Sawyer está acostumbrado a activar todos sus recursos ante una situación adversa; tanto en su pasada estancia en la cárcel como durante su reclusión en la jaula de osos polares de la estación Hydra se dedica a observar detenidamente sus circunstancias y a cada una de las personas que le rodean ideando una artimaña para escapar. Lo que no sabe es que Ben se dedica expresamente a algo parecido: observar el comportamiento de sus cautivos con todo detalle para ingeniar la manera de doblegarles de la manera más radical. Nos encontramos por tanto en este episodio ante un sorprendente duelo de ingenios, donde el insidioso Benjamin Linus juega con ventaja.
El manipulador jefe de los Otros ha descubierto el punto débil de James Ford: su relación con Kate. Sawyer sabe (según comenta a Munson, su compañero de prisión) que para sobrevivir en un entorno de estafadores y delincuentes debe mantenerse desligado de todo tipo de afectos por otras personas. Por eso cortó con Cassidy de la manera más definitiva: estafándole todo su dinero (2.13). Y por eso no va a admitir tampoco que tiene una hija ni a querer establecer ningún tipo de relación con ella. Pero aunque durante tantos años ha reprimido con éxito sus sentimientos, actuando tan absolutamente en contra de ellos, durante su estancia en la isla no ha podido evitar, tras casi tres meses de convivencia, encariñarse en demasía con Kate. Lo que no le ha impedido demostrar que aún así es capaz de hacerle cierto daño: descubriendo públicamente su estatus de fugitiva (1.22) o manipulándola en la estrategia de su gran estafa al grupo (2.13). Estos comportamientos insolidarios con su pecosa ocurrieron en continuidad con su estilo de siempre de no dejar que la consideración por los sentimientos de otra persona, por mucho cariño que sienta por ella, se interponga ante sus propios objetivos, que es la traducción práctica de su lema “sálvese quien pueda” o “cada cual a lo suyo” (en inglés: “every man for himself”). Pero, probablemente sin que él mismo lo sepa, su adhesión a este lema no es tan firme como él quisiera: por un lado, porque desprecia de forma sistemática su propia integridad física y hasta su vida, exponiéndose a riesgos y castigos innecesarios, pero, por otro lado, porque no puede hacer prevalecer su lema en los casos en los que se prevé causar un daño especialmente profundo e insuperable a personas que son significativas para él, aunque le suponga al mismo Sawyer una pérdida enorme: no pudo seguir adelante con el timo que podría haber estropeado la vida familiar de un niño, aun perdiendo así una gran cantidad de dinero (1.8), ni puede abandonar del todo a su hija sin dejarle un dinero suficiente para defenderse en la vida sin problemas (3.4), ni puede mantener su lucha por escapar de las jaulas de los Otros si eso supone que Kate pueda sufrir la maquiavélica tortura del ‘marcapasos’, aunque estaba dispuesto a arriesgar su vida mil veces en el proceso si era necesario. Con su bien tramada treta Ben ha conseguido acabar con la resistencia y las continuas desobediencias de Sawyer, seguramente como paso intermedio para seguir desplegando con sus cautivos su oscuro plan maestro.
Y si Sawyer, tras su sempiterna lucha contra ellos, ha caído finalmente prisionero en los lazos de sus propios afectos por otra persona, Kate ha llevado a cabo de forma similar un comportamiento totalmente opuesto a su previo recorrido vital. La joven fugitiva ha huido una y otra vez de la sujeción de unas esposas y de la posible reclusión entre rejas. Ha aprendido a reprimir su deseo de estar con familia y amigos, de establecerse de forma fija en un trabajo o en un vecindario, por la necesidad de escapar de la justicia. Sin querer en principio hacer daño a nadie (salvo a Wayne, 2.9), acaba hiriendo, de diversa manera y gravedad, a su madre (2.9), a su padrastro (2.9), a su amigo Tom (1.22), a sus compinches Jason y compañia (1.12), a su delator Mullen (1.3) y al Marshal. Kate nunca ha creído en el lema sawyeriano, aun llevándolo involuntariamente a la práctica muchas veces; en su transfondo idealista se ve más bien atraída por el lema establecido por Jack: “vivir juntos para no morir solos” (en inglés: “live together, die alone”). Las circunstancias de este episodio la sitúan en la tesitura de tener que elegir entre estas dos formas de concebir la vida, y por primera vez, su decisión fáctica (no sólo teórica) va a ser optar por renunciar a la huída, en favor de mantenerse cerca de un amigo en peligro. Ya habíamos visto asomar este comportamiento altruista en ella, cuando arriesgó su libertad por atender a Mullen una vez herido (1.3) y cuando atendió al Marshal para asegurar su supervivencia durante el accidente del avión (1.2, 1.3). Pero en este episodio el cambio de paradigma en su comportamiento es mucho más definitivo, lo que se representa de forma gráfica en su escalada por los barrotes para volver a encerrarse en la jaula. Nuestra ágil protagonista está dispuesta a volver tras las rejas, sin que nadie la fuerce a ello, sencillamente porque no puede abandonar a un amigo por cuya vida teme. En esta decisión tan emblemática ha logrado invertir su destino, pues ya no podrá aplicársele nunca más la expresión “born to run” (nacida para correr o escapar, título del espisodio 1.22).
