La pequeña Sun rompe una preciosa figurita de cristal pero, incapaz de afrontar la posible ira de su padre, decide echarle las culpas a otra persona, que cargará por tanto con las consecuencias. La silenciosa coreana se nos muestra como una persona con experiencia en la mentira y con cierta tendencia a hacer pagar a los demás sus errores. Pero ¿es Sun capaz de matar? Y su marido, Jin, que tantas veces actúa como especial mensajero del mafioso de su padre, ¿es él capaz de matar? Es una pregunta que la serie nos ha planteado ya otras veces con respecto a otros personajes principales: Kate, Sawyer, Eko, Ana Lucía, Sayid, Michael, Charlie, Desmond y Jack han matado ya alguna vez a alguien (Shannon ha estado por su parte a punto de hacerlo, 1.21). Pero, a pesar de esto, Colleen parece muy segura de que Sun no tiene madera de asesina, hasta que recibe un certero disparo en sus entrañas...
La joven esposa, recientemente embarazada, no está dispuesta a caer en manos de los ‘otros’. Las palabras de Colleen no la convencen de que los que han asaltado el barco no sean enemigos a temer, sobre todo después de haber oído decir a Sayid que parece que este misterioso grupo ha capturado a Jack y a los suyos y haber ponderado los planes forjados por el iraquí para obtener información al respecto. A Sun no se le pasa por la cabeza defender el velero ni capturar prisioneros, su instinto le impulsa a escapar para salvar la vida, para no dejar que la separen de Jin. Éste por su parte se ve durante unos minutos en la misma desesperada situación en la que estuvo Michael al final de la primera temporada: mirando impotente desde el agua un barco que se aleja con la preciada carga de un ser querido; en este caso de dos, pues su mujer alberga en su vientre a su hijo.
¿O no es de Jin este bebé? La tensión sufrida en su matrimonio había finalmente puesto a Sun en brazos de Jae Lee, el joven heredero de una cadena de hoteles que le había enseñado a hablar inglés. Jin se ve obligado por su suegro a matar a este hombre, sin saber la razón que le ha hecho merecedor de semejante castigo. Pero toda la presión de Paik no consigue hacer de Jin un asesino, sino que decide dejar vivir a su víctima después de una formidable paliza (no sabemos si habría disparado el arma en caso de haber sabido la traición de su esposa, nuestro coreano ciertamente tiene tendencia a dejarse llevar por la ira de forma violenta). La difícil situación de conciencia de Jin no se ve aliviada cuando el desesperado amante decide terminar con su angustia lanzándose al vacío. Probablemente nuestro amigo se sintió igualmente culpable de esta muerte que si le hubiera matado con sus propias manos. Lo mismo parece ocurrirle a Sun, aunque en seguida pasa de nuevo a preocuparse principalmente de sí misma, pues vemos que durante el funeral de su amigo parece que lo único que le importa es que su infidelidad no llegue a oídos de su marido. La mortal caída de Jae Lee, paralela a la caída de la bailarina, expresa el enorme daño que es capaz de infligir Sun a sus semejantes a causa de sus mentiras. O, visto de otro modo, las terribles consecuencias que puede desencadenar el miedo que le inspira su padre. Tanto Paik, como Sun y Jin, han tenido su parte de culpa en esta desgracia, pero todos ellos mantienen el honor y el buen nombre, mientras que el muerto –culpable también, como adúltero y como suicida– yace en su tumba (o es quizás reducido a cenizas).
A la puerta del hotel, Jae Lee había pedido a Jin una vez la flor de su ojal (2.5) para poder ofrecérsela caballerosamente a Sun; ante la misma puerta parece devolverle muerto el favor en forma de un collar de perlas. Recordemos la ilusión de Sun en aquel primer encuentro, la inocente galantería de Jae Lee que estaba prometido a otra mujer, el honor que sintió Jin al poder servir al hijo de su patrón esperando así ganar puntos para poder ascender más pronto, todas aquellas emociones quedan manchadas en el terrible suicidio en que ha desembocado el encuentro entre estas tres personas. El matrimonio Kwon, que en Seúl iba dejando un rastro de muerte, se encuentra bendecido en la isla por una nueva vida, quizás proveniente del mismo hombre que quiso arriesgarlo todo por no compartir a Sun.
