domingo, 25 de abril de 2010

6.12. Todos quieren a Hugo

Está claro que x-Hurley es un tío genial que se ha ganado el cariño de mucha gente. Es una suerte haber ganado la lotería y que sus restaurantes de pollo frito hayan tenido tanta aceptación en todo el mundo, pero además se ve que el hombre es buena persona y se dedica a donar grandes cantidades de dinero a causas benéficas, como al museo en el que trabaja el bueno de x-Pierre Chang (quien se conserva bastante mejor que x-Roger Linus, aunque quizás el padre de Ben fuera como unos diez o quince años mayor). El caso es que el adinerado señor Reyes, rodeado del aplauso de mucha gente y aclamado como ‘faro de luz’ para los que se cruzan con él, da nombre a una nueva ala del museo de ciencia natural y se lleva de recuerdo un trofeo con la forma de un dinosaurio, lo cual no impide que su madre le riña, como a un niño pequeño, porque no acaba de encontrar novia.
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Mientras tanto, en la isla, no sólo encontramos a nuestro Hurley de siempre apenado junto a la tumba de su amiga Libby, sino que se encuentra algo abrumado con la responsabilidad, totalmente nueva para él, de actuar como ‘faro de luz’ para un grupo bastante desorientado.
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El mismo Hugo Reyes que ingresó en Santa Rosa tras volverse catatónico por el hundimiento de una plataforma en la que murieron dos personas, quien, después de superar aquello, ganó la lotería pero tenía miedo de la mala suerte que acompañaba a los números ganadores, y quien, al volver a la civilización después de su accidente en el Pacífico, prefirió ingresar nuevamente en el psiquiátrico debido a la desorientación producida por las frecuentes visitas de sus amigos muertos, este mismo Hugo se encuentra ahora en una situación totalmente nueva en la que sus compañeros recurren a él para que les sirva de orientación. Pero él no sabe muy bien qué es lo que debe decidir.
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Le encantaría que también Libby viniera del mundo de los muertos alguna vez a hacerle compañía, pero no, tiene que ser precisamente Michael (el traidor que disparó a su chica) quien, de entre la comunidad de espectros susurrantes isleños (al parecer aquellos que no han podido avanzar), se acerque a darle consejos. Y es que el liderazgo de Ilana no acaba de ser suficiente, de hecho, la pobre, en vez de un consistente faro de luz no pasa de ser más que un breve fuego de artificio (se ve que su entrenamiento como protectora de los candidatos no incluyó instrucciones para manejar dinamita estropeada). Tanto Richard como Ilana habían confiado durante años en la orientación de Jacob, quien ahora (por la desgraciada circunstancia de hallarse muerto) ha elegido a Hurley como su portavoz. Pero ellos sabían muy bien que su místico líder solía ser bastante críptico y no daba demasiadas explicaciones, ostentando como especial marca de la casa el dejar a sus elegidos decidir por sí mismos lo que iban a querer hacer. Por eso nuestro Hugo, que siempre se ha sentido más a gusto como fiel seguidor de instrucciones ajenas, se encuentra algo perdido ante la necesidad de decidir por los demás, echando de menos que el omnisciente Jacob se le aparezca más a menudo.
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Sin embargo, traumatizado en su momento por la explosión de Arzt y alucinado por el intento de suicidio común entre Richard y Jack en el Black Rock hace apenas un par de días, la volatilización de Ilana ante sus ojos le deja bien clarito que no está dispuesto a que nada de eso pueda volver a ocurrir. Recordemos que (en el episodio nominalmente opuesto, “Todos odian a Hugo”) tras la primera exploración de la estación Cisne, el bueno de Hurley recibió la responsabilidad sobre la despensa que allí había, lo que le hizo temer que sus decisiones le ganarían más de una enemistad, de modo que decidió acabar de una vez con toda aquella comida utilizando un poco de dinamita, aunque Rose le disuadió a tiempo de semejante disparate. Esta vez toma una decisión parecida, pero bastante más acertada: dada la inclinación dinamitera de sus compañeros y que ahora los muertos confían en él para que salve las más vidas posibles, lo primero es terminar con semejante fuente de desgracias, de modo que directamente acaba con toda la carga explosiva que albergaba el viejo barco, haciendo saltar a éste por los aires.
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No sabemos por qué llega después a la conclusión de que, en vez de empeñarse en estropear el avión como defiende Richard (a quien seguirán Ben y Miles), deben acudir a parlamentar con el falso Locke. Está claro que Jacob no le ha dicho nada de eso, ni tampoco Michael (quien no sabemos si es de fiar, por mucho que Hurley haya aprendido a confiar más en los muertos que en los vivos) y la decisión resulta sospechosamente cercana a lo que está esperando Smocke desde hace días, seguro de que el resto de candidatos vendrían a él antes o después. Podría haber aquí en juego algún misterioso destino o manipulación, o quizás únicamente una acertada adivinación del experto conocedor de la naturaleza humana que parecería ser el hombre de negro. El caso es que Hurley está actuando desde su buen corazón y Jack (en la nueva faceta que está desarrollando desde que contempló largamente el océano junto al faro de Jacob) ha decidido que va a dejarse guiar por él (seguidos ambos por sus amigos Sun y Frank). Por un lado pensaríamos que no es la estrategia más adecuada para afrontar al mismísimo mal encarnado (lo que más le preocupa al bueno de Hugo es cómo se rompe el hielo con un monstruo de humo negro), pero quizás precisamente por eso sea una estrategia acertada. Puede ser que sólo una persona inocente y fundamentalmente buena sea capaz de desarmar al diablo que reina en nuestra isla perdida.
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De momento, actuando como líder de los cuatro, Hugo entra valientemente en el campamento del monstruo y le ofrece una tregua: no habrá ataques entre unos y otros. Smocke acepta y le entrega un puñal en prenda, de modo que, sin violencia (como probablemente requieren las reglas), ha conseguido reunir a todos los candidatos (excepto Jin, en caso de que él sea el Kwon número 42, ya que Widmore se lo ha robado) y, como premio, se ha encontrado también con un piloto para su avión. Aunque de momento, parece que es Jack quien atrae especialmente su atención...
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Pero recordemos aquí que este Smocke tan aparentemente pacífico, unas horas antes de la esperada reunión de candidatos en su campamento, había tenido que lidiar con una imprevista sorpresa. Su fiel Sayid había capturado para él al recién llegado Desmond, en su nuevo estado de ‘iluminación’ por el cual no parece inmutarse por nada (de hecho su estado anímico es tan raro como el del insensible Sayid, aunque más apacible, mostrando una especie de paz interna inalterable parecida en cierto modo a la forma de ser de Jacob). Smocke se lleva a Desmond de paseo hasta un cierto pozo con malignas intenciones, encontrándose de camino al misterioso niño rubio (algo más crecido y con el pelo más oscuro, ¿o será un hermano del niño que vimos en “The Substitute”?) Pero como el colega escocés ni se sorprende ni se asusta, Smocke, harto de tanta indiferencia (ya os digo, seguro que le recordaba a su querido enemigo de toda la vida), no duda en lanzarle pozo abajo.
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Yo no creo que éste sea el pozo de la Orquídea, sino otro, dotado igualmente de extraordinarias propiedades electromagnéticas (oye, a lo mejor tiene una rueda congelada para pasar a la otra realidad en vez de para dar saltos en el tiempo). Sea lo que sea, sabemos que las intenciones de Smocke no eran muy buenas (de acabar con Desmond por lo menos), pero todos creemos que esta especialísima pieza del juego no puede destruirse tan fácilmente (hay quien compara su situación con la de Locke cuando cayó a la fosa de los muertos de Dharma con un tiro en el no-riñón). En todo caso una de las preguntas claves es si Desmond sabía quién era este ‘John Locke’ y, viceversa, si Smocke sabía con quién se enfrentaba en la persona de Desmond. Cuestión importante para intentar entender la acción paralela que hemos visto desarrollarse ‘al otro lado del espejo’:
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Un elegante x-Desmond observa desde su coche la salida de profesores y escolares del instituto donde enseñan x-Ben y x-John. Mientras que el Dr. Linus no duda en interrogarle por su actitud sospechosa, el escocés no pierde de vista al paralítico, hasta que dirigiéndose hacia él a gran velocidad, arrolla con su vehículo la silla de ruedas. La imagen de la cara ensangrentada de x-John parece demostrar una cierta conciencia de un despertar, similar al que mostraba tras su caída del octavo piso en nuestra realidad de siempre al ser tocado por Jacob. ¿Es Desmond una especie de nuevo Jacob, intentando suscitar experiencias especiales (al estilo radical de la que Charlie le indujo a él) en cada uno de los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic? ¿O acaso ha muerto nuestro Des en el pozo y su versión alternativa no ha hecho sino intentar vengarse del que tan traicioneramente le arrojó al abismo (sin saber que no se trataba del mismo Locke)? Existen además varias interpretaciones diversas de los fans (¿no será este x-Locke tan seguro de sí mismo una nueva encarnación de Anti-Jacob?), pero en suma, nos encontramos ante una de las escenas más impactantes de la serie. Que uno de nuestros protagonistas preferidos atropelle tan cruelmente a un personaje discapacitado es un hecho tan imprevisible como lo fue en su día el disparo de Sayid al pequeño Ben. Esperaremos impacientes a saber el resultado de ambos inusitados ataques...
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Y he dejado para comentar al final la conmovedora historia de amor entre x-Hurley y x-Libby. Sin llegar al insuperable nivel de romanticismo de la pareja reina de Perdidos (Penny y Desmond), la verdad es que la relación entre el rey del pollo frito y la dama del manicomio se muestra capaz de superar toda clase de barreras hasta llegar a recrear la famosa cita en la playa que tan funestamente fue frustrada por Michael, culminando en un beso de amor por el que Hurley recuerda a su añorada novia perdida. La joven x-Libby (quien al parecer no iba en el vuelo de Oceanic esta vez) se había sentido extrañamente atraída por el magnate de los negocios que aparece en los anuncios de Mr. Clucks. Contra lo que le dicta el sentido común, le parece reconocer un vínculo especial con él, como el de una posible alma gemela. La muchacha ingresa a voluntad en un psiquiátrico para controlar este extraño impulso, descubriendo en Santa Rosa aún más elementos que le recuerdan a Hurley. Cuando éste acude a verla, intrigado por la devoción que inspira en una bella demente (e impulsado por la atinada intervención del ‘facilitador’ de experiencias inter-realidades, señor Desmond Hume), ambos deciden explorar más a fondo la posibilidad de mantener una relación, desembocando así en la bonita escena de la playa.
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Los seguidores de la serie necesitábamos ver de nuevo a Libby, igual que Hurley necesitaba volver a encontrarse con ella, y su aparición en la realidad alternativa resulta bastante satisfactoria. No puedo, sin embargo, dejar de pensar en el paralelismo que me suscita el encuentro de x-Des y x-Hugo a la mesa de Mr. Clucks con aquel (en el episodio final de la segunda temporada) en el que Libby pagaba un café a Des en Los Angeles. En aquel caso parecía ser ella la que ‘facilitaba’ a Desmond el velero para llegar a la isla, por lo que se podía sospechar que formara parte de la conspiración de controladores del especial destino de nuestro escocés (junto con la señora Hawking y el hermano Campbell). Como también supimos enigmáticamente de su presencia en Santa Rosa y sabemos ahora que Hurley es, si no tanto como Desmond, también bastante especial en el curso que están teniendo los acontecimientos, aún se podría adivinar en Libby un papel similar al de Eloise Hawking-Widmore, aunque quizás de menos responsabilidad. Sin embargo esta posibilidad probablemente no llegará a desarrollarse ya en los pocos capítulos que nos quedan. (No me importaría que quedaran algunas cosas como estas un poco en el aire, en la medida en que se lleguen a insinuar permitiendo que los espectadores suplamos con la imaginación las posibles historias de relleno marginales).
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En mi opinión, todas las temporadas de Perdidos han tenido de una manera u otra a Jack como el protagonista principal, pero en cada una de ellas otro de los personajes ha sido llamado a detentar el rol decisivo a la hora de definir el itinerario especial de ese conjunto de episodios. En la segunda temporada fue Locke (con la cuestión de la tecla del Cisne), en la tercera Juliet (en su cuestionamiento interior de fidelidad o infidelidad a los Otros), en la cuarta el protagonista secundario indiscutible fue Ben (controlando sutilmente la situación desde su cautiverio hasta mover finalmente la rueda congelada, autoexiliándose de la isla) mientras que en la quinta fue nuestro Sawyer quien lideró la forma de afrontar la situación resultante de los diversos viajes en el tiempo. Del mismo modo en la sexta temporada estamos siguiendo poco a poco el crecimiento de Hurley en su capacidad de liderazgo (mientras que Jack se aclara y Widmore y los demás se deciden a hacer algo).
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No sabría decir si en el momento en que los hemos dejado en la isla todo el mundo quiere o no quiere a Hugo, pero creo que este muchacho ha sabido estar a la altura de las circunstancias descubriendo en sí mismo las agallas suficientes para afrontar sus miedos y seguir su propia intuición dado el curso de los acontecimientos. Jack y los demás le han hecho el enorme regalo de su confianza, pero tras seguir los planes de Ben para traerlos a la isla, de Sawyer para manejarse en los tiempos de Dharma, de Daniel para explotar la bomba y de Hurley para ir al templo, al faro y luego hasta Locke, creo que ahora es de nuevo el turno de Jack, quien debe afrontar el liderazgo en el tercio último de esta temporada final. Ahora es cuando debe mostrarnos si (como dice Jacob), tiene lo que hay que tener (o si más bien tenía razón su padre Christian), y si va a saber liderar a los candidatos (y compañía) frente a Smocke, mientras que Widmore y Jin (desde la Hydra), Richard, Ben y Miles (desde Villa Otros) y Desmond (desde las profundidades) ejerce cada uno la función que Jacob (en su sabio estilo de ‘dejar hacer’) les ha asignado en el tablero de juego en el que, al parecer, se juegan la salvación del mundo.

