Desmond está viviendo una auténtica pesadilla que no sabe muy bien cómo interpretar. De vez en cuando ve como en una visión algo que va a pasar más tarde. Aparte de que esta circunstancia le resulte bastante desconcertante, supone una responsabilidad muy grande el conocer con antelación las inminentes desgracias ajenas, pues se siente obligado a hacer todo lo que esté en su mano por impedirlas. Pero corregir los errores del destino es una carga muy pesada para un mero mortal...
Ver el futuro en visiones no es sin embargo lo más extraño que le ha pasado a Desmond recientemente. Tras accionar la llave de seguridad del búnker vivió una experiencia rarísima. Se encontró de pronto de vuelta en Londres, en una fecha anterior (unos cuantos años antes), en su piso con su novia Penny. Parecía estar viviendo aquello de manera real, pero con recuerdos de todo lo que había pasado en el tiempo intermedio. No unos recuerdos claros, sino sólo en ráfagas: tanto del tiempo aquél, tal como ocurrió la primera vez, como de su etapa más reciente en la isla (recuerdos del velero, de Inman, de la estación Cisne y su ordenador, de Charlie...) El pobre escocés busca a su buen amigo Donovan, que es físico, para confiarle su experiencia, pero éste no puede creer que Desmond esté reviviendo su vida, como si hubiera viajado en el tiempo, por lo que la única ayuda que nuestro protagonista va a recibir para poder interpretar lo que le está ocurriendo es la de una extraña señora que parece saberlo todo sobre él y sobre el funcionamiento del mismísimo Universo.
Desmond no puede creer que la joyera a la que está comprando un anillo de compromiso para Penny hable de él como si supiera todo lo que va a hacer y dejar de hacer con su vida y por qué. Se rompe aquí uno de los principios más característicos de toda vida humana: el desconocimiento de lo que le va a pasar a uno en su futuro, pero sobre todo el desconocimiento que tienen los demás de lo que uno va a decidir hacer. De esta forma cada persona toma decisiones sobre su vida como mejor puede, haciéndose plenamente responsable de dichas decisiones. Que otra persona parezca conocer al dedillo tus decisiones futuras da un cierto sentido de irrealidad a la vida, como si fuera algo que responde a un guión ya escrito, te convierte en algo parecido a un mero personaje de ficción. De hecho, aparte de ser un recurso utilizado en el teatro, la novela o la filmografía más modernas, se trata de un rasgo muy típico de la tragedia clásica griega, en la que los héroes se encontraban a merced de un destino ya previamente seleccionado para ellos por parte de los dioses, y por más que lo intentaran terminaban siempre cumpliendo al pie de la letra el sino así fijado por los crueles inmortales.
La intrigante Ms. Hawking parece tener acceso a los secretos más recónditos del Universo, con la seguridad propia de alguien que conoce perfectamente cómo funciona el mismo. Es mucho más intrigante que un mero vidente, como el australiano señor Malkin que aconsejó a Claire que entregara su hijo en adopción a una pareja de Los Angeles. De hecho da pie a imaginar una conspiración maquiavélica que dominara a gran parte de la humanidad, o como alternativa, a constatar la existencia de una especie de “destino” universal, que cual guión cinematográfico tuviera perfectamente predeterminado el actuar de cada persona, como si de un gran teatro de marionetas se tratase. El transfondo de este episodio sería esa gran pregunta de la humanidad sobre hasta qué punto es posible la libertad individual, ya que nuestra experiencia habitual de libre albedrío se ve a veces contrastada con intuiciones en las que nos parece entrever como si una mano invisible concertara coincidencias y casualidades increíbles. El pobre Desmond se encuentra así arrojado en lo más nuclear del misterio de la experiencia humana, sin saber ya a qué atenerse en cuanto a su propia capacidad de reaccionar en libertad.
