, reinterpretadas por los que le rodean, le tiende una trampa que finalmente le obliga a hacer lo que no quiere hacer. Sin embargo este hombre, contradiciendo la propia fatalidad del acto que no ha sido capaz de evitar, se encuentra salvado más allá de su propia voluntad, por las referencias de amor incondicional que aún están vigentes en su vida.

En el caso de Juliet es una cinta de audio la que contiene la prueba de su culpabilidad total, cinta que no recogió el revelador “te odio” pronunciado por la joven después de grabar las frases en las que traicionaba la confianza de los supervivientes de la playa (3.18). Nuevamente la prueba tangible no recoge todo lo que esta mujer es y puede hacer, pues sus decisiones futuras sólo dependen de ella y aún podríamos contar con la influencia beneficiosa de Jack. ¿O es Jack el que se ha visto arrastrado a la traición por su apego a Juliet?

- Otra imagen interesante viene sugerida por la presencia de Naomi, que ha venido del cielo con una promesa de salvación (paralelamente a la misteriosa llegada a la isla del maligno Cooper, visto primeramente en el subsuelo). Está herida y la posibilidad de rescate es algo precaria, pues requiere de los cuidados personales a esta portadora de buenas nuevas y de la reparación del teléfono de contacto con el carguero, quedando claro además que si alguien desconfía de la enviada no será salvado (como avisa la misma Naomi a Sayid). Pero la reacción de los supervivientes que la encuentran es ocultar esta buena noticia a su gente. La comunidad desunida y desconfiada está poniendo en peligro su propio rescate. De hecho si el amor incondicional es un buen garante de salvación, la desunión y la desconfianza actúan más bien en su contra, por lo que siempre se ha imaginado como especial e insidiosa labor del maligno el sembrar este tipo de cizaña.

- Los itinerarios centrales que debemos valorar en este episodio son sin embargo los de Cooper y Locke. El endurecido estafador se encuentra más allá de toda posible redención por dos circunstancias: una por su propia decisión, pues parece regodearse con todo el mal que ha hecho y no arrepentirse en ningún modo, pero en esta misma actitud influye la otra circunstancia, su convicción de que la suerte está echada y ya se encuentra en el infierno. Se ríe hasta de la posibilidad de que le maten una y otra vez, pues cree que ya está muerto. Esa idea de irreversibilidad de la propia condena es el dato absolutamente fatal que impide un cambio en esta persona. Su actitud provoca un máximo de odio en los que le escuchan, pareciendo no importarle sufrir con tal de provocar aún más maldad a su alrededor. Se trata de una actitud verdaderamente diabólica. Esta absoluta maldad es la que se supone en los demonios, pero nunca es tan irreversible en una persona humana, pues nadie puede llegar a tener en vida la certeza de haber sido totalmente condenado. Ante la posibilidad de la muerte y de una decisión definitiva sobre la propia vida, cualquier persona puede ser alcanzada por el deseo de arrepentimiento y de alcanzar la reconciliación con las personas a las que alguna vez hizo daño, y si es creyente, con Dios.

Por su parte John Locke es el que toma las decisiones más desconcertantes en este episodio. Acepta la decisión de matar a su propio padre, debido a que su conciencia moral ha pasado a un segundo plano ante la urgencia de descubrir su especial camino en esta isla tan milagrosa, lo cual pasa por obedecer las instrucciones del jefe de los Otros. La decisión la ha tomado Ben y la acción la comete Sawyer, Locke ha encontrado la manera perfecta de sortear sus escrúpulos y conseguir esa muerte, pero él es el que va a quedar más dañado en semejante maniobra. Su imagen al principio del episodio refleja la imagen clásica del diablo tentador: como rey de sus oscuros dominios valora las acciones del encausado, procede a la condena y a atizar el fuego y se lanza por esos caminos como tentador para atraer más incautos hacia su infesta prisión. Con mentiras y medias verdades se convierte en testigo de un angustioso proceso interior, permitiendo que la persona se hunda poco a poco en la miseria del odio y el autodesprecio. Nuestro John Locke, que siempre ha querido convertirse en un héroe, se ha rebajado a ser un vil instrumento de manipulación.