lunes, 19 de abril de 2010

6.11. Felices para siempre

Tras un accidente mortal provocado por las prisas en preparar el generador (y que nos muestra las consecuencias de la descarga electromagnética –Ǻrmstrong, el conejito blanco, ha tenido suerte esta vez– en alguien menos especial que nuestro Desmond), el indignado escocés es atado a una silla (muchos la encuentran parecida a la famosa silla aparentemente ‘vacía’ de Jacob –¿estaría aquella figura que vimos durante una fracción de segundo durante la visita a la cabaña de Ben y Locke sometida a un especial experimento electromagnético?–), que rompe enfurecido, pero sin lograr librarse de la impresionante descarga, sufriendo algunas fuertes convulsiones seguidas de un alucinante fogonazo. El resultado es que pierde la consciencia por unos segundos, para encontrarse después increíblemente calmado... ¿se le ha derretido el cerebro (como intuye Zoe) o... ha viajado su consciencia a la realidad alternativa, especialmente al momento de su encuentro con x-Penny, en el que se ha desmayado?
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El fogonazo blanco sufrido por Desmond se asemeja totalmente al que vivió en la implosión de la estación Cisne (lo que le hizo viajar mentalmente a su pasado) y al que se nos mostró cuando Juliet detonó la bomba en la misma estación 30 años antes (o 3 años después, según se mire), pero en esta ocasión del Incidente, también el fundido en blanco se resolvió entre las nubes, las que veía x-Jack desde su ventanilla en el vuelo Oceanic 815 y que ahora nos sirven de transición antes de mostrarnos a x-Desmond en LAX, mientras busca en los monitores de la misma línea aérea (sin prestar atención a su reflejo) dónde debe ir a recoger su equipaje. Hurley le indica que vaya a la cinta cuatro, y allí se encuentra con la embarazadísima Claire, a quien ayuda con el equipaje, recibiendo su primera intuición inter-realidades: que el bebé de la rubia australiana es un niño (en el 6x1 no pareció que Des recordara para nada a Jack).
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Con ayuda del servicial chófer, George Minkowski (bastante más sano que cuando le vimos en “The Constant”), el valioso hombre de confianza de Widmore acude a las oficinas centrales de su jefe en Los Angeles para informarle de cómo le han ido los negocios en Sydney. Charles le invita elogioso a una copita de su whisky preferido (en fuerte contraste con la vez en que tanto le humilló en su otra vida como no merecedor de nada) y le pide un trabajito: que acompañe al drogadicto Charlie Pace desde su salida de la comisaría para que no falte al acto benéfico organizado por Eloise Widmore, en el que debe tocar con Drive Shaft junto a su hijo pianista, Daniel. Y lo que parecía una tarea algo simplona se convierte en una odisea que cambiará para siempre su vida, y puede que la de toda la gente, no de un solo mundo sino de ambos mundos paralelos.
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Charlie ha vivido en el avión una experiencia única: durante su ahogamiento con la heroína (del cual le salvó Jack) se hizo consciente de su enorme amor por Claire (aún sin saber el nombre de la dulce rubia por la que sentía algo tan puro y tan estremecedoramente verdadero). Lo sorprendente es que esta especie de visión le resulta más real que todo lo que le rodea, por lo que desde ese momento va a despreciar sus sueños como músico, e incluso a descuidar su propia supervivencia, obsesionado por volver a sentir esa sensación. Desmond, quien parece vivir una vida envidiable (incluido el aprecio de Widmore, que tanto había querido obtener), cree que el rockero está un poco loco, hasta que la experiencia subacuática forzada por nuestro Charlie le hace conectar con aquel momento crucial en “A través del Espejo”, en el que todos sus esfuerzos por salvar una y otra vez al joven británico resultaron finalmente inútiles al decidir éste que debía cumplir su visión de futuro. Charlie murió ahogado anunciando con su mano que el carguero no era el barco de Penny y Desmond recuerda ahora con claridad esa situación aunque no puede entenderla, pareciéndole quizás también excepcionalmente cargada de realidad, más que la vida de cuento de hadas en la que está viviendo.
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Pero el esforzado empleado de Widmore logra en este caso salvar al suicida Pace, y ambos son ingresados en el hospital San Sebastian, donde trabaja Jack. Allí Desmond debe de nuevo someterse a radiaciones (simpático el detalle de que debe apretar un botón, si algo va mal), y éstas le devuelven los ‘flashes’ de realidad sobre la muerte de Charlie, más los recuerdos de su amada Penny y de su hijito al que también llamó Charlie (se puede comprobar en esta colección de fotogramas http://gallery.lost-media.com/thumbnails-1542-page-4.html, que los correspondientes a nuestra realidad de siempre tienen un colorido más vívido que los de la realidad alternativa). En ese momento le importa bien poco la prueba que le están haciendo, e incluso quedar bien ante Widmore, por lo que pulsa el botón, sale del aparato de resonancias y echa a correr a la búsqueda del ‘mediador’ que hizo posible que él ‘sintiera’ esta excepcional experiencia. Charlie se da cuenta de que ha conseguido comunicar su mensaje, y Desmond, totalmente desorientado en cuanto a lo que quiere hacer ahora, decide dejarle marchar sin forzarle a ir al concierto de beneficencia.
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El equilibrado Widmore (desde su despacho presidido por la imagen de una balanza nivelada entre el blanco y el negro) le pide por teléfono que informe personalmente del fracaso de su gestión a la irascible señora Widmore, y de nuevo la serie nos regala un misterioso encuentro entre el especial Desmond y la intrigante Eloise.
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Charles y Eloise son un matrimonio en esta realidad, y junto a su hijo Daniel forman la familia Widmore. Es Penny la que se ha quedado aparte esta vez, por su apellido Milton se supone que es hija de Charles (Dan dice que es su medio hermana en la versión original, su hermanastra en la versión doblada) y de alguna señora Milton (entiendo que Penny es mayor que Daniel, por lo que probablemente procede de un enamoramiento de Charles previo a su relación con Eloise o al menos anterior a su matrimonio con la misma).
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(Observación aparte: El entorno donde se está preparando la fiesta benéfica de los Widmore es claramente el terreno del Bishop Museum, museo en el norte de Honolulu, donde pasé bastante tiempo sacando fotos durante un viaje que hice el año pasado a Hawaii, puesto que ese edificio aparecía, supuestamente junto al Támesis, en el episodio “Flashes Before Your Eyes”, uno de mis favoritos. Este recuerdo me emocionó bastante durante toda la secuencia, aparte de otras muchas alusiones a aquel épico encuentro entre Desmond y la entonces joyera).
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El comportamiento de Eloise en su encuentro con Desmond es, de nuevo, completamente alucinante. Tras una primera sorpresa se deshace en amabilidades hasta que se da cuenta que anda buscando a Penny. Es entonces cuando, hablando oscuramente, trata de decirle que deje ese camino de búsqueda que ha emprendido, porque supone una infracción (¿de algunas reglas?) y aún no está preparado. No sabemos si trata de evitar la conexión entre las realidades o si sólo quiere esperar al momento adecuado, pero está claro que en este universo Eloise de nuevo asume un cierto papel de controladora de cómo deben ocurrir las cosas.
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Y encontramos una pista muy interesante en los broches utilizados por esta misteriosa dama. En el episodio 3x8 llevaba una especie de ‘ouroboros’ (serpiente que se muerde la cola) http://gallery.lost-media.com/displayimage-1250-590.html, indicativo quizás, de la convolución en el tiempo que vivía Desmond en ese episodio, o incluso la que vivirían los viajeros en el tiempo, mientras que el broche doble que lleva ahora parece muy significativo de la nueva situación de un universo doble: http://gallery.lost-media.com/displayimage-1542-229.html. La señora Hawking de nuestro universo original, íntimamente involucrada en el angustioso caso ‘ourobórico’ de que ella misma mata de adulto al niño que aún no ha parido, tiene que preservar la línea de acontecimientos para que el universo mismo en el que vive no colapse por la propia convolución temporal que está ocurriendo en él y de la que ella, su hijo y el famoso diario, son una parte tan importante. Sin embargo la señora Widmore del universo alternativo –no sabemos si en contra de los designios de su versión como Hawkings o si más bien en plena continuidad con el mismo plan maestro para finalmente salvar a Daniel– ostenta ahora un broche de dos líneas paralelas, ambas atravesadas por una especie de estrella (se trata de la misma figura que el estigma con que marcaron en su día a Juliet en la espalda –precisamente en el episodio siguiente a “Flashes”– ¿indicando quizás una explosión entre los dos universos... o... unas líneas derivadas en que los dos universos podrían finalmente encontrarse?)
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Tras el encuentro con Eloise, Desmond queda aún más confundido que antes, pero Daniel (quien probablemente era muy consciente de por qué había requerido tocar con Drive Shaft aquella noche) no ha perdido baza de todo lo ocurrido y acude en busca del desorientado señor Hume. Tras mirarse ambos a través de la ventanilla del coche (en recuerdo también del impresionante recuerdo con Charlie ahogándose), ocurre la conciencia del paso “al otro lado del espejo” de estos dos magos de la conexión entre diversos tiempos y distintos universos. Daniel, dedicado en este universo exclusivamente a la música en vez de a la física (quién sabe si habrá sido incluso profesor de David Shepard, pues a ambos les hemos visto tocar la misma obra de Chopin), se ha visto atraído por una pelirroja comiendo chocolate, con un sentimiento absolutamente desproporcionado con respecto a todo lo que le ofrece su realidad circundante, lo cual, unido a su repentina capacidad por escribir sobre mecánica cuántica avanzada y su convicción de haber hecho explotar alguna vez una bomba atómica, le lleva a deducir que no están donde deben estar, que pertenecen a otro sitio. Desmond, totalmente desbordado por toda esta información no sabe a qué atenerse, hasta que Daniel le habla de su hermana Penny y de dónde puede encontrarla.
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Desmond acude al estadio, donde la que corre ahora para estar en forma es la joven Penelope Milton. Y si a ella le resulta medianamente familiar este extraño escocés que se la queda mirando atónito, a él no le cabe ninguna duda: esta es la mujer que siempre ha amado y, aunque no lo entiende, sabe que sólo estando juntos podrán ambos ser ‘felices para siempre’. El contacto de la mano de x-Desmond con la de x-Penny coincide en la conciencia de nuestro Desmond de siempre con el despertar del atontamiento por la descarga electromagnética en la isla Hydra (Des se mira con curiosidad la mano y x-Des se desmaya). En ese instante ambas versiones son conscientes del otro yo, aunque no es seguro hasta qué punto se hacen ambos sabedores de todo lo referente a lo ocurrido en el otro universo.
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Cuando x-Desmond despierta se asegura de quedar para verse en un café con su x-Penny (¿no estábamos esperando un café para que se encontraran x-Sawyer y x-Juliet?) pero además pide a George una lista de todos los pasajeros del vuelo con el que volvió de Sydney. ¿Y por qué relaciona su nueva experiencia con dicho vuelo? Charlie y Jack estaban allí, y también la rubita esa embarazada que le resultaba conocida, pero no Daniel ni Charlotte, por ejemplo. Creo que debemos remontarnos al momento en el que Desmond se queda mirando el panel de Oceanic, que es lo que vemos tras la transición entre nubes desde el fogonazo blanco. Obviamente x-Des no estaba siendo consciente durante todo ese tiempo hasta que llega al estadio de su versión isleña, pero sí lo estaba siendo el Desmond isleño de todo lo que ocurría con x-Des. Al recuperarse éste de su desmayo podemos suponer que ya recuerda su tiempo en el Cisne, el accidente del Oceanic 815, su salida de la isla, su matrimonio, su hijo y que el desgraciado de su suegro le ha vuelto a separar de Penny. Pero ahora entiende que está ocurriendo algo muy serio, algo que tiene que ver con ese vuelo, que no ha terminado donde tenía que terminar, por lo que, como eficaz ejecutivo que es, se pone manos a la obra inmediatamente...
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Está claro que este episodio tiene mucha más miga de lo que podamos ahora descifrar. No sabemos si Eloise se nos ha vendido al hombre de negro, quien podría haber escapado de la isla y tener controlada la realidad ‘x’. Lo que está claro, pienso yo, es que esta realidad alternativa, aunque parezca de cuento de hadas, está algo desvaída, que los sentimientos allí deben ser algo así como más flojitos, o sea que no parece que puedan llegar fácilmente a eso de comer perdices (no les ha salido tan bien la simulación como a las máquinas que diseñaron Matrix, recordad que en el episodio 6x3 ya hablábamos de Matrix, por eso de la pildorita verde), de modo que el recuerdo de sentimientos muy fuertes del otro universo les llaman tanto la atención que no pueden considerarlo meras alucinaciones sino que les hace conectar con su vida anterior, ya sea un amor verdadero (puesto que es uno de los sentimientos más fuertes que podemos experimentar) o, en el caso del flash subacuático de Desmond, el terrible sentimiento de perder finalmente a Charlie después de tanto protegerlo. Es posible que los muertos (Daniel y Charlie) tengan más facilidad de caer en la cuenta de que vivieron en otra realidad, pero se ve que necesitamos a alguien vivo, y muy especial, para que desfaga el entuerto. ¡¡Desmond, colega, no nos falles...!!