Al final de esta escena, tras el intercambio de lemas (ese segundo “sálvese quien pueda” de Sawyer incitándola a ella a huir, ha cambiado totalmente de signo, pues ahora expresa cómo nuestro antihéroe se plantea renunciar a todo por ella), ya no estamos ante dos fugitivos de la ley que, por una ironía del destino, han sido finalmente encarcelados en unas jaulas de las que sólo desean escapar. Después de la decisión de cada uno de renunciar a su propio intento de fuga por el bien del otro, Kate y James, tras sus respectivos barrotes, son dos personas diferentes. Han decidido por primera vez dejarse apresar por los vínculos de su mutua amistad, que descubren ser más fuerte y más importante que la propia libertad. La presencia de la otra persona en su vida, sobre todo la aceptación del vínculo de su relación, relativiza absolutamente su situación y lo que hasta ahora eran sus prioridades. Quizás les ha hecho más débiles y vulnerables ante sus enemigos (como siempre han temido), pero también les ha dado una fuerza interior de resistencia antes desconocida. El que está dispuesto a sacrificar por otra persona su libertad, su integridad física e incluso su vida, ha superado el mayor de los encarcelamientos: el encierro del propio yo en sí mismo, el egoísmo de quien no se atreve a compartir su vida con otro.
La imagen de estas dos personas, separadas varios metros por sus jaulas, ha dejado de simbolizar la distancia de la incomunicación entre ellos, la etapa en que cada uno alza sus barreras frente al otro por el temor de acercarse y abrirse de más, para pasar a significar la voluntaria restricción de ambos a un entorno común en el que poder profundizar en la relación, aunque suponga una importante renuncia, aunque a veces duela...
Mientras, en otra estancia de la estación Hydra, Jack ha sido liberado temporalmente de su antro subacuático para ayudar en la operación de Colleen. El cirujano parece haber vuelto a su rutina habitual, salvo que no tiene todos los medios adecuados para realizar su tarea con éxito y que se mantiene su estatus de prisionero bajo el juego manipulador de sus captores. El esforzado doctor ha intentado una y otra vez enfrentar a sus oponentes entre sí, adivinar sus intenciones, obtener información sobre sus amigos... pero lo que no puede dejar de hacer es operar con intención de curar a la persona que yace bajo su bisturí, por muy enemiga que sea, y parece que esa baza es la que podrían querer aprovechar los Otros de él en un futuro próximo.
Al mismo tiempo, en otro punto de la isla, quiero decir, en la otra isla (la que hemos aprendido a conocer y amar), Desmond se esfuerza por utilizar sus nuevos poderes a favor de sus amigos, aunque ocultándoles lo que realmente le está pasando, lo cual va a requerirle una buena dosis de inventiva y el tener que afrontar la extrañeza creciente en el campamento hacia su forma de actuar. No olvidemos que Desmond es el ex-preso por antonomasia, tras su salida de la cárcel militar escocesa y su reciente “escapada” del encierro en la estación Cisne. Tanto Jack como Desmond, se encuentran sin embargo “prisioneros” de su especial capacidad de ayudar a los demás, una vez que han asumido la responsabilidad de poner esta capacidad al servicio de los otros por encima de sus propias necesidades, intereses y deseos. Se trata de una vinculación voluntaria, del compromiso profundo de una persona con su misión, lo que por supuesto exigirá de esa persona ciertas renuncias.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- “Una persona enloquece si no tiene a nadie”, dice (más o menos) Ben a Sawyer citando De ratones y hombres. Esta frase subraya la falacia del “sálvese quien pueda”, de la idea de que uno debe esforzarse en cuidar sólo de sí mismo y pasar de cuidar de los demás. El mismo Sawyer, tras intentar ese camino repetidamente, sólo había conseguido odiarse a sí mismo y no considerarse capaz de nada bueno (2.13), de donde surgía su tendencia autodestructiva. No solamente nos es literalmente imposible sobrevivir solos, por lo que nos resulta rentable cuidar de los demás (sobre todo en una situación tan extrema como la de nuestros “perdidos”), sino que, en última instancia, una vida vivida exclusivamente para uno mismo acaba siendo tan profundamente insatisfactoria que uno pierde el deseo de seguir viviendo. Las relaciones con los demás, los sentimientos de afecto, el reconocimiento de los otros, el sentirnos útiles, el amor... son los responsables de que una vida humana se sienta plena, que se perciba como llena de sentido. Sin un ‘tú’ al que dirigirnos perdemos el sentido del propio ‘yo’.
