domingo, 30 de mayo de 2010

6.15. Al otro lado del mar

De ‘más allá del mar’, supone el muchacho vestido de negro que habrá venido el juego egipcio de Senet que ha encontrado en la playa. “No hay nada más; esta isla es todo lo que hay”, le replica la mujer que se ha hecho pasar siempre por su madre..., pero siendo este muchacho tan ‘especial’ es capaz de conocer intuitivamente muchas más cosas de las que su madre le ha enseñado, aunque no las comprenda bien, por lo que enseguida capta la posibilidad de la ‘mentira’: de que él puede mentir, al igual que su madre le está mintiendo a él, cosa que tan difícil le resulta a su hermano Jacob.
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Y su madre les ha mentido en primer lugar con ese mismo nombre de ‘madre’ con el que se hace llamar. Es verdad que es la mujer que los ha criado, pero el hecho de matar a traición a la joven Claudia apenas terminó de dar a luz a los mellizos, le quita el derecho a ser llamada ‘madre’ por esos niños a los que violentamente ha separado de la mujer que los concibió y de la tierra y del pueblo a los que legítimamente pertenecían (curioso episodio para festejar el día de la madre, ya que se emitió en EEUU en una fecha muy próxima a dicha celebración).
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Este episodio nos revela una serie de hechos ocurridos en el remoto pasado de la isla (hace unos dos mil años, según parece, siendo Claudia y su gente procedentes del mundo romano que hablaba latín), pero en muchos de ellos encontramos paralelismos con acontecimientos muchos más recientes, revelando cómo éstos se insertan en una tradición muy antigua, de forma que ciertas situaciones parecidas se han repetido una y otra vez, como en un círculo vicioso.
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Y en esta perspectiva nuestro especial niño de negro, principal protagonista del episodio (de quien no se llega a revelar el nombre por lo que muchos angloparlantes le llaman ‘Boy in Black’ o BIB), nos recuerda en cierto modo al pequeño niño negro Walt. Este niño quedó huérfano de madre y fue separado de su ambiente habitual para ser llevado a una extraña isla, donde un nuevo progenitor insistía en prohibirle todo lo que más le gustaba. Él se sentía llamado a explorar una isla que le fascinaba, quería aprender las técnicas del señor Locke y hubiera querido poder entender mejor por qué tenía siempre tanta suerte en el juego del ‘backgammon’ y por qué parecía poder controlar con su mente a animales y cosas. La mayor diferencia de Walt con el hermano de Jacob estriba en que él en principio no quería irse pero su padre Michael decidió que el muchacho saliera de esta isla cuanto antes (al revés que la ‘madre’ de BIB), hasta el punto de llegar a matar a dos compañeras para poder cumplir su propósito. Quizás deba agradecerle Walt por siempre aquel empeño, pues el esforzado padre evitó así probablemente que su hijo llegara a convertirse en el siguiente monstruo isleño, destino peor aún que la muerte. (Ya vimos a Walt hacer ciertos pinitos sobrenaturales apareciéndose a Shannon, a Sayid y a Locke, al estilo del fantasmal joven Jacob que aún se aparece en la isla, aunque sólo puedan verle el monstruo y los candidatos). Al menos Michael demostró que quería de verdad a su hijo, cosa que la misteriosa ‘madre’ isleña no pudo demostrar realmente a ninguno de los dos hermanos que aprohijó.
