Jack despierta en un antro cerrado y maloliente, medio drogado y hambriento intenta descubrir el modo de salir de allí; explora la puerta cerrada, el intercomunicador averiado, las cadenas que cuelgan del techo... hasta darse de bruces con un cristal a prueba de golpes que separa la estancia en dos partes: dos mundos separados de contextos muy diversos, pero llamados a encontrar algún tipo de entendimiento entre sí. Juliet, la persona que aparece al otro lado del cristal, intentará conseguir una actitud colaboradora por parte del buen doctor que ostenta contra ella toda su agresividad.
Desprovisto de su libertad, preocupado por sus amigos, desconfiando al máximo de la persona que se presenta ante él y de la cámara que vigila todos sus movimientos, Jack está a punto de tocar fondo física y anímicamente, pero seguirá presentando batalla mientras le queden fuerzas. No hay para él luz, ni agua, ni comida, ni ningún tipo de compañía si no es a través de la mujer desconocida de voz suave que parece querer ganarse su confianza. Sin embargo el testarudo doctor no va a ceder tan fácilmente.
Unas imágenes de su pasado vuelven una y otra vez a su cabeza: aquella etapa tan angustiosa en la que no acababa de asumir la traición de su mujer. ¿Qué había pasado para que ella le abandonara así? ¿Quién y cómo era aquel hombre que le arrebataba a Sarah? En el colmo de su desesperación cree adivinar que su padre, que tantas veces le ha fallado, es el culpable de este nuevo golpe bajo que recibe en su vida, y tras abalanzarse vengativo sobre Christian acaba con sus huesos en la cárcel. Jack, sin saber cómo gestionar su frustración y su dolor, se está convirtiendo en un hombre peligroso, inadecuado para la sociedad y para mantener sus responsabilidades como cirujano. Su dificultad en aceptar su fracaso matrimonial, aparte de agobiar a su ex-mujer va a producir, como daño colateral, una irrecuperable recaída en la destructiva adicción de su padre.
La única salida a aquella situación consistía en aceptarla, dejar de luchar contra ella, dejar de intentar controlarla y comprenderla, dejar irse a su mujer. Derrotado, al final del episodio, Jack parece haber aprendido esta lección cuando la única pregunta que antes le inquietaba con respecto a su mujer (¿quién es él?) se transforma en “¿es ella feliz?”. Ha asumido que su vida debe seguir adelante sin Sarah y ya sólo le importa saber si ella al menos consiguió la felicidad anhelada.
¿En qué ayuda esto a su situación en la isla? Nuevamente se encuentra ante una joven que trata de imponerle una serie de condiciones, condiciones a las que él no quiere plegarse y que son de todo punto injustas. Pero, sencillamente, de momento no le cabe otra opción, lo más sensato parece ser aceptar estas exigencias esperando que se presente una ocasión mejor.
Y volvamos con Juliet: su personaje es reflejo del de Jack al otro lado del cristal. Ella también es médico y está obligada a manejar a este prisionero según las órdenes de Ben (el ex-prisionero del búnker que decía llamarse Henry Gale), hasta el punto de jugarse la vida en ello si las circunstancias lo requieren. La mujer que al principio del episodio se muestra angustiada en el espejo y manifiesta desafiante sus diferencias de criterio con el líder de su grupo ha de utilizar todos sus recursos para quebrar la testarudez de su cautivo.
Los dos personajes se encuentran encerrados el uno frente al otro, forzados a interaccionar en una situación extrema. El cristal les separa pero también les ofrece la oportunidad de relacionarse con cierta libertad, evitando otro tipo de restricción física más coercitiva. La imposibilidad de comunicación por la separación es superada por un interfono. Se trata de diversos medios artificiales que, aún separándolos, les permiten dialogar y avanzar poco a poco en un conocimiento mutuo. La relación entre ellos es, sin embargo, totalmente asimétrica. Jack no sabe nada de esta gente que le ha capturado, de este sitio donde le han encerrado, de esta mujer que ocasionalmente le trae comida, salvo su nombre. Juliet, por su parte, presume de saber todo sobre él. Accede a confirmar que se hallan en una estación de Dharma, pero no da muchas explicaciones de la relación que esta organización tiene con el misterioso grupo de habitantes de la isla al que ella pertenece.
