jueves, 17 de junio de 2010

6.17-18. El fin (comentario II de IV)

Jack, Kate, Hurley y Sawyer rebasan un repecho en su marcha por la isla para encontrarse de frente inesperadamente al temido Smocke, junto con Ben y Desmond (en el primer homenaje que hace este episodio final a los cinco previos finales de temporada de la serie, en este caso a cuando Jack y su grupo, en camino hacia la torre de radio, se encuentran repentinamente a Ben y Alex en el episodio 3.23). Una impulsiva Kate (que no ha tenido aún ocasión ni ganas de informarse a fondo de toda la mitología de la isla y a quien sigue doliendo su hombro, pero que sobre todo rabia de dolor por las muertes de sus amigos) reacciona quitando el rifle a Sawyer y liándose a tiros contra el ‘mal bicho’ que les hizo la jugarreta en el submarino, mientras éste se acerca impasible (Ben y Desmond se echan inmediatamente a tierra para intentar salvar el pellejo) aconsejándola irónicamente (en una compleja doble ironía según vemos más adelante) que no desperdicie sus balas.

En contraste con el desencuentro que tuvieron Jack y Ben en su día, en el que el uno se empeñaba en llamar al carguero para salir de la isla y el otro en que eso sería ‘el principio del fin’ (Jack no podía entonces odiar más a Ben, tras el ataque de los Otros al campamento y la fingida ejecución de sus tres amigos), ahora los archienemigos Jack y Smocke parecen estar extrañamente de acuerdo en una cosa: en que Desmond acceda al corazón de la isla, pues aunque ninguno de ellos sabe con certeza lo que puede pasar (es que la línea directa de protectores nunca transmitió mucha información a sus sucesores, como sabemos), ambos creen que Desmond es el ‘arma’ definitiva para obtener su victoria (primero le llaman ‘paquete’, luego ‘último recurso’, ahora ‘arma’, el pobre Desmond no acaba de ser respetado como persona últimamente ni por sus propios compañeros).

El diálogo entre los dos oponentes es bastante interesante (pudiendo fácilmente representar el diálogo entre un fan de la serie y uno de sus creadores): “Qué previsible Jacob, eligiendo al candidato más obvio, pensé que trataría de sorprenderme”, dice (más o menos) Smocke; “yo mismo me ofrecí voluntario” contesta Jack... Y después: “¿cómo crees que me vas a poder matar?”; “ahí está la sorpresa” le replica el nuevo Jacob. Y es que Samuel (si se nos permite llamarle así, pues parece ser el nombre que los guionistas asignaron al hermano de Jacob, aunque finalmente decidieron dejarle como un misterioso personaje sin nombre) sigue siendo un poco aquel chaval que tanto disfrutaba jugando con su hermano y lleva siglos tratando de adivinar cómo asestar en el momento adecuado la inesperada jugada maestra (como su famoso “loophole” o resquicio) que le permita vencer las reglas impuestas por los sucesivos guardianes, para demostrar por fin, escapando de la isla, que es capaz de vencerlos definitivamente a todos (y este ‘sacrificado’ Jack no le parece más listo que el ‘buenazo’ de su hermano).

Los dos enemigos toman a Desmond con ellos y se dirigen directamente a la cueva de la luz para preparar su mutuo jaque-mate final, dejando atrás a Hurley, Sawyer, Kate y Ben. Sin embargo, Hurley (el único de estos cuatro que parece estar realmente atento a lo que está ocurriendo aquí), sintiendo que el pobre Jack necesita un ‘empujoncito’ moral y que le debe su incondicional apoyo (puesto que tan generosamente se ha ofrecido a ser el guardián), no es capaz de dejar a su líder y amigo sin decirle un sincero “yo creo en ti, tío”, de forma similar a como el propio Jack decidió confiar totalmente en él unos días atrás. Y es que a Hurley se le vienen viendo maneras jacobianas desde hace ya mucho tiempo...

Y en este ratito en que, quieran o no, se han quedado estos cuatro (de momento) fuera de la partida principal, es cuando Ben contacta por walkie-talkie con Miles, quien, tras encontrar a Richard despertando en la selva (al parecer Smocke sólo quiso quitárselo de encima –un poco a lo bestia, ciertamente– porque no era a él a quien andaba buscando, sino al más moldeable Linus) y a Frank sobreviviendo en el agua (cuánto me alegré de que ninguno de estos dos hubiera muerto de tan mala manera como podría haberse supuesto), se ha dirigido junto con ellos a la isla Hydra, albergando un nuevo plan: en vez de hacer volar el avión de Ajira por los aires con los explosivos recogidos en Villa Dharma, hacerlo despegar y volar, con piloto y todo, como Dios manda. (Recordemos que los explosivos puestos en el avión por Widmore fueron retirados de allí por Smocke para que acabaran, fatalmente, en el submarino).

