Dos misteriosos gatos enlazan en este episodio el presente con el pasado: el gato de Amira, que había sido torturado con petardos por unos niños, y la gata de Mikhail, cuyo nombre es Nadia. Sayid no ha olvidado nunca a Nadia, por el amor que siente por ella, pero tampoco ha podido olvidar ninguno de los rostros de las personas que torturó en Iraq.
Amira, una de sus víctimas, reconoció en el cocinero Najeev de un restaurante de París al hombre que le había echado aceite hirviendo sobre los brazos. El deseo de venganza de Sami, su marido, convierte al ex-torturador en torturado, aquél al que con daños físicos de creciente intensidad e incluso amenazas de muerte se le pretende arrancar una confesión. Sayid confiesa enseguida su identidad y su antiguo oficio en la Guardia Republicana, pero en un principio prefiere ocultar su responsabilidad en las lesiones de Amira. Esta admirable mujer necesita de su antiguo verdugo un gesto personalizador que restaure la relación entre ellos al nivel que corresponde entre dos seres humanos, por eso quiere que él admita la verdad y le pida perdón. La aceptación por parte de su interrogador de que aquello fue horrible y de que le ha dejado casi tan profundamente afectado como a ella le parece suficiente para saldar la deuda y pasar página. Ella nunca ha querido una venganza que la convierta en agente de la violencia que ha aprendido a aborrecer. No quiere que ninguna criatura vuelva a vivir un horror similar ni la terrible secuela de no poder sentirse seguro nunca más. Nuestro ‘perdido’ iraquí le abre su corazón confesando que su rostro, junto al de muchas otras víctimas, se le hace a menudo presente cargándole de culpabilidad. El sincero intercambio entre ambos aportará paz al interior de estas dos personas.
El gato que, entre otros animales, recibe la visita de Sayid en la Llama, trae inmediatamente a la memoria de nuestro musulmán la mujer que en aquella ocasión le ofreció su perdón, en una sublime lección de respeto y de capacidad de reconciliación. Sayid no va a dejar por eso de analizar atentamente cada palabra, gesto y movimiento de su posible enemigo ni cada detalle de su entorno, pero desde una especial sensibilidad en contra de toda violencia innecesaria. Por eso le desagrada sobremanera que Kate golpee a la señora Klugh una vez que ha sido sometida –y más aún que la mate el propio Mikhail– y se verá inclinado a tratar con respeto a su prisionero.
El solitario ruso probablemente ha vivido durante su etapa en el ejército soviético experiencias similares a las de Sayid. Él mismo dice que tras años de haber llevado a cabo actos horribles contra sus enemigos se sintió atraído por un anuncio de la Iniciativa Dharma que ofrecía alistarse para salvar el mundo (aunque esta parte fuera mentira y la verdad es que fue reclutado por los Otros, probablemente al estilo de como lo fue Juliet [3.7]). Está claro que además de estar acostumbrado a herir (a Sayid) y a matar (a la señora Klugh) el hombre del parche en el ojo es experto en curar, lo que probablemente inspira gran respeto a nuestro iraquí. Ambos tienen también en común su habilidad en el campo de las telecomunicaciones, por lo que les va a ser fácil adivinarse mutuamente sus intenciones. El paralelismo entre ambos personajes queda subrayado por el nombre de Nadia, relacionado para los dos con una mujer especialmente admirada.
Tanto en el caso de Sami como en el de Mikhail, Sayid se encuentra ante alguien con quien tiene algo en común (nacionalidad y experiencia militar respectivamente), algo que en principio podría inspirarle una cierta camaradería, pero en ambos casos, una enemistad insuperable –por algo ocurrido en el pasado en contra de sus respectivos grupos o seres queridos– les separa irremisiblemente. Amira se yergue como testigo de la posibilidad de reconciliación, pero las hostilidades declaradas entre dos personas enemigas –o dos bandos enemigos– suelen levantar sospechas que impulsan apremiantes movimientos de ataque o defensa, sin dejar transcurrir el tiempo necesario para que cambie la perspectiva sobre esa persona que se percibe como una amenaza. Es el caso, por desgracia mucho más frecuente, que impulsa a Mikhail a disparar a Sayid antes de preguntar y a Sami a atacarle sin piedad aún sin poder estar totalmente seguro de su culpabilidad. Sayid, que ya ha aprendido mucho sobre el perdón muestra sin embargo frente al ruso una tendencia conciliatoria desde el principio, aún después de haber sido disparado.