martes, 13 de abril de 2010

6.10. El paquete

A Zoe, geofísica de profesión, le había encargado su jefe que se hiciera con Jin Kwon para traerlo a la isla Hydra, pero como el equipo de esta chica, con sus gafas de visión nocturna, captó que el herido coreano planeaba dejar el campamento que estaban vigilando, adelantaron la jugada y dispararon dardos de adormecimiento a todo bicho viviente en el bando de Smocke (cuando éste había salido, claro, a ver quién se mete con semejante monstruo), para secuestrar así al hombre que andaban buscando.
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Jin, al tanto de la jugada doble de Sawyer con Widmore y Smocke, había decidido que de todas formas prefería irse a buscar a Sun por su cuenta (aunque su tenebroso líder ya había ido a buscarla por él), sin saber que Zoe le tenía especialmente en su punto de mira como pieza necesaria en la estrategia widmoriana. Al parecer, en sus tiempos de explorador Dharma de la isla por cuadrantes, había firmado un plano en el que se muestra la existencia de diversas bolsas de energía electromagnética (suponemos que entre ellas estarían el Cisne y la Orquídea, y probablemente alguna otra que aún desconocemos). Tras ser encerrado en la habitación 23 (donde nos cuentan que el famoso vídeo ese lavacerebros que veía Karl proviene de antiguos experimentos Dharma –para que no nos quejemos tanto de que no nos dan respuestas– aunque entonces no se entiende la mención que hace el vídeo de Jacob), el coreano pasa de contarle nada del electromagnetismo isleño a la geofísica y, al igual que hizo Sawyer, pide hablar directamente con su jefe. Éste probablemente espera de él una colaboración importante, por lo que, para empezar con buen rollito le muestra las fotos de la pequeña Ji Yeon (de una cámara fotográfica sacada del equipaje de Sun en el avión de Ajira), a la que el pobre padre aún no había visto nunca. Jin, que lleva tres años separado de su mujer y varios días (entre 1977 y 2007) preocupado porque sabe que ella ha vuelto a la isla, observa emocionado a su chiquitina, creciendo así en varios puntos el síndrome de abstinencia (vulgarmente llamado ‘mono’) familiar que ya tan gravemente le aquejaba. Para colmo, el intrigante Widmore le comenta que él también tiene una hija a la que no ve desde hace varios años, y que deben impedir que Smocke salga de la isla, por que si no, ‘ellas dejarán de existir’.
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Y de momento decide enseñarle ‘el paquete’ o carga secreta que ha traído en el submarino. La verdad es que no me acaba de gustar que llamen ‘paquete’ a Desmond, debe ser que Widmore y Zoe tenían esa palabra clave, pero, en fin, ya está nuestro Des de vuelta en la serie y eso siempre es bueno, aunque él probablemente no opina lo mismo...
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Al salir medio drogado del submarino, el buen escocés tropieza y cae sobre la cubierta, encontrándose casi de cara con un sibilino Sayid que espía las acciones del equipo de Widmore desde el agua. Y es que a Smocke no le gustan las sorpresas, por lo que ha enviado a su zombie preferido a investigar (y digo zombie porque lo que queda de Sayid en la isla ya ni siente ni padece...) Aunque Claire (que debe sufrir la infección de manera diferente) bien que siente y padece, entre otras cosas unos jugosos celos de los ‘candidatos’ cuyos nombres aún no están tachados en las paredes de la cueva, y más que verde envidia de que su Aaron ahora pueda querer más a Kate que a ella. Smocke, que según nos confiesa en este episodio sólo puede salir de la isla acompañado de todos los candidatos (¿o no será más bien después de haberlos matado a todos?), no tiene inconveniente en que a Kate le pase alguna cosa después de que le ayude a reclutar a las personas que le faltan: Hurley, Jack y Sun.
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De momento creía que podría fácilmente conseguir a Sun, con la baza de reunirla finalmente con Jin, pero le sale el tiro por la culata (ya que en su intento de salir a buscarla va a perder a ambos coreanos). Por su parte, Sun está más que harta de oír hablar a Ilana, Hurley y Jack de candidatos, destinos y lindezas similares, y de que nadie la apoye en la búsqueda de su marido, pero es lo bastante lista para no fiarse de Smocke (bueno, por algo fue testigo de la masacre en el Templo) cuando éste le ofrece su mano mientras le promete, todo persuasivo, aquello que ella más está deseando. Ya hemos visto a Kate rechazar la mano de Smocke (cuando éste se disculpaba por el ataque de Claire) y ahora a Sun, quien después aceptará confiada la mano que le tiende Jack (entre esto y los toques mágicos de la mano de Jacob creo que en este ofrecimiento de manos hay gato encerrado, al menos un cierto simbolismo). También queda comprobado que la promesa preferida de Anti-Jacob a sus ‘reclutas’ es conseguir reunirles con las personas a las que quieren y de las que están separados (promete Isabel a Richard, Nadia a Sayid –ambas muertas–, Aaron a Claire, Jin a Sun y viceversa). Sun escapa corriendo y (paralelamente a lo ocurrido durante su fingido secuestro en “The Long Con”, planeado por Sawyer y Charlie) se da un golpe en la cabeza que le hace perder el conocimiento... y algo más... su capacidad de hablar inglés, aunque lo entiende perfectamente y después descubrimos que también puede escribirlo. De este modo nuestra frustrada coreana vuelve a encontrarse con problemas de comunicación en su campamento (recordemos que al principio también entendía el inglés aunque entonces no quería hablarlo), lo que, aparte de las sospechas que hace despertar sobre Ben (por si él la hubiese golpeado), produce un duro enfrentamiento cuando Richard finalmente vuelve con Hurley diciendo que deben ir a la Hydra para evitar que Smocke se vaya en el avión de Ajira que Lapidus dejó allí aparcado.
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Sun no se entiende para nada con esta gente, no es únicamente la afasia sobrevenida por el golpe la que le impide darse a entender, es que todos ellos parecen estar completamente en otra onda... Ella ha venido a buscar a Jin, para llevárselo a su casa con su hijita, y no quiere que nadie destruya el avión. Ella no sabe que también tienen posibilidad de salir de la isla en un submarino, y que su marido está también en la isla Hydra, acordándose de ellas dos, y haciendo planes con Widmore precisamente con el mismo objetivo (por una vez tenemos dos bandos en la isla que están de acuerdo). Por el bien de su hija y de todo el resto del mundo, Sun tiene que colaborar en impedir la fuga de Smocke, imposibilitar que el famoso vino maligno consiga desbordarse de la botella. Y es Jack el que se acerca a ella para intentar un nuevo modo de comunicación, y en recuerdo de los viejos tiempos (antes del horrible percance en el carguero que tanto les separó), pedirle su confianza y su colaboración. Para ello se ha traído un tomatillo de la pequeña huerta que ella plantó en la selva, un tomate obstinado que, tras tres años sin riegos ni cuidados de ningún tipo, se ha empeñado en sobrevivir. Es sólo una muestra de la enorme capacidad de vida y de resistencia de la que ella misma ha sido origen y fuente durante tanto tiempo, y que ahora aparece como fruto maduro para ayudarla de nuevo a resurgir y a luchar por lo que merece la pena luchar... por su hijita, por su matrimonio, y, también por la salvación del mundo... porque si este mundo se va a pique no tendríamos nada ¿verdad?...
