domingo, 16 de diciembre de 2007

3.10. Tricia Tanaka ha muerto

Hurley echa de menos a Libby. Ante su tumba, relata a su amiga muerta las últimas novedades: que los Otros se llevaron a Jack, Kate, y Sawyer –liberándole a él para que advirtiera a los demás de que no se acerquen nunca por el Otro lado de la isla (2.24)– y que hace un par de días Eko ha muerto a manos del monstruo (3.5). Debido a estos acontecimientos están todos muy asustados, pero Hugo Reyes confiesa a su chica que él siempre lo ha estado en la isla, excepto en su compañía...

Por si todo esto fuera poco, su amigo Charlie se está comportando de una forma muy rara desde la noche en la que Desmond se sinceró con él (3.8). El joven rockero está pasando por una grave crisis existencial, ya que en las visiones de futuro del escocés aparece muriendo una y otra vez, y es claro que no siempre será posible evitarlo. Al oir sobre estos extraños presagios Hurley vuelve a sentir el peso de la maldición que le persiguió tras ganar la lotería: pues no sólo ha sufrido junto a los demás el horrible accidente de avión, los misteriosos peligros de la isla y la muerte de su amiga más especial, sino que ya antes fue testigo de una extraordinaria cantidad de accidentes ocurridos en su entorno (1.18). La horrible sensación de ser un gafe para las personas más cercanas vuelve a embargarle. Sin embargo este día, tras hablar con Libby, tiene tendencia a interpretar que es posible un cambio de suerte, que las cosas van a empezar a salir bien. Dos acontecimientos van a interpelarle especialmente en este sentido: la visita del perro Vincent con su extraño hallazgo y la vuelta de Sawyer y Kate, liberados por fin de su cautividad entre los Otros.

Vincent llega corriendo de la selva llevando entre los dientes un brazo momificado del que cuelga un llavero de la suerte (por la pata de conejo) con una llave. Curioso trofeo, pues por una parte inspira aversión y miedo (Charlie no se encuentra con ánimos para ponerse a buscar esqueletos mancos) y por otra puede despertar un esperanzado interés en investigar qué es lo que podría abrirse con esa llave. Hurley se lanza en persecución del perro, decidido a atreverse a esperar ese cambio de suerte que tanto anhela y dispuesto a actuar para hacer que sea posible, ya que –como le solía decir su padre– la buena suerte se la busca uno... Poco después encuentra al dueño del brazo momificado (el esqueleto del operario Roger) y el objeto al que corresponden las llaves: una furgoneta Dharma medio enterrada en la maleza. Con la ayuda de Jin se empeña en reparar el oxidado vehículo para hacerlo funcionar: porque le gustan los automóviles y cree que esto puede ayudarles a pasar un buen rato en vez de tanto preocuparse por los Otros y por el monstruo, pero también porque para él sería un signo de que la buena suerte por fin se ha puesto de su lado. Cuando al cabo de un rato de inspecciones y debates en inglés-coreano ve llegar a Sawyer, vivito y coleando –y, como es típico en él, protestando por las cosas que le han quitado–, Hurley se siente feliz y totalmente seguro de que todo va a salir bien. La densa niebla que desde aquel día en el muelle ahogaba su corazón, por la desazón de haber tenido que irse dejando a sus amigos cautivos, se levanta al ver de vuelta a uno de los entonces secuestrados. Además se entera de que Kate también está libre, por lo que sólo falta Jack, pero nuestro amigo Hugo, totalmente optimista ante las buenas nuevas, prefiere ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío y se atreve a proclamar que Jack sin duda también se pondrá a salvo.

Sawyer, que había ido en busca de Hurley en actitud beligerante, se sorprende de la enorme alegría del muchacho al verle de nuevo y decide quedarse con él y con Jin para poner en pie la furgoneta y explorar el prometedor contenido de su maletero. Tras el requerido esfuerzo físico se contenta con pasar el rato en compañía de Roger-Skeletor degustando unas cervezas añejas y enseñando algo de inglés a Jin (no suponía Sun aquella mañana que su marido encontraría tan pronto un profesor tan eficaz). Pero Hurley ha comprobado que su sola esperanza no es suficiente para poner en marcha este vehículo, aunque se resiste a creer que sea imposible: necesita hacerlo funcionar para comprobar que ha vencido a la persistente mala suerte que durante tanto tiempo le acompaña.