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Pero volvamos un poco más atrás: una extraña mujer vive sola en una isla muy misteriosa junto a la cual ocurre un accidente que hace naufragar un barco. Entre los supervivientes del naufragio se encuentra una mujer embarazada, muy cercana a la fecha del parto, y nos encontramos con que la mujer solitaria no duda en atacar a la recién llegada para hacerse con sus bebés. La misteriosa desconocida establece así el paradigma que seguirán luego los Otros con Danielle Rousseau (por medio de Ben y Ethan siguiendo órdenes de Widmore), y ésta misma con Claire (también Ethan en nombre de los Otros, intentará quedarse subrepticiamente con Aaron, mientras que por orden de Ben varios niños de Oceanic 815 son raptados, incluido Walt), repitiendo finalmente Claire el papel de loca solitaria en la selva, que aunque de momento sólo ha podido hacerse con un monstruoso bebé de mentira, se muestra enseguida dispuesta a matar a Kate como venganza por haberse llevado a su hijo. Todas estas similitudes no se corresponden únicamente con una especie de paradigma mitológico que tiende a repetirse en la isla a través de los tiempos, sino que debemos suponer que tras todos estos planes ha estado siempre Jacob (como admirado jefe supremo de los Otros) y Jacob es el sucesor oficial de su ‘madre’, habiéndose convertido en ‘uno’ con ella tras la ceremonia en la que bebió el vaso de vino. En el lado opuesto se encontraba el espíritu errante de su hermano, orientando a la Claire convertida en salvaje, quien reproduce el papel de Anti-Jacob al querer matar a la mujer que separó a un hijo de su verdadera madre.
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Es posible que los dos inmortales señores de la isla hayan tenido un especial interés por los niños llegados a la misma, sintiéndose especialmente identificados con ellos si han nacido allí de náufragas madres embarazadas (como Alex y Aaron), pero realmente puedo imaginar que tanto Jacob como el Humo Negro tuvieran un especial interés en Walt, dados sus poderes y el alto nivel de maestría que demostraba este muchacho con el ‘backgammon’, por lo que, aunque nunca lleguemos a saber nada más de Aaron o Walt en la serie, entiendo que ambos (al igual que Ji-Yeon) están mucho mejor fuera de la isla, finalmente a salvo (algo que por desgracia nunca consiguió Alex). Por otro lado entiendo que las relaciones fraternales hayan sido siempre de especial interés también para ambos, de modo que personajes como Eko y Charlie (recordando ambos activamente en la isla a sus queridos hermanos Yemi y Liam) les hayan quizás violentado demasiado, por lo que fueron pronto sentenciados.
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Al igual que posteriormente le ha pasado a Jacob, la anterior guardiana de la isla necesitaba preparar a alguien que la sustituyera, por lo que es posible que ella misma provocara el naufragio por el que llegó Claudia a la isla. Menos considerada que su sucesor con el requisito de respetar la voluntad ajena no dio a la joven parturienta ninguna opción, algo que también denegó después realmente a sus dos hijos. Los mellizos fueron criados en la isla, desconocedores tanto de lo que ocurría en el ancho mundo como de los propios secretos isleños. Otros seres sin embargo, osaron asentarse en la misteriosa selva sin haber sido invitados (como ocurrió posteriormente en múltiples ocasiones: soldados americanos, Iniciativa Dharma, expedición francesa...), estableciendo el conocido ciclo de que “llegan, luchan, destruyen, se corrompen, para terminar como siempre”, lo cual visto el ejemplo arquetípico establecido en este episodio podemos suponer que termina siempre en una ‘purga’, más o menos.
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Pero, aún temiendo que aquella gente pudiera ser mala (como decía la falsa ‘madre’), el muchacho de túnica oscura opta por compartir su vida con ellos, asumiendo (por el testimonio del fantasma de su madre muerta) que realmente se trata de ‘su gente’, por lo que podrían quizás mostrarle el camino para dirigirse al lugar de dónde procede. Y es que el inquieto joven busca dos cosas principalmente: conocer lo que se encuentra ‘al otro lado del mar’ y volver a ver la luz de la verdad que palpita en el corazón de la isla. La combinación entre estas dos inquietudes, unida a su intrínseca intuición ‘especial’ (con ayuda quizás de las tradiciones o el ingenio de la gente de su pueblo), le hace concebir el mecanismo de la rueda ‘trasladadora’ (suponemos que la misma que luego llegaría a estar congelada en el subsuelo de la estación Orquídea). Incapaz de encontrar de nuevo la famosa cueva luminosa, el hombre de negro explora las profundidades isleñas, en relación con el fenómeno especial de atracción de los metales que Dharma (y Zoe, la geofísica) identificaría posteriormente como bolsas de especial energía electromagnética. En uno de los pozos excavados consigue avistar la luz, y por algún tipo de intuición y experimentación deduce que puede encauzar esa energía para trasladarse a otro lugar (y a otro tiempo, aunque quizás no era siquiera capaz de conceptualizar este otro tipo de movimiento).
