Al entrar al quirófano para operar a Ben Juliet esperaba interiormente que Jack, haciendo caso a las ideas que ella le presentó en un video ante su celda (3.5), aprovechara la ocasión para acabar con el enemigo de ambos, aunque probablemente albergaba serias dudas con respecto a la posibilidad de que el prisionero quisiera realmente hacerlo. Una vez que éste se ha hecho con el mando de la situación como cirujano y ha expuesto sus condiciones para no dejar morir al paciente, Juliet baraja rápidamente las opciones que se le presentan, siendo una de ellas simplemente dejar que los acontecimientos se desarrollen sin intervenir directamente: si Pickett impide que Kate y Sawyer se pongan a salvo en una hora, Jack dejará que Ben se desangre; sin embargo si los prisioneros escapan, la operación podrá proseguir normalmente. Tom está dispuesto a salvar la vida de Ben a toda costa, por lo que pide a Juliet que repare el daño causado por Jack, pero ella admite no estar capacitada para hacerlo. De todas formas enseguida se ve impelida a tomar una decisión: no puede permitirse perder esta oportunidad de acabar impunemente con el manipulador jefe de su grupo, por eso da las órdenes oportunas para que los prisioneros no puedan escapar: “si es preciso, matadlos”.
La hasta ahora inescrutable Juliet se nos presenta por tanto en un principio como una persona dispuesta sin problemas a matar: en primer lugar por su conspiración contra Ben, después por sus órdenes con respecto a Kate y Sawyer. Ya había detectado James la determinación de esta rubia a disparar, durante la escaramuza que protagonizó en el campo de trabajo (3.2). Sin embargo, las escenas que vamos a ver de su pasado en Miami nos proporcionan la necesaria perspectiva, presentándonos a una mujer totalmente diferente: una mujer apocada y sometida resignadamente al control férreo sobre su carrera que ejerce su ex-marido.
Aunque se trata de una investigadora puntera en tratamientos contra la infertilidad, más allá de los límites impuestos por las convenciones éticas, se encuentra totalmente asfixiada por el control exhaustivo que Edmund pretende hacer de su experimentación. Juliet ha intentado en vano mantener ocultos sus intentos de que su hermana Rachel, tras un tratamiento muy agresivo contra el cáncer, se quede embarazada. Su ex-marido y jefe de los laboratorios de investigación médica en los que trabaja ha adivinado sus propósitos y quiere sacar tajada de ellos. Porque sabe que la joven doctora con la que estuvo casado es un auténtico genio en su especialidad y puede revolucionar las posibilidades reproductivas en los seres humanos. El control que ejerce sobre ella parece provenir de sus sutiles amenazas con hundirla por sus supuestas transgresiones a la ética, si no se aviene a dejarle tomar a él ciertas decisiones.
Pero el enorme potencial de la línea de investigación de Juliet tampoco ha pasado desapercibido a una misteriosa organización interesada en cuestiones de fertilidad, “Mittelos Bioscience”, que insiste en contratarla. El representante de esta firma, Richard Alpert, se dirige a ella como a una eminente científica, mientras que ante él sólo vemos a una pobre mujer acobardada. El hábil entrevistador, sin arredrarse, intenta avanzar en la negociación presentando a su interlocutora una diapositiva con evidencia de un útero humano gravemente degradado. Juliet se acerca interesada, más confiada al encontrarse en su terreno, y se manifiesta sorprendida de que el útero pertenezca a una mujer joven. Protegida bajo la oscura luz del proyector que parece envolver a los dos en el extraño útero enfermo, Juliet confiesa sin embargo que ella no puede decidir sobre su propio destino profesional, porque su ex no se lo permite. Hay algo igualmente enfermizo en su situación, la joven promesa de la ciencia se encuentra encerrada en una oscuridad que la esteriliza. Pero Alpert no recela de la oscuridad de las circunstancias que ella expone sino que se acerca solícito, ingresando en la misma zona oscura (sea esto expresión de su extrema solidaridad o de una siniestra ambigüedad) al ofrecerle todo el apoyo que ella necesite para poder dedicarse de una forma más satisfactoria y fructífera a su vocación. Ante tan incondicionado reconocimiento a su valía la frustrada doctora se permite expresar su deseo de salir de su encierro. Pero su deseo de libertad, tan fuertemente reprimido, toma impulsivamente la forma de una hipótesis atroz (que aunque expresada con voz débil y temblorosa, permite adivinar el origen de su posible actitud asesina): “Si lo arrollara (a Edmund) un autobús, ¿qué le parece?, eso serviría”.
Podemos pensar que es su desesperación la que formula una frase tan sumamente impactante. Juliet tiene ante sí una oportunidad de oro, pero cree saber que para ella no es posible ya cumplir ese sueño. Sólo que no imagina que su deseo de libertad, expresado en hipótesis tan brutal, no va a quedarse como meras palabras en el aire. Sea por una extrañísima casualidad o por un fatídico destino, por acción mafiosa de la organización que requiere sus servicios o por la misteriosa capacidad de esta doctora de que el Universo cumpla sus deseos más peregrinos, el caso es que poco después un autobús aprovecha puntualmente un descuido del odiado científico dejándole tendido muerto junto a la acera. Juliet aterrorizada no sabe calibrar si debe considerarse culpable de semejante accidente.