De hecho, los encuentros de Desmond con Donovan y Ms. Hawking recuerdan a otro episodio igualmente esotérico en el que Hurley se replantea lo que está viviendo en la isla con ayuda de Dave y Libby (2.18). El imaginario Dave trata de convencer a Hurley de que no ocurre lo que él cree que está ocurriendo, sino que nada de lo que experimenta en la isla existe en la realidad, siendo cada una de las coincidencias que descubre en su vida (el encontrar en la isla los números que repetía Leonard o el creer reconocer a Libby de antes) un montaje de su propia imaginación desbocada. Del mismo modo Donovan trata de convencer a Desmond de que se ha imaginado una isla donde tendrá una responsabilidad importante, como salvador del mundo, para compensar la humillación a la que le ha sometido Widmore. Finalmente tanto Libby como Ms. Hawking oyen de boca de Hugo y Des (respectivamente) que no son más que un invento de ellos, algo que su subconsciente ha forjado para convencerles de que dejen de hacer algo que muy en el fondo temen hacer (que Hugo no se tire por el barranco para despertar o que Desmond no se case con Penny), pero mientras que Libby protesta indignada, Ms. Hawking sonríe divertida. No parece que la isla fuera el invento de un Hurley que ha perdido la razón, pero la misteriosa historia de Desmond sí que parece tener ciertos visos de realidad, por extraño que parezca. Este personaje, al vivir tan en primera fila la implosión de la estación Cisne, parece haber traspasado las fronteras del tiempo y del espacio.
Pero vayamos al contenido concreto de sus visiones de futuro: aparte de haber sido testigo por adelantado del discurso de Locke (3.3), ha visto en dos ocasiones morir a Charlie (3.4 y 3.8), intentando salvarle cada vez como ha podido, de un modo que no despertara excesivas sospechas. Aunque no parece estar muy dispuesto a divulgar sus extraños poderes precognitivos, llega un momento en que Desmond no puede ocultarle más a su protegido lo que está pasando (o lo que va a pasar): que el joven rockero va a morir en un futuro próximo, pues parece que si no es de una manera será de otra y el involuntario profeta no podrá impedirlo indefinidamente.
La idea de que el Universo encuentra la manera de corregir los intentos de desviar el curso predeterminado del destino es una de las ideas que Ms. Hawking inculca a Desmond. En concreto, él quiere demostrar que a pesar de todo lo que el futuro le guarda él puede elegir casarse con Penny. Lo intenta una vez, cuando a pesar de la joyera (o con cierto consentimiento de la misma) se lleva el anillo pensando en proponerle matrimonio a su novia, pero la verdad es que cuando llega el momento de hacerlo no se considera digno de ella (algo que le ha echado en cara antes el padre de la chica) por lo que actúa según lo previsto en su “destino”. Finalmente, cuando comprueba en el pub que realmente se acuerda de las cosas tal y como van a suceder, siente que es capaz de cambiar ese “destino” y se decide a volver con Penny, pero es su propio deseo como buena persona de impedir que alguien –el barman– salga herido lo que cierra finalmente este paréntesis de su vida y con ello la posibilidad que le había sido concedida de volver con su chica (¿se le habría concedido esta nueva oportunidad porque lo último que dijo al girar la llave de seguridad en el búnker fue “te quiero Penny”?, 2.24).
Las botellas de whiskey McCutcheon han ido subrayando el itinerario de nuestro escocés: no pudo convencer a Widmore de ser un buen partido para Penny –no siendo considerado siquiera digno de beber un trago de un whiskey cuyo nombre es epítome de grandeza–, ni pudo aprovechar su segunda oportunidad de proponerle matrimonio y seguir con ella, como reconoce en el pub sintiendo de nuevo que no es digno de beber de esa botella –porque entre otras cosas no tiene el dinero suficiente–. Pero en la isla una nueva botella de tan preciado líquido aparece esta vez a su alcance: porque ya no es importante que tenga o deje de tener dinero, pero además porque Desmond ha realizado la acción heroica de salvarlos a todos no sólo cada 108 minutos durante tres años sino en su heroico acto final en el búnker y ha seguido dando la talla de un gran hombre al salvar un par de veces a Charlie de la manera más discreta. El pobre escocés, cansado de tantas pruebas del “destino”, disfruta de la carísima bebida, probablemente degustando a fondo la satisfacción de sentirse por fin verdaderamente digno de lujo tan exquisito. Pero Charlie, algo aturdido por los celos de que este hombre haya aparecido tan heroico ante su chica, sigue tachándole de cobarde. Realmente no le ha ofrecido la botella como tributo de gratitud y reconocimiento (durante tanto tiempo anhelados) sino como artimaña para sonsacarle. Desmond vuelve a encontrarse considerado como un pobre hombre al que nadie entiende, precisamente por el joven cuya desgraciada suerte tanta angustia le está causando. Su desazón, unida a la considerable borrachera, le obliga finalmente a compartir su secreto, de modo que Charlie va a saber a qué atenerse con respecto a las extrañas acciones de este colega de ahora en adelante. Desmond no paraba de decirte “no quieras saber lo que me pasó al girar la llave...” porque, Charlie, parece que de alguna forma tanto tu suerte como la suya están echadas. Él tenía que ser el salvador del mundo a cargo del ordenador del Cisne en la isla, y tú vas a morir pronto, porque el Universo (o la isla) parecen habérselo propuesto así. De este modo el extraño encuentro en las calles de Londres entre estos dos personajes aparece como profético, ya que el destino de estos dos hijos de la Gran Bretaña parece estar inextricablemente ligado.