En un nuevo guiño al final de la tercera temporada, descubren nuestros amigos de la isla principal, por medio del walkie-talkie, que una mosqueada Claire acaba de disparar sobre los compañeros recién llegados a la Hydra. Tras un cierto suspense descubren que no les ha pasado nada, pero que la salvaje mamá no quiere unirse a ellos para largarse ‘al otro lado del mar’. La posibilidad de escapar en avión finalmente de la isla, algo que el avezado piloto Frank Lapidus puede ciertamente hacer realidad, enciende en los ex-candidatos una nueva esperanza: Smocke les prometió falsamente que volverían a casa, pero tras su traición en el submarino se ven obligados a asegurarse de que este monstruo no volverá a matar, ni de ningún modo deberá escapar (idea que intentaron transmitirles Richard e Ilana). El avión no es el medio de transporte final elegido por el monstruo para su escape (como éste ha confesado a Ben, invitándole –de forma probablemente falsa también– a huir de la isla una vez destruida subiendo al barco con él), por lo que en vez de ser un medio a eliminar se convierte de pronto en un medio a utilizar. Y esta nueva posibilidad recuerda a Kate lo que ella había venido a hacer: no va a perdonar a Smocke (y no se iría nunca de allí sin verle antes bien muerto), pero la abnegada co-mamá de Aaron hará lo que sea posible por llevarse de vuelta a casa, para el pequeñín, a su verdadera mamá.

Mientras tanto, Desmond, indiferente a todo por su creencia en que nada de esto importa mientras su Penny le espere en ‘el otro lado’, se deja atar la cuerda por la cintura, en manos de los dos enemigos confabulados. Trata de comunicar a Jack que hay ‘otra vida’ más allá, en la que él también está, pero nuestro doctor (por algo se nos ha ‘graduado’ recientemente como guardián isleño), tiene muy clarito que esta realidad es la que cuenta y que no valen bombas atómicas ni zarandajas por el estilo para tratar de ‘resetearla’. Él tiene obligación de asegurarse de que la isla se salva y el monstruo la palma, o si no, ni ‘vida alternativa’ ni gaitas. (Este es mi Jack, señores, y no el tontainas que se tragó la teoría de Daniel de que no se estrellaría el avión ni nada, aunque aquella teoría errónea les salvara a todos la vida al conseguir neutralizar el incidente del Cisne, para que se pudiera implantar después el protocolo del ordenador con los números y pasara todo lo demás que, “como ya pasó, tenía que pasar”).

Pertrechado ya con su cuerda nuestro humano “último recurso”, el pobre Desmond es descendido de nuevo a las profundidades isleñas para volver a aguantar en sus huesitos una buena dosis de energía electromagnética letal (su misión vuelve a tener que ver con manipular/controlar una ingente fuente energética, que no sabemos de momento si no sería mejor dejarla como estaba, planteando entre Jack y John una cuestión similar a la de si debían pulsar o no la tecla, tema que tanto les preocupó en la segunda temporada). La verdad es que es muy conveniente que a nuestro hombre 'especial' ahora le dé todo igual, ya que muy agradable no debe de ser la experiencia, y menos sin saber a cuál de los dos ‘jugadores’ iba realmente a ayudar; o sea, que su conciencia de la vida de ‘ultratumba’ ha hecho precisamente de él un instrumento idealmente maleable, sin mucha voluntad propia como indican los sobrenombres que le estamos aplicando, en lugar del cabreado escocés tan poco dispuesto a colaborar que habíamos visto últimamente. Esto demuestra que la ‘realidad x’ tuvo un efecto positivo en la realidad original, facilitando la victoria de Jack. Aunque si Jack sin un Desmond tan colaborador no podría haber salvado la isla, tampoco podría haberlo hecho un Desmond tan indiferente sin la fe de Jack.

Iniciado el descenso, la cámara decide recordar (junto con los propios recuerdos de no-John y Jack) el intrigante final de la primera temporada, bajando a las profundidades de espaldas para enfocarlos a ellos, de forma que el hombre de ciencia y el hombre de fe, ahora convertidos en los nuevos hombre de blanco y hombre de negro, quedan ambos en la lejanía mirando expectantes al fondo del agujero. Y si en su momento tuvimos que esperar varios meses para averiguar lo que había dentro de aquella misteriosa escotilla, esta vez no ha sido necesario más que unos minutitos (o la friolera de seis temporadas, según se mire) para desvelar el misterio central de la isla, el corazón de la misma que yace en el fondo de la cueva de donde surge la luz de la vida, el renacimiento y la muerte.