Ni Juliet ni Sarah estaban por la labor de aliviar la angustia de Jack, las dos adoptan una injusta posición de fuerza. Jack, destrozado, se ve obligado en ambos casos a pasar por el aro. Y en ambos casos tras la figura femenina se encuentra la voluntad de un hombre oculto y misterioso, que no da la cara, pero que tiene en su mano las respuestas que Jack necesita. Para saber lo que está pasando y por qué, el doctor quiere conocer la identidad y motivaciones del hombre que de este modo está forzando profundos cambios en su vida. La pregunta “¿quién es él?”, que obsesiona a Jack en este primer capítulo, se nos presenta así, si bien indirectamente, como una de las cuestiones centrales de la tercera temporada: nos acompañará hasta que los guionistas revelen la verdadera identidad del jefe de los otros.
El misterioso ‘Henry’, que estuvo varios días encerrado por Jack y Locke en la estación Cisne, inicia la tercera temporada sometiendo a prisión y estrecha vigilancia al líder de nuestros ‘perdidos’. Esperamos que este tipo de interacción entre ambos líderes, aunque en intensa desigualdad de condiciones, nos ofrezca la oportunidad de conocer a este inquietante hombrecillo un poco mejor. De momento se nos ha permitido, aunque algo avaramente, saber su nombre: Ben (aunque ya es más de lo que Jack consiguió saber sobre la nueva pareja de Sarah).
Pero el atribulado doctor no ha sido el único personaje capturado por los ‘otros’. Sawyer se encuentra encerrado en una jaula para osos, siendo inicialmente el poco comunicativo Karl su único contacto humano. En una sutil alusión a la situación de Taylor en el planeta de los simios, Sawyer se ve degradado a la condición propia de un animal enjaulado. Acostumbrado a poner en marcha todos sus recursos en situaciones límite, en seguida trata de discurrir la manera de hacer funcionar la extraña maquinaria expendedora de comida y agua, pero tras llevarse algunos palos (mejor dicho, una fuerte descarga eléctrica) en el proceso, el resultado es profundamente insatisfactorio e inapropiado: una galleta de pescado y una ración de alimento para osos. Me pregunto si esta situación tan surrealista no representa en cierto modo una constante en la vida de nuestro querido estafador: privado desde su más tierna infancia del cariño y cuidado de sus padres, expuesto a un trato inhumano y degradante por parte de socios manipuladores, la respuesta al despliegue de sus mejores cualidades habría sido en la mayoría de los casos una mera recompensa material, sin alcanzar el grado de sofisticación requerida por el trato amistoso y humanizador de personas que se valoran y respetan entre sí. El intento de fuga iniciado por Karl se convierte en un breve momento de libertad que a la larga revierte en más palos (nuevas descargas eléctricas) y en un renovado encierro en su jaula. Imagen quizás de las breves escaramuzas humanizantes que Sawyer ha protagonizado y que invariablemente le han llevado a nuevas desilusiones. Este hombre enjaulado, sus sentidos e ingenio totalmente alerta y despiertos, espera la ocasión de ser redimido y liberado de la cárcel de su propio y deshumanizador autodesprecio.
Los intentos de fuga de Sawyer y Jack, ambos truncados por Juliet, no llegan muy lejos. Pero es sorprendente cómo Kate, la fugitiva experta en escapar de la justicia, aun afrontando un cautiverio mucho más suave se encuentra mucho más apocada que sus dos compañeros de infortunio. A Kate le han ofrecido una refrescante ducha, ropa nueva y una mesa bien provista como desayuno. Es verdad que el vestido que se ha visto obligada a ponerse no es de su estilo y que las palabras de Ben junto al mar no eran muy tranquilizadoras, pero su sumisión a ponerse las esposas y su abatimiento al entrar en las jaulas demuestran un acatamiento extraño en esta joven tan luchadora. Kate ha sido tratada con mucho mayor civismo que Jack y Sawyer, lo cual indica una cierta sensibilidad y respeto por parte de sus captores, ¿o es todo parte de algún maléfico plan? Es sin embargo el maltratado Sawyer quien se vuelca en complacerla en cuanto tiene a su pecosa a la vista: le ofrece su consuelo y su comida, defendiéndose de la situación con su habitual ironía.