Un automóvil averiado simbolizó para Hurley desde pequeño la relación truncada con su padre. Iban a arreglarlo juntos y papá Reyes incluso incitó a Hugo a que desafiara la lógica y se atreviera a esperar lo imposible, a buscarse su propia suerte, intentando arrancarlo sin haber cambiado el carburador. Pero tras comunicar al muchacho esta curiosa enseñanza vital el padre abandona a su familia, dejando pendiente a su hijo la promesa de un viaje juntos al Cañón del Colorado, una vez reparado el coche. Diecisiete años después David Reyes vuelve a casa, por petición de la madre de Hurley que quiere que ayude a su hijo a superar la obsesión con los números malditos. Hurley está asustado porque lo que ocurre está totalmente fuera de control: ¿tenía que caer un meteorito precisamente en su nuevo establecimiento de pollo frito y precisamente cuando una periodista y su operario de cámara estaban dentro? Por muy increíble que esto pudiera parecer las consecuencias son terriblemente reales: Tricia Tanaka ha muerto y Hurley no sabe cómo hacer para evitar más muertes. Sólo se le ocurre renunciar al dinero ganado en la lotería, despedir a sus empleados y marcharse a Australia a seguir la pista que le dio Lenny sobre los extraños números (1.18). Su padre quiere impedirlo y trama una estratagema con una vidente, pero Hurley descubre el engaño y decide finalmente volar a Sydney, pues no puede aguantar más esta situación. Su reconciliación con su padre queda pendiente de nuevo, siendo esta vez Hurley el que se ausenta. El viejo Camaro seguirá esperando un carburador nuevo para poder viajar con padre e hijo al Gran Cañón.

Es quizás esa tarea pendiente con su padre, esa carencia paternal simbolizada en que no pudieron arreglar juntos el coche y disfrutar juntos de un viaje en él, lo que impulsa a Hurley a poner en marcha como sea el armatoste que ha descubierto en la selva. Ha vuelto a albergar la inocente esperanza que tenía de pequeño, que puja ahora por vencer la creciente desesperación producida por los números malditos. Necesita completar con éxito esta tarea que se ha propuesto y sentir que la suerte está de nuevo de su lado. Además, nuestro protagonista de hoy, con su habitual perspicacia para captar las necesidades anímicas de sus compañeros, cree que algo muy parecido necesita su amigo Charlie.

Ambos amigos se compinchan para desafíar a la ley de la gravedad, a la mecánica, a la muerte predestinada y al gafe de los números malditos, sentados al frente de la furgoneta que Jin y Sawyer empujan desde el borde de una empinadísima ladera (que no es el Gran Cañón, pero sí lo más parecido que encontraron a mano en la isla). El vehículo empieza a rodar descontrolado ladera abajo aproximándose peligrosamente a las enormes rocas que pueblan el fondo del valle. Ambos han puesto su vida en una especie de ruleta de la muerte: si el motor se puede arrancar en marcha podrán controlar el vehículo y salir victoriosos de esta aventura, pero si está dañado sin posibilidad de volver a funcionar de nuevo probablemente serán víctimas de algún violento choque o vuelco de consecuencias imprevisibles. La osada apuesta con el destino se resuelve a favor de nuestros amigos y los cuatro compañeros disfrutan finalmente de un paseo motorizado por el valle al ritmo de la alegre y despreocupada canción “Shambala” (de Three Dog Night) que empezó a sonar en el aparato de música de la furgoneta cuando ésta se puso en marcha. De esta forma la influencia de papá Reyes, su consejo de que en este mundo cada uno debe buscar su propia suerte, consigue finalmente ayudar a Hurley a superar la obsesión sobre la maldición, como el buen hombre se propuso al volver con su hijo millonario después de tan largos años.

Al anochecer, Hurley se queda un rato más disfrutando de su nuevo juguete aun cuando Jin, Charlie y Sawyer vuelven al campamento regocijados y con ganas de compartir las aventuras del día con sus medias naranjas. Pero mientras que Jin se acerca cariñoso a Sun y Charlie a Claire, Sawyer –tras buscar con su mirada infructuosamente a la pecosa– debe conformarse con la compañía de su recién adquirida cerveza.

