A su llegada a los barracones Locke se va a enfrentar de nuevo a lo que significa necesitar o no una silla de ruedas, sólo que esta vez el que está confinado en ella es Benjamin Linus, el líder de los Otros. El impredecible explorador aprovechará esta ventaja para llevar a cabo un importante designio que venía barruntando: hacer explotar el submarino que los Otros usaban para salir de la isla y volver de nuevo a ella. Pero Ben, sin lamentar demasiado esta pérdida, se guarda un as en la manga para enfrentarse a este formidable contendiente: la inesperada presencia en la isla del llamado ‘hombre de Tallahassee’.
John ha acompañado a Sayid y a Kate desde la playa (3.10-3.12) compartiendo supuestamente con ellos la misión de rescatar a Jack. Pero en los avatares del camino ha descubierto la existencia de una estación de comunicaciones, de un enemigo que conocía la minusvalía de su pasado y de un submarino con el que se puede salir de la isla. De manera sistemática –lo que hace entrever una clara y decidida resolución– nuestro calvo amigo ejecuta la destrucción de cada una de estas tres amenazas. En la estación Llama (3.11) y en la valla sónica (3.12) las circunstancias jugaron a su favor para que sus acciones parecieran accidentales, pero en cuanto se interna entre las casas donde viven los Otros su estrategia es clara: enfrentarse a Ben y acabar con el submarino. Es probable que el bienestar de Jack no le sea del todo indiferente, pero claramente su prioridad es otra: despreocupado de sus compañeros –que en seguida son capturados– se dirige certeramente hacia su objetivo.
Desde que conoció al falso Henry Gale en el Cisne (2.14), Locke ha estado intrigado por este hombrecillo. Pero una vez informado de que se trata del líder de los Otros (se lo dijo Hurley en el episodio 3.3) las extrañas revelaciones que le hizo el prisionero le intrigan aún más. John sabe que la isla le está tratando de forma privilegiada, curándole milagrosamente de su parálisis y acelerando también la curación de la herida que le causó la compuerta de la estación Cisne (2.17-2.22), y siente una malsana curiosidad por descubrir la verdad que hay tras este enigma. Cree que una importante fuente de información podría ser Ben Linus. Pero a la par de su deseo de obtener respuestas al respecto está su firme intención de impedir que nadie pueda salir de la isla o contactar con el exterior, pues parece estar convencido de que permanecer aislados es lo más beneficioso tanto para su gente como para los Otros – o quizás no le importe realmente ninguna otra persona en absoluto y sólo pretenda impedir cualquier posible interferencia en sus planes de conocer el secreto de la isla y de entregarse totalmente a él.
Sin embargo el Locke que encontramos en los flashbacks es mucho más altruista. Tras superar en cierto modo una etapa de profunda depresión, un solitario y elusivo John descubre que su padre está a punto de estafar a una acomodada señora casándose con ella para quedarse con su dinero. Inmediatamente decide tomar cartas en el asunto e impedir que Cooper hiera a otra persona como le hirió a él: no le preocupa tanto que se quede con el dinero como que la ilusionada mujer viva la decepción de que alguien que decía quererla sólo quisiera aprovecharse de su ingenuidad. Cuando muere el joven hijo de la novia, John empieza a vislumbrar un mayor nivel de maldad en su padre del que había imaginado: parece que también es capaz de matar fríamente a quien se interpone en sus planes. Efectivamente, poco después constata en sus propias carnes la asesina predisposición de su progenitor. Locke seguía siendo un iluso en cuanto a los sentimientos de su padre, seguía pensando que Cooper le tenía un cierto respeto por ser su hijo y su donante de riñón (1.19) y su colaborador en recuperar un dinero que había estafado (2.17); ingenuamente pensaba que con una recriminación conseguiría reformarle y hacer que se comportarse bien. Pero Cooper ha demostrado que está dispuesto a todo para sacar adelante sus planes, por lo que no duda en atentar contra la vida de su hijo tirándole por una ventana. Y ahora sí, parece que Locke se ha dado cuenta de quién es su padre, tras haber perdido para siempre por su culpa un riñón (1,19), a su novia (2.17) y la movilidad de sus piernas.