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El mellizo de Jacob no oculta sus proyectos a su hermano (en una de sus múltiples visitas para echar una partidilla) ni a su ‘madre’ (cuando preocupada se acerca a ver personalmente lo que anda planeando su hijo perdido), de forma que la guardiana de la isla se cree en la obligación de destrozarle sus proyectos y ‘purgar’ convenientemente a sus compañeros. Lógicamente, nuestro hombre de negro se considera sumamente traicionado por tan severa ‘madre’, empeñada en frustrar todo lo que él desea, y se acerca a las cuevas donde mora su original familia, para vengarse de ella.
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Es verdad que la efectiva destrucción tanto del pozo como de la aldea demuestran una especial capacidad exterminadora en la ancestral guardiana, pero es sobre todo el momento de su muerte el que nos revela que nos encontramos ante un ser especial. Su airado hijo la mata apuñalándola por la espalda, sin haberse intercambiado ni palabra primero (como Dogen instruyó a Sayid para matar a Smocke y Anti-Jacob a Richard para matar a Jacob, tratándose probablemente de la misma daga en los tres casos) y la ‘madre’ muere dándole las gracias. Al enviar previamente a Jacob a por leña parece indicar que había previsto este final para sí misma, lo que no le impide recoger con cariño del suelo el juego preferido de su hijo, y acariciar con ternura una piedra negra y blanca del mismo, reteniendo especialmente la piedra más oscura entre sus dedos. Yo no creo que podamos decir que ella también era un Humo Negro, pero sí que probablemente tenía poder para controlar ciertas fuerzas isleñas, aparte de una cierta inmortalidad y la posibilidad de establecer inalterables reglas. A los 43 años de la llegada de Claudia a la isla, muere finalmente la mujer que le quitó a ésta sus hijos, sin ningún cambio apreciable en sus rasgos físicos, por lo que podría perfectamente contar con un montón de años, además de estos cuatro decenios. Por manos de su hijo preferido, el inquieto muchacho al que envolvió de bebé con un pañal negro, llegó por fin para ella el deseado descanso de la ingrata tarea de guardar para la humanidad la luz de la vida, la muerte y el renacimiento.
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Pero toda esta trágica historia entre una madre asesina asesinada por uno de sus hijos se contrapone como la cara y la cruz de una misma moneda con la amable relación que esta mujer tuvo con su hijo Jacob. El bebé que tras nacer pacíficamente se vio envuelto en un pañal blanco encontró fácil al crecer (y durante 43 años) doblegar su voluntad a los deseos de la mujer que le había criado. Su inquebrantable lealtad acabó llevándole finalmente a ser el sucesor de su cargo como guardián de la isla, aunque al parecer ni a su madre ni a él mismo le hubiera parecido en principio que fuera el candidato más adecuado (resultando incluso un poco resentido al no haber tenido la opción de haberse negado).
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Jacob no desea salir de la isla para visitar otros territorios (aunque ciertamente lo haría a menudo algún tiempo después), ni siquiera le interesa conocer mejor a los hombres que viven con su hermano. Él considera que la gente puede ser buena, pero no le atrae para nada compartir su vida con otros seres humanos, de modo que, tras la violenta muerte de su madre, vivirá una vida de ermitaño dedicado a las labores necesarias para la supervivencia, a su afición a tejer tapices (que aprendió de ella) y a su ingrata tarea de buscarse un montón de candidatos a su sucesión, dada la maldita manía que cogió su hermano de cargárselos.