De momento los Kwon celebran su alegría de volver a estar juntos tras el peligro corrido por Sun, mientras Sayid respira aliviado de que su desafortunado plan no haya producido más pérdidas que la del barco. Resignados a no poder ayudar de momento a aquellos de sus amigos que han sido traicionados y capturados, los tres deciden volver a la playa en la que se encuentra su campamento.
Kate y Sawyer, por su parte, son utilizados para trabajos forzosos picando piedras en un descampado. Pickett (desconocedor de la suerte de su pareja Colleen a manos de Sun) vigila receloso que sus prisioneros acaten puntualmente sus órdenes, pero Sawyer no puede estar mucho tiempo sin provocar a los que le rodean. El impulsivo sureño se lanza a besar a Kate, sabiendo que esta acción provocará un revuelo del que pretende sacar partido (lo que no quita que valorara el beso de la pecosa por encima de toda posible represalia en forma de descarga eléctrica). Nuestra heroína descubre en este escarceo el verdadero nombre de su compañero, James, y también algo más sobre su astucia y arrojo cuando por la noche en las jaulas éste le comparte sus descubrimientos sobre la capacidad de lucha de sus guardianes. Concentrados el uno en el otro, no se dan cuenta de que ninguna de sus palabras escapa al circuito cerrado de televisión ante el que vigila Ben.
Varias personas sufren en este episodio por no saber el paradero de alguna persona querida: Hemos visto a Sayid, Sun y Jin preguntándose que habría pasado con Jack y compañía puesto que no acuden a su cita junto al fuego y cómo Sayid, y especialmente Jin, sufren por Sun durante el ataque de los ‘otros’ al barco. En el descampado, Kate pregunta por Jack sin obtener respuesta y Alex por Karl, con el mismo resultado. Finalmente, el propio Jack pregunta a un aparentemente amistoso Ben por sus amigos Kate y Sawyer, pero el elusivo jefe de los ‘otros’ se niega a responderle.
Sin embargo, Benjamin Linus ha decidido revelar cierta información a su prisionero, instándole a que sea paciente, cambie su perspectiva y se avenga a colaborar con él en algo que le pedirá próximamente. Con un estudiado golpe de efecto, facilitado por un televisor en el que reproduce la final de los Red Sox frente a los Yankees, Ben demuestra a Jack que tiene contacto con el exterior y le promete que le enviará a casa (a Los Angeles) si se decide a ponerse de su parte. Esta información impresiona profundamente a Jack. Desde la oscuridad de su mazmorra se le abre una ventana al mundo. No se trata sólo del cristal o la puerta que le abre al manipulador contacto con los otros, sino que se le promete una salida que le lleve directamente fuera de la isla, a su país y a su casa. La realidad que durante tanto tiempo (69 días, dice Ben) le ha parecido tan inalcanzable, aparece ahora ante sus ojos en la forma de una inesperada victoria del desafortunado equipo de los Red Sox, quienes demuestran finalmente al mundo su valía. En esta isla abandonada de la mano de Dios le ha sido permitido conocer cómo el equipo perdedor que su padre utilizaba en sus dichos sobre la mala suerte (1.16) ha podido romper su racha aciaga y alzarse con una sonada victoria. El verde campo de juego reflejado sobre su rostro a través del televisor y del cristal de su celda produce en nuestro doctor un nuevo atisbo de esperanza. Ciertamente los ‘otros’ son ladinos y embusteros, pero quizás entre sus amenazas pueda aún encontrarse la anhelada oportunidad de salvación que ya no osaban soñar nuestros supervivientes.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- Sabíamos que Jin tenía tendencia a desahogar su ira con la violencia, pero le hemos visto detenerse ante el límite que supone el respeto a la vida de un semejante. Sus acciones punitivas a las órdenes de Paik, le han resultado siempre desagradables, pero se creía obligado a obedecer a su suegro para mantener su matrimonio con Sun. Su fidelidad a la familia podía estar por encima del derecho de los demás a su integridad física personal, pero no por encima del derecho de otro ser humano a la vida.
