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Entre una y otra imagen del ataúd que vuelve a tierra, se nos muestra otro densísimo símbolo del esperado final: el doctor Shephard examina la radiografía de Locke, de modo que su especial concentración en la salud integral de este especial paciente nos ofrece de pronto una impactante imagen, cuando a través del cráneo de John vemos asomar el rostro preocupado de Jack. Se trata de una novedosa variación del famoso motivo de la reflexión especular. La imagen parece enmarcar la propia esencia de este doctor en la muerte del que en la isla fue (doblemente) su rival. Todo el sentido de la vida de Jack se jugó en entender a un hombre prematuramente muerto, para poder matar al milenario monstruo que después le robó su figura. Entre una y otra muerte de John tenemos a un Jack que intenta suicidarse, para después recuperar la esperanza y volver a la isla a cumplir su destino hasta entregar heroicamente su vida. De este modo entendemos que el ataúd que tan marcadamente protagoniza la obertura de este episodio no sólo retoma el motivo del difunto doctor Shephard, sino también el del féretro del desgraciado Jeremy Bentham, dos ataúdes viajeros que terminaron ofreciendo su contenido al uso abusivo del Hombre de Negro.
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Pero no sólo Jack se prepara para la operación, también lo hace John Locke, quien ya ingresado en el hospital, deja aparte la silla de ruedas de la que espera poderse liberar. Mientras tanto su colega Ben Linus se encuentra ensimismado haciendo café, atando probablemente en su cabeza todos los cabos que Desmond le desató hace unas horas a base de golpes (¿cómo es posible que yo haya sido un tipo tan retorcido y tan malo? ¡...y qué mal trago volver a recordar la horrible muerte de Alex!) Y finalmente vemos al inspector Ford mirándose reflexivo en el espejo que rompió hace unos días, cuando Miles descubrió su secreto viaje a Sydney (quizás tampoco pueda quitarse de la cabeza a la pecosa que hace un rato le ha pedido que la deje en libertad). En ambos casos James ha decidido mantener honradamente su identidad de policía, sin dar lugar ni a la acariciada venganza ni a apoyar la fuga de la bella prisionera (precisamente al contrario que Ana Lucía, quien al aceptar ser sobornada demuestra no estar aún preparada para la ‘partida’).
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Entrelazadas entre estas imágenes de la realidad x (durante la hermosa obertura musical que inaugura este dramático capítulo final) encontramos las de nuestros héroes isleños: Jack, recién consagrado por Jacob, pasa unos minutos en el agua del arroyo empapándose de su nueva identidad y misión, aunque al parecer no siente nada verdaderamente nuevo. Smocke recoge pensativo del pozo la cuerda que liberó a Desmond mientras que Ben recarga el arma que lleva en sus manos, convencido de que antes o después tendrá que volver a matar para su nuevo amo (son precisamente las balas que más tarde desperdiciará Kate, excepto una, a la que sabrá dar muy buen uso). Finalmente Sawyer (roto en su interior no sólo ya por la muerte de Juliet, sino por su reciente responsabilidad en la explosión del submarino) se acerca preocupado a examinar la herida en el hombro de su amiga.
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Obviamente en la serie de imágenes isleñas nos falta para un completo paralelismo con las anteriores el ataúd de Christian Shephard, el que Jack descubrió vacío (y destruyó enfadado) junto a aquellas cuevas en las que encontró agua para sobrevivir (el agua de la isla en la que ahora se empapa) y también los esqueletos de la madre y el hermano de Jacob con sus piedras negra y blanca. Jack no pudo nunca enterrar a su padre, mientras que su predecesor pudo al menos despedirse dignamente de sus familiares muertos. A su manera Jack se prepara para la gran batalla final, la batalla contra el escurridizo e inatacable Humo Negro, quien para colmo de males lleva en sí las memorias de su padre y la apariencia y memorias de su amigo John Locke, el hombre de quien tanto desconfió hasta decidirse finalmente a acompañar su cadáver (metido en otro ataúd, como sustituto de su padre) de vuelta a la isla. Ahora tendrá que confiar en sí mismo (como hubiera querido su padre) y confiar en la isla (como hubiera querido Locke) para intentar vencer al invulnerable enemigo.
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Ajeno a la terrible batalla que le espera (salvo por una cicatriz en el vientre y una sangrante heridita en el cuello) Jack afronta en su ‘otra vida’ una importante operación, pues espera comprobar en ella la validez de un nuevo procedimiento. En ese día tiene previsto curar a John Locke, asistir a un concierto con su ex-mujer y su hijo (si le da tiempo) y recoger finalmente el cadáver perdido de su padre: un día bastante completo que acabará de una manera totalmente inesperada.