Con semejantes antecedentes es posible que la motivación adivinada por Ben tras la acción de explotar el submarino tenga visos de verdad: que lo que Locke quiere impedir a toda costa es volver a encontrarse con su padre, de quien los detectives que atendieron su caso habían perdido el rastro. Pero el atribulado hijo no contaba con la inmensa caja mágica que, metafóricamente, posee la isla, de modo que, con submarino o sin él, se acabará encontrando de nuevo frente al hombre que tanto amargó su vida.
Pero antes de conocer que deberá enfrentarse de nuevo a su padre, Locke disfruta echando un pulso dialogal con su enemigo actual en la isla, Ben. Parece que ambos tienen mucho en común pero también algo importante que les diferencia: ambos se preocupan por mantenerse en comunión con los misterios de la isla, pero los favores curativos de la misma no parecen estar funcionando igual para los dos, ya que obviamente uno necesita una silla de ruedas y el otro no.
Aunque curiosamente ambos contendientes no interpretan igual este artefacto que se han visto obligados a utilizar. John Locke sufre una gran angustia al ser colocado por primera vez en su silla. Le derrumba darse cuenta de aquello en lo que le ha convertido su sueño imposible de conseguir una buena relación con su padre. Lo que más le duele, según adivina Ben, es que la causa de su invalidez no haya sido un desafortunado accidente sino la deliberada intención asesina de su propio padre, al que él sólo había querido ayudar. En esos terribles momentos parece que opta por aferrarse al experto consejo de su fisioterapeuta: no te conformes con límites imaginarios, si has conseguido sobrevivir a una caída desde un octavo piso no te autocompadezcas pensando en lo que no vas a poder hacer. Locke intentará vivir una vida con sentido e incluso proponerse metas difíciles, como su intento de participar en un “Walkabout” australiano, sin dejar que otros le digan lo que no puede hacer (1.4). Pero sólo en la isla tras el accidente del avión ha vuelto a sentirse completo y útil. Ahora piensa que sus desgracias del pasado han sucedido sólo con el fin de traerle aquí, donde está convencido de tener una misión importante que cumplir (más allá de la repetitiva tarea del Cisne en la que finalmente falló).
Por su parte Ben reconoce que Locke es una persona muy especial, que ha recibido un trato especialísimo de favor por parte de los poderes de la isla, sin embargo se niega a hablar claro con él y recurre a su inveterada costumbre de manipulación. Quizás no entiende por qué se encuentra en este momento sin poder usar sus piernas, por qué no se le ha concedido una rápida curación, pero se niega a considerarlo una debilidad: la silla de ruedas es para él una forma de ganar dignidad (frente a quedarse tumbado en la cama) e incluso la considera una prerrogativa sobre Locke, como algo que le otorga un mayor conocimiento de lo que la isla quiere. En el brillante intercambio de preguntas en el que cada uno trata de imponer su conciencia de superioridad sobre el otro, Locke hace saber a Ben que está en contra de toda tecnología (luz eléctrica, frigorífico...), porque cree que la isla quiere que vuelvan a una vida completamente natural, mientras Ben se maravilla de hasta dónde llega la renuncia de todas las ventajas de la civilización que ha hecho este hombre por defender –casi sin saber por qué– un nuevo estilo de vida en la isla, mientras que él no ha conseguido nunca de su gente un compromiso tan fuerte a pesar de que ellos están mucho más familiarizados con los misterios isleños.