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...Pues precisamente eso es algo que no está nada claro... Tenemos una cierta realidad alternativa que no sabemos muy bien cómo puede llegar a relacionarse con la realidad que conocemos de siempre... En ella x-Sun y x-Jin acaban de llegar a Los Angeles y no entienden ni patato de inglés, por lo que acaban dejando en la aduana los 25.000 dólares que traían en la maleta por orden de Paik. Resulta que no están casados, pero sí enamorados, algo que no le parece bien al mafioso empresario coreano, por lo que manda a su trasgresor empleado a Los Angeles para que el matón de Keamy se lo despache y el vulgar hijo de un pescador deje de mancillar el honor de su hijita. Para ello se agencia los dineros que ella había ahorrado aparte y se los entrega al pobre muchacho (no creo que en esta realidad Jin hubiera llegado a ser muy mafioso) para que lleve en mano a su verdugo el precio por su cabeza. Lo del reloj es un asunto diferente, parece que Jin llevaba cosas de esas para los asociados de su jefe en Sidney y en otras ciudades de su largo viaje de negocios. Pero x-Sun, que está embarazada (suponemos que de x-Jin, quien con menos estrés tendría menos problemas de fertilidad), había fingido acompañarle para hacer algunas compras, pero lo que verdaderamente pretendía era fugarse con él para poder vivir juntos en paz. Este plan se ve frustrado cuando, tras la irrupción de x-Keamy y x-Omar, con la inestimable colaboración de x-Mikhail (dicen que era amigo de Danny, ¿sería x-Danny Pickett?) y la providencial ayuda de x-Sayid, la pareja se ve envuelta en un tiroteo, quedando todos los malos muertos (el pobre Mikhail muere con su ojo ensangrentado, con lo guapo que estaba con los dos ojos sanos) y resultando Sun al parecer gravemente herida, al menos parecería que el disparo puede ser bastante grave para el embrión (suponemos que se trata de la mismísima Ji Yeon).
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Y como Widmore acaba de advertir a Jin de que ellas podrían cesar de existir, no sabemos si en realidad se refiere a la realidad en la que están o a la realidad ‘x’ (es posible que la fuga de Smocke de la isla resulte en la realidad alternativa de los ‘flash-sideways’...) En este episodio ocurren además tres sucesos especiales dignos de mención en cuanto a la posible relación entre las dos realidades. Primero: como ocurrió en otros episodios con otros protagonistas, cuando Sun se mira en el espejo parece quedarse ensimismada (olvidándose incluso momentáneamente de que alguien llama insistentemente a la puerta), ya que su reflejo le resulta algo inusual o chocante, como denotando una discrepancia que no es del todo capaz de aprehender. Segundo: ciertamente hay una especial intención en el guión (y en el montaje del episodio) de que x-Sun despierte en la cama justo tras haber mostrado cómo Sun se queda traspuesta en la isla tras darse un buen trompazo con la rama de un árbol, queriendo quizás también indicar una posible interconexión entre las conciencias de ambas versiones de nuestra coreana. Tercero: la afasia sufrida por Sun (que no pueda hablar inglés, aunque sí escribirlo) ha sido interpretada por muchos fans como una prueba de que la Sun que ha sido herida en la isla y la x-Sun que ha sido herida en x-California están sufriendo un especial proceso de interconexión mental. El caso es que la vida de nuestra protagonista asiática está en grave peligro en Los Angeles (y la de su hijita también), lo cual, aparte de que posiblemente la lleve al hospital de x-Jack, puede significar el principio de un precipitarse de las cosas hacia el gran final, proceso en el que sabemos que es muy posible que mueran varios de los losties principales o que más de uno tenga que sacrificarse por salvar a sus seres queridos y a sus amigos en una de las dos (o en ambas) realidades.

miércoles, 7 de abril de 2010

6.9. Ab aeterno (Desde la eternidad)

Durante la nocturna reunión aclaratoria del partido jacobino en la playa, Ilana recuerda perfectamente que su mentor le pidió que protegiera a los seis candidatos restantes y que, según él, tras llevarlos al templo Richard le indicaría lo que debía hacer. Dado que el templo ha dejado de ser un sitio seguro, sólo le queda este misterioso personaje a quien recurrir para continuar con su importante tarea, pero no esperaba que el inmortal consejero estuviera pasando por una fuerte crisis de sentido con respecto a su lealtad a Jacob. Para entender mejor la crisis de este personaje la serie nos remonta a unos 140 años atrás, al inicio de la cadena de acontecimientos que finalmente le hicieron dar con sus huesos en la isla.

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Ricardo es un pobre agricultor tinerfeño angustiado por la terrible enfermedad que padece su mujer Isabel (probablemente tuberculosis). En una lluviosa noche acude al único médico que le podría ayudar, si no fuera porque este señor, bien acomodado, no tiene ningún interés en alejarse de su calentita chimenea en semejante noche de perros, y menos por unos pobretones que no pueden pagar ni lo que vale la medicación. El agobiado campesino, sabiendo que su mujer necesita urgente atención médica zarandea al egoísta doctor, con tan mala suerte que lo mata accidentalmente. Del lance ha sido testigo un criado, quien venía con unas mantas por orden de su amo para limpiar el suelo, pero Ricardo demuestra ser más inocente que otro personaje en similares circunstancias (Michael disparó a Libby a través de sus mantas para que no dijera nada de la muerte de Ana, aunque quizás reaccionó por sorpresa sin sopesar demasiado la situación). El amante marido recoge la medicina y parte sin tardar al galope para su cabaña, donde no encuentra ya sino el cadáver de la que fue su mujer. Destrozado, por haberla perdido así, aunque él había prometido salvarla, apenas puede recordar la promesa de Isabel de que a pesar de todo siempre estarían juntos, mientras se aferra a una cadena con su crucifijo, único objeto físico que conservará por un tiempo como recuerdo de su amada.

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Minutos después, aquella misma desgraciada noche, acuden las autoridades a prenderle por asesinato, tras lo cual le espera la cárcel y la pena de muerte. Un sacerdote acude a su celda a oírle en confesión, sorprendiéndole encontrarse con que el preso lee devotamente una Biblia en inglés (las páginas de la misma muestran el pasaje de Lucas 4 en el que Jesús resiste en el desierto las tentaciones del diablo, útil lectura para quien tendrá que lidiar con tentadores personajes diabólicos poco tiempo después). Pero más llevado por sus propios intereses que por la misericordia del Señor, el siniestro cura rehúsa absolver a Ricardo por su homicidio (del que se encuentra totalmente arrepentido, y que realmente no fue más que una muerte accidental), aunque en su codicia acaba salvando la vida de este pobre preso, ya que en lugar de llevarlo a la horca lo vende como esclavo a un comerciante inglés (quien al parecer buscaba esclavos que dominaran su idioma). Ricardo pasa así a ser encadenado en las bodegas del Black Rock (bajo el mando del capitán Magnus Hanso) junto con otros desgraciados prisioneros, en ruta hacia el Nuevo Mundo (donde él había soñado instalarse junto a su mujer, razón por la que ambos habían aprendido el nuevo idioma). Pero el barco es sorprendido en medio del mar por una impresionante tormenta, de modo que, lanzado por una ola gigante contra la isla de nuestros perdidos (en una época en la que sólo estaba habitada por Jacob y su enemigo), aterriza milagrosamente intacto en medio de la selva, no sin antes haberse visto impelido contra la imponente estatua egipcia que dominaba la costa.