La joven investigadora, una vez eliminado el principal obstáculo, parece que accedió finalmente al requerimiento de Alpert (por la presencia de Ethan sabemos que “Mittelos Bioscience” tiene algo que ver con nuestra isla), de modo que acaba finalmente formando parte del grupo de los Otros, en el que lleva algo más de tres años. A pesar de su hermetismo en los episodios previos, muchas señales indican que esta nueva situación ha llegado a serle tan insoportable como la que vivió en Miami: su actitud llorosa ante el espejo marcó esta temporada desde su inicio (3.1) y hemos visto una evidente tensión en su relación con Ben en cada episodio subsiguiente. Ante una nueva situación de sometimiento Juliet vuelve a desear la muerte de la persona que la mantiene sometida: en este caso el experto manipulador Benjamin Linus. Pero algo ha cambiado en ella en estos tres años y ya no va a dejar resignadamente que el destino u otros agentes desconocidos (ni siquiera una enfermedad mortal) se hagan cargo de eliminar a su enemigo. Juliet está ahora decidida a tomar parte activa en producir el cambio que necesita, pero sigue pareciéndonos excesivo que esta señora que parecía tan respetable esté dispuesta a matar no sólo al responsable de su desesperación sino a terceras personas como simples medios para obtener el ansiado cambio.
Juliet manifiesta en el quirófano que, dado que el plan de Jack no es efectivo puesto que éste no ha tenido en cuenta que se hallan en una pequeña isla, se debe impedir la fuga de los prisioneros hasta matarlos si es preciso. Explica después que lo más probable es que aún así Jack no sea capaz de dejar morir a Ben. Todo esto suena a doble juego para aparentar que sigue estando de parte de los Otros pero forzar al mismo tiempo la situación para que Ben acabe muerto. Sólo que esta actitud contraría a nuestro esforzado doctor, pues intenta malograr totalmente su plan, por lo que éste contraataca acusándola de conspiración contra la vida de su jefe. Tom, dudando de las verdaderas intenciones de su compañera, la envía fuera. Sólo un rato después, tras una conversación con Ben (quien la manda llamar tras despertar de su anestesia en medio de semejante faena) Juliet recapacita y cambia de opinión. Con la misma determinación con la que había apoyado una postura, apoya ahora la contraria: la impredecible Juliet (no tan impredecible para Ben) se compromete a hacer todo lo que esté en su mano para liberar a Kate y a Sawyer, de modo que Jack acceda a salvar la vida de su paciente. El cambio de 180º se produce porque ahora Ben le ha dado su palabra de que por fin va a dejarla salir de la isla y volver a casa.
Como por arte de magia la inflexible guardiana de Jack ha pasado a ser su aliada, convertida en colaboradora de la evasión de los prisioneros pasa a su vez a ser enemiga mortal de todo aquél que pretenda impedirla. De este modo Juliet no duda en disparar a muerte al que ha sido hasta ahora su compañero, Danny Pickett, de forma que Sawyer y Kate puedan escapar. Aunque se la vio afectada por la muerte de su mujer Colleen (3.4), parece que la muerte de este hombre a sus propias manos no le afecta para nada. Como elementos objetivos a favor de la acción de Juliet podemos constatar los siguientes: 1. El viudo estaba actuando últimamente con una violencia excesiva, como desbocado en su deseo de venganza. 2. También había decidido desatender los deseos de su superior Ben (o más bien lo que Juliet le había dicho que era orden de Ben, pero que él no se acababa de creer), por lo que su persecución queda desautorizada, mientras que Juliet obedece órdenes de la autoridad establecida en su sociedad. 3. En último término la doctora impide de la única manera posible que Danny mate a una persona inocente.
Una decisión de Ben, el todopoderoso jefe de los Otros, ha cambiado el estatus de los prisioneros, que ya no son individuos a los que se debe perseguir a muerte sino personas que se debe proteger y dejar escapar. Juliet, a pesar de su drástico cambio, continúa moviéndose dentro de la legalidad de su sistema, mientras que Pickett se ha quedado fuera del mismo casi sin enterarse y ha pagado con su vida este desfase. La doctora, al matar a Danny, está salvando a la vez la vida de Sawyer y la de Ben. Pero no parece una acción muy heroica puesto que no muchos minutos antes estaba dispuesta a que murieran tanto Ben como Sawyer (e incluso Kate) y, en el fondo, parece no importarle nada en absoluto la vida ni la muerte tanto de unos como de Otros.