Kate había intentado aclarar su situación con James, pidiéndole que se disculpara por sus ofensivas palabras tras marcharse Karl (3.9), pero no parece que el rebelde sureño tuviera ganas de hablar del asunto, por lo que la joven, resignada, llega al campamento sin saber muy bien a qué atenerse con respecto a su relación con él. Lo que sí tiene claro es que va a partir en seguida en busca de Jack, pero al ver que nadie había organizado la búsqueda de ellos tres cuando estaban cautivos, desiste de pedir ayuda a la gente de su campamento, emprendiendo sola su expedición de rescate. Ha contestado solícita las preguntas de Sayid y Locke, pero no cuenta con ellos, ni con Sawyer, pues tiene muy claro lo que él piensa al respecto. Ni siquiera le busca para despedirse, pero ya sabemos que a Kate no le gustan las despedidas (1.23). La audaz exploradora sólo quiere la ayuda cualificada y motivada de alguien en una situación similar a ella: ¿estará Danielle Rousseau dispuesta a acompañar a Kate en el rescate de Jack por la posibilidad de recuperar a su hija Álex?


Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- Uno de los símbolos más interesantes de este episodio, precisamente por su extrema ambivalencia, es el brazo muerto de Roger portando la esperanza de una llave liberadora. Representa cierto tipo de regalos que a veces ofrece la vida envueltos en una apariencia que produce rechazo. Algo similar sería la bofetada que Hurley da a Charlie: un acto en apariencia hostil pero realizado con la intención positiva de ayudar (quizás Hugo recordaba la bofetada que su madre le propinó para que dejara de hablar de la mala suerte en términos de maldición). La furgoneta corroída es otro ejemplo de objeto en apariencia inútil y repulsivo, pero que sin embargo se convierte en instrumento de esperanza y de diversión para los ‘perdidos’. Se nos ha presentado a Hurley como el experto en captar este tipo de paradojas, el personaje que mejor ha desarrollado ese instinto que no se deja engañar por las apariencias. Probablemente le ayuda en esto la experiencia contraria: algo tan maravillosos como que le tocara la lotería resultó ser una terrible desgracia para una gran cantidad de gente que le rodeaba. Otro personaje nos recuerda este mismo principio de que las cosas no son siempre como en principio parecen ser: David Reyes vuelve con su familia, tras haberles abandonado 17 años antes, porque le atraen los millones ganados en la lotería por su hijo. Pero una vez que vuelve a convivir con ellos, el dinero deja de importarle y llega a preocuparle sobre todo el bienestar de Hurley, ofreciéndole su cariño y apoyo y esforzándose por recuperar la estrecha relación paterno-filial que tenían cuando su hijo era un niño.

Todos estos eventos nos recuerdan que las cosas de apariencia funesta pueden albergar un misterioso regalo en su interior, pero también las personas que parecen hacernos daño pueden estar haciéndonos un favor, o incluso quien en principio está obrando de forma meramente interesada puede dejarse vencer por sus buenos sentimientos y empezar a comportarse solidaria y compasivamente con quien lo está pasando mal. En consonancia con esto se ofrece también en este episodio dos veces la oportunidad de olvidar las ofensas del pasado en una relación (limpiar la pizarra como Kate sugiere a Sawyer) para empezar de nuevo (como le pide David a Hurley). Sirva esta reflexión como invitación a mirar más allá de la primera impresión que nos producen las cosas y las personas y a aprender a leer en ellas el posible potencial positivo que en sí albergan.

- El tema central de este episodio es, sin embargo, la importancia de mantener viva la esperanza. De hecho es uno de los temas centrales de la serie, que se aborda esta vez desde una nueva perspectiva. Por un lado, representando el extremo pesimista, Sawyer pasa de todo tipo de esperanza, que en su opinión no es posible en esta isla. Por otro lado tenemos a Charlie reflexionando sobre la espada de Damocles que cuelga sobre su cabeza; este personaje está muy confuso y no sabe bien si desesperar o atreverse a esperar. Hurley, por su parte, aunque acosado por continuas desgracias, reaviva su natural optimismo recordando la consigna de su padre de que la propia actitud también cuenta. La esperanza no es algo que meramente le sea a uno dada o quitada desde las circunstancias externas, sino que es posible esperar contra toda esperanza, es decir, aún cuando parezca que es totalmente ilógico esperar. Hugo cree, acertadamente, que esta es una actitud que se debe entrenar y pone por ello toda su cabeza y su corazón en conseguir un objetivo en apariencia irrelevante.