- Los Otros han actuado de catalizadores para que se produzca el cambio que hemos comentado en Sawyer y Kate, forzándoles a estar juntos, a sentirse responsables el uno del otro. Pero sólo el cruel exabrupto del carcelero Danny Pickett facilitará que se dé un paso más: nos ofrece el momento en el que Kate ha de plantearse si debe hacer una confesión de amor, sincera o no, para aliviar la situación de su compañero. Asustada por la falta de reacción en él y abrumada por el trato brutal al que está siendo sometido, accede a decir “le quiero”. Nuevamente podemos ver aquí un simbolismo ulterior: sólo la extrema vulnerabilidad de Sawyer permite arrancar esa confesión de amor en Kate. Destruir las barreras que alzamos para defendernos de nuestros sentimientos más sublimes y delicados requiere una enorme valentía; despojarnos de nuestras corazas protectoras es un paso muy difícil de dar. Pero la vida nos asalta por medio del dolor, la enfermedad y el fracaso, haciéndonos vulnerables sin querer, lo que puede conllevar en algunos casos el inesperado regalo de llevarnos a una mayor cercanía con los demás. Cuando queremos encadenar dos eslabones de una cadena, debemos primero forzar la apertura de al menos uno de ellos, y luego obligar al otro literalmente a pasar por el aro, a quedar vinculado. Estos procesos son similarmente dolorosos cuando se trata de vincular afectivamente a dos personas. Nuestra sociedad del bienestar no nos acostumbra a aceptar ningún tipo de sufrimiento voluntariamente, por eso quizás debemos agradecer ciertas situaciones dolorosas que producen en nosotros la vulnerabilidad necesaria para poder abrir nuestro fondo más hermoso a los otros y recibir a cambio el don de su intimidad.
- Amamos la libertad y la defendemos como uno de los derechos más genuinos del ser humano. Pero, como muchas otras facetas de nuestra vida, la libertad es altamente paradójica. Valoramos la capacidad de poder decidir en cada momento qué hacer y cómo, qué pensar y qué actitud tomar. Pero los logros más importantes de la persona humana se consiguen en un proceso a largo plazo, de esfuerzo continuado y persistente porque funcione una relación de amor, o de dedicación casi exclusiva a una profesión exigente, o de entrenamiento abnegado de los propios dones para poder entregarlos al servicio de la comunidad. No nos gusta que nos obliguen a estar en un mismo sitio mucho tiempo, o a compartir un mismo espacio con personas que no nos agradan. Pero a veces una limitación externa que te obliga a enfrentarte a tu miedo, a tu inconstancia, a tu deseo de escapar, puede hacerte también el regalo de descubrir que puedes realmente aguantar ahí, que incluso quieres permanecer en ese puesto y dedicarte plenamente a él, porque has encontrado su verdadero sentido. Por supuesto que el compromiso personal con una relación, profesión o misión, sólo será genuino y gratificante una vez sea asumido voluntariamente por la persona, cuando ella asuma gustosa la aparente jaula que va a permitirle desarrollar ese potencial. Pero a cuántas personas les hubiera sido imposible dar ese paso si las circunstancias, extrañamente confabuladas, no les hubieran situado en un cierto lugar forzándolas por un tiempo a permanecer en él. Mantengamos los ojos abiertos ante la posible acción de ‘Otros’ en nuestra vida, que bajo aparente fastidio, están catalizando una transformación nuestra para mejor. (Sea dicho esto como invitación a estar atentos a los posibles misterios y paradojas que pueden sorprendernos en nuestra vida, no como apología de la manipulación voluntaria de unas personas por parte de otras).