El mismo tema de una enemistad que impulsa a atacar indiscriminadamente reaparece en el relato del ruso sobre la guerra –o purga– entre la gente de Dharma y los Hostiles. Los dos grupos que habitaban en la isla no pudieron convivir en paz sino que los Hostiles acabaron con la comunidad de científicos. Del mismo modo la posible interacción amistosa entre los supervivientes del avión siniestrado y los misteriosos Otros (u Hostiles) queda de nuevo abortada en una escaramuza que termina con un herido, un cadáver y un prisionero.
Sayid, además de una sorprendente capacidad de clemencia, demuestra en su aventura en la Llama su admirable arrojo, inteligencia y generosidad. Se arriesga como voluntario a acercarse para un reconocimiento más cercano de la extraña granja y de su habitante, para luego aguantar estoicamente un disparo en el brazo, la extracción de la bala y el pinchazo de los puntos, siendo consciente todo el rato de la mentira que está representando su provisional ‘doctor’. Locke, por su parte, nos sorprende dedicándose completamente a lo suyo y olvidando que forma parte de un equipo (que normalmente tiende a querer liderar). En vez de interesarse por el que parece ser un representante de la Iniciativa Dharma y por la información que se podría obtener de él (como hacen Kate y Sayid y se podría esperar especialmente de Locke), se obsesiona con ganar el juego de ajedrez al que es invitado por un ordenador. El ajedrez simboliza de nuevo la terrible oposición a muerte entre grupos que comparten un terreno común, pero que en vez de colaborar pelean incansablemente por hacerse con el poder, aunque esto suponga que ambos bandos queden en su mayoría esquilmados.
De hecho, la perseverancia de Locke en su intento de ganar este juego resulta finalmente destructiva: se ve recompensada con nuevas instrucciones –en su mayoría obsoletas– del Dr. Candle (o como se llame este hombre en realidad), de las cuales sólo una parece seguir vigente, “si ha habido una incursión hostil en la estación, introducir 77”. Este código al parecer activa las cargas explosivas que alguien ha dispuesto por toda la estación. Cuando John se acerca al ordenador para jugar al ajedrez se muestra claramente una cámara fijada en lo alto de la pared cuyo piloto rojo indica que está activa. Es posible que alguno de los Otros u otra persona diferente esté vigilando en directo esta habitación de la Llama e incluso sea capaz de operar el ordenador a distancia, jugando la partida de ajedrez contra Locke mientras le deja creer que está jugando contra una máquina (Mikhail le comenta que el ordenador a veces hace trampas). Este supuesto observador podría también haber hecho que John accediera a las instrucciones del Dr. Candle y de este modo haber inducido que el ex-paralítico hiciera explotar la estación de comunicaciones.
Locke destruye así toda posibilidad de aprovechar el valioso equipamiento, suministro, animales e información de la recién descubierta estación Dharma. Sus acciones desconciertan de nuevo a Sayid, que desde el principio de esta temporada no acaba de aclararse con el tipo de liderazgo que está ejerciendo el calvo explorador, empezando ya en este mismo episodio a cuestionar la racionalidad de que estuvieran siguiendo el rumbo marcado en el bastón de Eko. Se trata en este caso de una divergencia entre amigos que en principio están en el mismo bando, pero que podría conducirles a todo tipo de conflictos en el futuro.
Mientras tanto los supervivientes que esperan en la playa han encontrado una manera pacífica de resolver un conflicto que enfrentaba a Sawyer con el resto de la comunidad, obligándole a compartir sus cosas con todo el campamento y, lo que para él es aún más difícil, a desistir por una semana de aplicar apodos ofensivos a diestro y siniestro. El que en su momento se autoproclamó “nuevo sheriff del pueblo” (2.13) vuelve a encontrarse destituido del poder que él cree obtener por medio de sus posesiones. Enormemente preocupado por la ausencia de Kate, James tendrá que aprender a ser uno más en la comunidad sin ningún tipo de ventajas o prerrogativas. Tampoco podrá expresar su agresividad o sentido de superioridad con sus insultos. Hurley, siguiendo las huellas de Jack (2.17) ha utilizado su habilidad como jugador de ping-pong para poner al rebelde sureño en su sitio y no dejarle aprovecharse de la gente.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- El tema principal de este episodio es la hostilidad entre enemigos y la posibilidad de superarla en un cierto respeto y entendimiento mutuo. La postura ideal está representada en la intervención de Amira en defensa del gato, que aún a veces araña a su salvadora, y a favor de perdonar a su antiguo agresor, siempre que éste reconozca y aborrezca lo que hizo. Este ejemplo influirá en la tendencia de Sayid a superar el rencor y a tratar con clemencia a sus enemigos, aunque le acaben de disparar o le amenacen con matarle en cuanto se descuide (como vimos en 2.8 con respecto a Ana y en este episodio con respecto a Mikhail, aunque en 2.14 y 2.18 había recaído en su tendencia a torturar a un prisionero). Es importante constatar cómo el paso de reconocer la verdad de los hechos es importante en el proceso de reconciliación: no se trata de olvidar lo que pasó sino de reconocer juntos que fue algo horrible que produce secuelas tanto en el torturador como en el torturado, de comprometerse juntos a impedir que algo así vuelva a ocurrir. Es triste sin embargo que Amira no considera la posibilidad de que Sami también perdone a Sayid; su marido parece entregado a la idea de vengar el dolor que vivió su mujer y la terrible inseguridad que la acosa desde entonces.