Aprendemos también que no se trata de creer en que algo va a ocurrir y esperar a que se realice solo: nuestro amigo no consigue arrancar la furgoneta, por mucho que lo deseara, sólo accionando la llave del contacto (aunque intentar arrancarla era claramente el primer paso). Lo que pasa es que cuando crees que algo es importante y que puede llegar a ocurrir, dedicas el tiempo suficiente a esforzarte por contribuir a que sea posible, facilitando mucho de este modo que realmente suceda (piensa en lo que haces cuando verdaderamente crees que es posible aprobar un examen, promover un cambio social, sanar una relación que está dañada, etc.) A fuerza de darle vueltas (e incluso rezar por ello) a Hurley le viene la idea de cómo hacer para arrancar esta aparente chatarra. Pero tener una idea no lo es todo, para que funcione debes ponerla en práctica asumiendo ciertos peligros si es necesario. Y aquí está el quid de la cuestión: la verdadera esperanza se muestra cuando al actuar de acuerdo a ella uno asume un riesgo importante. No asume el riesgo el que cree que no va a salir bien (uno no apuesta a la lotería si no cree que puede ganar), de modo que la medida de lo que pones en juego es la medida de lo vigorosa que es tu esperanza.

Pero Hurley y Charlie están poniendo en peligro sus vidas por un objetivo absolutamente desproporcionado: hacer que funcione una vieja furgoneta. Debemos tener en cuenta aquí la desesperación angustiosa de la que proceden y el elemento de compañerismo solidario. Lo que ellos quieren creer, aquello en lo que desean tener esperanza, no es sólo en que un motor oxidado arranque, sino en que sus vidas tienen sentido, que no van a acabar en un mero accidente o a conducir a una cadena interminable de desgracias, sino que su profunda amistad y sus ganas de vivir tienen un sentido más allá de la mera casualidad (sea accidental o misteriosamente intencionada) de lo que ocurre en la isla. Poder demostrarse a sí mismos que es posible esta esperanza es aquello por lo que les merece la pena arriesgar sus vidas, poder superar la desesperación propia y la de su mejor amigo es lo que impulsa a Charlie y a Hurley a compartir juntos esta locura (curiosa paradoja la de que un desesperado puede ser capaz de arriesgar más que el que tiene una gran esperanza).

- En resonancia con este tema la serie ha tratado una y otra vez la esperanza de Locke en que la isla logre dar un sentido especial a su hasta ahora penosa vida y cómo no ha dudado en arriesgar su vida e incluso la de algunos de sus compañeros (1.19, 1.25, 2.1, 2.17, 2.22, 2.23) por hacer posible este ideal, en una esperanza sospechosa de poder estar bastante desviada o manipulada. Por otro lado el bueno de Jack se nos ha presentado como un doctor capaz hasta de dejarse la vida en su empeño por curar como sea a cada paciente que cae en sus manos, animado por una esperanza a veces aparentemente ilógica (1.3, 1.11, 1.20, 2.11). Y a veces se nos ha presentado esta cuestión como un defecto de Jack: su incapacidad para aceptar que ocurran cosas desagradables que están fuera de su control. Nuevamente nos encontramos con la típica ambigüedad de los temas lostianos: la imprescindible esperanza llevada a un extremo patológico puede resultar insana. El caso de Hurley y Charlie está en el límite de la locura, impulsado como decíamos, por una cierta desesperación. Probablemente hubiera sido más sensato pararles los pies y no dejarles lanzarse así al vacío (Sawyer y Jin lo intentan, pero curiosamente ellos mismos se contagian del entusiasmo de Hurley y acaban empujando a sus amigos a una posible muerte). Hugo ya había estado una vez a punto de creer que su salvación consistía en tirarse por un barranco (2.18). Aquella propuesta aparece ahora reformulada de una manera más asequible: nuestros amigos necesitan creer o morir –victoria o muerte– , por eso deciden hacer una prueba máxima de fe, de confianza en la suerte, en la vida o en Dios (puesto que ambos son en algún modo creyentes). Este ejemplo tan límite se gana nuestro respeto porque al resultar victorioso les supone una verdadera liberación a todos los implicados, pero no deja de ser un caso extremo en el que tentar a la suerte (o tentar a Dios) se convierte en un juego altamente peligroso y totalmente desaconsejable.