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Tenemos que interrumpir aquí la narración para comentar algunos asuntos. En primer lugar, el hecho de que los restos de Magnus Hanso descansaban en la isla junto al Black Rock era ya un dato conocido para los fans de la serie, pues aparece escrito en el mapa oculto que vio Locke en la puerta del Cisne (obra de Kelvin y Radzinsky). Además, cuando se subastó en Londres el diario de a bordo de este barco, se mencionó que había permanecido muchos años en poder de la familia de Tovard Hanso (un diario que finalmente compró Charles Widmore). De este modo queda relacionada la familia Hanso con la isla, siendo el industrial Alvar Hanso (nacido en 1894) uno de los fundadores de la Iniciativa Dharma en los años 70 (se dio mucha información sobre todo esto durante ‘The Lost Experience’ en verano de 2006). Los datos que se dan del barco durante la subasta (que partió de Postmouth en 1845 hacia Siam, desapareciendo luego en el mar, de modo que el diario fue encontrado en una isla de piratas junto a Madagascar en 1852), no contradicen directamente los datos del viaje de Ricardo. Tendremos que suponer que tras darse por desaparecido el barco, Magnus se dedicó a negocios oscuros (como el tráfico de esclavos), de modo que en 1867 andaba por Tenerife y se dirigía al Nuevo Mundo. Dato que parece indicar un viaje por el Atlántico, pero algún fan ha supuesto que por aquella fechas bien podría significar un viaje a Australia, pues era cuando este país estaba siendo colonizado y resultaba mucho más prometedor como destino para entonces que la ya bien establecida América. De todos modos, dada la movilidad de nuestra isla, este dato resulta bastante poco relevante. Otro asunto es la poca verosimilitud de que Ricardo e Isabel, pobres campesinos tinerfeños, aprendieran inglés por su cuenta en aquella época. Puesto que no se ha informado mucho al respecto podemos suponer lo que queramos, por ejemplo que algún viajante inglés por las islas afortunadas les dio la Biblia y algún otro material más didáctico.

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Finalmente, resulta también bastante increíble el hecho de que la ola gigante que arrastró al barco hacia la isla destrozara la estatua (hecha probablemente de piedra) y sin embargo el barco pudiera aterrizar en la selva más o menos sano y salvo (esto sin mencionar que Jacob y su enemigo habían visto supuestamente a este mismo barco desde la costa en un día soleado). Una terrible tormenta tropical causada por un huracán, o un poderoso tsunami pueden explicar la ola gigante y su poder destructor contra la estatua. Y teniendo en cuenta que Jacob admite ser el causante de la llegada del barco a la isla (ya sabemos que ésta no es accesible sino en ciertas ‘ventanas’, y acercándose con un cierto rumbo), no parece muy desacertado suponer que él ayudó a que el barco no se descalabrara del todo en su caída, ni que su inestable cargamento de dinamita explotara (de hecho los supervivientes del vuelo 815, que cayó en picado sobre la isla, requirieron de una similar protección especial de Jacob). Y puesto que desconocemos el verdadero alcance de los poderes especiales de este personaje, y hasta sus gustos, no podemos explicar por qué permitió entonces que la isla le desbaratara tan totalmente la estatua que le servía de casa. De hecho se salvó precisamente el pie de la misma, donde estaba la sala que él habitaba. Lo que de ningún modo se puede interpretar es que el barquito de madera rompiera la estatua de piedra en su choque. Fueron más bien las fuerzas desatadas de la naturaleza las que acabaron con la imagen de Taweret, cuyos trozos vemos luego esparcidos por el agua y la playa, en las escenas que narran el encuentro entre Ricardo y Jacob.

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Y volvamos de nuevo a nuestra historia. La catástrofe sufrida por el Black Rock deja a varios supervivientes, cinco oficiales y tres prisioneros, habiendo muerto entre otros el capitán Hanso (¡qué se le va a hacer! Jacob no es todopoderoso, también se le murió un buen montón de gente del Oceanic 815). Pero además de que, por la propia maldad de la gente (postura que defiende Anti-Jacob), un oficial (Jonas Whitfield, es el nombre que dan a este personaje los créditos oficiales del episodio) se carga inmisericordemente a dos de los prisioneros, el Humo Negro, incansable justiciero, no tarda en aparecer para asesinar al resto del personal. Se ve que, una vez queda demostrado que son malos (suponemos que todos los oficiales acordaron entre sí dar muerte a los presos), se siente libre de acabar con ellos a su antojo. Eso cuando está Jacob, porque si no está (como hemos visto), se carga a quien quiere simplemente porque no esté de su lado (con la excusa de que si no le van a matar a él, ¡como si fuera tan fácil!) Respeta sin embargo la vida de uno de los prisioneros, tras examinarle concienzudamente con sus flashes (ya sabemos que de ese modo explora las memorias del pasado de sus examinados), quizás porque comprende que si se dedica a matar siempre a todos los supervivientes no va a tener quien le ayude a terminar con Jacob. El hecho de que elija dejar vivir a una persona inocente (asegurándose bien de ello con su escrutinio) probablemente tenga que ver con esa especie de apuesta que tiene con su adversario, para demostrarse uno a otro si todos los hombres son corrompibles o si algunos pueden resistirse eficazmente a toda tentación (ya que en principio pensaríamos que para la tarea de matar a Jacob el malvado del Jonas ese le habría venido que ni pintado).

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Una vez seleccionado su instrumento, el siniestro Hombre de Negro se trabaja el material por un tiempo. Primero le deja encadenado, sometido a la terrible tortura del hambre y la sed, sazonada con el fétido olor de los cadáveres de sus compañeros, y a la angustia de esperar una horrible muerte por inanición en la tenebrosa bodega del barco. Después, para asegurarse de que entiende las cosas como a él le conviene, se pasa a hacerle una visita con la forma de Isabel, para comunicarle que está muerto y en el infierno, fingiendo después que la mujer es capturada, y por eso entre otras cosas no vuelve a visitarle de nuevo. Cuando finalmente se presenta ante Ricardo como el misterioso Hombre de Negro (ese primer toque afectuoso con su mano nos hubiera parecido el salvador toque de Jacob, de no ser por el delatador color oscuro de su manga), le da de beber y abre sus cadenas con la llave (sustraída hace días a los cadáveres de los oficiales), ofreciéndole después un opíparo banquete de jabalí asado. Pero no sin haberle hecho prometer antes que haría todo lo que le pidiera, es decir, matar a Jacob. Para ello (en escena totalmente paralela a la de Dogen instruyendo a Sayid para matar a Smocke) le ofrece una daga y le dice que no deje a su víctima ni abrir la boca antes de atacarle. Richard se resiste a cometer un nuevo asesinato (bastante le pesa aún en la conciencia la accidental muerte del doctor de su pueblo), pero como le dicen que se trata del diablo (el actor de Jacob, Mark Pellegrino, hace del mismísimo Lucifer en la serie “Sobrenatural”) y sobre todo, que es la única forma de recuperar a su mujer (la misma promesa que Smocke le hizo a Sayid), decide fiarse de él (aún no me puedo creer que pudiera hacerle caso tras enterarse de que era el Humo Negro, pero también es verdad que el monstruo le salvó de la muerte al cargarse ante sus narices a Jonas).

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El encuentro con Jacob nos revela que por aquellas fechas éste estaba mucho menos dispuesto a rendirse ante la muerte que cuando le atacó Ben mucho más tarde. Jacob desarma violentamente a Richard en una pelea y después le sumerge repetidas veces en las aguas del océano para convencerle de que sus ganas de vivir desdicen que esté verdaderamente muerto. La inmersión en las aguas parece simbolizar un nuevo bautismo, que, si bien (según indica después Jacob), no consigue absolverle de sus pecados, sí parece contribuir a la ‘conversión’ del buen tinerfeño al partido blanco (de todas formas su ‘blanco bautizador’ le da a entender que al llegar a la isla cada uno puede olvidarse de su pasado, cual tabula rasa; en este sentido la experiencia de Ricardo es similar a la de Kate: en el accidente de su barco o avión ambos encontraron finalmente la libertad con respecto a sus captores, aunque ciertamente a ella le resultó un tanto más fácil librarse de sus esposas que a él de sus cadenas). Discutiendo tras el chapuzón lo que el Hombre de Negro había pretendido hacer, Ricardo aboga por una mayor intervención de Jacob en las vidas de las personas que atrae a la isla, si no quiere que prevalezca la influencia de su adversario, idea que el misterioso personaje sopesa por un momento, de modo que decide emplear al buen español como su intermediario. A cambio, le ofrece un don sobrenatural, no devolverle a su mujer ni absolverle de sus pecados (ambos fuera de su alcance), sino alejarle lo más posible del infierno (al que Ricardo se cree irremisiblemente abocado) confiriéndole una cierta inmortalidad: el toque de Jacob le concede no envejecer ni poder morir por su propia mano.

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Hemos visto a Ricardo acudir angustiado a un doctor y a un cura, resultando ambas personas unos egoístas poco dispuestos a ayudar al pobre desgraciado. Después ha pedido a Jonas ser liberado de sus cadenas junto a sus compañeros de prisión, cuando éste (con el corazón totalmente endurecido) había decidido apuñalarlos. Ha sido Anti-Jacob el primero que le ha prestado ayuda, aunque no de forma desinteresada, y finalmente Jacob, tras darle una buena paliza y casi ahogarlo, le ofrece generosamente una manta (algo que el doctor no se dignó considerar siquiera cuando llegó empapado) y un poco de vino, por no hablar del generoso don sobrenatural con que acaba de obsequiarlo. Jacob quiere además que le lleve una piedra blanca a su enemigo, parece que como señal de la victoria que el comportamiento de Ricardo supone para él en el juego que se traen entre ambos. A cambio, el Hombre de Negro, reiterando su oferta de devolverle a su mujer si se cambia de bando (cuando un día le parezca bien) le retorna el crucifijo de Isabel, que había recogido para él tras el naufragio. ¿Reconoce nuestro héroe en esta querida joya una diabólica tentación?... el caso es que la entierra, tras besarla, enterrando con ella (¿para siempre?) la tentadora opción, por si acaso...