La experiencia de cada uno de los tres cautivos es muy diferente, pero Sawyer y Kate disfrutan de la ventaja de estar al aire libre y de su mutua compañía, de la tranquilidad de conocer la suerte de al menos uno de sus compañeros. La guerra psicológica a la que se ve sometido Jack en su oscura mazmorra subacuática es mucho más extenuante, en contraste con la actitud suave de su inflexible guardiana.
El ojo de Juliet y su imagen atribulada en el espejo, con el transfondo de la canción “Downtown” de Petula Clark (no, Petula, ninguno de nuestros protagonistas puede resolver sus problemas actuales acercándose al centro de la ciudad a hacer unas compras o ir al cine, ¡qué más quisieran!), abren la tercera temporada con un intenso interrogante sobre el mundo de los ‘otros’. En paralelo con el personaje de Desmond en la segunda temporada, este nuevo personaje parece ser el elegido para, a través de su conflicto interno a la sombra del misterioso Ben, explorar las motivaciones de este grupo de personas y las diversas dinámicas de la aparentemente apacible comunidad isleña que forman. El accidente del vuelo 815 sobre el cielo de la isla resquebrajó el equilibrio de esta comunidad, entre otras cosas dando lugar a la nueva comunidad de los ‘perdidos’ en la playa. Dos comunidades distintas, representadas por sus dos líderes Jack y Ben, claramente enfrentadas. Los conflictos personales de unos y otros, sus intrincadas relaciones y la problemática interna tanto de cautivos como de captores, irán interaccionando en la historia de la tensa relación entre estas dos ciudades...
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- En la estación Hydra, el intento de escapar de Jack es totalmente destructivo. Por poco acaba con su vida, la de Juliet y con toda la instalación subacuática. Esta situación es paralela a la obsesión que sufre por saber quién es el amante de su mujer. Él cree que esa es la única salida a su angustia, pero por ese camino agobia a todo el mundo y finalmente se lleva por delante la única ocasión de que su padre superara el alcoholismo. En ambos casos su fijación en abrir lo que cree una salida, desoyendo los avisos de personas de las que desconfía, le lleva a poner en peligro a mucha gente. Igual que Sarah acude a la cárcel en su auxilio para después herir sus sentimientos de manera inmisericorde, Juliet (obligada por Ben) ayuda al doctor a cerrar la compuerta para luego derribarle con un fuerte golpe... aunque finalmente salva su vida sacándole del agua.
Sawyer también desoye los consejos de Karl y se expone a recibir daños físicos a cambio de reconocer el terreno y, de ese modo, conseguir comida. Kate, por su parte, opta por obedecer de momento a lo que le piden Tom y Ben: entre otras cosas acepta ponerse las esposas que, como sabemos, tanto odia.
Perseguir el propio impulso en contra de lo que las circunstancias u otras personas establecen puede ser desaconsejable y, en muchos casos, sumamente peligroso. Es preferible ceder a mantenerse testarudamente en una posición sin salida. Sin embargo, en ciertas ocasiones, atreverse a intentarlo a pesar del posible sufrimiento es una opción respetable y salvífica, pues ayuda a mantener la esperanza, a mantenerse siendo uno mismo. La actitud de Sawyer (luchadora) es más positiva que la de Kate (abatida), sin llegar a ser la desesperada testarudez de Jack. Como en casi todo, lo díficil es tener claros los criterios que nos permitan reconocer en cada ocasión el apropiado punto medio.
- Otra reflexión interesante ofrecen las similares frases de Juliet y Sarah: Lo que importa es lo que somos o no somos ahora, no lo que fuimos ni lo que son los demás. Jack se está enfrentando a un juicio sobre su vida, sobre quién es él y si es o no una persona digna de ser amada (en su flashback) o una persona digna de ser tratada con respeto y dignidad (en su cautiverio). Que su mujer le abandone por otro significa que él no ha sido capaz de hacerla feliz, de cuidar por el éxito de su matrimonio, indica una posible falta grave en su personalidad y/o en sus costumbres (aunque no tiene por qué significar que el otro hombre es mejor, sino más bien que su ex-mujer es un tanto veleidosa). Su enfrentamiento a Juliet, que parece conocer todos los detalles de su vida previa, tiene cierta similitud con un inesperado juicio final. La vida de Jack pasa ante sus ojos tratando de justificar ante sí mismo si él merece esta prisión, este castigo. Juliet parece amable y solícita, aparentemente sólo quiere llevarle comida y agua, pero en la realidad se guarda avaramente las respuestas y la libertad que él necesita. Es la típica situación en que una persona debilitada física y psicológicamente encuentra difícil culpar a su auténtico opresor, aparentemente tan agradable, y termina culpándose a sí mismo por lo insoportable de su situación. Lo mismo le pasó con Sarah.