Las lágrimas de Juliet ante el cadáver de Edmund, totalmente confusa y desorientada porque quizás haya causado ella involuntariamente la muerte de esta persona, contrastan con la frialdad de la que se ha convertido en una de las líderes de los Otros ante el cadáver del compañero que acaba de matar. La acción de Juliet recuerda en cierto modo a la del traidor Michael: mata a uno (él a dos) de los suyos por ayudar a dos prisioneros (él a uno) del grupo contrario, porque le han encargado expresamente que ayude a esta liberación (2.20). A Michael le prometieron a cambio que le devolverían la libertad a su hijo (2.22); a Juliet la suya propia. El caso de Michael parece más grave puesto que ni Ana ni Libby estaban directamente amenazando la vida del prisionero, como sí estaba haciendo Danny. Pero al menos hemos visto a Michael angustiarse tremendamente por las muertes de sus compañeras (2.20-2.23). No así Juliet, que parece haber llegado a un punto en el que no le importan ya ni propios ni extraños, como persona que no pertenece realmente a ninguno de los dos grupos, sino que sobrevive como puede entre ellos. Juliet parece sentirse tan prisionera de los Otros como el propio Jack (hablando con él los menciona como “ellos”), pero, puesto que ejerce un cierto papel de liderazgo en esa comunidad, ni siquiera puede aliarse con los prisioneros (como hace Alex). Hemos visto cómo esta mujer, tremendamente sola y casi desesperada, recurre a su valiosa inteligencia e incluso a una violencia indiscriminada, porque intenta salir a toda costa del oscuro y enfermizo encierro (cual decepcionante útero estéril) en el que nuevamente se encuentra.
Y no directamente en Alex, sino en su querido y añorado Karl encontramos otro personaje de los Otros que se encuentra preso entre los que se supone debían ser los suyos. Karl estuvo encerrado en una jaula y fue duramente golpeado tras su fallido intento de fuga (3.1), después ha estado confinado en una cámara de tortura, sometido a un lavado de cerebro por medio de imágenes cambiantes y sonidos estridentes que se ha visto forzado a ver y oír, sin poder dormir, durante varios días. En la joven Alexandra reencontramos de nuevo el drama de alguien forzado a traicionar a los suyos (incluso a su padre Ben) por liberar a la persona que ama. Puesto que Alex no tiene una pistola no se ha visto en el caso de tener que matar a nadie (como Michael o Juliet), aunque no ha dudado en utilizar con asiduidad y puntería su tirachinas, ni en atacar a su compañero Aldo. Alex decide desde el principio aliarse con los otros prisioneros (en 3.2 se comunica con Kate; en 3.6 parece que irrumpe en el campo de trabajo con intención de liberar a Sawyer y a Kate, consiguiendo al menos avisar a ésta de que quieren matar a su novio), pues tampoco cree que éstos sean una amenaza sino pobres víctimas de las injustificables manipulaciones de su gente (como ya vimos que le pasó con Claire en el episodio 2.15). Sin negar el sufrimiento de esta joven, que se ve forzada a pelear y a esconderse para defender al muchacho que ella quiere, su desesperación y soledad no alcanza los abismos que deja entrever el personaje de Juliet, quien no cuenta tan siquiera con una persona en la isla por la que esté dispuesta a luchar.
Ajeno a estos acontecimientos pero confiando en la palabra de Juliet, Jack ha continuado con la operación, asistido por Tom, especialmente poco ducho en este tipo de tareas. Mientras tanto Sawyer y Kate han liberado a Karl y, una vez que el principal obstáculo –Pickett– ha sido derribado por Juliet, se disponen a marchar a su propia isla en la canoa que les ha proporcionado Alex. En este momento Juliet recuerda a Kate que debe cumpir con el último requisito de Jack: que le cuente por el walkie-talkie la historia que él le había pedido. Cuatro situaciones se ponen en paralelo durante esta narración: 1. Jack, enfrentado a su primera operación en solitario, daña sin querer a su paciente pero supera el miedo contando hasta cinco y finalmente la salva. 2. Kate se enfrenta también a la primera vez que tiene que coser la herida de una persona, pero a pesar de su inicial rechazo lo hace y de paso aprende una fórmula para superar el miedo (1.1). 3. Jack, en perfecto paralelo con la historia original, acaba de rasgar una arteria de su paciente y se esfuerza en reparar el daño a tiempo en medio del caos que se le ha formado allí y a pesar de no disponer de la asistencia cualificada que necesita. 4. Jack y Kate, por el walkie-talkie, vuleven a ayudarse mutuamente: Kate ya no cose la herida de Jack, pero le ayuda con su voz (transmitiéndole su cariño y confianza en él) a superar la situación de emergencia en que se encuentra (aunque sólo sea haciendo que Tom confíe en este doctor que resolvió así su primer caso, siendo Tom en cierto modo el que reproduce el papel de Kate de la situación 2, metido involuntariamente a ayudante de cirujano y con ganas de salir corriendo). Jack por su parte, no está ayudando esta vez a Kate a superar su miedo, pero sí está rematando la tarea de salvarla pidiéndole que escape y prometa no volver a buscarle.