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El paso de 140 años no ha cambiado mucho el aspecto de Ricardo (llamado ahora Richard por haber convivido durante tanto tiempo con personas anglófonas, mientras que probablemente eligió el apellido Alpert al tener que hacerse con documentación para poder salir a la civilización en misiones de reclutamiento), pero sí ha cambiado la isla (ha crecido un hermoso árbol junto al crucifijo que enterró) y, sobre todo, la situación y el propio corazón del anciano (en edad, no en apariencia) español. La muerte de Jacob ha vaciado de significado todo aquello para lo que este hombre ha vivido tan largos años, y ahora, más que nunca, echa de menos a su mujer, sintiéndose como siempre culpable de haberla abandonado en su lecho de muerte, pero también de haber renunciado a la oferta de Anti-Jacob para volverla a ver, por lo que –desenterrando la cruz– grita a los cuatro vientos que está dispuesto a reunirse con él. Sin embargo, Isabel, que –como prometió– nunca se ha alejado mucho de su amado, ha encontrado finalmente la manera de comunicarle su cariño y cercanía para que pueda alcanzar la necesaria paz. El bueno de Hurley se presta como ‘médium’ al sobrenatural encuentro, añadiendo un mensaje final: Richard debe impedir que Smocke escape de la isla, por que si no un verdadero infierno les aguarda a todos ellos.

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No sabemos si el propio Smocke ha oído este mensaje mientras acudía a la llamada del inmortal Alpert, pero ciertamente se percata de que esta importante pieza del juego ha vuelto a escapársele de las manos. Sus memorias le traen entonces de nuevo el recuerdo de la piedra blanca, signo de aquella –al parecer inalterable– victoria de Jacob sobre el ánimo de Ricardo, y también de la botella de vino que su insigne enemigo le trajo como consuelo poco después. Qué poco le gustaba lo que ésta simbolizaba (el inescapable encierro de una sustancia maligna, contenida por un tapón de corcho –la isla– que Jacob y sus sucesores se encargan ab aeterno de vigilar), por lo que recuerda, más decidido aún que entonces a cumplirlo, su profético gesto de rebeldía: hacer estallar con toda su fuerza la aprisionante botella, para dejar escapar su rojo y embriagante líquido por doquier.

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El mal, encerrado durante tantísimo tiempo en la botella, consideraría con razón su encierro un infierno y un diablo a su guardián, pero el destino de este guardián (del futuro candidato) es igualmente ingrato: sometido durante siglos en soledad a una enorme responsabilidad ante el mundo y a la constante presión que ejerce el mal por escapar. Uno casi entiende que Jacob se distrajera un poco trayendo visitantes a la isla, aparte de que su oficio le exigía encontrar y preparar al heredero adecuado, por si su enemigo daba con el temido resquicio que le permitiera finalmente ganar la partida e intentar escapar.

domingo, 4 de abril de 2010

6.8. Misión de reconocimiento (o “Estafas a diestro y siniestro”)

Y es que Sawyer se unió a Smocke porque éste le dijo que le sacaría de la isla, y no le acaba de gustar el tener que esperar tanto. En un diálogo aparte su inquietante líder le explica que puede defenderlos del Humo Negro porque el monstruo es él, y le comenta que necesita sus dotes de supremo timador para una misión en la Hydra. El momento en que Smocke muestra a James la isla pequeña desde la playa recuerda a aquel momento en que Ben le comunicó que aunque era un buen estafador los Otros le superaban (especialmente él), mirando precisamente hacia este lugar desde el otro lado del brazo de mar que separa a ambas islas. Obviamente nuestro Anti-Jacob intenta manipular a James adulando sus oídos, ya que tras haber utilizado magistralmente a Ben se ha ganado el título de mentiroso número uno de la isla, y será difícil arrebatarle el puesto.
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Sawyer coge una canoa y parte para aquella isla en la que estuvo encerrado durante más o menos una semana hace tres años (¿llegó a volver por allí alguna vez durante su etapa de jefe de seguridad de Dharma?), probablemente inconsciente del peligro que corre todo el que navega en canoa por estos lares ya que sabemos que en algún momento aparecerán los viajeros en el tiempo disparando desde otra canoa hacia atrás, y en aquella refriega al parecer Juliet alcanzó con sus balas a alguien...
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Al llegar a la pequeña isla investiga lo que fue la estación zoológica de Dharma, revisando el estado de las jaulas y encontrando en ellas el vestido floreado de Kate. Los recuerdos se agolpan entonces en su ser, recordando lo agobiante de aquella situación y lo preocupado que llegó a estar por su compañera, dispuesto incluso a morir por ella. Y es que en aquella época su pecosa lo era todo para él, su primer gran amor, amor que fue precisamente consumado entre aquellos barrotes...
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Las memorias de sus penurias en el pasado le impulsan aún más a investigar a fondo sobre el avión ese de Ajira que Smocke le ha comentado (curiosa ironía que se encuentre en la pista de aterrizaje que él mismo contribuyó a construir con Kate durante sus trabajos forzados), y probablemente se sorprende de encontrarlo tan enterito (este Lapidus, que es un hacha), con lo roto que acabó su avión de Oceanic. Y tras encontrar una pila de cadáveres da con una superviviente... ¿o no? Resulta que esta isla tan pequeña guarda aún otro medio de transporte: el submarino de Widmore, quien al parecer ha tomado la Hydra como centro de operaciones. No sabemos si Widmore y su gente son los responsables de la matanza de supervivientes (no creo que los mataran Ilana y los suyos antes de irse de allí), pero ya que se está preparando con unos buenos postes sónicos portátiles parece que su verdadero enemigo es Smokey, enemigo que, según deduce de su conversación con Sawyer, ha tomado recientemente la forma humana de Locke.
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Y ahora es cuando Sawyer, avezado en ardides, inicia su “re-con” o estafa doble, prometiendo ayudar a Widmore (a cambio de ser evacuado de allí junto a los suyos), pero contando a su vuelta exactamente todo el plan con Wdmore también a Smocke, de forma que lo que espera es que mientras se enzarzan estos dos a batallar entre ellos él pueda encontrar la manera de hacerse con el submarino y escapar con Kate (también ha prometido a Jin que los sacará de la isla, a él y a Sun). No sabemos si Kate, al escuchar estos planes de boca del propio James, habrá pensando en llevarse con ellos también a Claire o no, por mucho que la rubita haya acudido antes de buenas maneras a pedirle perdón abrazándola acongojada. Kate tiene aún mucho que aclararse con respecto a esta chica, a la que de verdad siempre había querido mucho, pero ¡ha cambiado tanto! Ahora lo difícil será que los futuros evacuados vayan a tener en cuenta para sus planes de escape a Sayid, pues ni siquiera sabemos si todavía queda algo de nuestro querido iraquí en el impertérrito ‘infectado’ que les acompaña...
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A pesar de las sutiles revelaciones que este episodio nos ha deparado en su narrativa sobre la isla (extraño estado de Sayid, problemas maternos de Smokey, desarrollo de la relación Claire-Kate, planes de Widmore y Zoe, cabina cerrada con candado en el submarino...), encuentro mucho más interesante los acontecimientos que nos ha presentado en la realidad ‘x’: la pareja de polis de Los Angeles que hacen x-James y x-Miles no está demasiado alejada de su pasado como agentes de seguridad de la Iniciativa Dharma.
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Este otro James (en esta realidad no se llama Sawyer) viaja de incógnito desde Sydney, y aparte de advertir a Hurley en el avión que se cuidara de posibles timadores (en consonancia con su oficio de poli) rehúsa detener a la fugitiva Kate en aquel ascensor de LAX (en discordancia con este mismo oficio), debido quizás a que no quería que nadie de la policía le relacionara con ese aeropuerto, en un día en que se suponía que estaba en Palm Springs (o más bien, me parece a mí que sentía una extraña atracción por esa chica que no le resultaba en ningún modo indiferente y por eso se prestó a ayudarla, aparte de que la vocación de poli la tiene un poco extraviada). Pero aunque detenta un oficio totalmente opuesto a aquel de timador con que le conocimos, James ha viajado a Australia con un propósito similar al de su otro yo: seguir una pista del famoso Sawyer que en su día timó a sus padres haciendo que su familia sufriera una terrible tragedia. Y la pista le indica el nombre de Anthony Cooper, nombre que anda rastreando en relación con un acontecimiento en Alabama, ocurrido en 1976.