Una vez puestas las cargas explosivas en el submarino, Locke ya no intenta esconderse pues al parecer no le importa que le cojan los esbirros de Ben. Si se hubiera mantenido oculto podría haber intentado rescatar a Sayid, Kate y Jack, pero nos damos cuenta de que nunca fue su intención rescatar a nadie, sino acceder a los Otros y a los secretos que éstos guardan. Podemos entender ahora que en las primeras escenas del capítulo, cuando el equipo de rescate observa a Jack con unos prismáticos, Locke está observando más bien a Ben en su silla de ruedas. Dirime sin dudar el debate que surge entre Sayid y Kate a favor de rescatar a Jack, no tanto –como dice– porque éste le impresionara en su heroica labor del primer día en la isla, sino porque le convenía internarse libremente en el poblado al caer la noche.
Locke ha cumplido su misión de destruir el único medio de salida de la isla y sabe que Ben no va a castigarle por eso. Éste le visita en el lugar donde le tienen retenido y hace que Richard lo libere, explicándole por qué le ha venido tan bien que con su acción impidiera la marcha del doctor. Imaginando todo tipo de intricados misterios Locke se aviene a acompañar al ahora inválido a ver lo que ha salido de su caja de sorpresas, pero no va a gustarle demasiado lo que encontrará allí: su padre, Anthony Cooper, maniatado y amordazado. Seguro que a éste tampoco le agrada tener que volver a ver al hijo al que una vez tiró por una ventana.
Mientras tanto Jack ha visto desvanecerse ante sus ojos su plan de salir de la isla. Kate ha venido para rescatarle aunque él le había pedido que no lo hiciera. Su buena amiga, que tanto había sufrido por haberle dejado atrás (3.7, 3.9), no puede entender que Jack haya decidido fiarse de los Otros. Pero en las palabras de su querido médico cree entrever que la gran desilusión que le ha alejado de ella tiene que ver con su relación con Sawyer y tristemente acepta la situación. Lo malo es que, al traerse con ella a Locke para el rescate de Jack, indirectamente ha colaborado en la destrucción de todas las esperanzas que había puesto el doctor en volver por fin a América e intentar desde allí conseguir un rescate para todos.
Sayid, también capturado, no tiene oportunidad de hacer gran cosa, excepto revelar a Álex que su madre, a la que se parece mucho, está viva. Mientras tanto Danielle Rousseau observa a los Otros desde una posición segura entre los árboles hasta reconocer finalmente en una joven morena a su querida y añorada hija.
Danielle vuelve a ver a su hija, Locke vuelve a ver a su padre, Kate vuelve a ver a Jack. Se trata de tres encuentros de muy distinto cariz. Mientras que la francesa ya recelaba de que el encuentro con Álex podría ser bastante duro (3.12), Kate nunca imaginó que Jack realmente prefiriera que ella no intentara rescatarle. Finalmente lo último que esperaba John Locke era reencontrarse con su padre en la ciudad de los Otros.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- Álex no se lleva bien con su padre y trata de evitar que éste manipule a la gente a sus anchas. Es un caso similar a lo que Locke quiso hacer en el pasado con respecto a Cooper. Parece que no había pensado en ningún momento denunciarle sino sólo en tratar de disuadirle por las buenas, pues para él aún era relevante la relación paterno-filial. Por desgracia en este episodio descubre que deberá enfrentarse de nuevo con este consumado estafador, a quien nunca parece ser capaz de dejar atrás como un mero asunto desagradable de su pasado. Kate también tuvo que lidiar con un padre al que despreciaba –y a quien decidió quitar de en medio (2.9)– y Jack con el alcoholismo de su progenitor –cuya muerte reciente ha tenido que llorar, acongojado por un cierto sentimiento de culpa (1.5, 1.11, 3.1)–. Pero Álex tiene la suerte de haber empezado a vislumbrar que Ben podría no ser su verdadero padre, que cuenta con una madre desconocida que está viva mientras que le habían dicho que estaba muerta, aunque todo esto no logre atenuar el dolor de ver que el padre que te ha cuidado y mimado (recuérdense las fotos de una niña en la casa de Ben) es una mala persona.