A propósito, este encuentro no parece que tuviera lugar la primera vez, sino sólo la segunda, cuando Desmond revive su pasado, ya que dice que aquél día al salir de la oficina de Widmore y quitarse la corbata, Penny le preguntó por la corbata y después se puso a llover. Parece que Desmond en aquella otra ocasión había quedado con Penny a las puertas de la empresa de su padre. De todas formas, aunque las acciones de nuestro atribulado protagonista no sean exactamente iguales esta segunda vez (como tampoco lo serán su encuentro con Donovan ni con Ms. Hawking), se supone que la meteorología, los deportes y los hechos de ciertas terceras personas si se mantienen. Como se mantuvo la foto que se hizo la pareja junto al Támesis (extraña decisión la de poner un fondo falso cuando uno se encuentra en el centro más emblemático de Londres, quizás porque el fotógrafo estaba harto de que la mayoría de los días estuviera nublado). Tres encuentros son entonces novedad en esta segunda oportunidad de Desmond: primero con Charlie (cantando la canción “Wonderwall” de Oasis, en la que habla de su necesidad de salvación y que es cuando Desmond se da cuenta por primera vez de que está reviviendo su pasado), segundo con Donovan (que, como Dave a Hurley, pretende hacerle creer que la isla es algo irreal e imaginado) y tercero con Ms. Hawking (ante quien en un principio reacciona afirmando su propia libertad, pero ante cuya forma de pensar parece haberse rendido totalmente al final del episodio).
Nuevamente la canción “Make Your Own Kind of Music” actúa como leit-motiv del atribulado Desmond: “haz tu propia música, canta tu propia canción...” es la melodía y letra que reconoce un par de veces durante su visita al pasado como verdadera conexión con quién él ha sido, como prueba de que está de nuevo al mando en su vida. (De hecho, el uso de las diversas canciones y especialmente la música original de Michael Giacchino, hacen de este episodio, junto a su extraordinario guión, uno de los mejores de la serie hasta el momento).
El viaje de Desmond a su pasado, fuera real o virtual, termina bruscamente al despertar de nuevo en la pesadilla viviente que es su estancia en la isla (es curioso que a pesar de haber perdido la ropa, algo que podría indicar un viaje en el tiempo, no hay consistencia en el estado de su barba, pues en la isla tiene algo de barba mientras que en su estancia en Londres está perfectamente afeitado). Y si su tarea anterior de héroe oculto en el búnker había sido terriblemente pesada y solitaria, su nueva misión como superhéroe, capaz de salvar a sus compañeros en peligro, va a ser especialmente exigente y ardua. Este joven, un buen hombre como hay pocos en opinión de Penny, pero sin dinero ni prestigio social alguno, ha sido predestinado a salvar a los demás una y otra vez, debiendo estar dispuesto a probar repetidamente su coraje, su valía y su gran corazón, quizás porque él mismo no deja de creerse un pobre cobarde, que no hizo más que fallarle a su verdadero amor.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- El personaje de Desmond, confuso por un destino abrumador, contrasta con el de Locke, que parece buscar incansable esa sensación de destino, de ser un gran hombre y un salvador. La isla, o la maquiavélica conspiración universal que pareciera estar detrás de todo esto, ha dispuesto una misión diferente para cada uno de ellos. Desmond escaparía de buena gana a cada uno de estos designios para poder volver con Penny, pues es lo que él realmente valora, mientras que Locke, en su desesperada búsqueda de sentido, dejó escapar a Helen, su gran amor. De hecho, los dos casos no son tan diferentes, puesto que Desmond se alejó de Penny al necesitar desesperadamente recobrar su honor y ha demostrado recientemente que aún no ha aprendido la lección, que a pesar de haber salvado al mundo durante varios años sigue sin ser capaz de considerarse digno de su amada.