La conexión radiofónica entre Jack y Kate tiene la densa intensidad de un momento compartido que se vive en resonancia con otros muchos momentos vividos juntos en el pasado, y que se trunca súbitamente en un adiós que parece definitivo. El transfondo de esta conversación es la heroica decisión de Jack de favorecer la huida de Kate y Sawyer quedándose él atrás y el doloroso agradecimiento de Kate, forzada a aceptar dicho sacrificio. El especial significado de esta conversación no pasa desapercibido a ninguno de los testigos de la misma: por un lado Tom, en el quirófano, que admirado por el coraje de la persona que tiene ante él se atreve a esperar que consiga curar a Ben; por otro lado Juliet, Sawyer, Alex y Karl, que no pueden evitar contrastar sus sentimientos con aquello que están oyendo. La joven pareja ha tenido que despedirse de forma similar a lo que viven Kate y Jack, pues parece que es necesario que Alex se quede atrás, separada del joven que ama, para que éste pueda sobrevivir. Sawyer, por su parte, trata de asimilar lo que supone para su relación con la pecosa este nuevo acto heroico de Jack que sabe que Kate nunca podrá olvidar. Y Juliet se deja empapar a fondo de la calidad humana del doctor al que ha estado custodiando (capaz de estar ahí siempre para los demás a pesar del propio miedo), y del tipo de solidaridad y amor que está presenciando (entre Karl y Alex, y entre Jack, Kate y Sawyer), sin poder evitar que crezca en ella una enorme nostalgia, sobre todo cuando ve alejarse la canoa de la playa, por volver de una vez por todas con su verdadera familia a casa.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- A la familia que Juliet añora pertenece especialmente Rachel, su hermana finalmente embarazada. El amor por su hermana ha sacado de Juliet lo mejor de ella misma, incentivando enormemente su investigación pro-fertilidad, mientras que Rachel, generosamente, ha animado siempre a Juliet a buscar su camino, aunque supusiera una separación entre ellas. Pero en continuidad con la típica complejidad moral de las situaciones presentadas en esta serie, parece que en este proceso de mutua ayuda ambas hermanas han traspasado algunos límites éticos que el episodio no se para a explorar. Si se trata, como parece, de una mujer con deseo de ser madre a pesar de sufrir un grave deterioro de su útero, las objeciones éticas pueden ser diversas. Dejando aparte el supuesto robo de material del laboratorio, Rachel y Juliet están intentando traer una vida al mundo en una situación altamente irregular: la propia vida de Rachel corre peligro debido a una grave enfermedad, no del todo superada, por lo que el proceso de crecimiento del bebé estará sometido a un grave riesgo de malformaciones e incluso de inviabilidad. Y en el caso de que el niño llegue a nacer puede encontrarse fácilmente pronto sin madre, y al parecer también sin padre (además de que su tía, que no terminó precisamente en Portland, tampoco iba a estar presente en la primera infancia de esta criatura, aunque las hermanas no conocían este detalle al tomar tan grave decisión). Las intenciones y circunstancias de Juliet y Rachel en este caso no se detallan, por lo que no podemos determinar el auténtico alcance ético de sus acciones. La problemática ética queda reducida a una herramienta de extorsión por parte de Edmund y en todo caso, dado que Juliet se ha visto en este episodio envuelta en otros conflictos éticos bastante complicados la cuestión ha quedado un tanto arrinconada.
- Es importante que las sociedades se planteen normas éticas para regular este tipo de tratamientos fertilizantes, exigiendo una mayor responsabilidad hacia la vida de los futuros niños, que no deben ser expuestos a riesgos tan enormes por el mero capricho de personas que sólo desean cumplir a toda costa (aun a costa del niño) su deseo de ser padres. Pero las habilidades de Juliet pueden tener un significado totalmente distinto si nos planteamos, como parece insinuarse que es la situación de los Otros en la isla, una comunidad incapaz de procrear, un grupo de mujeres cuyo endometrio envejece tan rápidamente que nunca podrán tener hijos. Si se tratara de una epidemia local, podría uno verdaderamente elevar protestas éticas ante el intento de conseguir a toda costa la reproducción de estas mujeres, pero la cosa cambiaría mucho si se tratara de una epidemia global, si de la habilidad de esta doctora dependiera el futuro de toda la humanidad. El éxito genial de Juliet en la especialidad que ha elegido sitúa a esta investigadora en una situación altamente comprometida: podría por un lado ser manipulada para cometer las mayores aberraciones imaginables, mientras que es muy tentador considerar su capacidad de producir vida en la esterilidad, sobre todo en ocasiones extremas, como verdaderamente salvadora. El ejercicio de su vocación requiere desde luego de un afinado discernimiento ético, tanto más fácil de mantener íntegro e irreprochable cuando uno pertenece a una organización (y básicamente a una comunidad humana) con una clara orientación moral y disfruta en ella de una cierta estabilidad emocional, cosas ambas que apenas pueden afirmarse de Juliet. Nos son aún completamente desconocidas tanto la concreta finalidad de “Mittelos Bioscience” como las causas del problema de fertilidad de la comunidad de los Otros, por lo que apenas podemos imaginar el tipo de experimentos que Juliet se ha visto obligada a realizar, probablemente siempre inmersa en una enorme ambigüedad moral. Este personaje, por su genialidad y su debilidad, siempre sometido a su pesar al control de sus empleadores, moviéndose entre la determinación y la desesperación, haciendo equilibrios imposibles en la delgada línea que separa la muerte de la vida, se convierte así en figura a la vez de la grandeza y del abismal peligro que nos dejan atisbar los increíbles logros y los tremendos desafíos morales de las ciencias experimentales actualmente más punteras.