Amparo
El manipulador jefe de los Otros ha descubierto el punto débil de James Ford: su relación con Kate. Sawyer sabe (según comenta a Munson, su compañero de prisión) que para sobrevivir en un entorno de estafadores y delincuentes debe mantenerse desligado de todo tipo de afectos por otras personas. Por eso cortó con Cassidy de la manera más definitiva: estafándole todo su dinero (2.13). Y por eso no va a admitir tampoco que tiene una hija ni a querer establecer ningún tipo de relación con ella. Pero aunque durante tantos años ha reprimido con éxito sus sentimientos, actuando tan absolutamente en contra de ellos, durante su estancia en la isla no ha podido evitar, tras casi tres meses de convivencia, encariñarse en demasía con Kate. Lo que no le ha impedido demostrar que aún así es capaz de hacerle cierto daño: descubriendo públicamente su estatus de fugitiva (1.22) o manipulándola en la estrategia de su gran estafa al grupo (2.13). Estos comportamientos insolidarios con su pecosa ocurrieron en continuidad con su estilo de siempre de no dejar que la consideración por los sentimientos de otra persona, por mucho cariño que sienta por ella, se interponga ante sus propios objetivos, que es la traducción práctica de su lema “sálvese quien pueda” o “cada cual a lo suyo” (en inglés: “every man for himself”). Pero, probablemente sin que él mismo lo sepa, su adhesión a este lema no es tan firme como él quisiera: por un lado, porque desprecia de forma sistemática su propia integridad física y hasta su vida, exponiéndose a riesgos y castigos innecesarios, pero, por otro lado, porque no puede hacer prevalecer su lema en los casos en los que se prevé causar un daño especialmente profundo e insuperable a personas que son significativas para él, aunque le suponga al mismo Sawyer una pérdida enorme: no pudo seguir adelante con el timo que podría haber estropeado la vida familiar de un niño, aun perdiendo así una gran cantidad de dinero (1.8), ni puede abandonar del todo a su hija sin dejarle un dinero suficiente para defenderse en la vida sin problemas (3.4), ni puede mantener su lucha por escapar de las jaulas de los Otros si eso supone que Kate pueda sufrir la maquiavélica tortura del ‘marcapasos’, aunque estaba dispuesto a arriesgar su vida mil veces en el proceso si era necesario. Con su bien tramada treta Ben ha conseguido acabar con la resistencia y las continuas desobediencias de Sawyer, seguramente como paso intermedio para seguir desplegando con sus cautivos su oscuro plan maestro.
Y si Sawyer, tras su sempiterna lucha contra ellos, ha caído finalmente prisionero en los lazos de sus propios afectos por otra persona, Kate ha llevado a cabo de forma similar un comportamiento totalmente opuesto a su previo recorrido vital. La joven fugitiva ha huido una y otra vez de la sujeción de unas esposas y de la posible reclusión entre rejas. Ha aprendido a reprimir su deseo de estar con familia y amigos, de establecerse de forma fija en un trabajo o en un vecindario, por la necesidad de escapar de la justicia. Sin querer en principio hacer daño a nadie (salvo a Wayne, 2.9), acaba hiriendo, de diversa manera y gravedad, a su madre (2.9), a su padrastro (2.9), a su amigo Tom (1.22), a sus compinches Jason y compañia (1.12), a su delator Mullen (1.3) y al Marshal. Kate nunca ha creído en el lema sawyeriano, aun llevándolo involuntariamente a la práctica muchas veces; en su transfondo idealista se ve más bien atraída por el lema establecido por Jack: “vivir juntos para no morir solos” (en inglés: “live together, die alone”). Las circunstancias de este episodio la sitúan en la tesitura de tener que elegir entre estas dos formas de concebir la vida, y por primera vez, su decisión fáctica (no sólo teórica) va a ser optar por renunciar a la huída, en favor de mantenerse cerca de un amigo en peligro. Ya habíamos visto asomar este comportamiento altruista en ella, cuando arriesgó su libertad por atender a Mullen una vez herido (1.3) y cuando atendió al Marshal para asegurar su supervivencia durante el accidente del avión (1.2, 1.3). Pero en este episodio el cambio de paradigma en su comportamiento es mucho más definitivo, lo que se representa de forma gráfica en su escalada por los barrotes para volver a encerrarse en la jaula. Nuestra ágil protagonista está dispuesta a volver tras las rejas, sin que nadie la fuerce a ello, sencillamente porque no puede abandonar a un amigo por cuya vida teme. En esta decisión tan emblemática ha logrado invertir su destino, pues ya no podrá aplicársele nunca más la expresión “born to run” (nacida para correr o escapar, título del espisodio 1.22).