- Otra cuestión me resulta especialmente interesante en el caso de Desmond. Además de la figura de héroe griego que ya sugiere el mero nombre de su novia Penélope, la nueva habilidad de Desmond recuerda a los profetas del Antiguo Testamento. Estos personajes eran elegidos para un destino al servicio de la humanidad, como mensajeros de la voluntad de Dios, que en muchos casos resultaba ser el anuncio de algún mal que se acercaba y que requería una conversión en el destinatario del mensaje (usualmente el pueblo de Israel). Especialmente ilustrativa es la historia de Jonás, el profeta que no quiso ir a contar las malas noticias a la ciudad de Nínive sino que pretendió escapar a esta elección divina embarcándose en una travesía marítima hasta ser engullido por una ballena y devuelto a su misión. La tarea de este profeta era en el fondo una tarea de salvación, pero exigía la pesada misión de dirigirse a un pueblo extranjero y anunciarle calamidades sugiriendo su conversión. Algunos de los antiguos profetas sufrieron mucho, debiendo renunciar a muchos bienes de su vida privada, por este destino especial. El Dios de Israel que los llamaba escuchaba sus quejas y los dejaba decidirse, aunque también sabía hacerse obedecer. Es seña de identidad de la fe de los judíos (como de su cercana pariente la fe cristiana), el creer que Dios te llama a una misión, de forma que eres personalmente elegido para ella, pero esta misión te es solicitada y explicada, en diálogo respetuoso. Dios se supone que sabe a quién elige y le da las fuerzas y el apoyo necesario, de forma que la tarea no llegue a serle destructiva sino que, aunque a veces sea especialmente dura, se convierte en fuente de satisfacción personal. El destino individual se debate entonces en una relación personal con un Dios providente, que conoce las múltiples personalidades y decisiones de sus hijos y prevé dónde y cuándo se necesita un sacrificio salvador. La persona así llamada (vocacionada) puede responder que sí o que no a esta llamada. Se produce de este modo un equilibrio entre libertad y providencia: en vez de un destino totalmente predeterminado que nos convierte en meras marionetas, se concibe el universo suficientemente controlado en manos de un Dios respetuoso, benevolente y protector.
- Se entiende, desde este marco, que Desmond se sintiera llamado a alguna acción heroica, a poder materializar su capacidad de entrega a los demás. Penny había reconocido en él su esencial bondad, que de algún modo estaba llamada a plasmarse en algo real. El buen escocés no acaba de encontrarse a gusto sin tener oficio ni beneficio mientras vivía con una joven extremadamente rica, por lo que, venga de su subconsciente o no, escucha esa llamada de que las cosas no deben ser así, de que el mundo está esperando algo diferente de él, algo que él parece reconocer en un principio en la vocación a las fuerzas armadas. Él nunca olvidará a Penny, pero no puede tampoco traicionar esa llamada especial, aunque no acabe de identificar del todo de qué se trata.
- Igualmente, en los acontecimientos que está viviendo en esta temporada en la isla, Desmond probablemente preferiría no tener esa nueva capacidad de visión profética. Pero ésta le ha sido dada y no puede dejar de actuar en consecuencia. La misión es difícil y le resultará muy dura, pero él no puede dejar de poner su don al servicio de los demás, sobre todo cuando se trata de algo tan irreversible como una cuestión de vida o muerte.
- Dos conclusiones podemos sacar para aplicar a nuestras vidas: Una cierta inquietud o desazón con nuestra situación actual puede indicar una llamada a una tarea muy especial que permita expresar alguna profunda aspiración que alberga nuestro interior. Ésta puede incluso permanecer escondida durante varios años, llegando a expresarse eventualmente, quizás en una decisión a simple vista inexplicable porque parece inconsistente con todas nuestras decisiones previas. Por otro lado, o relacionado con esta misma inexplicable inquietud, podemos reconocer en nosotros un don especial que nos ha sido dado, quizás en cierta medida incómodo, pero que de por sí nos impulsa a ponerlo en funcionamiento al servicio de los demás. Ni la inquietud vocacional ni el don suponen una obligación, sino más bien una invitación a seguir cierto camino, quizás difícil, pero también acompañado de la satisfacción de estar cumpliendo una tarea especialmente significativa en el conjunto de la humanidad.