- Los procesos que ocurren en nuestra vida cuando decidimos entre el bien y el mal, sobre todo ante ciertas decisiones más definitivas, han sido descritos tradicionalmente recurriendo a diablos y ángeles, infierno o cielo, fuego o salvación. Sea cual sea nuestra opinión sobre estas concepciones tradicionales los procesos de perdición moral de una persona son reales y se conocen desde antiguo, aunque nos empeñemos en ignorarlos. Utilizando el lenguaje de George Lucas, el creador de “La Guerra de las Galaxias”, no debemos olvidar la enorme atracción del ‘lado oscuro de la Fuerza’ ni el poderoso poder de convicción de los dos personajes malignos de esta saga, uno de los cuales, por desgracia, se pasó al lado oscuro precisamente por querer ser un Jedi más perfecto. Locke ha sobrepasado conscientemente una línea prohibitiva inscrita en sus entrañas porque pensaba que limitaba el desarrollo de su potencial, y esto tendrá sus consecuencias antes o después. De todos modos él tiene como instigadores tanto a Ben como a Richard (y al propio Cooper) por no hablar de una extraña sociedad que esperaba deseosa que cometiera un parricidio. El mal tiene tendencia a multiplicarse engendrando siempre más mal. Sólo la influencia del amor incondicional puede ayudarnos a ganar en esta insidiosa batalla.

Amparo

3.18. F.D.C.

Dos personas de la isla se enfrentan a su posible muerte durante este episodio: la desconocida paracaidista, herida gravemente con una rama al caer entre los árboles, y la valiente coreana, quien descubre que su embarazo puede tener consecuencias letales. Ambas son asistidas en esta hora difícil por uno de los Otros: la joven postrada en la selva recibe una salvadora visita del ex-militar con formación médica Mikhail Bakunin, quien aparece de improviso aunque todos le daban por muerto; Sun es llevada a su vez por Juliet, la doctora especialista en reproducción, a la estación médica, con el fin de determinar un dato muy importante relativo a su embarazo: la fecha de concepción o F.D.C.

Resulta que la F.D.C. es el dato decisivo a la hora de determinar si la joven coreana está en peligro mortal por haber concebido en la isla o no, circunstancia que fundamentalmente preocupa a Juliet (deseosa de dar por una vez buenas noticias a una paciente) ya que Sun se encuentra mucho más afectada por la posibilidad de descubrir con dicha fecha si el hijo que espera es de su marido o de Jae Lee, su amante por un tiempo cuando aún estaba en Corea. La cuestión es muy seria para la pobre esposa ya reconciliada con su esposo: ella quiere que el bebé sea de Jin, sin pararse a considerar que esto la puede llevar a la muerte, mientras que la noticia de que la concepción se hubiera producido en Corea le supondría el dolor de tener que ocultar la verdadera paternidad del niño por el resto de su vida, obligada a recordar cada vez que viera a la nueva criatura el error que cometió y el terrible desenlace del mismo (la muerte de Jae Lee, 3.2).