Amparo

sábado, 8 de diciembre de 2007

3.9. Extraño en tierra extraña

Jack se ha quedado solo. Sawyer y Kate han escapado por fin y, muy a pesar de la pecosa, han decidido no intentar volver en busca del buen amigo que ha facilitado su huída (siguiendo sus propias instrucciones). Éste ha quedado prisionero entre los Otros y debido a su reciente amenaza de muerte hacia Ben no sabe si debe esperar una ejecución inminente o que Ben cumpla su promesa de dejarle volver a América. Pronto va a descubrir que en una situación similar, o incluso peor, se encuentra otra persona con quien va a tender a solidarizarse: la Otra que hasta ahora fue su carcelera, Juliet.

Resulta que la autora de los mortales disparos recibidos por Danny Pickett (3.7) va a ser juzgada, según las estrictas leyes de los Otros, por la comisaria Isabel, quien también está investigando de paso la presunta conspiración de Juliet contra la vida de Benjamin Linus. El doctor es trasladado a la jaula que antes ocupaba Sawyer, mientras que la doctora es encerrada en la celda subacuática. Jack cuenta ahora con una nueva compañera de cautiverio, pero su baza para negociar sigue siendo la situación médica de Ben, esta vez por una grave infección en los puntos de su reciente intervención quirúrgica.

También Álex está de vuelta en la estación Hydra tras dejar que Karl se fuera en la canoa con Kate y Sawyer (3.7). La joven, que prefería haberse ido con ellos pero no lo hizo por recomendación de Juliet, está confusa con respecto a su pertenencia a esta gente, especialmente en lo que se refiere a la relación con su padre Ben. En principio le odia, incluso le desea la muerte, por todo lo que le ha hecho a Karl (véase la escena eliminada “Alex & Daddy” en el DVD de contenidos extra de la 3ª temporada) y no puede entender cómo Jack, después de todo lo que Ben les ha hecho a él y a sus amigos, pudo aún extirparle el tumor para salvarle la vida. Le interesa saber por qué un extraño puede superar así el odio, hasta llegar a curar a su enemigo, mientras que ella no puede perdonar a su propio padre. Por eso acude intrigada a la ex-jaula de osos a preguntar al prisionero, pero éste aprovecha su visita para averiguar qué es lo que pasa con Juliet y al saber que ésta va a ser condenada a muerte convence a la rebelde joven para que le deje salir y le acompañe a donde está Ben. Quiere proponer un nuevo acuerdo al postrado jefe de los Otros: curará su infección a cambio de que perdone la sentencia de la condenada (de la conversación se deduce que la promesa de enviarle a casa sigue en pie). Tras observar cómo Jack está dispuesto a curar de nuevo a su paciente, para de paso salvar a Juliet (sus dos carceleros), Álex colabora en el rescate de la vida de la doctora y, a la vez, en la de su padre, dando así un pequeño paso en dirección a una posible reconciliación con él, aunque de momento mantiene las distancias (como vemos en la sala de operaciones).

Jack está tratando de entender cómo funciona esta comunidad en la que se encuentra atrapado y se ha comprometido a actuar como médico de Ben hasta su curación completa (aunque le advierte que podría quedar paralítico). Está empezando a caminar entre ellos aun sin ser uno de ellos, acordemente a la escritura china tatuada en su hombro izquierdo (lo que ‘dice’, no lo que ‘significa’). El tatuaje del doctor es subrayado visualmente en varias escenas del episodio, pero además se nos informa sobre su origen en un flashback dedicado al tiempo que pasó nuestro protagonista en Thailandia, de forma que podamos conocer el sutil y profundo ‘significado’ de estos caracteres chinos.