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Y con esto tenemos confirmación de que el pasado de Sawyer, de 1977 hacia atrás, sigue siendo el mismo de siempre. Su padre disparó a su madre y luego se suicidó, dejando al chaval huérfano y totalmente traumatizado. Lo que no sabemos aún es si apareció Jacob en los funerales para prestarle un boli (y alcanzar a rozarle los dedos) o no.
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Hasta ahora no habíamos tenido confirmación alguna referente a un pasado tan lejano, pues las discrepancias de Jack, Sayid y Locke (que x-Jack tenga un hijo adolescente, que x-Nadia se casara con el hermano de x-Sayid o que x-Locke no parezca odiar a su padre y esté a punto de casarse) se deben a acontecimientos más recientes. Otra cuestión es la referente a la realidad ‘x’ de los que estuvieron en la isla, ya sean Dharmitas u Otros. Si en el mundo normal la realidad de siempre y la ‘x’ discurren igual hasta el momento del Incidente (1977), en la isla los efectos del surgimiento de esta nueva realidad repercuten mucho tiempo atrás. Considerando que la isla se encuentra algo desgajada del espacio-tiempo normal, encontramos que, puesto que en la realidad ‘x’ el avión de Oceanic llegó en 2004 sin accidente alguno a Los Angeles, la historia de la isla, en cuanto a lo que se refiere a dicha x-realidad se diferencia de la historia isleña que conocemos en todas aquellas ocasiones en las que intervinieron los viajeros en el tiempo, ya que ahora (al no haber ido éstos nunca a la isla) no tendrán ocasión de hacerlo.
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Una primera ocasión sería cuando saltan al pasado remoto en el que la estatua aún estaba en pie. La única señal que dejan entonces tangible en la isla es la cuerda (de un futuro pozo) que se queda asomando en el terreno tras haber sido traída al pasado por Sawyer (algunos fans dicen que esa cuerda quedaría allí como señal de la localización subterránea de la rueda del tiempo, por lo que facilitaría el descubrimiento de la misma a los futuros Otros). Otra ocasión fue cuando en 1954 los viajeros se encuentran con Richard, Ellie y Charles, de modo que Locke le comenta su fecha de nacimiento al inmortal consejero Otro y Daniel le dice a su joven futura madre que esa bomba debe ser enterrada. Podemos por tanto suponer que en la x-realidad John no recibe de niño visitas de un extraño individuo, y que la bomba no fue convenientemente enterrada. Sin embargo la Iniciativa Dharma se instaló en la isla (como nos ha comentado Roger) y es de suponer que tanto Linus como Chang trabajaron un tiempo allí, de forma que Ben pasó allí algunos años de su infancia y Miles nacería en la isla, al igual que Charlotte (ambos son amigos ahora en Los Angeles, trabajando ella con el padre de Miles en un museo). Más difícil es entender de dónde ha salido Ethan Goodspeed, pues daríamos a su madre Amy por muerta si Sawyer y Juliet no la hubieran salvado del ataque en el que murió Paul en 1974. Sin embargo la propia existencia de Ethan parece confirmar que el primer marido de su madre murió por aquellas fechas, pero ella no (sea porque en el fondo aquellos Otros no se hubieran propuesto matarla, o porque la salvara un oso polar, o porque la actividad de la bomba no enterrada haya cambiado suficientemente la historia como para que ella no llegara a morir en esa refriega, o, en fin, sea porque el destino se busca sus maneras de corregir el curso de los acontecimientos para que ciertas cosas necesarias lleguen siempre a tener lugar). Además baby x-Ethan debió tener suerte con que hubiera un médico a mano cuando le llegó la hora de nacer.
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Finalmente podemos deducir que x-James, x-Miles, x-Jin y x-Juliet no pasaron tres años en Dharmaville como agentes de seguridad ni mecánica de furgonetas (respectivamente), ni x-Jack, x-Hurley, x-Kate y x-Sayid llegaron como por arte de magia en 1977 volviendo aquel mundo del revés, con el disparo al pequeño x-Ben, ni x-Daniel anduvo investigando en Ann Arbor para volver con la enrevesada idea de explotar la bomba para poder salvar a su Charlotte. Nada de eso ha pasado, de modo que, sin que Ben hubiera sido disparado (ni perdido su inocencia en el Templo) parece que Roger decidió en algún momento que debían irse de allí. Y quizás por el peligro de las excavaciones de Radzinsky (o de la bomba no convenientemente enterrada) se produjera una evacuación de la isla (con al menos los Chang, Charlotte y Ethan) antes de que se produjera la catástrofe que terminó con la misma hundida en el fondo del océano.
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El caso es que encontramos a un Miles Straume (¿por qué lleva ahora el apellido de su madre, si su padre siguió con ellos?) viviendo feliz en un mundo donde se lleva bien con su padre (¿o es un padrastro?), tiene una novia formal y se dedica a la honrada profesión de policía en vez de andar sacando el dinero a las pobres gentes con su extraño don de vidente (¿o es que ahora no tiene ese don?) Como compañero de James, y desconociendo su secreto, se preocupa por él citándole a ciegas con Charlotte, para ver si asienta un poco la cabeza (“...porque no querrás ‘morir solo’ ¿verdad?”, dice citando a medias el conocido lema de Jack cuando les lideraba en la isla...)
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Y efectivamente James y Charlotte parecen caerse bien y terminan la noche acostándose juntos en casa de él, aunque sin el aliciente del látigo de Indiana Jones, (¡vaya! otra vez será...), cuando la arqueóloga estropea la cuestión hurgando de más en un cajón del armario. El terrible secreto de James se encuentra escondido entre la ropa dentro de una carpeta rotulada con el nombre “Sawyer” (lo que nos recuerda a aquella carpeta roja que tenía Richard Alpert sobre él). James echa a la curiosa pelirroja de su casa, pues no está dispuesto a abrir sus más profundos recovecos interiores ante nadie aún, y tras el rapapolvo que le echa su colega en la oficina (donde x-Liam nos ha servido de testigo de que la historia de x-Charlie también sufre ciertas discrepancias con su historia anterior), y la ruptura de su propia imagen en el espejo (en señal del profundo autodesprecio que siempre ha embargado a este hombre), sólo encuentra algo de relax en la serie favorita que veía de pequeño, quizás cuando sus padres aún vivían, en un episodio en el que Charles Ingalls aseguraba a la pequeña Laura que las personas queridas nunca se irían del todo de su lado.
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No sabemos si fue la incipiente confianza que llegó a despertarle Charlotte (a quien confesó que se hizo poli por no hacerse delincuente), o el deseo de recuperar a Miles como compañero, o la influencia televisiva de La Casa de la Pradera, pero el caso es que James parece hacer un esfuerzo por cambiar y acude con una flor a disculparse ante la arqueóloga (quien pasa de volver a tener nada con él), para después confesar ante Miles su pasado y sus intenciones con respecto a Cooper. Nos encontramos aquí con un importante paso en positivo, con cierto deseo de redención (ya que admite que Miles hará bien en disuadirle de sus planes). Es un camino mucho más positivo de lo que nunca llegó a estar nuestro James “Sawyer” Ford (ni nuestra Ana-Lucía Cortez, que como policía del mismo Los Angeles –cualquier día se la encuentra por ahí– tramó su venganza personal contra su atacante sin contar para nada con la posible ayuda de su madre ni de su compañero de patrulla).
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Pero si hasta ahora, que sepamos, el destino no ha conseguido que la hermosa flor de girasol (ni el LaFleur más asentado y responsable) llegaran a manos de la dulce x-Juliet, el universo consigue, al parecer sin mucho esfuerzo, que la x-pecosa acabe de nuevo atrapada entre unos barrotes frente a este hombre. Situación que parece resultarle a ambos extrañamente familiar... ¿Habrá encontrado el casi redimido poli a la mujer de sus sueños, capaz de entender los ocultos entresijos de su corazón casi con sólo mirarle, de forma que finalmente le permita olvidar sus fantasmas del pasado para poder ser plenamente feliz, o se ha topado desafortunadamente con la gran lianta metomentodo que únicamente le traerá nuevos quebrantos? Ya no nos quedan muchas semanas para descubrir cómo acaba todo esto en el esperado episodio final...

