Está claro que x-Hurley es un tío genial que se ha ganado el cariño de mucha gente. Es una suerte haber ganado la lotería y que sus restaurantes de pollo frito hayan tenido tanta aceptación en todo el mundo, pero además se ve que el hombre es buena persona y se dedica a donar grandes cantidades de dinero a causas benéficas, como al museo en el que trabaja el bueno de x-Pierre Chang (quien se conserva bastante mejor que x-Roger Linus, aunque quizás el padre de Ben fuera como unos diez o quince años mayor). El caso es que el adinerado señor Reyes, rodeado del aplauso de mucha gente y aclamado como ‘faro de luz’ para los que se cruzan con él, da nombre a una nueva ala del museo de ciencia natural y se lleva de recuerdo un trofeo con la forma de un dinosaurio, lo cual no impide que su madre le riña, como a un niño pequeño, porque no acaba de encontrar novia.
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Mientras tanto, en la isla, no sólo encontramos a nuestro Hurley de siempre apenado junto a la tumba de su amiga Libby, sino que se encuentra algo abrumado con la responsabilidad, totalmente nueva para él, de actuar como ‘faro de luz’ para un grupo bastante desorientado.
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Mientras tanto, en la isla, no sólo encontramos a nuestro Hurley de siempre apenado junto a la tumba de su amiga Libby, sino que se encuentra algo abrumado con la responsabilidad, totalmente nueva para él, de actuar como ‘faro de luz’ para un grupo bastante desorientado.
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El mismo Hugo Reyes que ingresó en Santa Rosa tras volverse catatónico por el hundimiento de una plataforma en la que murieron dos personas, quien, después de superar aquello, ganó la lotería pero tenía miedo de la mala suerte que acompañaba a los números ganadores, y quien, al volver a la civilización después de su accidente en el Pacífico, prefirió ingresar nuevamente en el psiquiátrico debido a la desorientación producida por las frecuentes visitas de sus amigos muertos, este mismo Hugo se encuentra ahora en una situación totalmente nueva en la que sus compañeros recurren a él para que les sirva de orientación. Pero él no sabe muy bien qué es lo que debe decidir.
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Le encantaría que también Libby viniera del mundo de los muertos alguna vez a hacerle compañía, pero no, tiene que ser precisamente Michael (el traidor que disparó a su chica) quien, de entre la comunidad de espectros susurrantes isleños (al parecer aquellos que no han podido avanzar), se acerque a darle consejos. Y es que el liderazgo de Ilana no acaba de ser suficiente, de hecho, la pobre, en vez de un consistente faro de luz no pasa de ser más que un breve fuego de artificio (se ve que su entrenamiento como protectora de los candidatos no incluyó instrucciones para manejar dinamita estropeada). Tanto Richard como Ilana habían confiado durante años en la orientación de Jacob, quien ahora (por la desgraciada circunstancia de hallarse muerto) ha elegido a Hurley como su portavoz. Pero ellos sabían muy bien que su místico líder solía ser bastante críptico y no daba demasiadas explicaciones, ostentando como especial marca de la casa el dejar a sus elegidos decidir por sí mismos lo que iban a querer hacer. Por eso nuestro Hugo, que siempre se ha sentido más a gusto como fiel seguidor de instrucciones ajenas, se encuentra algo perdido ante la necesidad de decidir por los demás, echando de menos que el omnisciente Jacob se le aparezca más a menudo.
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Sin embargo, traumatizado en su momento por la explosión de Arzt y alucinado por el intento de suicidio común entre Richard y Jack en el Black Rock hace apenas un par de días, la volatilización de Ilana ante sus ojos le deja bien clarito que no está dispuesto a que nada de eso pueda volver a ocurrir. Recordemos que (en el episodio nominalmente opuesto, “Todos odian a Hugo”) tras la primera exploración de la estación Cisne, el bueno de Hurley recibió la responsabilidad sobre la despensa que allí había, lo que le hizo temer que sus decisiones le ganarían más de una enemistad, de modo que decidió acabar de una vez con toda aquella comida utilizando un poco de dinamita, aunque Rose le disuadió a tiempo de semejante disparate. Esta vez toma una decisión parecida, pero bastante más acertada: dada la inclinación dinamitera de sus compañeros y que ahora los muertos confían en él para que salve las más vidas posibles, lo primero es terminar con semejante fuente de desgracias, de modo que directamente acaba con toda la carga explosiva que albergaba el viejo barco, haciendo saltar a éste por los aires.