En la muerte de Jae Lee entra en juego en primer lugar su relación adúltera con Sun, de la que ambos son culpables. La mentira de Sun a su marido no es tan grave como este acto, que podemos considerar también como una culminación de su tendencia a mentir. El padre de Sun toma cartas en el asunto decidiendo la muerte del amante de su hija, que debe llevar a cabo su yerno. En su código de honor las cosas tienen que ser así. Y es aquí, en esta decisión, donde se fragua el horror de este asesinato. Jin se libra de la responsabilidad directa en la muerte del joven calvo, pero no puede evitar una terrible amargura por la situación en la que se ha visto envuelto. Sun tendrá que llorar a su amigo a solas y cargar para siempre con este secreto. Pero es ciertamente Paik el culpable de toda esta angustia que sufren sus hijos. Su manera mafiosa de proceder es la que ha truncado desde el principio la felicidad de este matrimonio. Es probable que la tendencia a mentir de la pequeña Sun también provenga de los estrictos métodos de su padre.
Sun ha seguido mintiendo a su marido: no le dijo que era infértil (2.16), pretendió escapar de su lado durante el viaje a Australia (1.6), le ocultó que sabía inglés en la isla (1.1-1-17), quiso enfermarle para que no se fuera en la balsa (1.22), no quiso hablarle en un principio de su embarazo (2.16) y apoyó ocultamente las decisiones de Sayid en el barco y en el muelle en contra de los deseos de Jin (3.2). A éste le duelen profundamente estas mentiras, se siente traicionado por su mujer, pero de alguna forma parecen haber alcanzado un punto en su relación en el que todo esto puede ser perdonado. Ante la posibilidad de haberse quedado sin ella, el joven coreano abriga a su mujer y acaricia su vientre recordándole que no sabría qué hacer si Sun le faltara.
La historia de esta pareja nos muestra cómo el mal que procede de Paik tiene un alcance insospechado, con capacidad de destruir no sólo a sus enemigos sino a las personas que más quiere. Por otro lado, este matrimonio herido pero basado en un profundo amor, es capaz de levantarse del miserable estado al que había llegado y resurgir en la comprensión y el perdón con el firme deseo de permanecer siempre juntos, pase lo que pase.
Amparo
La joven esposa, recientemente embarazada, no está dispuesta a caer en manos de los ‘otros’. Las palabras de Colleen no la convencen de que los que han asaltado el barco no sean enemigos a temer, sobre todo después de haber oído decir a Sayid que parece que este misterioso grupo ha capturado a Jack y a los suyos y haber ponderado los planes forjados por el iraquí para obtener información al respecto. A Sun no se le pasa por la cabeza defender el velero ni capturar prisioneros, su instinto le impulsa a escapar para salvar la vida, para no dejar que la separen de Jin. Éste por su parte se ve durante unos minutos en la misma desesperada situación en la que estuvo Michael al final de la primera temporada: mirando impotente desde el agua un barco que se aleja con la preciada carga de un ser querido; en este caso de dos, pues su mujer alberga en su vientre a su hijo.