Bañado en una intensa luz dorada (y sometido a la potente energía que la acompaña), Desmond, gracias a la más genuina ciencia infusa isleña (ya que eso de las detalladas instrucciones orales o escritas no se estila en esta isla) se dirige enseguida a la enorme piedra que domina el centro de la estancia. No es tan difícil imaginar que la extraña energía que le rodea le confiere los poderes especiales necesarios para elevar en vilo la pesadísima piedra, toda garabateada de jeroglíficos, aunque hay quien asegura que también tiene escritura cuneiforme de la cultura mesopotámica.


(Los fans no parecen estar muy motivados para traducir estas antiguas escrituras de momento, ya que no parecen albergar la esperanza de hallar en ellas las ansiadas respuestas que nos faltan, pero se reconocen en la parte de arriba algunos de los jeroglíficos del contador del Cisne, que significaban ‘inframundo’, ‘destrucción’ o algo parecido... Si en su día yo hubiera estado a cargo de la inscripción, es un suponer, hubiera puesto algo así: “Desmond –pues es la única persona que podría llegar a leerlas–, si decides quitarme de aquí por alguna urgencia, no te olvides de volver a colocarme en mi sitio antes de marcharte. Gracias.”)

Con tanto zumbido electromagnético nuestro pobre escocés empieza a sangrar por la nariz y, haciendo un gran esfuerzo, destapa el agujero en el que descansaba la piedra (paralelamente a su accionamiento de la llave de seguridad de El Cisne en el final de la segunda temporada). El pobre se queda por allí medio desmayado mientras la fuente deja de manar agua y la que había se escapa por el antiguo drenaje que ha quedado abierto, a la vez que se va apagando la luz dorada y, anunciados por una infernal neblina roja, empiezan violentos temblores a amenazar con destruir todo aquello (no ha resultado nuestro ‘hombre especial’ ser de la madera de Indiana Jones y otros héroes similares, aquellos que consiguen escapar corriendo cuando empiezan a desatarse en sus películas todos los poderes de los infiernos; no es tampoco precisamente alentador que se haya encontrado por allí algún que otro esqueleto).

Los temblores de tierra afectan inmediatamente a los dos combatientes que le enviaron allí abajo, pero también a los demás compañeros que les esperan a una cierta distancia y a los que reparan el avión en la pequeña isla Hydra algo más lejos. Toda la estructura de la isla y sus aledaños se está viniendo abajo, por lo que Smocke se proclama vencedor y sale de inmediato a buscar su barco antes de hundirse con todo aquello. Jack sin embargo, convertido finalmente en un auténtico hombre de fe, hace caso omiso de los hechos que certifican su aparente fracaso y se lanza a bloquear la huida del monstruo, descubriendo de un derechazo que el cuerpo humano de éste resulta ahora vulnerable, pudiendo ser herido y pudiendo, por tanto, acabar muerto.

Con todo esto tenemos ya los datos necesarios (en opinión de los guionistas) para interpretar el misterio de la isla, aunque no nos haya quedado muy claro: Al parecer una potente energía destructiva, de color rojo infernal (¿el famoso volcán de la isla?... ¿el terrible mal simbolizado en la botella de vino de Jacob?), se hallaba constreñida por la enorme piedra, de forma que la cueva quedaba dominada por el agua y la energía luminosas (de color dorado celestial), fuente de los poderes curativos que tienen la isla y su guardián, y también, al parecer, de la inmortalidad del que fue hermano e hijo de guardianes, convertido después en el monstruo de humo negro. La piedra central habría sido colocada allí en un tiempo inmemorial –ya fuera gracias a la mística ciencia infusa isleña o a alguna antigua tecnología–, por una ancestral civilización, bien egipcia o mesopotámica (o de los ‘antiguos’ de las series de “Stargate”, ya puestos a elucubrar), ciertamente anterior al tiempo de los romanos contemporáneos de Claudia. Al quitar esa piedra-tapón el agua deja de manar y la energía positiva queda anulada, de modo que emerge desatada la destructiva pulsión interna de la isla, derribando todo hasta dónde alcanza.

Es posible pensar que esta potencia demoledora conllevaría finalmente una destrucción a nivel letal para el planeta o al menos para la humanidad, o quizás se resentiría ésta más bien a causa de que llegara a apagarse del todo la sanadora luz dorada. El caso es que hay una energía maligna y otra benigna entrelazadas en el fondo de la isla, llevadas al equilibrio por la piedra primordial (como la piedra negra y la piedra blanca se equilibran en la balanza). Según parece, la luz dorada sólo sobrevive cuando la energía roja está controlada, y bien el exceso de ésta o bien la carencia de aquélla suponen para el planeta una amenaza letal.