Amparo
Ver el futuro en visiones no es sin embargo lo más extraño que le ha pasado a Desmond recientemente. Tras accionar la llave de seguridad del búnker vivió una experiencia rarísima. Se encontró de pronto de vuelta en Londres, en una fecha anterior (unos cuantos años antes), en su piso con su novia Penny. Parecía estar viviendo aquello de manera real, pero con recuerdos de todo lo que había pasado en el tiempo intermedio. No unos recuerdos claros, sino sólo en ráfagas: tanto del tiempo aquél, tal como ocurrió la primera vez, como de su etapa más reciente en la isla (recuerdos del velero, de Inman, de la estación Cisne y su ordenador, de Charlie...) El pobre escocés busca a su buen amigo Donovan, que es físico, para confiarle su experiencia, pero éste no puede creer que Desmond esté reviviendo su vida, como si hubiera viajado en el tiempo, por lo que la única ayuda que nuestro protagonista va a recibir para poder interpretar lo que le está ocurriendo es la de una extraña señora que parece saberlo todo sobre él y sobre el funcionamiento del mismísimo Universo.
Desmond no puede creer que la joyera a la que está comprando un anillo de compromiso para Penny hable de él como si supiera todo lo que va a hacer y dejar de hacer con su vida y por qué. Se rompe aquí uno de los principios más característicos de toda vida humana: el desconocimiento de lo que le va a pasar a uno en su futuro, pero sobre todo el desconocimiento que tienen los demás de lo que uno va a decidir hacer. De esta forma cada persona toma decisiones sobre su vida como mejor puede, haciéndose plenamente responsable de dichas decisiones. Que otra persona parezca conocer al dedillo tus decisiones futuras da un cierto sentido de irrealidad a la vida, como si fuera algo que responde a un guión ya escrito, te convierte en algo parecido a un mero personaje de ficción. De hecho, aparte de ser un recurso utilizado en el teatro, la novela o la filmografía más modernas, se trata de un rasgo muy típico de la tragedia clásica griega, en la que los héroes se encontraban a merced de un destino ya previamente seleccionado para ellos por parte de los dioses, y por más que lo intentaran terminaban siempre cumpliendo al pie de la letra el sino así fijado por los crueles inmortales.
La intrigante Ms. Hawking parece tener acceso a los secretos más recónditos del Universo, con la seguridad propia de alguien que conoce perfectamente cómo funciona el mismo. Es mucho más intrigante que un mero vidente, como el australiano señor Malkin que aconsejó a Claire que entregara su hijo en adopción a una pareja de Los Angeles. De hecho da pie a imaginar una conspiración maquiavélica que dominara a gran parte de la humanidad, o como alternativa, a constatar la existencia de una especie de “destino” universal, que cual guión cinematográfico tuviera perfectamente predeterminado el actuar de cada persona, como si de un gran teatro de marionetas se tratase. El transfondo de este episodio sería esa gran pregunta de la humanidad sobre hasta qué punto es posible la libertad individual, ya que nuestra experiencia habitual de libre albedrío se ve a veces contrastada con intuiciones en las que nos parece entrever como si una mano invisible concertara coincidencias y casualidades increíbles. El pobre Desmond se encuentra así arrojado en lo más nuclear del misterio de la experiencia humana, sin saber ya a qué atenerse en cuanto a su propia capacidad de reaccionar en libertad.
De hecho, los encuentros de Desmond con Donovan y Ms. Hawking recuerdan a otro episodio igualmente esotérico en el que Hurley se replantea lo que está viviendo en la isla con ayuda de Dave y Libby (2.18). El imaginario Dave trata de convencer a Hurley de que no ocurre lo que él cree que está ocurriendo, sino que nada de lo que experimenta en la isla existe en la realidad, siendo cada una de las coincidencias que descubre en su vida (el encontrar en la isla los números que repetía Leonard o el creer reconocer a Libby de antes) un montaje de su propia imaginación desbocada. Del mismo modo Donovan trata de convencer a Desmond de que se ha imaginado una isla donde tendrá una responsabilidad importante, como salvador del mundo, para compensar la humillación a la que le ha sometido Widmore. Finalmente tanto Libby como Ms. Hawking oyen de boca de Hugo y Des (respectivamente) que no son más que un invento de ellos, algo que su subconsciente ha forjado para convencerles de que dejen de hacer algo que muy en el fondo temen hacer (que Hugo no se tire por el barranco para despertar o que Desmond no se case con Penny), pero mientras que Libby protesta indignada, Ms. Hawking sonríe divertida. No parece que la isla fuera el invento de un Hurley que ha perdido la razón, pero la misteriosa historia de Desmond sí que parece tener ciertos visos de realidad, por extraño que parezca. Este personaje, al vivir tan en primera fila la implosión de la estación Cisne, parece haber traspasado las fronteras del tiempo y del espacio.