Al final de esta escena, tras el intercambio de lemas (ese segundo “sálvese quien pueda” de Sawyer incitándola a ella a huir, ha cambiado totalmente de signo, pues ahora expresa cómo nuestro antihéroe se plantea renunciar a todo por ella), ya no estamos ante dos fugitivos de la ley que, por una ironía del destino, han sido finalmente encarcelados en unas jaulas de las que sólo desean escapar. Después de la decisión de cada uno de renunciar a su propio intento de fuga por el bien del otro, Kate y James, tras sus respectivos barrotes, son dos personas diferentes. Han decidido por primera vez dejarse apresar por los vínculos de su mutua amistad, que descubren ser más fuerte y más importante que la propia libertad. La presencia de la otra persona en su vida, sobre todo la aceptación del vínculo de su relación, relativiza absolutamente su situación y lo que hasta ahora eran sus prioridades. Quizás les ha hecho más débiles y vulnerables ante sus enemigos (como siempre han temido), pero también les ha dado una fuerza interior de resistencia antes desconocida. El que está dispuesto a sacrificar por otra persona su libertad, su integridad física e incluso su vida, ha superado el mayor de los encarcelamientos: el encierro del propio yo en sí mismo, el egoísmo de quien no se atreve a compartir su vida con otro.
La imagen de estas dos personas, separadas varios metros por sus jaulas, ha dejado de simbolizar la distancia de la incomunicación entre ellos, la etapa en que cada uno alza sus barreras frente al otro por el temor de acercarse y abrirse de más, para pasar a significar la voluntaria restricción de ambos a un entorno común en el que poder profundizar en la relación, aunque suponga una importante renuncia, aunque a veces duela...
Mientras, en otra estancia de la estación Hydra, Jack ha sido liberado temporalmente de su antro subacuático para ayudar en la operación de Colleen. El cirujano parece haber vuelto a su rutina habitual, salvo que no tiene todos los medios adecuados para realizar su tarea con éxito y que se mantiene su estatus de prisionero bajo el juego manipulador de sus captores. El esforzado doctor ha intentado una y otra vez enfrentar a sus oponentes entre sí, adivinar sus intenciones, obtener información sobre sus amigos... pero lo que no puede dejar de hacer es operar con intención de curar a la persona que yace bajo su bisturí, por muy enemiga que sea, y parece que esa baza es la que podrían querer aprovechar los Otros de él en un futuro próximo.
Al mismo tiempo, en otro punto de la isla, quiero decir, en la otra isla (la que hemos aprendido a conocer y amar), Desmond se esfuerza por utilizar sus nuevos poderes a favor de sus amigos, aunque ocultándoles lo que realmente le está pasando, lo cual va a requerirle una buena dosis de inventiva y el tener que afrontar la extrañeza creciente en el campamento hacia su forma de actuar. No olvidemos que Desmond es el ex-preso por antonomasia, tras su salida de la cárcel militar escocesa y su reciente “escapada” del encierro en la estación Cisne. Tanto Jack como Desmond, se encuentran sin embargo “prisioneros” de su especial capacidad de ayudar a los demás, una vez que han asumido la responsabilidad de poner esta capacidad al servicio de los otros por encima de sus propias necesidades, intereses y deseos. Se trata de una vinculación voluntaria, del compromiso profundo de una persona con su misión, lo que por supuesto exigirá de esa persona ciertas renuncias.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- “Una persona enloquece si no tiene a nadie”, dice (más o menos) Ben a Sawyer citando De ratones y hombres. Esta frase subraya la falacia del “sálvese quien pueda”, de la idea de que uno debe esforzarse en cuidar sólo de sí mismo y pasar de cuidar de los demás. El mismo Sawyer, tras intentar ese camino repetidamente, sólo había conseguido odiarse a sí mismo y no considerarse capaz de nada bueno (2.13), de donde surgía su tendencia autodestructiva. No solamente nos es literalmente imposible sobrevivir solos, por lo que nos resulta rentable cuidar de los demás (sobre todo en una situación tan extrema como la de nuestros “perdidos”), sino que, en última instancia, una vida vivida exclusivamente para uno mismo acaba siendo tan profundamente insatisfactoria que uno pierde el deseo de seguir viviendo. Las relaciones con los demás, los sentimientos de afecto, el reconocimiento de los otros, el sentirnos útiles, el amor... son los responsables de que una vida humana se sienta plena, que se perciba como llena de sentido. Sin un ‘tú’ al que dirigirnos perdemos el sentido del propio ‘yo’.