Encontramos al atribulado doctor, enormemente confuso tras la separación de su esposa y por la culpabilidad que le ha atenazado en relación a la recaída de su padre en el alcoholismo (3.1), en el exótico país asiático al que ha viajado solo para encontrarse de nuevo a sí mismo. Allí topa con una persona, Achara, que tiene el extraordinario don de reconocer lo que las personas realmente son (don muy valorado entre los suyos, para quienes se encuentra sometido a unas ciertas reglas que entre otras cosas excluyen a los extranjeros el acceso al mismo). Jack insiste en saber lo que Achara ve en él, pues en su estado de confusión interior es algo que le intriga en sumo grado. La bella oriental le define como un líder, un gran hombre, pero que tiende a sentirse solo, asustado y furioso precisamente a causa de este rasgo de su identidad. No nos interesa en esta ocasión la influencia de papá Shephard en el carácter de Jack: el joven médico deberá aceptar su propio don tal como es junto con los efectos que produce en él, sean cuales sean las causas que le han hecho ser así. Y precisamente ha decidido que quiere saber esto y que le sea tatuado en el hombro, a pesar de las consecuencias punitivas de esta decisión (una enorme paliza por parte del hermano de Achara y otros familiares o compañeros), pues ha aprendido que toda acción conlleva consecuencias. Tanto en el ejercicio de su profesión como en la isla ha tenido que tomar graves decisiones, a veces muy difíciles, para resolver situaciones críticas; su carácter de líder le impulsa a ello, pero la presión de las circunstancias y las reacciones de los demás suelen dejarle confuso y enfadado (y en esta ocasión además apaleado).

Durante su cautiverio Jack sigue tomando decisiones con serias consecuencias, desarrollando ese papel de hombre generoso y decidido que tanto ha interpelado a Álex. Pero el ‘caminar con un grupo de gente sin llegar a ser uno de ellos’ no le aplica sólo como ex-prisionero que se ha incorporado en cierto modo a las filas de los Otros (como parece interpretar Isabel), sino que Jack sabe –y se lo ha hecho grabar en su piel para siempre– que su destino como líder y gran hombre conlleva en sí la imposibilidad de ser uno más en la sociedad, le va a suponer siempre una cierta soledad que le genera miedo e ira. La situación en la que se encuentra ahora no deja de ser una intensa metáfora de lo que suele ocurrirle en la vida: una y otra vez pone todo su esfuerzo en salvar a los demás para después observar cómo éstos le abandonan dejándole atrapado en su propia necesidad de seguir ayudando a resolver los problemas de la gente. Pero en el fondo sabe que ha hecho bien en liberar a sus amigos cautivos y que es mejor para todos, también para él, aceptar que nunca volverán a rescatarle. Ahora está solo en compañía de esta extraña gente. Se cabrea ocasionalmente por el trato que le dan (especialmente al ser observado por una multitud en una jaula como si fuera un animal) pero de nuevo sabe canalizar su miedo y su ira cuando es necesario para hacer lo que cree que debe hacer: cuidar como médico al que necesita de sus cuidados y salvar la vida a la persona que se ha puesto en peligro por liberar a Sawyer y a Kate.

Álex mantiene también su especial forma de ser en medio de esta sociedad suya que no acaba de entender, seguirá manifestando su opinión y actuando en contra de lo establecido cuando le parezca necesario (2.15, 3.6, 3.7), aun sin dejar de forma parte de ellos. Pero la sabiduría indicada en el tatuaje de Jack nos ayuda especialmente a entender lo que le está pasando a Juliet. Ella está en trance de ser expulsada de su propia comunidad de la forma más drástica: condenada a muerte. Ben le dice a Jack que la doctora es “uno de los nuestros”, pero las leyes de los Otros están siendo aplicadas para extirparla del grupo. Por el acuerdo que le ofrece Jack (y suponemos que recordando su palabra dada a Juliet de que la permitiría volver a Miami, 3.7) Ben conmuta la pena por una ‘marca’ especial que deberá serle infligida a la acusada. No sabemos qué significa exactamente el símbolo que recibe Juliet en su espalda, pero en cualquier caso la convierte en una persona ‘marcada’, es decir, alguien que ya no no será una más entre las personas con las que vive y camina.