Pero vayamos al contenido concreto de sus visiones de futuro: aparte de haber sido testigo por adelantado del discurso de Locke (3.3), ha visto en dos ocasiones morir a Charlie (3.4 y 3.8), intentando salvarle cada vez como ha podido, de un modo que no despertara excesivas sospechas. Aunque no parece estar muy dispuesto a divulgar sus extraños poderes precognitivos, llega un momento en que Desmond no puede ocultarle más a su protegido lo que está pasando (o lo que va a pasar): que el joven rockero va a morir en un futuro próximo, pues parece que si no es de una manera será de otra y el involuntario profeta no podrá impedirlo indefinidamente.
La idea de que el Universo encuentra la manera de corregir los intentos de desviar el curso predeterminado del destino es una de las ideas que Ms. Hawking inculca a Desmond. En concreto, él quiere demostrar que a pesar de todo lo que el futuro le guarda él puede elegir casarse con Penny. Lo intenta una vez, cuando a pesar de la joyera (o con cierto consentimiento de la misma) se lleva el anillo pensando en proponerle matrimonio a su novia, pero la verdad es que cuando llega el momento de hacerlo no se considera digno de ella (algo que le ha echado en cara antes el padre de la chica) por lo que actúa según lo previsto en su “destino”. Finalmente, cuando comprueba en el pub que realmente se acuerda de las cosas tal y como van a suceder, siente que es capaz de cambiar ese “destino” y se decide a volver con Penny, pero es su propio deseo como buena persona de impedir que alguien –el barman– salga herido lo que cierra finalmente este paréntesis de su vida y con ello la posibilidad que le había sido concedida de volver con su chica (¿se le habría concedido esta nueva oportunidad porque lo último que dijo al girar la llave de seguridad en el búnker fue “te quiero Penny”?, 2.24).
Las botellas de whiskey McCutcheon han ido subrayando el itinerario de nuestro escocés: no pudo convencer a Widmore de ser un buen partido para Penny –no siendo considerado siquiera digno de beber un trago de un whiskey cuyo nombre es epítome de grandeza–, ni pudo aprovechar su segunda oportunidad de proponerle matrimonio y seguir con ella, como reconoce en el pub sintiendo de nuevo que no es digno de beber de esa botella –porque entre otras cosas no tiene el dinero suficiente–. Pero en la isla una nueva botella de tan preciado líquido aparece esta vez a su alcance: porque ya no es importante que tenga o deje de tener dinero, pero además porque Desmond ha realizado la acción heroica de salvarlos a todos no sólo cada 108 minutos durante tres años sino en su heroico acto final en el búnker y ha seguido dando la talla de un gran hombre al salvar un par de veces a Charlie de la manera más discreta. El pobre escocés, cansado de tantas pruebas del “destino”, disfruta de la carísima bebida, probablemente degustando a fondo la satisfacción de sentirse por fin verdaderamente digno de lujo tan exquisito. Pero Charlie, algo aturdido por los celos de que este hombre haya aparecido tan heroico ante su chica, sigue tachándole de cobarde. Realmente no le ha ofrecido la botella como tributo de gratitud y reconocimiento (durante tanto tiempo anhelados) sino como artimaña para sonsacarle. Desmond vuelve a encontrarse considerado como un pobre hombre al que nadie entiende, precisamente por el joven cuya desgraciada suerte tanta angustia le está causando. Su desazón, unida a la considerable borrachera, le obliga finalmente a compartir su secreto, de modo que Charlie va a saber a qué atenerse con respecto a las extrañas acciones de este colega de ahora en adelante. Desmond no paraba de decirte “no quieras saber lo que me pasó al girar la llave...” porque, Charlie, parece que de alguna forma tanto tu suerte como la suya están echadas. Él tenía que ser el salvador del mundo a cargo del ordenador del Cisne en la isla, y tú vas a morir pronto, porque el Universo (o la isla) parecen habérselo propuesto así. De este modo el extraño encuentro en las calles de Londres entre estos dos personajes aparece como profético, ya que el destino de estos dos hijos de la Gran Bretaña parece estar inextricablemente ligado.