Amparo
Desprovisto de su libertad, preocupado por sus amigos, desconfiando al máximo de la persona que se presenta ante él y de la cámara que vigila todos sus movimientos, Jack está a punto de tocar fondo física y anímicamente, pero seguirá presentando batalla mientras le queden fuerzas. No hay para él luz, ni agua, ni comida, ni ningún tipo de compañía si no es a través de la mujer desconocida de voz suave que parece querer ganarse su confianza. Sin embargo el testarudo doctor no va a ceder tan fácilmente.
Unas imágenes de su pasado vuelven una y otra vez a su cabeza: aquella etapa tan angustiosa en la que no acababa de asumir la traición de su mujer. ¿Qué había pasado para que ella le abandonara así? ¿Quién y cómo era aquel hombre que le arrebataba a Sarah? En el colmo de su desesperación cree adivinar que su padre, que tantas veces le ha fallado, es el culpable de este nuevo golpe bajo que recibe en su vida, y tras abalanzarse vengativo sobre Christian acaba con sus huesos en la cárcel. Jack, sin saber cómo gestionar su frustración y su dolor, se está convirtiendo en un hombre peligroso, inadecuado para la sociedad y para mantener sus responsabilidades como cirujano. Su dificultad en aceptar su fracaso matrimonial, aparte de agobiar a su ex-mujer va a producir, como daño colateral, una irrecuperable recaída en la destructiva adicción de su padre.
La única salida a aquella situación consistía en aceptarla, dejar de luchar contra ella, dejar de intentar controlarla y comprenderla, dejar irse a su mujer. Derrotado, al final del episodio, Jack parece haber aprendido esta lección cuando la única pregunta que antes le inquietaba con respecto a su mujer (¿quién es él?) se transforma en “¿es ella feliz?”. Ha asumido que su vida debe seguir adelante sin Sarah y ya sólo le importa saber si ella al menos consiguió la felicidad anhelada.
¿En qué ayuda esto a su situación en la isla? Nuevamente se encuentra ante una joven que trata de imponerle una serie de condiciones, condiciones a las que él no quiere plegarse y que son de todo punto injustas. Pero, sencillamente, de momento no le cabe otra opción, lo más sensato parece ser aceptar estas exigencias esperando que se presente una ocasión mejor.
Y volvamos con Juliet: su personaje es reflejo del de Jack al otro lado del cristal. Ella también es médico y está obligada a manejar a este prisionero según las órdenes de Ben (el ex-prisionero del búnker que decía llamarse Henry Gale), hasta el punto de jugarse la vida en ello si las circunstancias lo requieren. La mujer que al principio del episodio se muestra angustiada en el espejo y manifiesta desafiante sus diferencias de criterio con el líder de su grupo ha de utilizar todos sus recursos para quebrar la testarudez de su cautivo.
Los dos personajes se encuentran encerrados el uno frente al otro, forzados a interaccionar en una situación extrema. El cristal les separa pero también les ofrece la oportunidad de relacionarse con cierta libertad, evitando otro tipo de restricción física más coercitiva. La imposibilidad de comunicación por la separación es superada por un interfono. Se trata de diversos medios artificiales que, aún separándolos, les permiten dialogar y avanzar poco a poco en un conocimiento mutuo. La relación entre ellos es, sin embargo, totalmente asimétrica. Jack no sabe nada de esta gente que le ha capturado, de este sitio donde le han encerrado, de esta mujer que ocasionalmente le trae comida, salvo su nombre. Juliet, por su parte, presume de saber todo sobre él. Accede a confirmar que se hallan en una estación de Dharma, pero no da muchas explicaciones de la relación que esta organización tiene con el misterioso grupo de habitantes de la isla al que ella pertenece.