- La influencia del perdón de Amira llega mucho más allá de aquella habitación en París. Sayid se verá impulsado desde entonces a perdonar como fue perdonado. Cada perdón responde así a una larga cadena de perdones: cuando uno reconoce que hace muchas cosas mal y siente el alivio de haber sido perdonado experimenta una mayor inclinación a ser clemente con los fallos de los demás. Por eso cada pequeño gesto de perdón puede tener un alcance inusitado. Pero del mismo modo que el perdón engendra perdón la violencia engendra violencia, como ocurre en este episodio en el caso de Sami.
- Por otra parte hemos visto que Mikhail quería ser bueno y ayudar a salvar el mundo tras haber hecho daño a muchos enemigos en la guerra. Se resiste a matar a su compañera, que prefiere morir a traicionar a su gente. Ese sentido de la obligación con respecto a una causa mayor es la que al final prevalece y le fuerza a disparar a la señora Klugh. Es difícil juzgar a este nuevo personaje sin conocer bien su contexto, pero su solicitud en curar a Sayid, en sacarle la misma bala que él mismo le había incrustado, indica que no es tan mala persona. Por otro lado tenemos la fría indiferencia de Danielle, que no se implica con ninguno de los dos bandos y ante un posible peligro pasa de ayudar a los que han buscado su alianza en una tarea de rescate. Aliados que se esfuman, enemigos que se curan, amigos que se matan, una estación preprogramada para autodestruirse, haciendo volar por los aires todos sus valiosos recursos... todas ellas son distintas formas de afrontar conflictos, por supuesto de muy diversa importancia y gravedad. La serie nuevamente nos ofrece interesantes paradojas que nos invitan a abrir nuestros ojos y mirar de una manera nueva las aparentes amistades o enemistades que nos rodean.
Amparo
Amira, una de sus víctimas, reconoció en el cocinero Najeev de un restaurante de París al hombre que le había echado aceite hirviendo sobre los brazos. El deseo de venganza de Sami, su marido, convierte al ex-torturador en torturado, aquél al que con daños físicos de creciente intensidad e incluso amenazas de muerte se le pretende arrancar una confesión. Sayid confiesa enseguida su identidad y su antiguo oficio en la Guardia Republicana, pero en un principio prefiere ocultar su responsabilidad en las lesiones de Amira. Esta admirable mujer necesita de su antiguo verdugo un gesto personalizador que restaure la relación entre ellos al nivel que corresponde entre dos seres humanos, por eso quiere que él admita la verdad y le pida perdón. La aceptación por parte de su interrogador de que aquello fue horrible y de que le ha dejado casi tan profundamente afectado como a ella le parece suficiente para saldar la deuda y pasar página. Ella nunca ha querido una venganza que la convierta en agente de la violencia que ha aprendido a aborrecer. No quiere que ninguna criatura vuelva a vivir un horror similar ni la terrible secuela de no poder sentirse seguro nunca más. Nuestro ‘perdido’ iraquí le abre su corazón confesando que su rostro, junto al de muchas otras víctimas, se le hace a menudo presente cargándole de culpabilidad. El sincero intercambio entre ambos aportará paz al interior de estas dos personas.
El gato que, entre otros animales, recibe la visita de Sayid en la Llama, trae inmediatamente a la memoria de nuestro musulmán la mujer que en aquella ocasión le ofreció su perdón, en una sublime lección de respeto y de capacidad de reconciliación. Sayid no va a dejar por eso de analizar atentamente cada palabra, gesto y movimiento de su posible enemigo ni cada detalle de su entorno, pero desde una especial sensibilidad en contra de toda violencia innecesaria. Por eso le desagrada sobremanera que Kate golpee a la señora Klugh una vez que ha sido sometida –y más aún que la mate el propio Mikhail– y se verá inclinado a tratar con respeto a su prisionero.