A propósito, este encuentro no parece que tuviera lugar la primera vez, sino sólo la segunda, cuando Desmond revive su pasado, ya que dice que aquél día al salir de la oficina de Widmore y quitarse la corbata, Penny le preguntó por la corbata y después se puso a llover. Parece que Desmond en aquella otra ocasión había quedado con Penny a las puertas de la empresa de su padre. De todas formas, aunque las acciones de nuestro atribulado protagonista no sean exactamente iguales esta segunda vez (como tampoco lo serán su encuentro con Donovan ni con Ms. Hawking), se supone que la meteorología, los deportes y los hechos de ciertas terceras personas si se mantienen. Como se mantuvo la foto que se hizo la pareja junto al Támesis (extraña decisión la de poner un fondo falso cuando uno se encuentra en el centro más emblemático de Londres, quizás porque el fotógrafo estaba harto de que la mayoría de los días estuviera nublado). Tres encuentros son entonces novedad en esta segunda oportunidad de Desmond: primero con Charlie (cantando la canción “Wonderwall” de Oasis, en la que habla de su necesidad de salvación y que es cuando Desmond se da cuenta por primera vez de que está reviviendo su pasado), segundo con Donovan (que, como Dave a Hurley, pretende hacerle creer que la isla es algo irreal e imaginado) y tercero con Ms. Hawking (ante quien en un principio reacciona afirmando su propia libertad, pero ante cuya forma de pensar parece haberse rendido totalmente al final del episodio).
Nuevamente la canción “Make Your Own Kind of Music” actúa como leit-motiv del atribulado Desmond: “haz tu propia música, canta tu propia canción...” es la melodía y letra que reconoce un par de veces durante su visita al pasado como verdadera conexión con quién él ha sido, como prueba de que está de nuevo al mando en su vida. (De hecho, el uso de las diversas canciones y especialmente la música original de Michael Giacchino, hacen de este episodio, junto a su extraordinario guión, uno de los mejores de la serie hasta el momento).
El viaje de Desmond a su pasado, fuera real o virtual, termina bruscamente al despertar de nuevo en la pesadilla viviente que es su estancia en la isla (es curioso que a pesar de haber perdido la ropa, algo que podría indicar un viaje en el tiempo, no hay consistencia en el estado de su barba, pues en la isla tiene algo de barba mientras que en su estancia en Londres está perfectamente afeitado). Y si su tarea anterior de héroe oculto en el búnker había sido terriblemente pesada y solitaria, su nueva misión como superhéroe, capaz de salvar a sus compañeros en peligro, va a ser especialmente exigente y ardua. Este joven, un buen hombre como hay pocos en opinión de Penny, pero sin dinero ni prestigio social alguno, ha sido predestinado a salvar a los demás una y otra vez, debiendo estar dispuesto a probar repetidamente su coraje, su valía y su gran corazón, quizás porque él mismo no deja de creerse un pobre cobarde, que no hizo más que fallarle a su verdadero amor.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- El personaje de Desmond, confuso por un destino abrumador, contrasta con el de Locke, que parece buscar incansable esa sensación de destino, de ser un gran hombre y un salvador. La isla, o la maquiavélica conspiración universal que pareciera estar detrás de todo esto, ha dispuesto una misión diferente para cada uno de ellos. Desmond escaparía de buena gana a cada uno de estos designios para poder volver con Penny, pues es lo que él realmente valora, mientras que Locke, en su desesperada búsqueda de sentido, dejó escapar a Helen, su gran amor. De hecho, los dos casos no son tan diferentes, puesto que Desmond se alejó de Penny al necesitar desesperadamente recobrar su honor y ha demostrado recientemente que aún no ha aprendido la lección, que a pesar de haber salvado al mundo durante varios años sigue sin ser capaz de considerarse digno de su amada.