Ni Juliet ni Sarah estaban por la labor de aliviar la angustia de Jack, las dos adoptan una injusta posición de fuerza. Jack, destrozado, se ve obligado en ambos casos a pasar por el aro. Y en ambos casos tras la figura femenina se encuentra la voluntad de un hombre oculto y misterioso, que no da la cara, pero que tiene en su mano las respuestas que Jack necesita. Para saber lo que está pasando y por qué, el doctor quiere conocer la identidad y motivaciones del hombre que de este modo está forzando profundos cambios en su vida. La pregunta “¿quién es él?”, que obsesiona a Jack en este primer capítulo, se nos presenta así, si bien indirectamente, como una de las cuestiones centrales de la tercera temporada: nos acompañará hasta que los guionistas revelen la verdadera identidad del jefe de los otros.
El misterioso ‘Henry’, que estuvo varios días encerrado por Jack y Locke en la estación Cisne, inicia la tercera temporada sometiendo a prisión y estrecha vigilancia al líder de nuestros ‘perdidos’. Esperamos que este tipo de interacción entre ambos líderes, aunque en intensa desigualdad de condiciones, nos ofrezca la oportunidad de conocer a este inquietante hombrecillo un poco mejor. De momento se nos ha permitido, aunque algo avaramente, saber su nombre: Ben (aunque ya es más de lo que Jack consiguió saber sobre la nueva pareja de Sarah).
Pero el atribulado doctor no ha sido el único personaje capturado por los ‘otros’. Sawyer se encuentra encerrado en una jaula para osos, siendo inicialmente el poco comunicativo Karl su único contacto humano. En una sutil alusión a la situación de Taylor en el planeta de los simios, Sawyer se ve degradado a la condición propia de un animal enjaulado. Acostumbrado a poner en marcha todos sus recursos en situaciones límite, en seguida trata de discurrir la manera de hacer funcionar la extraña maquinaria expendedora de comida y agua, pero tras llevarse algunos palos (mejor dicho, una fuerte descarga eléctrica) en el proceso, el resultado es profundamente insatisfactorio e inapropiado: una galleta de pescado y una ración de alimento para osos. Me pregunto si esta situación tan surrealista no representa en cierto modo una constante en la vida de nuestro querido estafador: privado desde su más tierna infancia del cariño y cuidado de sus padres, expuesto a un trato inhumano y degradante por parte de socios manipuladores, la respuesta al despliegue de sus mejores cualidades habría sido en la mayoría de los casos una mera recompensa material, sin alcanzar el grado de sofisticación requerida por el trato amistoso y humanizador de personas que se valoran y respetan entre sí. El intento de fuga iniciado por Karl se convierte en un breve momento de libertad que a la larga revierte en más palos (nuevas descargas eléctricas) y en un renovado encierro en su jaula. Imagen quizás de las breves escaramuzas humanizantes que Sawyer ha protagonizado y que invariablemente le han llevado a nuevas desilusiones. Este hombre enjaulado, sus sentidos e ingenio totalmente alerta y despiertos, espera la ocasión de ser redimido y liberado de la cárcel de su propio y deshumanizador autodesprecio.
Los intentos de fuga de Sawyer y Jack, ambos truncados por Juliet, no llegan muy lejos. Pero es sorprendente cómo Kate, la fugitiva experta en escapar de la justicia, aun afrontando un cautiverio mucho más suave se encuentra mucho más apocada que sus dos compañeros de infortunio. A Kate le han ofrecido una refrescante ducha, ropa nueva y una mesa bien provista como desayuno. Es verdad que el vestido que se ha visto obligada a ponerse no es de su estilo y que las palabras de Ben junto al mar no eran muy tranquilizadoras, pero su sumisión a ponerse las esposas y su abatimiento al entrar en las jaulas demuestran un acatamiento extraño en esta joven tan luchadora. Kate ha sido tratada con mucho mayor civismo que Jack y Sawyer, lo cual indica una cierta sensibilidad y respeto por parte de sus captores, ¿o es todo parte de algún maléfico plan? Es sin embargo el maltratado Sawyer quien se vuelca en complacerla en cuanto tiene a su pecosa a la vista: le ofrece su consuelo y su comida, defendiéndose de la situación con su habitual ironía.
La experiencia de cada uno de los tres cautivos es muy diferente, pero Sawyer y Kate disfrutan de la ventaja de estar al aire libre y de su mutua compañía, de la tranquilidad de conocer la suerte de al menos uno de sus compañeros. La guerra psicológica a la que se ve sometido Jack en su oscura mazmorra subacuática es mucho más extenuante, en contraste con la actitud suave de su inflexible guardiana.