- Los Otros han actuado de catalizadores para que se produzca el cambio que hemos comentado en Sawyer y Kate, forzándoles a estar juntos, a sentirse responsables el uno del otro. Pero sólo el cruel exabrupto del carcelero Danny Pickett facilitará que se dé un paso más: nos ofrece el momento en el que Kate ha de plantearse si debe hacer una confesión de amor, sincera o no, para aliviar la situación de su compañero. Asustada por la falta de reacción en él y abrumada por el trato brutal al que está siendo sometido, accede a decir “le quiero”. Nuevamente podemos ver aquí un simbolismo ulterior: sólo la extrema vulnerabilidad de Sawyer permite arrancar esa confesión de amor en Kate. Destruir las barreras que alzamos para defendernos de nuestros sentimientos más sublimes y delicados requiere una enorme valentía; despojarnos de nuestras corazas protectoras es un paso muy difícil de dar. Pero la vida nos asalta por medio del dolor, la enfermedad y el fracaso, haciéndonos vulnerables sin querer, lo que puede conllevar en algunos casos el inesperado regalo de llevarnos a una mayor cercanía con los demás. Cuando queremos encadenar dos eslabones de una cadena, debemos primero forzar la apertura de al menos uno de ellos, y luego obligar al otro literalmente a pasar por el aro, a quedar vinculado. Estos procesos son similarmente dolorosos cuando se trata de vincular afectivamente a dos personas. Nuestra sociedad del bienestar no nos acostumbra a aceptar ningún tipo de sufrimiento voluntariamente, por eso quizás debemos agradecer ciertas situaciones dolorosas que producen en nosotros la vulnerabilidad necesaria para poder abrir nuestro fondo más hermoso a los otros y recibir a cambio el don de su intimidad.
- Amamos la libertad y la defendemos como uno de los derechos más genuinos del ser humano. Pero, como muchas otras facetas de nuestra vida, la libertad es altamente paradójica. Valoramos la capacidad de poder decidir en cada momento qué hacer y cómo, qué pensar y qué actitud tomar. Pero los logros más importantes de la persona humana se consiguen en un proceso a largo plazo, de esfuerzo continuado y persistente porque funcione una relación de amor, o de dedicación casi exclusiva a una profesión exigente, o de entrenamiento abnegado de los propios dones para poder entregarlos al servicio de la comunidad. No nos gusta que nos obliguen a estar en un mismo sitio mucho tiempo, o a compartir un mismo espacio con personas que no nos agradan. Pero a veces una limitación externa que te obliga a enfrentarte a tu miedo, a tu inconstancia, a tu deseo de escapar, puede hacerte también el regalo de descubrir que puedes realmente aguantar ahí, que incluso quieres permanecer en ese puesto y dedicarte plenamente a él, porque has encontrado su verdadero sentido. Por supuesto que el compromiso personal con una relación, profesión o misión, sólo será genuino y gratificante una vez sea asumido voluntariamente por la persona, cuando ella asuma gustosa la aparente jaula que va a permitirle desarrollar ese potencial. Pero a cuántas personas les hubiera sido imposible dar ese paso si las circunstancias, extrañamente confabuladas, no les hubieran situado en un cierto lugar forzándolas por un tiempo a permanecer en él. Mantengamos los ojos abiertos ante la posible acción de ‘Otros’ en nuestra vida, que bajo aparente fastidio, están catalizando una transformación nuestra para mejor. (Sea dicho esto como invitación a estar atentos a los posibles misterios y paradojas que pueden sorprendernos en nuestra vida, no como apología de la manipulación voluntaria de unas personas por parte de otras).
Amparo
Editado el 6 de Noviembre de 2007, por una pequeña corrección estilística.
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