Juliet ha decidido matar a su compañero Pickett para cumplir las exigencias requeridas por Jack, como forma de obtener de Ben la anhelada vuelta a casa. Esta decisión le ha llevado a quedar marcada como alguien que no es del todo de fiar. No creo que nuestro cirujano se haga ilusiones de que su ex-carcelera se haya arriesgado por afinidad con él, pero opta por mostrarse agradecido de todas formas. Interviene para salvar su vida, le ayuda a curar la cicatriz de su marca en la espalda y le ofrece su solidaridad y su compañía, ya que reconoce que la situación de ambos es muy similar. Fueran las que fueran las intenciones de Juliet, se encuentra de pronto con una persona que generosamente se pone de su lado, en un lugar que en el fondo es extraño para ambos. La actitud de su ex-prisionero quizás podría abrir un resquicio de real solidaridad (y quizás de algo más) en el corazón de la solitaria y endurecida investigadora. Jack probablemente considera que la ayuda prestada por ella a sus amigos compensa con creces las mentiras y manipulaciones ejercidas contra él cuando estaba al otro lado del cristal. Prefiere recordar los detalles positivos: después de todo Juliet le tostaba los sandwiches y les ponía palillos, llegando a hacer una sopa especialmente para él (3.1 y 3.2).

En diversos sentidos Jack, Juliet y Álex son extraños entre la gente del grupo de los Otros, donde se han quedado y donde los tres preferirían no estar, y congraciados cada uno como puede con la idea inician ahora la marcha en barco hacia el corazón de la isla principal, donde esta extraña sociedad tiene su ‘hogar’. Juliet y Jack se consuelan en cierto modo, con su compañía mutua, de la desagradable situación en la que se encuentran, pero Álex solo puede pensar en Karl, uno de los otros tres ‘extraños en tierra extraña’ que consiguieron escapar.

Karl se encuentra en su propia tierra, en la isla en la que ha crecido, pero desterrado y en compañía de unos desconocidos que han colaborado a su rescate. Aturdido por su reciente experiencia con el video de la habitación 23 contesta como puede las (escasas) preguntas que le dirigen Sawyer y Kate, pero finalmente se retira a la soledad de la selva para llorar, porque lamenta la forzada separación de la muchacha con quien de niño ponía nombre a las estrellas. Sin ella las noches se han vuelto oscuras y la esperanza de felicidad se ha perdido. Sorprendentemente, el normalmente solitario y huraño Sawyer es el que se siente invitado a hablar con el lloroso joven, para impartirle una perla de su sabiduría: de vez en cuando una chica merece la pena y uno debe intentar estar con ella aunque tenga que arriesgar la vida. Con eso le despide para que vuelva con los suyos (y parece que también le deja llevarse la canoa; Sawyer anda extrañamente desprendido últimamente).