¿O no es de Jin este bebé? La tensión sufrida en su matrimonio había finalmente puesto a Sun en brazos de Jae Lee, el joven heredero de una cadena de hoteles que le había enseñado a hablar inglés. Jin se ve obligado por su suegro a matar a este hombre, sin saber la razón que le ha hecho merecedor de semejante castigo. Pero toda la presión de Paik no consigue hacer de Jin un asesino, sino que decide dejar vivir a su víctima después de una formidable paliza (no sabemos si habría disparado el arma en caso de haber sabido la traición de su esposa, nuestro coreano ciertamente tiene tendencia a dejarse llevar por la ira de forma violenta). La difícil situación de conciencia de Jin no se ve aliviada cuando el desesperado amante decide terminar con su angustia lanzándose al vacío. Probablemente nuestro amigo se sintió igualmente culpable de esta muerte que si le hubiera matado con sus propias manos. Lo mismo parece ocurrirle a Sun, aunque en seguida pasa de nuevo a preocuparse principalmente de sí misma, pues vemos que durante el funeral de su amigo parece que lo único que le importa es que su infidelidad no llegue a oídos de su marido. La mortal caída de Jae Lee, paralela a la caída de la bailarina, expresa el enorme daño que es capaz de infligir Sun a sus semejantes a causa de sus mentiras. O, visto de otro modo, las terribles consecuencias que puede desencadenar el miedo que le inspira su padre. Tanto Paik, como Sun y Jin, han tenido su parte de culpa en esta desgracia, pero todos ellos mantienen el honor y el buen nombre, mientras que el muerto –culpable también, como adúltero y como suicida– yace en su tumba (o es quizás reducido a cenizas).
A la puerta del hotel, Jae Lee había pedido a Jin una vez la flor de su ojal (2.5) para poder ofrecérsela caballerosamente a Sun; ante la misma puerta parece devolverle muerto el favor en forma de un collar de perlas. Recordemos la ilusión de Sun en aquel primer encuentro, la inocente galantería de Jae Lee que estaba prometido a otra mujer, el honor que sintió Jin al poder servir al hijo de su patrón esperando así ganar puntos para poder ascender más pronto, todas aquellas emociones quedan manchadas en el terrible suicidio en que ha desembocado el encuentro entre estas tres personas. El matrimonio Kwon, que en Seúl iba dejando un rastro de muerte, se encuentra bendecido en la isla por una nueva vida, quizás proveniente del mismo hombre que quiso arriesgarlo todo por no compartir a Sun.
De momento los Kwon celebran su alegría de volver a estar juntos tras el peligro corrido por Sun, mientras Sayid respira aliviado de que su desafortunado plan no haya producido más pérdidas que la del barco. Resignados a no poder ayudar de momento a aquellos de sus amigos que han sido traicionados y capturados, los tres deciden volver a la playa en la que se encuentra su campamento.
Kate y Sawyer, por su parte, son utilizados para trabajos forzosos picando piedras en un descampado. Pickett (desconocedor de la suerte de su pareja Colleen a manos de Sun) vigila receloso que sus prisioneros acaten puntualmente sus órdenes, pero Sawyer no puede estar mucho tiempo sin provocar a los que le rodean. El impulsivo sureño se lanza a besar a Kate, sabiendo que esta acción provocará un revuelo del que pretende sacar partido (lo que no quita que valorara el beso de la pecosa por encima de toda posible represalia en forma de descarga eléctrica). Nuestra heroína descubre en este escarceo el verdadero nombre de su compañero, James, y también algo más sobre su astucia y arrojo cuando por la noche en las jaulas éste le comparte sus descubrimientos sobre la capacidad de lucha de sus guardianes. Concentrados el uno en el otro, no se dan cuenta de que ninguna de sus palabras escapa al circuito cerrado de televisión ante el que vigila Ben.
Varias personas sufren en este episodio por no saber el paradero de alguna persona querida: Hemos visto a Sayid, Sun y Jin preguntándose que habría pasado con Jack y compañía puesto que no acuden a su cita junto al fuego y cómo Sayid, y especialmente Jin, sufren por Sun durante el ataque de los ‘otros’ al barco. En el descampado, Kate pregunta por Jack sin obtener respuesta y Alex por Karl, con el mismo resultado. Finalmente, el propio Jack pregunta a un aparentemente amistoso Ben por sus amigos Kate y Sawyer, pero el elusivo jefe de los ‘otros’ se niega a responderle.