Y mientras que Sun sufre planteándose quién es el padre de su hijo (que finalmente resulta ser Jin), vemos cómo en su pasado se vio obligada a indagar sobre quién era la madre de su marido, tras ser chantajeada por una desconocida en un parque. Sus investigaciones la llevaron a encontrarse con el humilde señor Kwon, al que ella creía muerto, en la pequeña aldea de la que procede Jin. El pobre pescador, muy contento de poder hablar con su nuera, ante las preguntas directas de Sun en seguida se sincera con ella y le comenta que la madre de Jin era una prostituta. Él se hizo cargo del niño que ella abandonó para no dejar solo al pequeño, aún sin poder saber con seguridad si se trataba o no de su propio hijo. El buen hombre quería mucho a este niño y nunca le contó la verdad sobre su madre, para evitarle esa vergüenza, mientras que Jin, que quiere mucho a Sun, no le cuenta a ésta que su padre aún vive, pues no lo considera digno de presentárselo a su nueva familia. Sun sigue la cadena ocultando a su amado Jin que ha visitado a su padre en la aldea y que ha averiguado quién fue su madre, agravándose la cuestión al recurrir a papá Paik para obtener la enorme cantidad de dinero exigido por la chantajista (su propia suegra en realidad). Paik comprende que hay una cuestión de honor por medio y accede a la petición de su hija, pero poniendo condiciones: Jin tendrá que pagar esta deuda de ahora en adelante dedicándose a ciertas arduas tareas como su ‘asistente especial’ (1.17, 3.2). El amor benevolente y protector del señor Kwon y de Sun ha conseguido evitar a Jin la vergüenza de saber quién era su madre pero sólo a cambio de introducirle en un contexto mucho más destructivo. Al final del episodio escuchamos cómo el pobre Jin pretendió siempre mantenerse libre de deudas con respecto a su suegro, justo cuando hemos descubierto la enorme ironía de que el amor de su mujer y de su padre, y el desvelo de ambos por su honor, son los que le acaban llevando a la terrible situación de mafioso de la que no sabrá cómo escapar. De hecho la culpa no corresponde tanto a las dos personas que más le quieren como a otras dos: su propia madre, quien no contenta con abandonarle de pequeño se dedica a extorsionar a su nueva familia, y su suegro, que tiene un modo muy retorcido de hacerle pagar la deuda que ha contraído con él su hija.

Una forma similar de ironía o benevolencia traicionera podemos observar en el extraño comportamiento de la isla, que por un lado favorece la pronta curación de los heridos y la fertilidad de los varones estériles, mientras que por otro condena a muerte a las mujeres que conciben sobre la isla y a sus pequeños hijos nonatos. Jin y Sun, alejados de las terribles intrigas que les rodeaban en Corea han encontrado en la isla la paz de su matrimonio y la preciosa promesa de un bebé, pero parece que la isla, cual retorcido mafioso, les va a hacer pagar por todo esto un precio muy caro.

Este tema de la benevolencia traicionera reaparece al considerar otra acción aparentemente solícita que esconde una grave amenaza: la doctora Juliet Burke atiende a Sun de la manera más dulce, siendo muy receptiva a sus temores y deseando servirle de ayuda y de consuelo, pero, en cuanto tiene un momento, da la espalda a su nueva paciente y la traiciona, informando a Ben de las circunstancias de su embarazo en una cinta que deja grabada en la habitación secreta de la estación médica. No sabemos aún los planes maquiavélicos del jefe de los Otros, pero había acordado algo con Juliet y ésta cumple paso por paso lo pactado, aun manifestando expresamente su odio al hombre que de esta manera la está utilizando. Juliet se había sentido a gusto actuando de nuevo como la doctora amable que siempre había querido ser, pero al cabo de un rato cae en la cuenta de que más bien es una espía trabajando para un hombre que actúa muchas veces sin piedad. Su acuerdo con Ben la convierte en una peligrosa enemiga de la gente de la playa que empieza a confiar en ella y a quienes quisiera poder ofrecerles su sincera amistad.