Nos encontramos ante ejemplos muy diversos de conflicto generacional: Jack y Christian hubieran necesitado una mejor comunicación; padre e hijo se querían, aunque apenas lograron decírselo nunca el uno al otro (1.16). Claire, por su parte, rechazó directamente la relación con un padre que desde muy pequeña la había abandonado (3.12). El caso de Kate es el más drástico, ya que ésta optó por deshacerse de una persona a la que detestaba y a quien odiaba tener que parecerse; en su caso el hombre que la había cuidado y a quien prefería llamar papá era al menos buena gente (2.9). Álex por su parte se quedó pronto sin madre (ella no sabe por qué) y su ‘padre’ en principio ha cuidado bien de ella, aunque a la joven no le agraden sus maneras ni el trato que da a las personas de su entorno (especialmente a su novio). Algo parecido tuvo que sufrir Sun toda su vida (aunque ella sí tenía madre) con su estricto progenitor, de costumbres algo mafiosas. Pero por supuesto el caso más terrible es el de Locke, quien entregado a un orfanato de pequeño, descubre de mayor que su madre está algo loca y que su padre es un insensible estafador y asesino, quien no duda en usar sus malas artes contra su propio hijo (1.19). No sabemos qué le deparará el nuevo encuentro con él, pero no es fácil que sus abismales diferencias aún puedan arreglarse con una conversación, por muy sincera que ésta pudiera legar a ser. Este hombre nunca ha estado dispuesto a proporcionar a su hijo lo que éste necesitaba, a pesar de lo mucho que John ha llegado a darle. En el mundo exterior sólo podríamos esperar que Cooper acabara en una lóbrega cárcel, pero en la isla no sabemos aún lo que le espera.
La moraleja es que si el padre de uno –o cualquier otro familiar– es un delincuente o un maltratador, la mejor opción es denunciarlo, por difícil que esto pueda resultar, y alejarse de su mala influencia si no quiere uno acabar mal (malherido o maleante). Lo difícil es discernir si esa persona aún estaría a tiempo de redimirse con la ayuda de su familia (como quizás era el caso de Christian) o si ya no tiene arreglo (como es claramente el caso de Cooper). Jack pudo tal vez haber apoyado más a su padre en muchas ocasiones previas (como en el episodio 3.1), pero su denuncia ante el comité médico en el 1.11 fue una decisión acertada, de lo que deberían haber aprendido tanto Kate (para no tener que llegar a matar a su padre) como Locke (para no llegar a ser víctima de un intento de asesinato por su parte).
Amparo
John ha acompañado a Sayid y a Kate desde la playa (3.10-3.12) compartiendo supuestamente con ellos la misión de rescatar a Jack. Pero en los avatares del camino ha descubierto la existencia de una estación de comunicaciones, de un enemigo que conocía la minusvalía de su pasado y de un submarino con el que se puede salir de la isla. De manera sistemática –lo que hace entrever una clara y decidida resolución– nuestro calvo amigo ejecuta la destrucción de cada una de estas tres amenazas. En la estación Llama (3.11) y en la valla sónica (3.12) las circunstancias jugaron a su favor para que sus acciones parecieran accidentales, pero en cuanto se interna entre las casas donde viven los Otros su estrategia es clara: enfrentarse a Ben y acabar con el submarino. Es probable que el bienestar de Jack no le sea del todo indiferente, pero claramente su prioridad es otra: despreocupado de sus compañeros –que en seguida son capturados– se dirige certeramente hacia su objetivo.
Desde que conoció al falso Henry Gale en el Cisne (2.14), Locke ha estado intrigado por este hombrecillo. Pero una vez informado de que se trata del líder de los Otros (se lo dijo Hurley en el episodio 3.3) las extrañas revelaciones que le hizo el prisionero le intrigan aún más. John sabe que la isla le está tratando de forma privilegiada, curándole milagrosamente de su parálisis y acelerando también la curación de la herida que le causó la compuerta de la estación Cisne (2.17-2.22), y siente una malsana curiosidad por descubrir la verdad que hay tras este enigma. Cree que una importante fuente de información podría ser Ben Linus. Pero a la par de su deseo de obtener respuestas al respecto está su firme intención de impedir que nadie pueda salir de la isla o contactar con el exterior, pues parece estar convencido de que permanecer aislados es lo más beneficioso tanto para su gente como para los Otros – o quizás no le importe realmente ninguna otra persona en absoluto y sólo pretenda impedir cualquier posible interferencia en sus planes de conocer el secreto de la isla y de entregarse totalmente a él.