El solitario ruso probablemente ha vivido durante su etapa en el ejército soviético experiencias similares a las de Sayid. Él mismo dice que tras años de haber llevado a cabo actos horribles contra sus enemigos se sintió atraído por un anuncio de la Iniciativa Dharma que ofrecía alistarse para salvar el mundo (aunque esta parte fuera mentira y la verdad es que fue reclutado por los Otros, probablemente al estilo de como lo fue Juliet [3.7]). Está claro que además de estar acostumbrado a herir (a Sayid) y a matar (a la señora Klugh) el hombre del parche en el ojo es experto en curar, lo que probablemente inspira gran respeto a nuestro iraquí. Ambos tienen también en común su habilidad en el campo de las telecomunicaciones, por lo que les va a ser fácil adivinarse mutuamente sus intenciones. El paralelismo entre ambos personajes queda subrayado por el nombre de Nadia, relacionado para los dos con una mujer especialmente admirada.
Tanto en el caso de Sami como en el de Mikhail, Sayid se encuentra ante alguien con quien tiene algo en común (nacionalidad y experiencia militar respectivamente), algo que en principio podría inspirarle una cierta camaradería, pero en ambos casos, una enemistad insuperable –por algo ocurrido en el pasado en contra de sus respectivos grupos o seres queridos– les separa irremisiblemente. Amira se yergue como testigo de la posibilidad de reconciliación, pero las hostilidades declaradas entre dos personas enemigas –o dos bandos enemigos– suelen levantar sospechas que impulsan apremiantes movimientos de ataque o defensa, sin dejar transcurrir el tiempo necesario para que cambie la perspectiva sobre esa persona que se percibe como una amenaza. Es el caso, por desgracia mucho más frecuente, que impulsa a Mikhail a disparar a Sayid antes de preguntar y a Sami a atacarle sin piedad aún sin poder estar totalmente seguro de su culpabilidad. Sayid, que ya ha aprendido mucho sobre el perdón muestra sin embargo frente al ruso una tendencia conciliatoria desde el principio, aún después de haber sido disparado.
El mismo tema de una enemistad que impulsa a atacar indiscriminadamente reaparece en el relato del ruso sobre la guerra –o purga– entre la gente de Dharma y los Hostiles. Los dos grupos que habitaban en la isla no pudieron convivir en paz sino que los Hostiles acabaron con la comunidad de científicos. Del mismo modo la posible interacción amistosa entre los supervivientes del avión siniestrado y los misteriosos Otros (u Hostiles) queda de nuevo abortada en una escaramuza que termina con un herido, un cadáver y un prisionero.
Sayid, además de una sorprendente capacidad de clemencia, demuestra en su aventura en la Llama su admirable arrojo, inteligencia y generosidad. Se arriesga como voluntario a acercarse para un reconocimiento más cercano de la extraña granja y de su habitante, para luego aguantar estoicamente un disparo en el brazo, la extracción de la bala y el pinchazo de los puntos, siendo consciente todo el rato de la mentira que está representando su provisional ‘doctor’. Locke, por su parte, nos sorprende dedicándose completamente a lo suyo y olvidando que forma parte de un equipo (que normalmente tiende a querer liderar). En vez de interesarse por el que parece ser un representante de la Iniciativa Dharma y por la información que se podría obtener de él (como hacen Kate y Sayid y se podría esperar especialmente de Locke), se obsesiona con ganar el juego de ajedrez al que es invitado por un ordenador. El ajedrez simboliza de nuevo la terrible oposición a muerte entre grupos que comparten un terreno común, pero que en vez de colaborar pelean incansablemente por hacerse con el poder, aunque esto suponga que ambos bandos queden en su mayoría esquilmados.
De hecho, la perseverancia de Locke en su intento de ganar este juego resulta finalmente destructiva: se ve recompensada con nuevas instrucciones –en su mayoría obsoletas– del Dr. Candle (o como se llame este hombre en realidad), de las cuales sólo una parece seguir vigente, “si ha habido una incursión hostil en la estación, introducir 77”. Este código al parecer activa las cargas explosivas que alguien ha dispuesto por toda la estación. Cuando John se acerca al ordenador para jugar al ajedrez se muestra claramente una cámara fijada en lo alto de la pared cuyo piloto rojo indica que está activa. Es posible que alguno de los Otros u otra persona diferente esté vigilando en directo esta habitación de la Llama e incluso sea capaz de operar el ordenador a distancia, jugando la partida de ajedrez contra Locke mientras le deja creer que está jugando contra una máquina (Mikhail le comenta que el ordenador a veces hace trampas). Este supuesto observador podría también haber hecho que John accediera a las instrucciones del Dr. Candle y de este modo haber inducido que el ex-paralítico hiciera explotar la estación de comunicaciones.
