jueves, 25 de febrero de 2010

6.4. El sustituto

Nuestro x-John vuelve a casa desde el aeropuerto en su furgoneta, profundamente frustrado tras haber intentando en vano hacer su anhelada expedición australiana. Le fastidia tener que depender tanto de una maquinaria que tiene la mala costumbre de atascarse cuando menos falta hace (o cuando no le conviene al superafortunado de x-Hurley), y ahí está, a unos metros de la puerta de su casa, pero sin poder salvar los centímetros que separan del suelo a la plataforma en la que se encuentra su silla de ruedas. Su gran aventura de hoy consiste en atreverse a dar ese pequeño salto... y... ¡vaya! falló, dando con sus huesos en el suelo, para ser irónicamente bienvenido por los indiscretos aspersores de su césped (tan indiscretos como los del campo de golf en el que Sayid se cargó al señor Avellino).
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Pero éste no es el amargado y solitario John Locke que conocíamos antes del vuelo 815, sino que su novia x-Helen se apresura a rescatarle para continuar después con la abrumadora planificación de su boda (en Octubre y se supone que ahora están a finales de Septiembre) a la que incluso estará invitado el padre de Locke (suponemos que una versión menos mala de él; se ve una foto de los dos juntos en su cubículo de trabajo mientras habla con Randy). Sin embargo x-John sigue siendo partidario del color caqui (el típico de su camiseta isleña) para las sillas de la boda, aunque cambia enseguida de opinión para agradar a x-Helen. El ‘cajero’ con corazón de explorador ha intentado cumplir su sueño en el ‘outback’ australiano sin conseguirlo, y ahora tendrá que pagar las consecuencias, al menos en el trabajo, donde su engaño (no asistió al congreso al que le mandó su empresa) ha sido descubierto. También x-Helen descubre la mentira, abriendo la maleta ‘perdida’ con los cuchillos, pero decide demostrar comprensiva a su novio que no necesita cambiar en nada para ser su ‘héroe’.
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Sumido en estas circunstancias de su vida x-John se mira en el espejo, preguntándose quién es verdaderamente él, ahora que va asumiendo (gracias también al realismo de x-Rose) que nunca más podrá andar (y menos si se dedica a rechazar la tarjeta de x-Jack y a no creer en los milagros). Y nos responde esta pregunta al final del episodio, cuando integrado en un puesto de trabajo medianamente interesante enseñando deportes y ciencias en un instituto, saluda a un insignificante profesor de Historia Europea llamado Benjamin Linus: “John Locke, sustituto”.
No sabemos cómo quedó paralítico este Locke, pero su intento de hacer la expedición ha cambiado realmente su vida, haciéndole conectar con una serie de personas relacionadas con el vuelo 815 que le han derivado hacia nuevos derroteros. De un ‘cajero’ apodado ‘coronel’, ha pasado a ser un profesor ‘sustituto’. Quizás el destino (¿o algún x-candidato?) está colocando sus piezas para que este personaje ‘sustituya’ significativamente a alguna otra pieza clave...
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En otra realidad, unos tres años más tarde y en una isla perdida, el Otro Ben Linus reconoce que el John Locke que él conoció (y mató) era sobre todo un ‘creyente’, un hombre de fe, que había sido mucho mejor que él. Nuestro experto lanzador de cuchillos –y humilde servidor de la isla que le devolvió el uso de sus piernas– sólo volvió a Los Angeles para descubrir que Helen había muerto y morir poco después también él. Aunque el destino le reservaba la ironía de traerle de nuevo a la misma playa perdida para ser enterrado junto a su aprendiz Boone (cual nuevo sacrificio requerido por la isla), y permitir así que su imagen ‘sustituyera’ a la que usaba antes el enemigo de Jacob, la del hombre que vestía de negro junto a la estatua. Si ponemos en una balanza la vida de este apasionado hombre de fe, con todo lo que disfrutó y sufrió en estos tres años (transcurridos para él en sólo unos meses) y la de su resignado y pragmático x-homónimo de x-Los Angeles, ¿cuál es más significativa? ¿cuál hubiera preferido él? (aunque para contestar a esta pregunta aún tendremos que ver por qué derroteros le llevan los guionistas en los flash-sideways).
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Pero aún nos queda otro John Locke y otra balanza que analizar: el ser que asumió falsamente su identidad y que al parecer ahora sólo puede adoptar o esta forma o la de amenazante humo negro (Smocke le empiezan a llamar en algunos foros). Y cuándo se le pregunta quién es responde que un ser atrapado que alguna vez fue hombre y fue libre, y que sufrió traiciones y la pérdida de un ser querido. Sea esto verdad o no, Smocke se mueve de manera bastante urgente y decidida hacia un único fin inconfesable (probablemente la muerte de todos los candidatos) y su actual objetivo en la partida es reclutar a gente, ofreciéndoles lo que cree que más puede atraerles: información y libertad. Su jugada previa ha eliminado a una pieza clave del tablero, a su odiado Jacob, pero es posible que haya infringido un poquito las reglas (o no, que para eso se buscó trabajosamente su resquicio o ‘loophole’), aunque esto no quita que se le vean de lejos las ganas de infringirlas o burlarlas si puede una vez más. Con regocijo destruye el equilibrio que durante cientos de años había reinado entre las piedras negra y blanca de la balanza de la cueva, y arroja la piedra blanca al mar, de modo que la negra asume gravemente sin tardar la posición predominante (¿para cuánto tiempo más?)