- Otra cuestión me resulta especialmente interesante en el caso de Desmond. Además de la figura de héroe griego que ya sugiere el mero nombre de su novia Penélope, la nueva habilidad de Desmond recuerda a los profetas del Antiguo Testamento. Estos personajes eran elegidos para un destino al servicio de la humanidad, como mensajeros de la voluntad de Dios, que en muchos casos resultaba ser el anuncio de algún mal que se acercaba y que requería una conversión en el destinatario del mensaje (usualmente el pueblo de Israel). Especialmente ilustrativa es la historia de Jonás, el profeta que no quiso ir a contar las malas noticias a la ciudad de Nínive sino que pretendió escapar a esta elección divina embarcándose en una travesía marítima hasta ser engullido por una ballena y devuelto a su misión. La tarea de este profeta era en el fondo una tarea de salvación, pero exigía la pesada misión de dirigirse a un pueblo extranjero y anunciarle calamidades sugiriendo su conversión. Algunos de los antiguos profetas sufrieron mucho, debiendo renunciar a muchos bienes de su vida privada, por este destino especial. El Dios de Israel que los llamaba escuchaba sus quejas y los dejaba decidirse, aunque también sabía hacerse obedecer. Es seña de identidad de la fe de los judíos (como de su cercana pariente la fe cristiana), el creer que Dios te llama a una misión, de forma que eres personalmente elegido para ella, pero esta misión te es solicitada y explicada, en diálogo respetuoso. Dios se supone que sabe a quién elige y le da las fuerzas y el apoyo necesario, de forma que la tarea no llegue a serle destructiva sino que, aunque a veces sea especialmente dura, se convierte en fuente de satisfacción personal. El destino individual se debate entonces en una relación personal con un Dios providente, que conoce las múltiples personalidades y decisiones de sus hijos y prevé dónde y cuándo se necesita un sacrificio salvador. La persona así llamada (vocacionada) puede responder que sí o que no a esta llamada. Se produce de este modo un equilibrio entre libertad y providencia: en vez de un destino totalmente predeterminado que nos convierte en meras marionetas, se concibe el universo suficientemente controlado en manos de un Dios respetuoso, benevolente y protector.
- Se entiende, desde este marco, que Desmond se sintiera llamado a alguna acción heroica, a poder materializar su capacidad de entrega a los demás. Penny había reconocido en él su esencial bondad, que de algún modo estaba llamada a plasmarse en algo real. El buen escocés no acaba de encontrarse a gusto sin tener oficio ni beneficio mientras vivía con una joven extremadamente rica, por lo que, venga de su subconsciente o no, escucha esa llamada de que las cosas no deben ser así, de que el mundo está esperando algo diferente de él, algo que él parece reconocer en un principio en la vocación a las fuerzas armadas. Él nunca olvidará a Penny, pero no puede tampoco traicionar esa llamada especial, aunque no acabe de identificar del todo de qué se trata.
- Igualmente, en los acontecimientos que está viviendo en esta temporada en la isla, Desmond probablemente preferiría no tener esa nueva capacidad de visión profética. Pero ésta le ha sido dada y no puede dejar de actuar en consecuencia. La misión es difícil y le resultará muy dura, pero él no puede dejar de poner su don al servicio de los demás, sobre todo cuando se trata de algo tan irreversible como una cuestión de vida o muerte.
- Dos conclusiones podemos sacar para aplicar a nuestras vidas: Una cierta inquietud o desazón con nuestra situación actual puede indicar una llamada a una tarea muy especial que permita expresar alguna profunda aspiración que alberga nuestro interior. Ésta puede incluso permanecer escondida durante varios años, llegando a expresarse eventualmente, quizás en una decisión a simple vista inexplicable porque parece inconsistente con todas nuestras decisiones previas. Por otro lado, o relacionado con esta misma inexplicable inquietud, podemos reconocer en nosotros un don especial que nos ha sido dado, quizás en cierta medida incómodo, pero que de por sí nos impulsa a ponerlo en funcionamiento al servicio de los demás. Ni la inquietud vocacional ni el don suponen una obligación, sino más bien una invitación a seguir cierto camino, quizás difícil, pero también acompañado de la satisfacción de estar cumpliendo una tarea especialmente significativa en el conjunto de la humanidad.
Amparo
Editado el 4 de Agosto de 2008, a las 21:05, para correcciones redaccionales.