Sin embargo el Locke que encontramos en los flashbacks es mucho más altruista. Tras superar en cierto modo una etapa de profunda depresión, un solitario y elusivo John descubre que su padre está a punto de estafar a una acomodada señora casándose con ella para quedarse con su dinero. Inmediatamente decide tomar cartas en el asunto e impedir que Cooper hiera a otra persona como le hirió a él: no le preocupa tanto que se quede con el dinero como que la ilusionada mujer viva la decepción de que alguien que decía quererla sólo quisiera aprovecharse de su ingenuidad. Cuando muere el joven hijo de la novia, John empieza a vislumbrar un mayor nivel de maldad en su padre del que había imaginado: parece que también es capaz de matar fríamente a quien se interpone en sus planes. Efectivamente, poco después constata en sus propias carnes la asesina predisposición de su progenitor. Locke seguía siendo un iluso en cuanto a los sentimientos de su padre, seguía pensando que Cooper le tenía un cierto respeto por ser su hijo y su donante de riñón (1.19) y su colaborador en recuperar un dinero que había estafado (2.17); ingenuamente pensaba que con una recriminación conseguiría reformarle y hacer que se comportarse bien. Pero Cooper ha demostrado que está dispuesto a todo para sacar adelante sus planes, por lo que no duda en atentar contra la vida de su hijo tirándole por una ventana. Y ahora sí, parece que Locke se ha dado cuenta de quién es su padre, tras haber perdido para siempre por su culpa un riñón (1,19), a su novia (2.17) y la movilidad de sus piernas.
Con semejantes antecedentes es posible que la motivación adivinada por Ben tras la acción de explotar el submarino tenga visos de verdad: que lo que Locke quiere impedir a toda costa es volver a encontrarse con su padre, de quien los detectives que atendieron su caso habían perdido el rastro. Pero el atribulado hijo no contaba con la inmensa caja mágica que, metafóricamente, posee la isla, de modo que, con submarino o sin él, se acabará encontrando de nuevo frente al hombre que tanto amargó su vida.
Pero antes de conocer que deberá enfrentarse de nuevo a su padre, Locke disfruta echando un pulso dialogal con su enemigo actual en la isla, Ben. Parece que ambos tienen mucho en común pero también algo importante que les diferencia: ambos se preocupan por mantenerse en comunión con los misterios de la isla, pero los favores curativos de la misma no parecen estar funcionando igual para los dos, ya que obviamente uno necesita una silla de ruedas y el otro no.
Aunque curiosamente ambos contendientes no interpretan igual este artefacto que se han visto obligados a utilizar. John Locke sufre una gran angustia al ser colocado por primera vez en su silla. Le derrumba darse cuenta de aquello en lo que le ha convertido su sueño imposible de conseguir una buena relación con su padre. Lo que más le duele, según adivina Ben, es que la causa de su invalidez no haya sido un desafortunado accidente sino la deliberada intención asesina de su propio padre, al que él sólo había querido ayudar. En esos terribles momentos parece que opta por aferrarse al experto consejo de su fisioterapeuta: no te conformes con límites imaginarios, si has conseguido sobrevivir a una caída desde un octavo piso no te autocompadezcas pensando en lo que no vas a poder hacer. Locke intentará vivir una vida con sentido e incluso proponerse metas difíciles, como su intento de participar en un “Walkabout” australiano, sin dejar que otros le digan lo que no puede hacer (1.4). Pero sólo en la isla tras el accidente del avión ha vuelto a sentirse completo y útil. Ahora piensa que sus desgracias del pasado han sucedido sólo con el fin de traerle aquí, donde está convencido de tener una misión importante que cumplir (más allá de la repetitiva tarea del Cisne en la que finalmente falló).