Amparo
La hasta ahora inescrutable Juliet se nos presenta por tanto en un principio como una persona dispuesta sin problemas a matar: en primer lugar por su conspiración contra Ben, después por sus órdenes con respecto a Kate y Sawyer. Ya había detectado James la determinación de esta rubia a disparar, durante la escaramuza que protagonizó en el campo de trabajo (3.2). Sin embargo, las escenas que vamos a ver de su pasado en Miami nos proporcionan la necesaria perspectiva, presentándonos a una mujer totalmente diferente: una mujer apocada y sometida resignadamente al control férreo sobre su carrera que ejerce su ex-marido.
Aunque se trata de una investigadora puntera en tratamientos contra la infertilidad, más allá de los límites impuestos por las convenciones éticas, se encuentra totalmente asfixiada por el control exhaustivo que Edmund pretende hacer de su experimentación. Juliet ha intentado en vano mantener ocultos sus intentos de que su hermana Rachel, tras un tratamiento muy agresivo contra el cáncer, se quede embarazada. Su ex-marido y jefe de los laboratorios de investigación médica en los que trabaja ha adivinado sus propósitos y quiere sacar tajada de ellos. Porque sabe que la joven doctora con la que estuvo casado es un auténtico genio en su especialidad y puede revolucionar las posibilidades reproductivas en los seres humanos. El control que ejerce sobre ella parece provenir de sus sutiles amenazas con hundirla por sus supuestas transgresiones a la ética, si no se aviene a dejarle tomar a él ciertas decisiones.
Pero el enorme potencial de la línea de investigación de Juliet tampoco ha pasado desapercibido a una misteriosa organización interesada en cuestiones de fertilidad, “Mittelos Bioscience”, que insiste en contratarla. El representante de esta firma, Richard Alpert, se dirige a ella como a una eminente científica, mientras que ante él sólo vemos a una pobre mujer acobardada. El hábil entrevistador, sin arredrarse, intenta avanzar en la negociación presentando a su interlocutora una diapositiva con evidencia de un útero humano gravemente degradado. Juliet se acerca interesada, más confiada al encontrarse en su terreno, y se manifiesta sorprendida de que el útero pertenezca a una mujer joven. Protegida bajo la oscura luz del proyector que parece envolver a los dos en el extraño útero enfermo, Juliet confiesa sin embargo que ella no puede decidir sobre su propio destino profesional, porque su ex no se lo permite. Hay algo igualmente enfermizo en su situación, la joven promesa de la ciencia se encuentra encerrada en una oscuridad que la esteriliza. Pero Alpert no recela de la oscuridad de las circunstancias que ella expone sino que se acerca solícito, ingresando en la misma zona oscura (sea esto expresión de su extrema solidaridad o de una siniestra ambigüedad) al ofrecerle todo el apoyo que ella necesite para poder dedicarse de una forma más satisfactoria y fructífera a su vocación. Ante tan incondicionado reconocimiento a su valía la frustrada doctora se permite expresar su deseo de salir de su encierro. Pero su deseo de libertad, tan fuertemente reprimido, toma impulsivamente la forma de una hipótesis atroz (que aunque expresada con voz débil y temblorosa, permite adivinar el origen de su posible actitud asesina): “Si lo arrollara (a Edmund) un autobús, ¿qué le parece?, eso serviría”.
Podemos pensar que es su desesperación la que formula una frase tan sumamente impactante. Juliet tiene ante sí una oportunidad de oro, pero cree saber que para ella no es posible ya cumplir ese sueño. Sólo que no imagina que su deseo de libertad, expresado en hipótesis tan brutal, no va a quedarse como meras palabras en el aire. Sea por una extrañísima casualidad o por un fatídico destino, por acción mafiosa de la organización que requiere sus servicios o por la misteriosa capacidad de esta doctora de que el Universo cumpla sus deseos más peregrinos, el caso es que poco después un autobús aprovecha puntualmente un descuido del odiado científico dejándole tendido muerto junto a la acera. Juliet aterrorizada no sabe calibrar si debe considerarse culpable de semejante accidente.