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Pero volviendo a la isla: Jacob le ha revelado que la misteriosa luz que debe proteger se encuentra junto al bosquecillo de bambúes que había cerca de donde se estrelló el avión. Entiendo que sólo el protector de la isla puede encontrar la cueva de la luz, junto a aquellos que le acompañen (la madre llevó primero a los mellizos y luego sólo a Jacob, éste más tarde llevó allí a su hermano, y finalmente Jack fue con Locke y Desmond, para acercarse luego con Hurley y Ben). El esforzado líder se dirige obediente hacia su destino, acompañado de Hugo y Kate (quien le asegura que no arruinó verdaderamente su vida anterior, ya que nada es irreversible – frase que él repetirá después en su ‘otra vida’ al encontrarse por primera vez con John). Sawyer, demostrando que se siente también responsable de la protección de la isla y de la eliminación del monstruo (dejando aparte por fin sus suspicacias respecto a todo esto), decide ir mientras tanto a sacar a Desmond del pozo, ya que todo apunta a que el escocés sea una pieza especial en la estrategia de Smocke.
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Sawyer no va a encontrar a Desmond, pero sí a ‘Smokey’ (a quien llama con este mote –‘Humito’ en la versión en español– para regocijo de los fans) junto con Ben, y tras quitarle a éste el rifle e informar al monstruo de que ya no hay candidatos (pues el verdadero sucesor de Jacob se ha hecho con el mando), los deja para volver junto al grupo de Jack. En su ‘otra vida’ descubre nuestro x-James para su sorpresa que Sayid ha escapado del transporte en el que iban los presos (Miles lo ha visto en las proximidades del concierto), por lo que decide ir al hospital a proteger a Sun, supuesta testigo de la matanza en el restaurante.
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La coreana, ya bastante recuperada de la herida de bala, se dispone a ser reconocida por una experta ginecóloga que debe comprobar el estado de su embarazo. La doctora Juliet Carlson (su apellido de soltera, como el que tenía su hermana Rachel) la atiende con la misma eficacia que desplegó en la estación médica de la isla, cuando exploró el embarazo de Sun, produciendo en la feliz pareja el ‘despertar’ a la conciencia de su vida anterior. Jin y Sun, conmovidos al recordar juntos que han estado casados y han tenido una preciosa niña, junto a todas sus emocionantes separaciones y reencuentros, no dejan de sonreír ante esta nueva y definitiva reunión, expresándose de pronto ante la doctora (para su sorpresa) en perfecto inglés. Cuando llega James, al que ellos conocieron como Sawyer, renuncian a la protección policial sin dejar de sonreírle mientras se despiden amablemente diciendo que ya le verán ‘allí’. (La verdad es que Juliet le ha hecho inadvertidamente un favor a Desmond, pues no parece que el escocés tuviera nada planeado en relación a los coreanos, pero al parecer el ‘universo’ se las ha apañado para que ellos estén también ‘allí’ a su hora).
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Tras la renuncia de la pareja coreana a ser protegida nuestro poli preferido deambula por los pasillos del hospital buscando algo para comer, hasta que Jack le indica las famosas máquinas expendedoras. James experimenta entonces un pequeño déja-vu llamando ‘doc’ (su apodo favorito para Jack – ‘doctor’ en español) a este médico, que con su elegante traje de chaqueta no lleva nada que delate su profesión. Y poco después, al intentar obtener una barrita ‘Apollo’, ésta se atasca (¿cómo no?, se ve que sólo respeta a los protectores de la isla), por lo que la doctora Carlson le pilla metiendo mano malamente a la máquina. Tras un momento embarazoso, Juliet sugiere al atractivo poli que desenchufe y vuelva a enchufar el aparato, porque así suele soltarse la barrita, motivando de este modo un simbólico paralelismo con lo que va a tener que hacer Jack en la cueva (se explicaría así que la barrita Apollo sea tan escogida en cuanto a querer ser extraída de su sitio sólo por los verdaderos guardianes de la isla).
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O quizás es que la barrita se pone nerviosa al darse cuenta de su importante misión: al agarrar juntos el dulce de chocolate, las manos de James y Juliet contactan entre sí a la vez que ella utiliza la expresión “it worked” (‘funcionó’), momento en que se inicia para ambos la revelación en ‘flashes’ de su toda vida en común, incluido el enorme girasol y la dolorosa separación cuando ella murió entre los escombros de El Cisne. La conversación repite casi palabra por palabra la de la última vez que estuvieron juntos: además de la sugerencia de ‘tomar un café a escote’ (ya que la máquina se ha tragado el último billete que le quedaba a él) Juliet le pide a su James un beso, a lo que él accede llamándola “blondie” (‘rubita’). A partir de ese momento nada más podrá importar a estos dos que el poder estar juntos para siempre (como ya les ha pasado a las parejas formadas por Jin y Sun, Hurley y Libby y suponemos que también Desmond y Penny y Bernard y Rose).