Por su parte Ben reconoce que Locke es una persona muy especial, que ha recibido un trato especialísimo de favor por parte de los poderes de la isla, sin embargo se niega a hablar claro con él y recurre a su inveterada costumbre de manipulación. Quizás no entiende por qué se encuentra en este momento sin poder usar sus piernas, por qué no se le ha concedido una rápida curación, pero se niega a considerarlo una debilidad: la silla de ruedas es para él una forma de ganar dignidad (frente a quedarse tumbado en la cama) e incluso la considera una prerrogativa sobre Locke, como algo que le otorga un mayor conocimiento de lo que la isla quiere. En el brillante intercambio de preguntas en el que cada uno trata de imponer su conciencia de superioridad sobre el otro, Locke hace saber a Ben que está en contra de toda tecnología (luz eléctrica, frigorífico...), porque cree que la isla quiere que vuelvan a una vida completamente natural, mientras Ben se maravilla de hasta dónde llega la renuncia de todas las ventajas de la civilización que ha hecho este hombre por defender –casi sin saber por qué– un nuevo estilo de vida en la isla, mientras que él no ha conseguido nunca de su gente un compromiso tan fuerte a pesar de que ellos están mucho más familiarizados con los misterios isleños.
Una vez puestas las cargas explosivas en el submarino, Locke ya no intenta esconderse pues al parecer no le importa que le cojan los esbirros de Ben. Si se hubiera mantenido oculto podría haber intentado rescatar a Sayid, Kate y Jack, pero nos damos cuenta de que nunca fue su intención rescatar a nadie, sino acceder a los Otros y a los secretos que éstos guardan. Podemos entender ahora que en las primeras escenas del capítulo, cuando el equipo de rescate observa a Jack con unos prismáticos, Locke está observando más bien a Ben en su silla de ruedas. Dirime sin dudar el debate que surge entre Sayid y Kate a favor de rescatar a Jack, no tanto –como dice– porque éste le impresionara en su heroica labor del primer día en la isla, sino porque le convenía internarse libremente en el poblado al caer la noche.
Locke ha cumplido su misión de destruir el único medio de salida de la isla y sabe que Ben no va a castigarle por eso. Éste le visita en el lugar donde le tienen retenido y hace que Richard lo libere, explicándole por qué le ha venido tan bien que con su acción impidiera la marcha del doctor. Imaginando todo tipo de intricados misterios Locke se aviene a acompañar al ahora inválido a ver lo que ha salido de su caja de sorpresas, pero no va a gustarle demasiado lo que encontrará allí: su padre, Anthony Cooper, maniatado y amordazado. Seguro que a éste tampoco le agrada tener que volver a ver al hijo al que una vez tiró por una ventana.
Mientras tanto Jack ha visto desvanecerse ante sus ojos su plan de salir de la isla. Kate ha venido para rescatarle aunque él le había pedido que no lo hiciera. Su buena amiga, que tanto había sufrido por haberle dejado atrás (3.7, 3.9), no puede entender que Jack haya decidido fiarse de los Otros. Pero en las palabras de su querido médico cree entrever que la gran desilusión que le ha alejado de ella tiene que ver con su relación con Sawyer y tristemente acepta la situación. Lo malo es que, al traerse con ella a Locke para el rescate de Jack, indirectamente ha colaborado en la destrucción de todas las esperanzas que había puesto el doctor en volver por fin a América e intentar desde allí conseguir un rescate para todos.
Sayid, también capturado, no tiene oportunidad de hacer gran cosa, excepto revelar a Álex que su madre, a la que se parece mucho, está viva. Mientras tanto Danielle Rousseau observa a los Otros desde una posición segura entre los árboles hasta reconocer finalmente en una joven morena a su querida y añorada hija.