Al otro lado de la isla se vive en cambio el diferente caso de una prestación de ayuda extremadamente necesaria llevada a cabo por una persona con una hostilidad manifiesta. La mujer que ha saltado del helicóptero está mortalmente herida, pero ni Charlie ni Jin ni Hurley, ni siquiera Desmond, aunque se vuelcan en socorrerla, tienen los conocimientos médicos necesarios. En un descuido, Hurley, sin pretenderlo, consigue llamar la atención de una persona que sí les puede ayudar, pero se trata de un mortal enemigo que ha sufrido ya en sus carnes la hostilidad de los supervivientes hacia los Otros (se supone que hostigada inicialmente por la propia hostilidad de los Otros hacia los supervivientes). El resistente ruso, al que creíamos muerto por el empujón de Locke entre los postes de la valla sónica (3.12), acude corriendo al lugar del que procede la bengala que ha visto cruzar por los aires, encontrándose de repente ante cuatro de sus enemigos que custodian a una paracaidista malherida. Desmond, en contra del parecer de Charlie, acuerda con él que le dejará ir libremente si cura a la pobre mujer que se está muriendo. El sibilino representante de los Otros realiza eficientemente los cuidados necesarios, pero miente a sus captores en cuanto a lo que dice la joven (que no está sola) y les roba ocultamente el sofisticado teléfono que habían encontrado entre los objetos de la recién llegada. La habilidad de Jin permite recuperar el preciado aparato, pero, finalmente, para bien o para mal, Desmond insiste en mantener su palabra de que el ruso debe quedar en libertad.

Hurley se siente un poco inútil por haber metido la pata un par de veces: al disparar la bengala que delató la posición del grupo y al confesar inocentemente la existencia del teléfono ante una pregunta capciosa de su enemigo. Mientras sus compañeros preparan unas parihuelas para transportar a la muchacha herida al campamento de la playa nuestro orondo amigo se sienta a su lado para velar su sueño y no puede evitar juguetear con el teléfono nuevo, aunque éste no acaba de funcionar. En ese momento despierta la nueva superviviente, quien ya algo recuperada parece ser capaz de entablar una breve conversación. Pero, ante la pregunta de Hurley, de si ha venido para rescatar a los supervivientes del vuelo 815, su respuesta es de lo más desconcertante: el avión que partió de Sydney y nunca llegó a Los Angeles fue finalmente encontrado y se declaró ante el mundo que todos sus pasajeros habían muerto.

Preocupados por la salud de la muchacha y esperanzados por la posibilidad de rescate que ella representa, nuestros ‘perdidos’ no pueden de momento asimilar lo que esta nueva noticia realmente significa. ¿Cómo pueden haber encontrado el avión siniestrado y haberles declarado muertos si nadie ha venido a la isla a buscarlos? ¿Se trata de un tremendo error por parte de las autoridades o de alguna extraña conspiración u oculto misterio? Lo que está claro es que ahora más que nunca están deseando establecer contacto con el mundo exterior, y cuentan para ello con un nuevo y sofisticado teléfono....


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- Juliet y Mikhail se prestan a ayudar a dos personas necesitadas de su pericia, pero ambos se encuentran también ligados, por las buenas o por las malas, con un grupo que resulta ser enemigo de las personas a las que están ayudando. Preferimos pensar que, como personas, se sintieron satisfechos de poder ayudar a un semejante, pero en ambos casos esta ayuda buscaba ser capitalizada con una ventaja para su bando, lo que supone de alguna manera una traición para nuestros supervivientes.