La joven investigadora, una vez eliminado el principal obstáculo, parece que accedió finalmente al requerimiento de Alpert (por la presencia de Ethan sabemos que “Mittelos Bioscience” tiene algo que ver con nuestra isla), de modo que acaba finalmente formando parte del grupo de los Otros, en el que lleva algo más de tres años. A pesar de su hermetismo en los episodios previos, muchas señales indican que esta nueva situación ha llegado a serle tan insoportable como la que vivió en Miami: su actitud llorosa ante el espejo marcó esta temporada desde su inicio (3.1) y hemos visto una evidente tensión en su relación con Ben en cada episodio subsiguiente. Ante una nueva situación de sometimiento Juliet vuelve a desear la muerte de la persona que la mantiene sometida: en este caso el experto manipulador Benjamin Linus. Pero algo ha cambiado en ella en estos tres años y ya no va a dejar resignadamente que el destino u otros agentes desconocidos (ni siquiera una enfermedad mortal) se hagan cargo de eliminar a su enemigo. Juliet está ahora decidida a tomar parte activa en producir el cambio que necesita, pero sigue pareciéndonos excesivo que esta señora que parecía tan respetable esté dispuesta a matar no sólo al responsable de su desesperación sino a terceras personas como simples medios para obtener el ansiado cambio.
Juliet manifiesta en el quirófano que, dado que el plan de Jack no es efectivo puesto que éste no ha tenido en cuenta que se hallan en una pequeña isla, se debe impedir la fuga de los prisioneros hasta matarlos si es preciso. Explica después que lo más probable es que aún así Jack no sea capaz de dejar morir a Ben. Todo esto suena a doble juego para aparentar que sigue estando de parte de los Otros pero forzar al mismo tiempo la situación para que Ben acabe muerto. Sólo que esta actitud contraría a nuestro esforzado doctor, pues intenta malograr totalmente su plan, por lo que éste contraataca acusándola de conspiración contra la vida de su jefe. Tom, dudando de las verdaderas intenciones de su compañera, la envía fuera. Sólo un rato después, tras una conversación con Ben (quien la manda llamar tras despertar de su anestesia en medio de semejante faena) Juliet recapacita y cambia de opinión. Con la misma determinación con la que había apoyado una postura, apoya ahora la contraria: la impredecible Juliet (no tan impredecible para Ben) se compromete a hacer todo lo que esté en su mano para liberar a Kate y a Sawyer, de modo que Jack acceda a salvar la vida de su paciente. El cambio de 180º se produce porque ahora Ben le ha dado su palabra de que por fin va a dejarla salir de la isla y volver a casa.
Como por arte de magia la inflexible guardiana de Jack ha pasado a ser su aliada, convertida en colaboradora de la evasión de los prisioneros pasa a su vez a ser enemiga mortal de todo aquél que pretenda impedirla. De este modo Juliet no duda en disparar a muerte al que ha sido hasta ahora su compañero, Danny Pickett, de forma que Sawyer y Kate puedan escapar. Aunque se la vio afectada por la muerte de su mujer Colleen (3.4), parece que la muerte de este hombre a sus propias manos no le afecta para nada. Como elementos objetivos a favor de la acción de Juliet podemos constatar los siguientes: 1. El viudo estaba actuando últimamente con una violencia excesiva, como desbocado en su deseo de venganza. 2. También había decidido desatender los deseos de su superior Ben (o más bien lo que Juliet le había dicho que era orden de Ben, pero que él no se acababa de creer), por lo que su persecución queda desautorizada, mientras que Juliet obedece órdenes de la autoridad establecida en su sociedad. 3. En último término la doctora impide de la única manera posible que Danny mate a una persona inocente.
Una decisión de Ben, el todopoderoso jefe de los Otros, ha cambiado el estatus de los prisioneros, que ya no son individuos a los que se debe perseguir a muerte sino personas que se debe proteger y dejar escapar. Juliet, a pesar de su drástico cambio, continúa moviéndose dentro de la legalidad de su sistema, mientras que Pickett se ha quedado fuera del mismo casi sin enterarse y ha pagado con su vida este desfase. La doctora, al matar a Danny, está salvando a la vez la vida de Sawyer y la de Ben. Pero no parece una acción muy heroica puesto que no muchos minutos antes estaba dispuesta a que murieran tanto Ben como Sawyer (e incluso Kate) y, en el fondo, parece no importarle nada en absoluto la vida ni la muerte tanto de unos como de Otros.
Las lágrimas de Juliet ante el cadáver de Edmund, totalmente confusa y desorientada porque quizás haya causado ella involuntariamente la muerte de esta persona, contrastan con la frialdad de la que se ha convertido en una de las líderes de los Otros ante el cadáver del compañero que acaba de matar. La acción de Juliet recuerda en cierto modo a la del traidor Michael: mata a uno (él a dos) de los suyos por ayudar a dos prisioneros (él a uno) del grupo contrario, porque le han encargado expresamente que ayude a esta liberación (2.20). A Michael le prometieron a cambio que le devolverían la libertad a su hijo (2.22); a Juliet la suya propia. El caso de Michael parece más grave puesto que ni Ana ni Libby estaban directamente amenazando la vida del prisionero, como sí estaba haciendo Danny. Pero al menos hemos visto a Michael angustiarse tremendamente por las muertes de sus compañeras (2.20-2.23). No así Juliet, que parece haber llegado a un punto en el que no le importan ya ni propios ni extraños, como persona que no pertenece realmente a ninguno de los dos grupos, sino que sobrevive como puede entre ellos. Juliet parece sentirse tan prisionera de los Otros como el propio Jack (hablando con él los menciona como “ellos”), pero, puesto que ejerce un cierto papel de liderazgo en esa comunidad, ni siquiera puede aliarse con los prisioneros (como hace Alex). Hemos visto cómo esta mujer, tremendamente sola y casi desesperada, recurre a su valiosa inteligencia e incluso a una violencia indiscriminada, porque intenta salir a toda costa del oscuro y enfermizo encierro (cual decepcionante útero estéril) en el que nuevamente se encuentra.