Sin embargo, Benjamin Linus ha decidido revelar cierta información a su prisionero, instándole a que sea paciente, cambie su perspectiva y se avenga a colaborar con él en algo que le pedirá próximamente. Con un estudiado golpe de efecto, facilitado por un televisor en el que reproduce la final de los Red Sox frente a los Yankees, Ben demuestra a Jack que tiene contacto con el exterior y le promete que le enviará a casa (a Los Angeles) si se decide a ponerse de su parte. Esta información impresiona profundamente a Jack. Desde la oscuridad de su mazmorra se le abre una ventana al mundo. No se trata sólo del cristal o la puerta que le abre al manipulador contacto con los otros, sino que se le promete una salida que le lleve directamente fuera de la isla, a su país y a su casa. La realidad que durante tanto tiempo (69 días, dice Ben) le ha parecido tan inalcanzable, aparece ahora ante sus ojos en la forma de una inesperada victoria del desafortunado equipo de los Red Sox, quienes demuestran finalmente al mundo su valía. En esta isla abandonada de la mano de Dios le ha sido permitido conocer cómo el equipo perdedor que su padre utilizaba en sus dichos sobre la mala suerte (1.16) ha podido romper su racha aciaga y alzarse con una sonada victoria. El verde campo de juego reflejado sobre su rostro a través del televisor y del cristal de su celda produce en nuestro doctor un nuevo atisbo de esperanza. Ciertamente los ‘otros’ son ladinos y embusteros, pero quizás entre sus amenazas pueda aún encontrarse la anhelada oportunidad de salvación que ya no osaban soñar nuestros supervivientes.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- Sabíamos que Jin tenía tendencia a desahogar su ira con la violencia, pero le hemos visto detenerse ante el límite que supone el respeto a la vida de un semejante. Sus acciones punitivas a las órdenes de Paik, le han resultado siempre desagradables, pero se creía obligado a obedecer a su suegro para mantener su matrimonio con Sun. Su fidelidad a la familia podía estar por encima del derecho de los demás a su integridad física personal, pero no por encima del derecho de otro ser humano a la vida.
En la muerte de Jae Lee entra en juego en primer lugar su relación adúltera con Sun, de la que ambos son culpables. La mentira de Sun a su marido no es tan grave como este acto, que podemos considerar también como una culminación de su tendencia a mentir. El padre de Sun toma cartas en el asunto decidiendo la muerte del amante de su hija, que debe llevar a cabo su yerno. En su código de honor las cosas tienen que ser así. Y es aquí, en esta decisión, donde se fragua el horror de este asesinato. Jin se libra de la responsabilidad directa en la muerte del joven calvo, pero no puede evitar una terrible amargura por la situación en la que se ha visto envuelto. Sun tendrá que llorar a su amigo a solas y cargar para siempre con este secreto. Pero es ciertamente Paik el culpable de toda esta angustia que sufren sus hijos. Su manera mafiosa de proceder es la que ha truncado desde el principio la felicidad de este matrimonio. Es probable que la tendencia a mentir de la pequeña Sun también provenga de los estrictos métodos de su padre.
Sun ha seguido mintiendo a su marido: no le dijo que era infértil (2.16), pretendió escapar de su lado durante el viaje a Australia (1.6), le ocultó que sabía inglés en la isla (1.1-1-17), quiso enfermarle para que no se fuera en la balsa (1.22), no quiso hablarle en un principio de su embarazo (2.16) y apoyó ocultamente las decisiones de Sayid en el barco y en el muelle en contra de los deseos de Jin (3.2). A éste le duelen profundamente estas mentiras, se siente traicionado por su mujer, pero de alguna forma parecen haber alcanzado un punto en su relación en el que todo esto puede ser perdonado. Ante la posibilidad de haberse quedado sin ella, el joven coreano abriga a su mujer y acaricia su vientre recordándole que no sabría qué hacer si Sun le faltara.
La historia de esta pareja nos muestra cómo el mal que procede de Paik tiene un alcance insospechado, con capacidad de destruir no sólo a sus enemigos sino a las personas que más quiere. Por otro lado, este matrimonio herido pero basado en un profundo amor, es capaz de levantarse del miserable estado al que había llegado y resurgir en la comprensión y el perdón con el firme deseo de permanecer siempre juntos, pase lo que pase.
Amparo
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