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Algo nos queda claro en este ‘despertar’ en común de Juliet y Sawyer (una vez que conseguimos secarnos las lágrimas): cuando ella murió conectó al parecer en directo con esta experiencia de su ‘otra vida’, por lo que el mensaje de ultratumba, el ‘it worked’ que repitió Miles, no se refería verdaderamente al efecto que esperaban de la detonación de la bomba sino a la famosa barrita de chocolate. Sería mucho suponer que Juliet se refiriera ya entonces a que ‘funcionó’ lo de que Desmond y Jack desenchufaran y enchufaran el corazón de la isla, pero esta idea podría no ser tan desacertada si la salvación de la isla, o la detonación de la bomba, o incluso ambas, hubieran sido las responsables últimas de que surgiera esta ‘otra realidad’ en la que se ha hecho posible el reencuentro definitivo de cada una de estas parejas.
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La metáfora de la máquina expendedora, retrotraída al momento en que Jacob encuentra por primera vez a Jack, nos hablaría de cómo éste no supo gestionar entonces su enfrentamiento con Christian (el día en que aprendió lo de contar hasta cinco para vencer el miedo que le paralizaba), mientras que Jacob le daba el empujoncito necesario para superar la situación. Esta vez en la isla tendrá que superar todo miedo y posible obstáculo por parte de su poderoso oponente (mucho más difícil de contrarrestar que su exigente padre o que el impredecible Locke) con ese empujoncito especial que Jacob le ha concedido al hacerse ‘uno’ con él, pero ayudándose de la técnica del ‘desenchufar y enchufar’ la luz de la isla que sólo es posible poner en práctica gracias a los especiales poderes de Desmond.
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Pero Smocke se ha hecho también una idea de lo que puede hacer con Desmond (le ha dicho Widmore que lo ha traído como una medida de último recurso por su capacidad de soportar fuertes cargas electromagnéticas), entendiendo que con su ayuda podrá destruir la isla, por lo que con candidatos (o el ya verdadero sustituto) o sin ellos, se propone meter a Desmond en el fondo de esa cueva (lo del tirarle al pozo sólo fue un pequeño ensayo), para que haga allí lo que ha venido a hacer, y salir luego corriendo a embarcarse en el “Elizabeth” (de nuevo facilitado por Desmond e indirectamente por Widmore, en su momento) para por fin poder escapar e irse a visitar el ‘otro lado del mar’.
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Pero de momento, como indicios de la localización de Desmond, sólo tiene la cuerda con la que salió del pozo (cuerda que luego resultará ser muy útil) y unas huellas de perro (¡¡Vincent!!), que desgraciadamente le guiarán al refugio de Bernard y Rose (el último salto en el tiempo –el provocado por la explosión de Jughead– parece que fue muy generoso con ellos, permitiéndoles conservar su cabaña, la comida Dharma y todo eso, o es que estaban ya muy entrenados en lo de agarrarse a todas sus pertenencias cada vez que veían venir a los famosos fogonazos). La entrañable pareja no pudo resistirse a rescatar al pobre hombre del fondo del pozo (imagino a Vincent ladrando sin parar tras haberle encontrado), aunque imaginaban que acabarían teniendo problemas a cambio de su compasiva acción. Smocke no duda en amenazarles con una dolorosa muerte si Desmond no se pliega a obedecerle, aunque el escocés no tiene demasiados reparos en hacer todo lo que le digan, ya que es suficientemente feliz al ser consciente de existir en una realidad posterior. (Paralelamente mucha gente afirma que Rose y Bernard estaban ya ‘iluminados’ desde la propia escena inicial de la temporada, cuando les vimos tan felices en el avión junto a Jack, por lo que en esta escena tenemos a todos nuestros personajes más ‘despiertos’ siendo sin embargo incapaces de hacerle frente al mal).
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El escocés post-histórico ha recibido mientras tanto el ataúd de Christian Shephard en una iglesia de Los Angeles (la misma iglesia en la que, en sus anteriores vidas, se encontraba la estación en la que investigaba Eloise, “The Lamp Post”). Comenta que no es exactamente un cura, aunque sí algo parecido (en esta labor de ‘despertador’ de conciencias del más allá ha desembocado por fin la ‘vocación’ de aquel ‘hermano’ que fue expulsado del noviciado de un convento escocés) y la verdad es que el ex-monje parece disfrutar a fondo con su tarea (atropellar a minusválidos, aporrear a profesores, liberar presos, encontrar ataúdes perdidos, acudir a conciertos bien acompañado...), sonriendo especialmente de nuevo al ser testigo (en la mesa 23 del concierto benéfico) de cómo se conocían ya Kate y Claire. Mientras ambas se ausentan por motivos de urgencia aaronil, el sosegado ‘facilitador’ de ‘experiencias’ admite ante la señora Widmore (mucho más vulnerable y menos temible que en su encuentro anterior) que ha optado por no hacerla ni caso, pero que no se preocupe, porque su hijo aún no va a irse de su lado.