Danielle vuelve a ver a su hija, Locke vuelve a ver a su padre, Kate vuelve a ver a Jack. Se trata de tres encuentros de muy distinto cariz. Mientras que la francesa ya recelaba de que el encuentro con Álex podría ser bastante duro (3.12), Kate nunca imaginó que Jack realmente prefiriera que ella no intentara rescatarle. Finalmente lo último que esperaba John Locke era reencontrarse con su padre en la ciudad de los Otros.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- Álex no se lleva bien con su padre y trata de evitar que éste manipule a la gente a sus anchas. Es un caso similar a lo que Locke quiso hacer en el pasado con respecto a Cooper. Parece que no había pensado en ningún momento denunciarle sino sólo en tratar de disuadirle por las buenas, pues para él aún era relevante la relación paterno-filial. Por desgracia en este episodio descubre que deberá enfrentarse de nuevo con este consumado estafador, a quien nunca parece ser capaz de dejar atrás como un mero asunto desagradable de su pasado. Kate también tuvo que lidiar con un padre al que despreciaba –y a quien decidió quitar de en medio (2.9)– y Jack con el alcoholismo de su progenitor –cuya muerte reciente ha tenido que llorar, acongojado por un cierto sentimiento de culpa (1.5, 1.11, 3.1)–. Pero Álex tiene la suerte de haber empezado a vislumbrar que Ben podría no ser su verdadero padre, que cuenta con una madre desconocida que está viva mientras que le habían dicho que estaba muerta, aunque todo esto no logre atenuar el dolor de ver que el padre que te ha cuidado y mimado (recuérdense las fotos de una niña en la casa de Ben) es una mala persona.
Nos encontramos ante ejemplos muy diversos de conflicto generacional: Jack y Christian hubieran necesitado una mejor comunicación; padre e hijo se querían, aunque apenas lograron decírselo nunca el uno al otro (1.16). Claire, por su parte, rechazó directamente la relación con un padre que desde muy pequeña la había abandonado (3.12). El caso de Kate es el más drástico, ya que ésta optó por deshacerse de una persona a la que detestaba y a quien odiaba tener que parecerse; en su caso el hombre que la había cuidado y a quien prefería llamar papá era al menos buena gente (2.9). Álex por su parte se quedó pronto sin madre (ella no sabe por qué) y su ‘padre’ en principio ha cuidado bien de ella, aunque a la joven no le agraden sus maneras ni el trato que da a las personas de su entorno (especialmente a su novio). Algo parecido tuvo que sufrir Sun toda su vida (aunque ella sí tenía madre) con su estricto progenitor, de costumbres algo mafiosas. Pero por supuesto el caso más terrible es el de Locke, quien entregado a un orfanato de pequeño, descubre de mayor que su madre está algo loca y que su padre es un insensible estafador y asesino, quien no duda en usar sus malas artes contra su propio hijo (1.19). No sabemos qué le deparará el nuevo encuentro con él, pero no es fácil que sus abismales diferencias aún puedan arreglarse con una conversación, por muy sincera que ésta pudiera legar a ser. Este hombre nunca ha estado dispuesto a proporcionar a su hijo lo que éste necesitaba, a pesar de lo mucho que John ha llegado a darle. En el mundo exterior sólo podríamos esperar que Cooper acabara en una lóbrega cárcel, pero en la isla no sabemos aún lo que le espera.
La moraleja es que si el padre de uno –o cualquier otro familiar– es un delincuente o un maltratador, la mejor opción es denunciarlo, por difícil que esto pueda resultar, y alejarse de su mala influencia si no quiere uno acabar mal (malherido o maleante). Lo difícil es discernir si esa persona aún estaría a tiempo de redimirse con la ayuda de su familia (como quizás era el caso de Christian) o si ya no tiene arreglo (como es claramente el caso de Cooper). Jack pudo tal vez haber apoyado más a su padre en muchas ocasiones previas (como en el episodio 3.1), pero su denuncia ante el comité médico en el 1.11 fue una decisión acertada, de lo que deberían haber aprendido tanto Kate (para no tener que llegar a matar a su padre) como Locke (para no llegar a ser víctima de un intento de asesinato por su parte).
Amparo