Locke destruye así toda posibilidad de aprovechar el valioso equipamiento, suministro, animales e información de la recién descubierta estación Dharma. Sus acciones desconciertan de nuevo a Sayid, que desde el principio de esta temporada no acaba de aclararse con el tipo de liderazgo que está ejerciendo el calvo explorador, empezando ya en este mismo episodio a cuestionar la racionalidad de que estuvieran siguiendo el rumbo marcado en el bastón de Eko. Se trata en este caso de una divergencia entre amigos que en principio están en el mismo bando, pero que podría conducirles a todo tipo de conflictos en el futuro.
Mientras tanto los supervivientes que esperan en la playa han encontrado una manera pacífica de resolver un conflicto que enfrentaba a Sawyer con el resto de la comunidad, obligándole a compartir sus cosas con todo el campamento y, lo que para él es aún más difícil, a desistir por una semana de aplicar apodos ofensivos a diestro y siniestro. El que en su momento se autoproclamó “nuevo sheriff del pueblo” (2.13) vuelve a encontrarse destituido del poder que él cree obtener por medio de sus posesiones. Enormemente preocupado por la ausencia de Kate, James tendrá que aprender a ser uno más en la comunidad sin ningún tipo de ventajas o prerrogativas. Tampoco podrá expresar su agresividad o sentido de superioridad con sus insultos. Hurley, siguiendo las huellas de Jack (2.17) ha utilizado su habilidad como jugador de ping-pong para poner al rebelde sureño en su sitio y no dejarle aprovecharse de la gente.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- El tema principal de este episodio es la hostilidad entre enemigos y la posibilidad de superarla en un cierto respeto y entendimiento mutuo. La postura ideal está representada en la intervención de Amira en defensa del gato, que aún a veces araña a su salvadora, y a favor de perdonar a su antiguo agresor, siempre que éste reconozca y aborrezca lo que hizo. Este ejemplo influirá en la tendencia de Sayid a superar el rencor y a tratar con clemencia a sus enemigos, aunque le acaben de disparar o le amenacen con matarle en cuanto se descuide (como vimos en 2.8 con respecto a Ana y en este episodio con respecto a Mikhail, aunque en 2.14 y 2.18 había recaído en su tendencia a torturar a un prisionero). Es importante constatar cómo el paso de reconocer la verdad de los hechos es importante en el proceso de reconciliación: no se trata de olvidar lo que pasó sino de reconocer juntos que fue algo horrible que produce secuelas tanto en el torturador como en el torturado, de comprometerse juntos a impedir que algo así vuelva a ocurrir. Es triste sin embargo que Amira no considera la posibilidad de que Sami también perdone a Sayid; su marido parece entregado a la idea de vengar el dolor que vivió su mujer y la terrible inseguridad que la acosa desde entonces.
- La influencia del perdón de Amira llega mucho más allá de aquella habitación en París. Sayid se verá impulsado desde entonces a perdonar como fue perdonado. Cada perdón responde así a una larga cadena de perdones: cuando uno reconoce que hace muchas cosas mal y siente el alivio de haber sido perdonado experimenta una mayor inclinación a ser clemente con los fallos de los demás. Por eso cada pequeño gesto de perdón puede tener un alcance inusitado. Pero del mismo modo que el perdón engendra perdón la violencia engendra violencia, como ocurre en este episodio en el caso de Sami.
- Por otra parte hemos visto que Mikhail quería ser bueno y ayudar a salvar el mundo tras haber hecho daño a muchos enemigos en la guerra. Se resiste a matar a su compañera, que prefiere morir a traicionar a su gente. Ese sentido de la obligación con respecto a una causa mayor es la que al final prevalece y le fuerza a disparar a la señora Klugh. Es difícil juzgar a este nuevo personaje sin conocer bien su contexto, pero su solicitud en curar a Sayid, en sacarle la misma bala que él mismo le había incrustado, indica que no es tan mala persona. Por otro lado tenemos la fría indiferencia de Danielle, que no se implica con ninguno de los dos bandos y ante un posible peligro pasa de ayudar a los que han buscado su alianza en una tarea de rescate. Aliados que se esfuman, enemigos que se curan, amigos que se matan, una estación preprogramada para autodestruirse, haciendo volar por los aires todos sus valiosos recursos... todas ellas son distintas formas de afrontar conflictos, por supuesto de muy diversa importancia y gravedad. La serie nuevamente nos ofrece interesantes paradojas que nos invitan a abrir nuestros ojos y mirar de una manera nueva las aparentes amistades o enemistades que nos rodean.
Amparo
No hay comentarios:
Publicar un comentario