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Pero ahora sabemos que el origen del irascible Humo Negro es también culpa de su hermano, que, a pesar de su talante paciente y manso, también perdía los nervios de vez en cuando y se le iba la mano. La ‘madre’ había establecido durante su ‘reinado’ que sus dos hijos no pudieran matarse entre sí, pero por desgracia comentó a Jacob la existencia de un castigo peor que la muerte: si se visitaba el interior de la cueva de luz. Su fiel hijo, totalmente exasperado por el asesinato cometido por su oscuro hermano, arrastra a éste hasta la luminosa fuente de la vida y la muerte, donde Anti-Jacob pierde el conocimiento y es arrastrado por la corriente. Poco después sale convertido en la maligna humareda, condenado a vagar por la isla en esa forma inhumana y a no poder escapar nunca de ella.
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Su cuerpo es poco después expulsado sin vida de la cueva, y es entonces cuando un arrepentido Jacob lo recoge afectuoso para depositarlo junto al de su madre. Pudieron así reposar juntos los restos mortales de estos dos seres tan similares. Pero el hermano sin nombre no tuvo la suerte de morir del todo, sino que seguiría vagando por la selva, acechando la forma de matar a Jacob para finalmente intentar escapar de la isla.
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Antes o después descubriría el temido monstruo la capacidad de recuperar el porte de los humanos a partir de un cadáver no enterrado (aunque el cadáver no quedaba por ello afectado), como era el caso de su propio cuerpo. Por eso le hemos visto pasearse por ahí de nuevo con su antigua forma de hombre de negro en los tiempos en los que llegó Richard a la isla. Pero después le hemos visto tomar la forma de Christian (como él mismo confesó a Jack), la de Yemi y ciertamente la de Locke (imagen que al parecer ya no puede cambiar). Otra cosa es la capacidad de proyectar imágenes de personas ya muertas, que puede recrear a partir de los recuerdos de alguien cuyas memorias ha ‘escaneado’ (la Isabel que vio Ricardo en el Black Rock, los delincuentes nigerianos que vio Eko en la selva junto a su pequeño monaguillo, y probablemente la Alex que vio Ben, la propia madre de Ben –a partir del recuerdo que él tiene de ver sus fotos–, el caballo de Kate, etc.) Creo que estos dos tipos de ‘impersonación’ son diferentes: en el primero el propio Anti-Jacob se hace plenamente presente, pudiendo interactuar de forma totalmente real, en el segundo parece que se trata como de proyecciones (aunque éstas pueden ser vistas, oídas y tocadas por varias personas) limitadas de forma temporal, para las cuales no necesita tener acceso a loss cadáveres sin enterrar.
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Jacob dejó en la mano de su ‘madre’ muerta una bolsita con las piedras negra y blanca que ella acarició antes de morir, como homenaje de los dos hijos que tanto había querido, aunque no resultaron del todo como ella hubiera deseado. El hermano de blanco fue finalmente el elegido para que ella compartiera con él su propio ser, en la ceremonia en la que tras bendecir la copa con unas palabras en latín (“Nam non accipimus hoc quasi vulgarem potionem, sed ut ille sit quasi unus mecum”, que significa más o menos ‘no aceptamos esta poción como algo vulgar sino como medio para que él sea casi uno conmigo’) le dio a él de beber. Desde entonces, dotado de poderes sobrenaturales, Jacob ha gobernado la isla (durante unos 2000 años), y, como le comentó en su día su compañero de juegos, ha tenido la capacidad de establecer finalmente las reglas que han regido una partida a vida y muerte por todo ese tiempo con su inseparable hermano.
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Los dos niños que Claudia gestó en su vientre vinieron al mundo con un destino común y trágico. Ella no tenía nombre más que para el primero de ellos, pero ambos se criaron juntos siendo tanto un apoyo como un reto el uno para el otro. Pronto no les bastaron ni las piedras blancas y negras del Senet egipcio, ni otras muchas similares que encontraron en la playa, sino que su importante partida llegó a poner en juego las voluntades de cada nuevo visitante naufragado. La madre y el hijo muertos, cuyos esqueletos cobijaban las cuevas, no fueron ciertamente el origen de la humanidad isleña (como el apodo de Adán y Eva parecía sugerir), pero poco sospechaban Jack, Kate y Locke cuando los encontraron cuánto dependían sus vidas (y la del resto de la humanidad) de lo que allí había ocurrido hacía unos dos mil años.

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