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No sabemos por qué llega después a la conclusión de que, en vez de empeñarse en estropear el avión como defiende Richard (a quien seguirán Ben y Miles), deben acudir a parlamentar con el falso Locke. Está claro que Jacob no le ha dicho nada de eso, ni tampoco Michael (quien no sabemos si es de fiar, por mucho que Hurley haya aprendido a confiar más en los muertos que en los vivos) y la decisión resulta sospechosamente cercana a lo que está esperando Smocke desde hace días, seguro de que el resto de candidatos vendrían a él antes o después. Podría haber aquí en juego algún misterioso destino o manipulación, o quizás únicamente una acertada adivinación del experto conocedor de la naturaleza humana que parecería ser el hombre de negro. El caso es que Hurley está actuando desde su buen corazón y Jack (en la nueva faceta que está desarrollando desde que contempló largamente el océano junto al faro de Jacob) ha decidido que va a dejarse guiar por él (seguidos ambos por sus amigos Sun y Frank). Por un lado pensaríamos que no es la estrategia más adecuada para afrontar al mismísimo mal encarnado (lo que más le preocupa al bueno de Hugo es cómo se rompe el hielo con un monstruo de humo negro), pero quizás precisamente por eso sea una estrategia acertada. Puede ser que sólo una persona inocente y fundamentalmente buena sea capaz de desarmar al diablo que reina en nuestra isla perdida.
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De momento, actuando como líder de los cuatro, Hugo entra valientemente en el campamento del monstruo y le ofrece una tregua: no habrá ataques entre unos y otros. Smocke acepta y le entrega un puñal en prenda, de modo que, sin violencia (como probablemente requieren las reglas), ha conseguido reunir a todos los candidatos (excepto Jin, en caso de que él sea el Kwon número 42, ya que Widmore se lo ha robado) y, como premio, se ha encontrado también con un piloto para su avión. Aunque de momento, parece que es Jack quien atrae especialmente su atención...
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Pero recordemos aquí que este Smocke tan aparentemente pacífico, unas horas antes de la esperada reunión de candidatos en su campamento, había tenido que lidiar con una imprevista sorpresa. Su fiel Sayid había capturado para él al recién llegado Desmond, en su nuevo estado de ‘iluminación’ por el cual no parece inmutarse por nada (de hecho su estado anímico es tan raro como el del insensible Sayid, aunque más apacible, mostrando una especie de paz interna inalterable parecida en cierto modo a la forma de ser de Jacob). Smocke se lleva a Desmond de paseo hasta un cierto pozo con malignas intenciones, encontrándose de camino al misterioso niño rubio (algo más crecido y con el pelo más oscuro, ¿o será un hermano del niño que vimos en “The Substitute”?) Pero como el colega escocés ni se sorprende ni se asusta, Smocke, harto de tanta indiferencia (ya os digo, seguro que le recordaba a su querido enemigo de toda la vida), no duda en lanzarle pozo abajo.
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Yo no creo que éste sea el pozo de la Orquídea, sino otro, dotado igualmente de extraordinarias propiedades electromagnéticas (oye, a lo mejor tiene una rueda congelada para pasar a la otra realidad en vez de para dar saltos en el tiempo). Sea lo que sea, sabemos que las intenciones de Smocke no eran muy buenas (de acabar con Desmond por lo menos), pero todos creemos que esta especialísima pieza del juego no puede destruirse tan fácilmente (hay quien compara su situación con la de Locke cuando cayó a la fosa de los muertos de Dharma con un tiro en el no-riñón). En todo caso una de las preguntas claves es si Desmond sabía quién era este ‘John Locke’ y, viceversa, si Smocke sabía con quién se enfrentaba en la persona de Desmond. Cuestión importante para intentar entender la acción paralela que hemos visto desarrollarse ‘al otro lado del espejo’:
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Un elegante x-Desmond observa desde su coche la salida de profesores y escolares del instituto donde enseñan x-Ben y x-John. Mientras que el Dr. Linus no duda en interrogarle por su actitud sospechosa, el escocés no pierde de vista al paralítico, hasta que dirigiéndose hacia él a gran velocidad, arrolla con su vehículo la silla de ruedas. La imagen de la cara ensangrentada de x-John parece demostrar una cierta conciencia de un despertar, similar al que mostraba tras su caída del octavo piso en nuestra realidad de siempre al ser tocado por Jacob. ¿Es Desmond una especie de nuevo Jacob, intentando suscitar experiencias especiales (al estilo radical de la que Charlie le indujo a él) en cada uno de los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic? ¿O acaso ha muerto nuestro Des en el pozo y su versión alternativa no ha hecho sino intentar vengarse del que tan traicioneramente le arrojó al abismo (sin saber que no se trataba del mismo Locke)? Existen además varias interpretaciones diversas de los fans (¿no será este x-Locke tan seguro de sí mismo una nueva encarnación de Anti-Jacob?), pero en suma, nos encontramos ante una de las escenas más impactantes de la serie. Que uno de nuestros protagonistas preferidos atropelle tan cruelmente a un personaje discapacitado es un hecho tan imprevisible como lo fue en su día el disparo de Sayid al pequeño Ben. Esperaremos impacientes a saber el resultado de ambos inusitados ataques...