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Lo que está claro es que el color de la partida ha cambiado y todos están corriendo a refugiarse en el templo, único lugar seguro de la isla, al que aún faltan por llegar Richard (apenas liberado de la cautividad), Ilana, Frank, Ben y Sun (que aún están guardando duelo a sus muertos, recogiendo sus cenizas o enterrando sus despojos), mientras que andan por la selva perdidos Kate, Jin y Claire. Por su parte, Sawyer, tratando de atontar su dolor con música a todo volumen y un potente whisky, ha preferido pasar totalmente de la inquietante situación de alerta que reina en la isla, poniéndose sin saberlo a merced de las artimañas del furibundo Smocke.
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Sólo un jovencísimo rubio se atreve a asomarse por la isla y recordar al negro jugador las venerables reglas de juego (“no lo puedes matar”), poniéndole de un pésimo humor. El misterioso muchacho es “un chaval de 12 a 14 años, con sabiduría en los ojos, pesadumbre en el corazón, una importantísima responsabilidad a sus espaldas y pelajo rubio en la cabeza” (según traduce Gonzalo Tegel en el blog de Cuatro los datos de la llamada de casting para seleccionar a este actor que publica la lostpedia). Smocke está harto de reglas, de sentirse atrapado durante siglos en este maldito juego, de tener que buscarle las vueltas a gente que ya le tiene más que calado, de perseguir dolorido a este crío, quizás esperando de él algún tipo de tregua o trato de favor para facilitarle el resto de la partida. ¿Por qué aparece el muchacho la primera vez con los brazos ensangrentados? ¿Por qué no puede verle Richard? ¿Podría este chico tener que ver con la famosa pérdida de un ser querido que sufrió este ser cuando aún era un hombre, con aquella traición que endureció su corazón? Sea su nombre Aaron o Jacob (¿por qué no Christian o Charles, ya puestos?), se trata probablemente de un personaje sumamente significativo de su pasado como ser humano.
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Y como cumbre del episodio tenemos la interacción entre esos dos monstruos (sin ánimo de ofender) de Sawyer y Smocke. Nuestro experto estafador se huele a la legua que este ‘muerto’ no tiene ningún miedo y aprende pronto que no se trata de un ser al que pueda amenazar con un arma. Parecía encontrarse abatido, pero enseguida se enciende en él el modo de supervivencia y de la búsqueda activa de la mayor ventaja posible. Aunque sin subestimar a su formidable oponente, Sawyer pasa de esconderse en la selva y de salir corriendo hacia el templo, prefiere ‘jugar’ para ver qué puede ganar (quizás porque no tiene mucho que perder). Si creíamos que James había afrontado en Cooper (Sawyer vs. Sawyer) al malo más maligno posible del universo, allá en el infernal calabozo del “Black Rock”, se encuentra ahora ante un expertísimo manipulador de voluntades (que ha dejado pequeño al mismísimo Ben Linus, quien entre “ratones y hombres” bien que en su día se las dio con queso a nuestro rubiales) y jugando además con reglas enigmáticas en un terreno escabroso y desconocido.
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Pero es que nuestro Sawyer se crece ante las dificultades y le da al coco con enorme rapidez. En la impresionante imagen de la entrada a la caverna de estos dos personajes, vista desde detrás de la balanza, Smocke queda del lado de la piedra blanca y Sawyer de la piedra negra, expresando quizás que el sureño ex-jefe de seguridad de Dharma es más temible de lo que el enemigo de Jacob quisiera creer. Al menos nos gustaría pensar que no ha entrado allí cual inocente corderito, dispuesto a aliarse con el monstruo isleño y a dejarse engañar por él. Por algo ha sido elegido ‘candidato’, tocado en su infancia por el mismísimo Jacob (el primer ‘tocado’ cronológicamente de los que conocemos) y aspira con el número 15 a suceder al protector de la isla y jefe supremo. A menos que de verdad decida pasar de todas estas patrañas y entregarse a colaborar en el plan del ‘lado oscuro’. Que lo de salir de la isla de momento puede pintar muy bien, pero yo creo que antes Smocke querrá limpiarla de ‘candidatos’ y espero que el ‘lado luminoso’ de Sawyer reaccione a tiempo, antes de verse engullido por la oscuridad esa que le cambia a uno el corazón (esperad, no, los que tenían eso eran Sayid y Claire ¿no?) El caso es que Smocke, que no tiene un pelo de tonto (ehem), podría estar haciendo un reclutamiento muy efectivo entre reclutados y reclamados antes de que ni nos demos cuenta de lo que va todo este juego... Que a los del Templo los pille confesaos...

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