Se ve que nuestro querido James ha aprendido algo muy valioso, que se ha prestado voluntariamente a compartir: la capacidad de arriesgar la vida por el amor de una mujer (algo que aún no supo hacer por Cassidy, 2.13, y contrario a su filosofía en el tiempo de su prisión, 3.4). Sin embargo, aunque dispuesto a morir por Kate si fuera necesario, no parece serle fácil convivir con ella. Sawyer sospecha que Kate no le ama realmente sino que se acostó con él en un momento de debilidad, debido a que parecía que le aguardaba una muerte inminente. Cree que la pecosa se siente más culpable por esto que por dejar atrás a Jack (del que la cree enamorada tras observar su emoción en las últimas conversaciones mantenidas entre ella y el doctor por el walkie-talkie). Kate se sorprende ante esta revelación de labios de su nuevo amante y quizás se cuestione hasta qué punto puede estar en lo cierto. Pero la joven tiene sus razones para estar enfadada con él, porque no la está haciendo ni caso ni está teniendo en cuenta su opinión desde que salieron de la pequeña isla de ‘Alcatraz’. Dando la vuelta a su propio argumento podríamos pensar que quizás Sawyer se comporta de un modo tan mandón porque él es el que se siente culpable: de dejar atrás al doctor y de haberle quitado la novia, pues en el fondo empezaba a apreciarle como un amigo (2.22). En otras ocasiones le hemos visto interactuar con Kate de igual a igual, teniendo en cuenta la opinión de ella e incluso dejándola liderar y decidir las acciones a tomar (1.16, 2.11, 2.23, 3.7). Kate se sorprende de que se haya vuelto tan machista de repente y además le dé una explicación tan extraña, aludiendo a un supuesto sentimiento de culpabilidad. Es probable que además de sentir culpabilidad Sawyer esté usando su mecanismo de defensa de intentar alejar a la persona que más quiere, por no saber muy bien cómo convivir con una pareja que le importa de verdad. Las muchas dudas que alberga (si ella le quiere realmente, si él será lo suficientemente bueno para ella, o lo que sea...) le empujan a hacer todo lo más inconveniente de modo que la relación se resienta. Kate no sabe de momento cómo lidiar con esta nueva situación pero parece disponerse a seguirle andando hasta el campamento de la playa, lamentando haber perdido dos bienes estratégicos con los que contaba para intentar más adelante rescatar a Jack: la canoa y la valiosa información que podría haberles dado Karl. Probablemente no es casualidad que Sawyer haya quitado de en medio precisamente estos dos elementos: para impedir que ella acometiera semejante misión. Los dos hombres que aman a Kate estarían de acuerdo por esta vez en una cosa: hacer todo lo posible porque la valiente muchacha esté a salvo y deje de meterse en situaciones peligrosas.



Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

- Jack presenta una gran madurez moral en su comportamiento en la estación Hydra, sobre todo comparado con la etapa tan confusa que vivió en Thailandia. Allí obró en contra de los deseos de la muchacha con la que compartía sus noches y en contra de las costumbres del pueblo, no por una razón de fuerza mayor sino por satisfacer su propia curiosidad y quizás también su deseo de entenderse mejor a sí mismo. Las palabras chinas pudieron ser una pista valiosa para su búsqueda, pero sólo consiguió una enorme alienación en un país al que nunca podría pertenecer. En cambio, en la Hydra, aunque Jack pretende desentenderse de los problemas de Ben y Juliet no lo consigue. No puede dejar de interesarse por salvar a los que están en peligro, incluso aunque le hayan hecho daño previamente y sus palabras no sean claramente de fiar. Nuestro héroe optará por hacer el bien, aun sin esperar realistamente nada a cambio. Su ejemplo ayudará a la joven Álex a afianzarse en su maravillosa tozudez a la hora de evitar que su gente siga haciendo tanto daño, a sus ojos totalmente injustificado. Ella encuentra difícil pertenecer a una sociedad tan injusta, en su idealista mentalidad adolescente sólo se le ocurre rebelarse, deseando mal a los que ve hacer daño. Él se dedica a poner sus dones al servicio del nuevo grupo, pero con inteligencia, intentando conseguir con su acción un bien mayor y no seguirles el juego a estos expertos manipuladores. Sirvan ambos como modelos de resistencia activa ante una situación en la que uno se encuentra atrapado dentro de una sociedad viciada.

- También Cindy y los niños, junto a varios otros supervivientes de la cola del avión siniestrado, se supone que son extraños en tierra extraña, pero parecen estar integrados entre los Otros, proceso al que Cindy alude como algo ‘complicado’. Necesitaremos una explicación más detallada para entender esto. Supongo que Jack hubiera esperado de la azafata una solidaridad más clara. Algo así como “¿Qué haces en una jaula? Ahora mismo hablo con quien sea para aclarar este malentendido”. O algún guiño explicando que está fingiendo para que no la encierren a ella también. Pero ¿se puede saludar a un antiguo conocido que está entre rejas, sin aludir ni siquiera a ese hecho? Esta escena es la más extraña del episodio, la actitud de Cindy es completamente surrealista y llega a exasperar a Jack. Me pregunto cuántas veces tratamos a los demás de una forma superficial, sin querer ver la situación obvia en la que se encuentran. Así, igual que Cindy en su conversación no da importancia a los barrotes que encierran a Jack, a veces ignoramos forzadamente la enfermedad, el dolor o la situación especialmente comprometida o desesperada de las personas que nos rodean. Nos es más cómodo saludar amablemente y desentendernos de sus problemas.

Amparo