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Y he dejado para comentar al final la conmovedora historia de amor entre x-Hurley y x-Libby. Sin llegar al insuperable nivel de romanticismo de la pareja reina de Perdidos (Penny y Desmond), la verdad es que la relación entre el rey del pollo frito y la dama del manicomio se muestra capaz de superar toda clase de barreras hasta llegar a recrear la famosa cita en la playa que tan funestamente fue frustrada por Michael, culminando en un beso de amor por el que Hurley recuerda a su añorada novia perdida. La joven x-Libby (quien al parecer no iba en el vuelo de Oceanic esta vez) se había sentido extrañamente atraída por el magnate de los negocios que aparece en los anuncios de Mr. Clucks. Contra lo que le dicta el sentido común, le parece reconocer un vínculo especial con él, como el de una posible alma gemela. La muchacha ingresa a voluntad en un psiquiátrico para controlar este extraño impulso, descubriendo en Santa Rosa aún más elementos que le recuerdan a Hurley. Cuando éste acude a verla, intrigado por la devoción que inspira en una bella demente (e impulsado por la atinada intervención del ‘facilitador’ de experiencias inter-realidades, señor Desmond Hume), ambos deciden explorar más a fondo la posibilidad de mantener una relación, desembocando así en la bonita escena de la playa.
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Los seguidores de la serie necesitábamos ver de nuevo a Libby, igual que Hurley necesitaba volver a encontrarse con ella, y su aparición en la realidad alternativa resulta bastante satisfactoria. No puedo, sin embargo, dejar de pensar en el paralelismo que me suscita el encuentro de x-Des y x-Hugo a la mesa de Mr. Clucks con aquel (en el episodio final de la segunda temporada) en el que Libby pagaba un café a Des en Los Angeles. En aquel caso parecía ser ella la que ‘facilitaba’ a Desmond el velero para llegar a la isla, por lo que se podía sospechar que formara parte de la conspiración de controladores del especial destino de nuestro escocés (junto con la señora Hawking y el hermano Campbell). Como también supimos enigmáticamente de su presencia en Santa Rosa y sabemos ahora que Hurley es, si no tanto como Desmond, también bastante especial en el curso que están teniendo los acontecimientos, aún se podría adivinar en Libby un papel similar al de Eloise Hawking-Widmore, aunque quizás de menos responsabilidad. Sin embargo esta posibilidad probablemente no llegará a desarrollarse ya en los pocos capítulos que nos quedan. (No me importaría que quedaran algunas cosas como estas un poco en el aire, en la medida en que se lleguen a insinuar permitiendo que los espectadores suplamos con la imaginación las posibles historias de relleno marginales).
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En mi opinión, todas las temporadas de Perdidos han tenido de una manera u otra a Jack como el protagonista principal, pero en cada una de ellas otro de los personajes ha sido llamado a detentar el rol decisivo a la hora de definir el itinerario especial de ese conjunto de episodios. En la segunda temporada fue Locke (con la cuestión de la tecla del Cisne), en la tercera Juliet (en su cuestionamiento interior de fidelidad o infidelidad a los Otros), en la cuarta el protagonista secundario indiscutible fue Ben (controlando sutilmente la situación desde su cautiverio hasta mover finalmente la rueda congelada, autoexiliándose de la isla) mientras que en la quinta fue nuestro Sawyer quien lideró la forma de afrontar la situación resultante de los diversos viajes en el tiempo. Del mismo modo en la sexta temporada estamos siguiendo poco a poco el crecimiento de Hurley en su capacidad de liderazgo (mientras que Jack se aclara y Widmore y los demás se deciden a hacer algo).
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No sabría decir si en el momento en que los hemos dejado en la isla todo el mundo quiere o no quiere a Hugo, pero creo que este muchacho ha sabido estar a la altura de las circunstancias descubriendo en sí mismo las agallas suficientes para afrontar sus miedos y seguir su propia intuición dado el curso de los acontecimientos. Jack y los demás le han hecho el enorme regalo de su confianza, pero tras seguir los planes de Ben para traerlos a la isla, de Sawyer para manejarse en los tiempos de Dharma, de Daniel para explotar la bomba y de Hurley para ir al templo, al faro y luego hasta Locke, creo que ahora es de nuevo el turno de Jack, quien debe afrontar el liderazgo en el tercio último de esta temporada final. Ahora es cuando debe mostrarnos si (como dice Jacob), tiene lo que hay que tener (o si más bien tenía razón su padre Christian), y si va a saber liderar a los candidatos (y compañía) frente a Smocke, mientras que Widmore y Jin (desde la Hydra), Richard, Ben y Miles (desde Villa Otros) y Desmond (desde las profundidades) ejerce cada uno la función que Jacob (en su sabio estilo de ‘dejar hacer’) les ha asignado en el tablero de juego en el que, al parecer, se juegan la salvación del mundo.