Como ya he comentado, entiendo que las ‘reglas’ imponen que sólo el guardián (y sus acompañantes) puedan acceder a la cueva, dotada quizás con algún tipo de camuflaje ante cualquier otro visitante (¿tendría también camuflaje el famoso faro de Jacob que nunca habían visto antes?) Por lo tanto sólo pueden bajar a la estancia central por medio de la cascada uno de los protectores o alguien que él mismo haya enviado (o que se le haya escapado por allí, engañándolo). Está claro que el nivel de electromagnetismo del interior de la cueva es mortal para quien no sea especial como Desmond, lo que podría explicar los esqueletos que éste ha encontrado en la estancia dorada, pero ¿por qué Samuel quedó convertido en Humo Negro? y ¿es éste un producto de la energía dorada o de la maligna energía encarnada? Podemos suponer que en tiempos de la ‘madre’ la protección del equilibrio de la estancia subterránea contaba con algún tipo de sustancia o dispositivo de seguridad que se disparaba ante una incursión humana. La entrada de un Samuel inconsciente impide pensar que éste pudiera desplazar la piedra, por lo que, en mi opinión, fue la propia energía dorada la que generó el Humo Negro, dotándole de inmortalidad y de todos sus demás poderes, como el de reconvertirse en seres humanos (con múltiples posibilidades de vida), lanzarles ‘flashes’ de luz blanca, leer sus memorias, etc. Estos poderes demuestran una potencia de vida, no un impulso destructivo, aunque dadas las malas costumbres del monstruo isleño, quizás lleve éste en sí el propio equilibrio entre lo malo y lo bueno, con tendencia a un cierto desquiciamiento, por eso de que se le tiene tanto tiempo encerrado en la isla contra su voluntad. De hecho, las muertes producidas por el monstruo (aunque en alguna ocasión parecen arbitrarias) suelen estar sometidas a un juicio previo del comportamiento del sujeto, o a un previo haber sido atacado por él o a un ultimátum, o incluso quizás a la protección de algún secreto (las muertes del piloto y los franceses Nadine y Montand se deben probablemente a que se encontraban en el ‘territorio oscuro’ del que hablaba Danielle, en la zona donde se encontraba el templo), estándole prohibido matar en otras muchas circunstancias.

Puesto que Jacob se refirió a él como su gran error, entiendo que el Humo Negro fue una especie de mal menor que podía ocurrir una sola vez: sería la forma en que la luz dorada resolvió en aquella ocasión la invasión de su ámbito, produciendo una especie de monstruo protector de los secretos isleños, con capacidad para matar a quien no tuviera unos criterios muy rectos. (Todo esto podría ser de origen místico, o deberse a algún tipo de dispositivo así diseñado por los ancestros). Los esqueletos serían de personas que hubieran entrado allí anteriormente, quizás los que construyeron inicialmente todo el tinglado, sin posibilidad de salir nunca vivos de allí (Jacob probablemente no llevó a nadie más nunca a la cueva después de tirar allí a su hermano). El terrible mal encerrado (al que se refería Jacob con su botella) no sería tanto el propio Humo Negro como la energía roja tapada por la piedra, y el gran problema de que el monstruo escapara de la isla proviene obviamente de su invulnerabilidad unida a su mal carácter, pero probablemente sobre todo por algunas funestas consecuencias, ya que creo que su ser está ligado íntimamente al equilibrio fundante de la isla, por ello no podría escapar de ella sin apagar antes la luz (luchando para ello contra el guardián, o contra sus candidatos si éste había muerto) y originando así la temida gran catástrofe. La desgracia de Samuel es que la ‘madre’ no le dejara salir de la isla antes de haber caído en la cueva, pero quizás se le hizo imposible ya salir después de haber conocido la luz, por la atracción que, sin querer, sentiría siempre hacia ella.

El caso es que Smocke, tras varios milenios soñando con este momento, hace caso omiso de la herida infligida por Jack y tras quitarse a éste de encima con una piedra se lanza a buscar el barquito que va a darle por fin la ansiada libertad. Al poco rato, tras intentar rescatar a Desmond tirando de la cuerda, pero encontrarse ésta vacía (como le había ocurrido a Smocke poco antes en el pozo), nuestro protector corre tras el monstruo reconvertido en mero ser humano, acuciado por el importante deber de tener que impedir a toda costa su huida (mientras es empapado por la copiosa lluvia y evita como puede los corrimientos de tierras y los árboles que empiezan a caer). La épica batalla final entre el defensor del bien y el gran malhechor isleño se inicia cuando Jack vislumbra a su enemigo junto al acantilado y se abalanza sobre él con el puño en alto...

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