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Daniel es mientras tanto totalmente feliz (y por lo tanto suponemos que lo es también su madre), ya que ha saludado a su amada Charlotte (sin ‘despertares’ especiales) y se encuentra a sus anchas tocando su música junto a la rockera banda de ‘Drive Shaft’ (me alegré mucho de ver tan feliz a este pobre hombre, que había tenido una vida tan perra y una muerte tan inmerecida, con lo majete que es, y también de volver a ver a Liam Pace, aunque apenas sale un poquito, ¡qué pena que su anillo acabara perdido en la explosión del submarino!) Suponemos que David disfruta igualmente escuchando el piano (yo había previsto que quizás Daniel era su profesor, pero dejémoslo en que quizás el joven Widmore tenía alguna conexión con la escuela de música y por eso habían sido los Shephard invitados). La serie abandona sin embargo a los Widmore, a Charlotte y a los Chang (andaba por allí Miles, y también un Pierre algo más encanecido) disfrutando en paz del concierto benéfico (por no hablar del pobre David, que queda destinado a ‘desvanecerse’ en el aire –o en su música– allí solito ya que su padre, su madre y su tía tienen ‘encuentros’ más importantes que experimentar), mientras se vuelca en cómo Kate y Charlie acompañan a Claire en el parto.
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Kate se había encontrado un par de veces con Jack en el avión y en el aeropuerto, quedándose algo extrañada por el raro sentimiento que la embargaba al verle, y ciertamente se le ha quedado grabado el poli ese tan especial con el que siempre se topa y la forma que él tiene de mirarla. Sin embargo, el tío raro que la ayudó a fugarse, le dio un vestido elegante (y suponemos que los correspondientes zapatos) y la trajo al concierto no acaba de gustarle nada. Pero cuando ve de nuevo a su Claire embarazada recuerda que algo dentro de ella no la permitió dejar sola el otro día a esta muchacha (llegando a agarrarle cariñosamente la mano en la cama del hospital cuando el bebé pareció sufrir una parada cardíaca), puesto que parece tener algo muy importante en común con ella.
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En cuanto Claire se ausenta (es que Aaron no para de removerse desde que ha oído la guitarra de su papi Charlie, y ya está harto de perderse la emoción de tanto ‘reencuentro’ sólo porque su mami no se sienta ‘preparada’), Kate no puede menos que acompañarla y entiende enseguida (por una abrumadora intuición procedente de su ‘otra vida’) que ha llegado la hora del parto. Los guionistas han echado convenientemente a la experta ginecóloga del concierto (Juliet tenía su propia cita del ‘destino’ con James en el hospital), de modo que Kate (sin esperar a que llegue un médico) repite su papel previo en la isla como comadrona de Claire (‘co-madre’ de Aaron junto a ella). Y es sólo cuando coge a su chiquitín en brazos cuando Kate entiende todo lo que está pasando. Para ella es la relación maternal con este niño lo más importante del mundo, sus sentimientos por él son los que finalmente la han ‘despertado’.
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Claire vive igualmente el nacimiento de su hijo como experiencia ‘iluminadora’ (con la fugitiva generosa no se había aclarado mucho, ni tampoco con su medio hermano), y con Aaron ya en sus brazos experimenta la enorme alegría de reencontrarse con Charlie, el joven con quien tanto congenió en la isla y cuya muerte la había destrozado. Nuestro rockero descubre también en Claire a la rubia celestial cuyo amor verdadero le traía a mal traer desde el vuelo, descuidando su propia supervivencia para poder encontrarse con ella en un ‘más allá’ al que no sabía cómo llegar. Y con ella, al pequeño querubín que siempre había querido como un padre.
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Reunida por fin esta feliz familia (con la consiguiente llorera del emocionado espectador que, cual Sawyer viajando en el tiempo, revive con ellos el parto del bebé desde esta otra nueva dimensión), cada uno de ellos no desea otra cosa que encontrarse con el resto de sus compañeros para poder por fin ‘marchar’. Pero quedan dos importantes personajes por ‘despertar’, aquellos a los que más les cuesta ‘levar anclas’ y abandonarse a lo que tenga que pasar: Locke y Jack, juntos –por un lado– en el hospital, buscando en común la curación del uno y el éxito del otro ("eso si no te mato, claro", le dice Jack) y encontrándose por fin cara a cara –por otro lado– cerca del corazón de la isla, en el momento cumbre de la mortal partida. O gana Smocke, destruyendo la isla junto con sus defensores y acabando con el futuro de la humanidad, o consigue Jack matar al monstruo en su jugada sorpresa y proteger todo aquello que se ha comprometido a salvaguardar.
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