Y no directamente en Alex, sino en su querido y añorado Karl encontramos otro personaje de los Otros que se encuentra preso entre los que se supone debían ser los suyos. Karl estuvo encerrado en una jaula y fue duramente golpeado tras su fallido intento de fuga (3.1), después ha estado confinado en una cámara de tortura, sometido a un lavado de cerebro por medio de imágenes cambiantes y sonidos estridentes que se ha visto forzado a ver y oír, sin poder dormir, durante varios días. En la joven Alexandra reencontramos de nuevo el drama de alguien forzado a traicionar a los suyos (incluso a su padre Ben) por liberar a la persona que ama. Puesto que Alex no tiene una pistola no se ha visto en el caso de tener que matar a nadie (como Michael o Juliet), aunque no ha dudado en utilizar con asiduidad y puntería su tirachinas, ni en atacar a su compañero Aldo. Alex decide desde el principio aliarse con los otros prisioneros (en 3.2 se comunica con Kate; en 3.6 parece que irrumpe en el campo de trabajo con intención de liberar a Sawyer y a Kate, consiguiendo al menos avisar a ésta de que quieren matar a su novio), pues tampoco cree que éstos sean una amenaza sino pobres víctimas de las injustificables manipulaciones de su gente (como ya vimos que le pasó con Claire en el episodio 2.15). Sin negar el sufrimiento de esta joven, que se ve forzada a pelear y a esconderse para defender al muchacho que ella quiere, su desesperación y soledad no alcanza los abismos que deja entrever el personaje de Juliet, quien no cuenta tan siquiera con una persona en la isla por la que esté dispuesta a luchar.
Ajeno a estos acontecimientos pero confiando en la palabra de Juliet, Jack ha continuado con la operación, asistido por Tom, especialmente poco ducho en este tipo de tareas. Mientras tanto Sawyer y Kate han liberado a Karl y, una vez que el principal obstáculo –Pickett– ha sido derribado por Juliet, se disponen a marchar a su propia isla en la canoa que les ha proporcionado Alex. En este momento Juliet recuerda a Kate que debe cumpir con el último requisito de Jack: que le cuente por el walkie-talkie la historia que él le había pedido. Cuatro situaciones se ponen en paralelo durante esta narración: 1. Jack, enfrentado a su primera operación en solitario, daña sin querer a su paciente pero supera el miedo contando hasta cinco y finalmente la salva. 2. Kate se enfrenta también a la primera vez que tiene que coser la herida de una persona, pero a pesar de su inicial rechazo lo hace y de paso aprende una fórmula para superar el miedo (1.1). 3. Jack, en perfecto paralelo con la historia original, acaba de rasgar una arteria de su paciente y se esfuerza en reparar el daño a tiempo en medio del caos que se le ha formado allí y a pesar de no disponer de la asistencia cualificada que necesita. 4. Jack y Kate, por el walkie-talkie, vuleven a ayudarse mutuamente: Kate ya no cose la herida de Jack, pero le ayuda con su voz (transmitiéndole su cariño y confianza en él) a superar la situación de emergencia en que se encuentra (aunque sólo sea haciendo que Tom confíe en este doctor que resolvió así su primer caso, siendo Tom en cierto modo el que reproduce el papel de Kate de la situación 2, metido involuntariamente a ayudante de cirujano y con ganas de salir corriendo). Jack por su parte, no está ayudando esta vez a Kate a superar su miedo, pero sí está rematando la tarea de salvarla pidiéndole que escape y prometa no volver a buscarle.