En el caso de Mikhail, lo que este hombre pretende a cambio de su ‘buena acción’ es su propia libertad, además de cierta información relevante (él entiende los balbuceos de la políglota paracaidista) y un modernísimo teléfono que puede dar una enorme ventaja táctica a los Otros. Al contrario que Hurley, el coreano (que de joven recibió entrenamiento militar) está alerta ante cualquier posible jugada del enemigo y no duda en impedirle que se salga con la suya. Charlie ve mala voluntad en la jugarreta del ruso, y prefiere hacerle prisionero, mientras que Desmond opta por mantener la palabra dada. Cada uno de los cuatro compañeros ha respondido de una manera diferente ante la ayuda revestida de amenaza: Hurley de manera inocente, Jin en modo de alerta dispuesto a actuar, Charlie de forma desconfiada y agresiva y Desmond con la mejor voluntad. En equipo no han hecho un mal trabajo: Desmond ha conseguido de él la ayuda necesaria y Jin ha impedido que escape con el teléfono, mientras que la desconfianza manifiesta de Charlie ha prevenido que la inocencia de Hurley cometiera más errores. Lo más llamativo del comportamiento de Mikhail en esta situación ha sido su desafiante sinceridad, dejando claro que es un enemigo pero dispuesto a ayudar bajo ciertas condiciones. Es esta actitud la que ha sacado de sus casillas a Charlie pero ha merecido el respeto de Desmond. Ante una situación tan compleja el combinado de las cuatro actitudes ha conseguido un resultado aceptable: respeto a la persona enemiga, mezclado con una cierta prevención y disposición a defenderse, sin perder del todo la inocencia y la buena voluntad.

Juliet despierta igualmente cierta prevención y susceptibilidad en la playa, y de paso levanta sospechas con respecto a Jack, pero en este caso Sun, dispuesta inicialmente a cuestionar a ambos, acaba dejándose ayudar por la doctora y bajando todas sus defensas ante la afabilidad de esta agradable mujer. Es muy difícil sentirse agradecido por un bien recibido y mantenerse al mismo tiempo alerta por si acaso. La dulzura de la rubia doctora comunica más familiaridad y confianza que la ruda actitud del tuerto ex-militar. La traición de Juliet es por tanto mucho más difícil de detectar y también más dolorosa y dañina.

- Está claro que duele mucho más descubrir la traición de un amigo que la faena de un enemigo declarado. Un amigo o un familiar, y sobre todo la propia pareja, recibe un gran grado de confianza que permite acceso a una mayor vulnerabilidad. Cuando esta cercanía se aprovecha para infligir un daño la víctima se siente doblemente golpeada. Pero en este episodio el pasado de Jin y Sun nos revela que no sólo personas infiltradas en nuestro círculo de amigos con malas intenciones pueden resultar traicioneras, sino que incluso con la mejor de las voluntades las personas amadas también pueden cometer errores y meterle a uno en un gran lío. Se trata, sin embargo, en el caso que estudiamos, de una buena voluntad combinada con graves mentiras y ocultamientos. Es posible que la opción de Sun por acallar a su chantajista suegra fuera en principio correcta, pero en el momento en que acepta el dinero de su padre somete a su marido a las reglas de éste sin su conocimiento, aparte de ir en contra de los expresos deseos de Jin. Está traicionándole bajo la excusa de querer protegerlo, y es esta situación la que estropeará al máximo su matrimonio –haciéndoles sufrir muchísimo a ambos– y le costará finalmente la vida a Jae Lee. Jin probablemente hubiera preferido conocer la identidad de su madre y pasar la vergüenza que fuera ante el mundo antes de convertirse en un mafioso. Paik habría reaccionado quizás furiosamente ante el deshonor que implicaba la noticia, lo cual hubiera supuesto una terrible prueba para esta pareja, pero seguramente hubieran sido capaces de superarlo, pues ya estaban casados y aún se amaban locamente. Jin estaba dispuesto a trabajar duro por mantener a su mujer y quizás habrían tenido que apartarse de Paik, lo cual, aún teniendo en cuenta los códigos de honor se la sociedad coreana, no parece una opción tan mala.

- Descubrimos por tanto dos constataciones para reflexionar: 1. La diversidad de un grupo de personas trabajando en equipo –incluyendo la aceptación de ayuda por parte de un enemigo– posibilita la superación de una grave dificultad. 2. El falseamiento de la verdad, aún con las mejores intenciones y entre personas que se quieren, es potencialmente una fuente de enorme sufrimiento, ya que por desgracia existen en nuestro mundo otras fuerzas menos benévolas siempre dispuestas a actuar.

Amparo