El ojo de Juliet y su imagen atribulada en el espejo, con el transfondo de la canción “Downtown” de Petula Clark (no, Petula, ninguno de nuestros protagonistas puede resolver sus problemas actuales acercándose al centro de la ciudad a hacer unas compras o ir al cine, ¡qué más quisieran!), abren la tercera temporada con un intenso interrogante sobre el mundo de los ‘otros’. En paralelo con el personaje de Desmond en la segunda temporada, este nuevo personaje parece ser el elegido para, a través de su conflicto interno a la sombra del misterioso Ben, explorar las motivaciones de este grupo de personas y las diversas dinámicas de la aparentemente apacible comunidad isleña que forman. El accidente del vuelo 815 sobre el cielo de la isla resquebrajó el equilibrio de esta comunidad, entre otras cosas dando lugar a la nueva comunidad de los ‘perdidos’ en la playa. Dos comunidades distintas, representadas por sus dos líderes Jack y Ben, claramente enfrentadas. Los conflictos personales de unos y otros, sus intrincadas relaciones y la problemática interna tanto de cautivos como de captores, irán interaccionando en la historia de la tensa relación entre estas dos ciudades...
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- En la estación Hydra, el intento de escapar de Jack es totalmente destructivo. Por poco acaba con su vida, la de Juliet y con toda la instalación subacuática. Esta situación es paralela a la obsesión que sufre por saber quién es el amante de su mujer. Él cree que esa es la única salida a su angustia, pero por ese camino agobia a todo el mundo y finalmente se lleva por delante la única ocasión de que su padre superara el alcoholismo. En ambos casos su fijación en abrir lo que cree una salida, desoyendo los avisos de personas de las que desconfía, le lleva a poner en peligro a mucha gente. Igual que Sarah acude a la cárcel en su auxilio para después herir sus sentimientos de manera inmisericorde, Juliet (obligada por Ben) ayuda al doctor a cerrar la compuerta para luego derribarle con un fuerte golpe... aunque finalmente salva su vida sacándole del agua.
Sawyer también desoye los consejos de Karl y se expone a recibir daños físicos a cambio de reconocer el terreno y, de ese modo, conseguir comida. Kate, por su parte, opta por obedecer de momento a lo que le piden Tom y Ben: entre otras cosas acepta ponerse las esposas que, como sabemos, tanto odia.
Perseguir el propio impulso en contra de lo que las circunstancias u otras personas establecen puede ser desaconsejable y, en muchos casos, sumamente peligroso. Es preferible ceder a mantenerse testarudamente en una posición sin salida. Sin embargo, en ciertas ocasiones, atreverse a intentarlo a pesar del posible sufrimiento es una opción respetable y salvífica, pues ayuda a mantener la esperanza, a mantenerse siendo uno mismo. La actitud de Sawyer (luchadora) es más positiva que la de Kate (abatida), sin llegar a ser la desesperada testarudez de Jack. Como en casi todo, lo díficil es tener claros los criterios que nos permitan reconocer en cada ocasión el apropiado punto medio.
- Otra reflexión interesante ofrecen las similares frases de Juliet y Sarah: Lo que importa es lo que somos o no somos ahora, no lo que fuimos ni lo que son los demás. Jack se está enfrentando a un juicio sobre su vida, sobre quién es él y si es o no una persona digna de ser amada (en su flashback) o una persona digna de ser tratada con respeto y dignidad (en su cautiverio). Que su mujer le abandone por otro significa que él no ha sido capaz de hacerla feliz, de cuidar por el éxito de su matrimonio, indica una posible falta grave en su personalidad y/o en sus costumbres (aunque no tiene por qué significar que el otro hombre es mejor, sino más bien que su ex-mujer es un tanto veleidosa). Su enfrentamiento a Juliet, que parece conocer todos los detalles de su vida previa, tiene cierta similitud con un inesperado juicio final. La vida de Jack pasa ante sus ojos tratando de justificar ante sí mismo si él merece esta prisión, este castigo. Juliet parece amable y solícita, aparentemente sólo quiere llevarle comida y agua, pero en la realidad se guarda avaramente las respuestas y la libertad que él necesita. Es la típica situación en que una persona debilitada física y psicológicamente encuentra difícil culpar a su auténtico opresor, aparentemente tan agradable, y termina culpándose a sí mismo por lo insoportable de su situación. Lo mismo le pasó con Sarah.
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