La conexión radiofónica entre Jack y Kate tiene la densa intensidad de un momento compartido que se vive en resonancia con otros muchos momentos vividos juntos en el pasado, y que se trunca súbitamente en un adiós que parece definitivo. El transfondo de esta conversación es la heroica decisión de Jack de favorecer la huida de Kate y Sawyer quedándose él atrás y el doloroso agradecimiento de Kate, forzada a aceptar dicho sacrificio. El especial significado de esta conversación no pasa desapercibido a ninguno de los testigos de la misma: por un lado Tom, en el quirófano, que admirado por el coraje de la persona que tiene ante él se atreve a esperar que consiga curar a Ben; por otro lado Juliet, Sawyer, Alex y Karl, que no pueden evitar contrastar sus sentimientos con aquello que están oyendo. La joven pareja ha tenido que despedirse de forma similar a lo que viven Kate y Jack, pues parece que es necesario que Alex se quede atrás, separada del joven que ama, para que éste pueda sobrevivir. Sawyer, por su parte, trata de asimilar lo que supone para su relación con la pecosa este nuevo acto heroico de Jack que sabe que Kate nunca podrá olvidar. Y Juliet se deja empapar a fondo de la calidad humana del doctor al que ha estado custodiando (capaz de estar ahí siempre para los demás a pesar del propio miedo), y del tipo de solidaridad y amor que está presenciando (entre Karl y Alex, y entre Jack, Kate y Sawyer), sin poder evitar que crezca en ella una enorme nostalgia, sobre todo cuando ve alejarse la canoa de la playa, por volver de una vez por todas con su verdadera familia a casa.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- A la familia que Juliet añora pertenece especialmente Rachel, su hermana finalmente embarazada. El amor por su hermana ha sacado de Juliet lo mejor de ella misma, incentivando enormemente su investigación pro-fertilidad, mientras que Rachel, generosamente, ha animado siempre a Juliet a buscar su camino, aunque supusiera una separación entre ellas. Pero en continuidad con la típica complejidad moral de las situaciones presentadas en esta serie, parece que en este proceso de mutua ayuda ambas hermanas han traspasado algunos límites éticos que el episodio no se para a explorar. Si se trata, como parece, de una mujer con deseo de ser madre a pesar de sufrir un grave deterioro de su útero, las objeciones éticas pueden ser diversas. Dejando aparte el supuesto robo de material del laboratorio, Rachel y Juliet están intentando traer una vida al mundo en una situación altamente irregular: la propia vida de Rachel corre peligro debido a una grave enfermedad, no del todo superada, por lo que el proceso de crecimiento del bebé estará sometido a un grave riesgo de malformaciones e incluso de inviabilidad. Y en el caso de que el niño llegue a nacer puede encontrarse fácilmente pronto sin madre, y al parecer también sin padre (además de que su tía, que no terminó precisamente en Portland, tampoco iba a estar presente en la primera infancia de esta criatura, aunque las hermanas no conocían este detalle al tomar tan grave decisión). Las intenciones y circunstancias de Juliet y Rachel en este caso no se detallan, por lo que no podemos determinar el auténtico alcance ético de sus acciones. La problemática ética queda reducida a una herramienta de extorsión por parte de Edmund y en todo caso, dado que Juliet se ha visto en este episodio envuelta en otros conflictos éticos bastante complicados la cuestión ha quedado un tanto arrinconada.
- Es importante que las sociedades se planteen normas éticas para regular este tipo de tratamientos fertilizantes, exigiendo una mayor responsabilidad hacia la vida de los futuros niños, que no deben ser expuestos a riesgos tan enormes por el mero capricho de personas que sólo desean cumplir a toda costa (aun a costa del niño) su deseo de ser padres. Pero las habilidades de Juliet pueden tener un significado totalmente distinto si nos planteamos, como parece insinuarse que es la situación de los Otros en la isla, una comunidad incapaz de procrear, un grupo de mujeres cuyo endometrio envejece tan rápidamente que nunca podrán tener hijos. Si se tratara de una epidemia local, podría uno verdaderamente elevar protestas éticas ante el intento de conseguir a toda costa la reproducción de estas mujeres, pero la cosa cambiaría mucho si se tratara de una epidemia global, si de la habilidad de esta doctora dependiera el futuro de toda la humanidad. El éxito genial de Juliet en la especialidad que ha elegido sitúa a esta investigadora en una situación altamente comprometida: podría por un lado ser manipulada para cometer las mayores aberraciones imaginables, mientras que es muy tentador considerar su capacidad de producir vida en la esterilidad, sobre todo en ocasiones extremas, como verdaderamente salvadora. El ejercicio de su vocación requiere desde luego de un afinado discernimiento ético, tanto más fácil de mantener íntegro e irreprochable cuando uno pertenece a una organización (y básicamente a una comunidad humana) con una clara orientación moral y disfruta en ella de una cierta estabilidad emocional, cosas ambas que apenas pueden afirmarse de Juliet. Nos son aún completamente desconocidas tanto la concreta finalidad de “Mittelos Bioscience” como las causas del problema de fertilidad de la comunidad de los Otros, por lo que apenas podemos imaginar el tipo de experimentos que Juliet se ha visto obligada a realizar, probablemente siempre inmersa en una enorme ambigüedad moral. Este personaje, por su genialidad y su debilidad, siempre sometido a su pesar al control de sus empleadores, moviéndose entre la determinación y la desesperación, haciendo equilibrios imposibles en la delgada línea que separa la muerte de la vida, se convierte así en figura a la vez de la grandeza y del abismal peligro que nos dejan atisbar los increíbles logros y los tremendos desafíos morales de las ciencias experimentales actualmente más punteras.
Amparo
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