6.7. Dr. Linus

Un paciente profesor de Historia Europea trata de explicar a sus alumnos la situación anímica de Napoleón durante su destierro en la isla de Elba: lo peor de su exilio fue la pérdida de poder, tan devastadora que casi preferiría estar muerto. Pero, aunque demuestra conocer bien el alma de los poderosos (quizás por sus experiencias en alguna otra dimensión), el humilde Dr. Linus sólo se atreve a quejarse con sus compañeros ante las injustas imposiciones del director de su instituto, el señor Reynolds. Hasta que un extraño profesor nuevo, que realiza una sustitución, le insta a iniciar su propia campaña para reemplazar al director. John Locke, desde su silla de ruedas (demostrando tener más presencia de ánimo que el propio Ben, a pesar de su discapacidad), le anima a confiar en ese instinto suyo de poder, dado que su objetivo es bastante loable: conseguir que el centro educativo se oriente sobre todo a atender como conviene a sus estudiantes.
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De momento Ben debe obedecer a su superior y hacerse cargo de los castigados en vez de acudir a su club de Historia, donde profundiza en dicha asignatura con sus alumnos favoritos. Ya en casa, tras contemplar unos segundos su rostro desanimado en el reflejo del microondas, lamenta junto a su anciano padre que su brillante carrera académica se tenga que desperdiciar con los alumnos más indisciplinados, hasta que una llamada a la puerta le devuelve toda su alegría: la brillante Alex requiere de su tutoría para preparar un examen...
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Roger Linus debería alegrarse de haber podido alcanzar tan avanzada edad y de que su propio hijo le atienda tan servicialmente, en vez de desear haber seguido en sus tiempos jóvenes con la Iniciativa Dharma. Si se hubieran quedado en la isla, en lugar de cambiarle como ahora solícito su botella de oxígeno, el resentido fruto de sus entrañas no hubiera dudado en abrir para él una botella de gas venenoso en su furgoneta azul, cometiendo parricidio el propio día de sus cumpleaños (aniversario del día en que murió su madre). Y en aquella maldita isla, Ben habría llegado también a sufrir el peor de sus tormentos: ver morir ante él a su querida hija Alex, asesinada, tras haber declarado en su presencia que ella no le importaba nada, y sentirse culpable por el resto de sus días de no haber renunciado a tiempo a la isla por salvarla.
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Y es esta otra versión de Ben Linus, nuestro Ben de siempre, el que se encuentra viviendo uno de los momentos más aciagos de su existencia cuando, la noche del sangriento ataque del Humo Negro, logra salir del templo con vida y vaga totalmente desorientado por la selva hasta encontrarse con los que escaparon por la salida secreta. Ilana, Frank, Miles y Sun le permiten acompañarles hasta el campamento de la playa, a pesar de haber descubierto el gran secreto que tortura a este hombre (extraído por Miles de las cenizas de Jacob que tan reverentemente ha guardado Ilana). Tras pasar media vida obedeciendo fielmente al misterioso señor de la isla, Ben se ha convertido en su asesino. Y por eso nada tiene ya sentido para él, entiende que todo lo ha hecho mal y no sabe para qué seguir viviendo, pero tampoco Ilana, que consideraba a Jacob como a un padre, tiene pinta de querer perdonarle.
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Frente al sentimiento de desazón de x-Ben, porque el enorme esfuerzo de su doctorado parecía haber sido totalmente inútil (sentimiento que se disipa en cuanto ve a su querida alumna), tenemos la desesperación total de la versión isleña de este hombre. Ha perdido todo su poder sobre la isla (lo cual ya de por sí lo mata, como a Napoleón), pero además lleva en su conciencia la muerte de su hija, hecho que, aunque algo tardíamente, le ha hecho reconocer que ella era lo único que verdaderamente le importaba. Sin embargo, el último episodio de la serie dedicado a este personaje (suponemos), quiere además hacernos reflexionar sobe su pesar por la muerte de Jacob. Han sido muchos años obedeciendo unas órdenes que no comprendía, pero creyendo con ciega fe que Jacob era verdaderamente el que tenía las respuestas, quien sabía siempre lo que había que hacer y el fundamento de que su postura ante los diversos conflictos de la isla pudiera ser considerada una y otra vez la los ‘buenos’. Ben asegura que en el fondo su defensa de este bando, incluso hasta arriesgar la vida de Alex, la ha hecho siempre en nombre de Jacob. Y sin embargo, él nunca se dignó siquiera a recibirle o a hablarle, ni mucho menos a reconocer o agradecer sus servicios. Recordemos la escena tremendamente emotiva en la que Ben, moviendo la rueda congelada, decide finalmente auto-desterrarse de la isla, esperando que Jacob pudiera al fin estar contento con él. Pero su silencioso líder sigue sin decir nada, y parece en cambio haber seleccionado a Locke por encima de él, permitiéndole oír su voz en la cabaña (¿era esa la voz de Jacob?) y visitarle en su estatua (esta vez es Locke el que no era verdaderamente él, pero eso no lo sabe Ben). Incitado por el falso John, el resentido ex-jefe de los Otros hunde su cuchillo en el pecho del misterioso desconocido, cuando este se niega a darle ninguna explicación, y se estremece hasta los tuétanos al verle morir tan pacíficamente entre sus brazos.
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Ben ya sí que no entiende nada, y menos cuando ve que Locke se transforma en Smokey a continuación. Pero Miles (aparte de desvelar a los demás su secreto) le revela que Jacob había tenido la esperanza de que Linus, en aquel momento supremo, hubiera reaccionado de una manera diferente. Y tras descubrir cómo le había decepcionado, el recuerdo de semejante magnicidio le pesa mucho más enormemente en su interior. Él siempre había querido ser fiel a Jacob y odiaba haber servido de simple instrumento manipulado por su enemigo. Sus ingentes ansias de poder y de reconocimiento le habían traicionado finalmente hasta causar la muerte de Alex y después la de Jacob, las dos personas en las que fundamentaba su existencia. ¿Cómo poder perdonarse a sí mismo tras haber caído tan bajo?
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Sólo Smocke parece preocuparse todavía por él, al menos viene a visitarle y le facilita las cosas para librarse de Ilana. A Ben se le cae el corazón a los pies sopesando la posibilidad de pasarse al bando del terrorífico Humo, quien no duda en prometerle lo que siempre más ha querido (el poder sobre la isla), aunque él sabe muy bien que si le ofrece esto es meramente para poder de nuevo manipularle. Pero es que Ilana está sólo esperando a que acabe de cavar su tumba para matarle, por lo que Ben corre, ay de él, como alma que lleva el diablo... precisamente cuando ya no le queda otra opción en la vida que morir o entregarse a este mismo diablo.
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Y cuando finalmente se vuelve hacia Ilana con un arma en la mano, nuestro protagonista entiende muy bien a esta mujer, ella ha perdido al hombre que amó como a un padre, mientras que él ha perdido a la que quiso como a su propia hija. Y recordemos que Ben no sólo rebanó el cuello a Keamy por ello (a pesar de que eso suponía la muerte de mucha otra gente), sino que también ha rebuscado por el mundo a Penny Widmore para vengarse en ella ante su padre (como responsable último de la muerte que tanto le duele), aunque el pequeño Charlie Hume salvó a su madre al hacerle dudar unos momentos. Y sin embargo, aunque comprende muy bien las ansias vengativas de Ilana, aunque entiende que ha caído irremisiblemente en desgracia con el bando de los buenos, en vez de dispararla (en una escena que recuerda al desencuentro entre Sayid y Ana-Lucía tras la muerte de Shannon) no resiste la urgencia de abrir su corazón ante esta mujer tan dolida y decirle que está verdaderamente arrepentido, que preferiría no haberlo hecho, pero que el dolor por la pérdida de Alex, y el pensar que a Jacob su sacrificio no le había importado nada, le había hecho perder la cabeza.
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E Ilana, sorprendentemente, le comprende. Quizás ella sabía bien cuán misterioso podía llegar a ser Jacob, cuán inescrutable. El líder de la isla sabía ser muy generoso con sus dones pero también, aunque siempre pedía las cosas ofreciendo la opción de aceptar o negarse, sus demandas habían sido siempre incomprensibles y tremendamente duras. Ella había llegado a amarlo profundamente, pero podía entender que alguien sufriera en sus entrañas el impenetrable silencio en el que solía sumirse este personaje. Desgarrada por su dolor, sabiendo que el magnicida Ben es poco de fiar por su tendencia a mentir y a manipular en todo lo que dice y hace, se decide a aceptarle en su grupo, a darle una nueva oportunidad, a robarle esta pieza al enemigo (que creía que se lo habían puesto tan fácil). Como buena hija de su padre (adoptivo) consigue perdonar a quien la dejó huérfana (¿perdonó alguna vez Alex del todo a quien la crió, pero a quien odiaba por sus crueles métodos?) La muchacha decide aceptar en sus filas a uno de los fieles siervos de Jacob por muchos años, aunque caído en un momento de suma debilidad. Si Jacob respetaba siempre la libre voluntad, ella va a respetar la voluntad de Ben de volver al redil, por lo que nuestro pobre Linus, recibe al fin en la generosidad de ella el perdón y reconocimiento de Jacob que tanto había añorado.
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Ilana ha perdido a su mentor y guía, pero no ha perdido la confianza en el buen fin de su misión. Se le ha pedido que proteja a los candidatos y, ahí está, haciendo de tripas corazón, para poder hacer frente dignamente a la gran batalla contra el adversario. Pero en Richard encontramos otro miembro del partido jacobiano que, tras la muerte de su líder, está hecho un verdadero lío. Terriblemente asustado por las intenciones del Humo Negro, alojado en el cuerpo de Locke, entiende que nada de lo que ha pasado con Jacob tiene ningún sentido ni ha merecido la pena después de todo. ¿Cómo pudo su sabio y generoso líder caer en la trampa de Smocke y dejarse matar tan sencillamente? ¿Qué es toda esa jerga de los candidatos? ¿Por qué le mantuvo siempre en la oscuridad, a él que había sido su fiel servidor por muchísimos años? Y sobre todo ¿qué sentido tenía seguir viviendo indefinidamente (según el don que le concedió Jacob) si no había ningún plan importante, ningún sentido al que dedicar esa prolongada vida?
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Richard no puede matarse a sí mismo (como tampoco pudo Michael tras varios intentos, ni consiguió el barbudo Jack suicidarse en el puente) y decide guiar (engañosamente) a Jack y Hurley al Black Rock (aunque ha evitado mucho tiempo a este barco de viejos recuerdos) para pedirles que le enciendan una mecha, de modo que pueda hacer estallar para siempre su desesperación (a lo Arzt) con ayuda de la desgastada dinamita. Pero si creíamos que en el bando de las piezas blancas todo era confusión (tras la mortal jugada en el templo de las negras), nos encontramos de pronto a un Jack firme en sus convicciones y dispuesto a demostrar a Richard y a quien haga falta que sigue habiendo un destino sublime para ellos, y que todo lo que pasa en esta isla tiene verdaderamente un sentido. Jacob, que al parecer le conoce muy bien, había recomendado para él una buena sesión de contemplación del océano tras la visita al faro. Y, efectivamente, Jack parece renovado interiormente. Ahora no pide vanamente respuestas al aire, sino que no duda en entrar en el juego suicida de Richard para obtener junto con él la esperada respuesta. Ninguno de ellos va a morir, porque su misión no está cumplida, porque aún tienen algo importante que hacer (como Walt le dijo a Locke cuando iba a suicidarse en la fosa de Dharma). Nuestro doctor parece haber traspasado ya el umbral de la fe que tanto deseó en su día John Locke que traspasara, para convertirse en acertado asesor y valioso candidato a la sucesión de Jacob.
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Y con esa convicción nueva en su alma, Jack guía a Richard y Hurley de vuelta al campamento de la playa. Y mientras Miles se regocija en el valiosísimo diamante que acaba de desenterrar y Frank se pregunta si tendría razón Ben con eso de que la isla finalmente le ha atraído a donde desde un principio tenía que estar, Sun corre a recibir a sus amigos con los brazos abiertos (hacía varios días que se habían desvanecido ante sus ojos al aterrizar el avión de Ajira en la Hydra). El corazón apesadumbrado de Ilana se alegra de recibir refuerzos (entre ellos a dos candidatos), mientras que Ben, en segundo plano, sin atreverse casi ni a saludar a Jack, empieza a acostumbrarse a la sensación de ser simplemente uno más del grupo, sin ningún poder reconocido, pero siendo al menos aceptado entre ellos una vez recibido el perdón por su fatídico pecado. (Qué poco adivina que, para colmo de males, su archienemigo Widmore le espía en esos momentos desde el periscopio de un submarino).
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No sabemos si esa nueva situación de Ben le infundiría finalmente un gran alivio, en vez de la terrible exasperación que según él sufrió Napoleón; el caso es que sabemos que este hombre podría haber sido más feliz si hubiera puesto sus aspiraciones en algo distinto de su enorme ambición de poder. O al menos eso parece indicarnos la realidad ‘x’. En ella, nuestro profesor de historia preferido, ante la ocasión de derrocar a Reynolds con un elaborado chantaje, renuncia humildemente a sus pretensiones con el único fin de no estropear los sueños de futuro de Alex. La felicidad de esta chica lo es todo para él, y parece contentarse con el único triunfo de mantener su club de historia, evitando tener que hacerse cargo de nuevo de los castigados. Eso sí, tendrá que pagar la ayuda prestada por su amigo Arzt al frustrado intento de chantaje, cediéndole al fastidioso profesor de ciencias su plaza de aparcamiento. Nos sorprende x-Ben por su capacidad de poner el amor a su alumna por encima del amor al poder ¿hasta qué punto se ha dado cuenta este hombrecillo de lo crucial que era esa decisión, de la enorme serie de disgustos que acaba de ahorrarse? En un mundo en el que x-Roger, x-Arzt y x-Alex viven tranquilamente, en el que hasta el bueno de x-Locke es feliz en su silla de ruedas, el sencillo profesor x-Linus ha sido capaz de renunciar conscientemente a sus aspiraciones de notoriedad para dedicarse en cuerpo y alma a enseñar historia a sus alumnos. ¿Podrá alguna vez nuestro manipulador Ben isleño ser consciente de este gran acierto de su alter ego?