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Le encantaría que también Libby viniera del mundo de los muertos alguna vez a hacerle compañía, pero no, tiene que ser precisamente Michael (el traidor que disparó a su chica) quien, de entre la comunidad de espectros susurrantes isleños (al parecer aquellos que no han podido avanzar), se acerque a darle consejos. Y es que el liderazgo de Ilana no acaba de ser suficiente, de hecho, la pobre, en vez de un consistente faro de luz no pasa de ser más que un breve fuego de artificio (se ve que su entrenamiento como protectora de los candidatos no incluyó instrucciones para manejar dinamita estropeada). Tanto Richard como Ilana habían confiado durante años en la orientación de Jacob, quien ahora (por la desgraciada circunstancia de hallarse muerto) ha elegido a Hurley como su portavoz. Pero ellos sabían muy bien que su místico líder solía ser bastante críptico y no daba demasiadas explicaciones, ostentando como especial marca de la casa el dejar a sus elegidos decidir por sí mismos lo que iban a querer hacer. Por eso nuestro Hugo, que siempre se ha sentido más a gusto como fiel seguidor de instrucciones ajenas, se encuentra algo perdido ante la necesidad de decidir por los demás, echando de menos que el omnisciente Jacob se le aparezca más a menudo.
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Sin embargo, traumatizado en su momento por la explosión de Arzt y alucinado por el intento de suicidio común entre Richard y Jack en el Black Rock hace apenas un par de días, la volatilización de Ilana ante sus ojos le deja bien clarito que no está dispuesto a que nada de eso pueda volver a ocurrir. Recordemos que (en el episodio nominalmente opuesto, “Todos odian a Hugo”) tras la primera exploración de la estación Cisne, el bueno de Hurley recibió la responsabilidad sobre la despensa que allí había, lo que le hizo temer que sus decisiones le ganarían más de una enemistad, de modo que decidió acabar de una vez con toda aquella comida utilizando un poco de dinamita, aunque Rose le disuadió a tiempo de semejante disparate. Esta vez toma una decisión parecida, pero bastante más acertada: dada la inclinación dinamitera de sus compañeros y que ahora los muertos confían en él para que salve las más vidas posibles, lo primero es terminar con semejante fuente de desgracias, de modo que directamente acaba con toda la carga explosiva que albergaba el viejo barco, haciendo saltar a éste por los aires.
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No sabemos por qué llega después a la conclusión de que, en vez de empeñarse en estropear el avión como defiende Richard (a quien seguirán Ben y Miles), deben acudir a parlamentar con el falso Locke. Está claro que Jacob no le ha dicho nada de eso, ni tampoco Michael (quien no sabemos si es de fiar, por mucho que Hurley haya aprendido a confiar más en los muertos que en los vivos) y la decisión resulta sospechosamente cercana a lo que está esperando Smocke desde hace días, seguro de que el resto de candidatos vendrían a él antes o después. Podría haber aquí en juego algún misterioso destino o manipulación, o quizás únicamente una acertada adivinación del experto conocedor de la naturaleza humana que parecería ser el hombre de negro. El caso es que Hurley está actuando desde su buen corazón y Jack (en la nueva faceta que está desarrollando desde que contempló largamente el océano junto al faro de Jacob) ha decidido que va a dejarse guiar por él (seguidos ambos por sus amigos Sun y Frank). Por un lado pensaríamos que no es la estrategia más adecuada para afrontar al mismísimo mal encarnado (lo que más le preocupa al bueno de Hugo es cómo se rompe el hielo con un monstruo de humo negro), pero quizás precisamente por eso sea una estrategia acertada. Puede ser que sólo una persona inocente y fundamentalmente buena sea capaz de desarmar al diablo que reina en nuestra isla perdida.
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De momento, actuando como líder de los cuatro, Hugo entra valientemente en el campamento del monstruo y le ofrece una tregua: no habrá ataques entre unos y otros. Smocke acepta y le entrega un puñal en prenda, de modo que, sin violencia (como probablemente requieren las reglas), ha conseguido reunir a todos los candidatos (excepto Jin, en caso de que él sea el Kwon número 42, ya que Widmore se lo ha robado) y, como premio, se ha encontrado también con un piloto para su avión. Aunque de momento, parece que es Jack quien atrae especialmente su atención...
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Pero recordemos aquí que este Smocke tan aparentemente pacífico, unas horas antes de la esperada reunión de candidatos en su campamento, había tenido que lidiar con una imprevista sorpresa. Su fiel Sayid había capturado para él al recién llegado Desmond, en su nuevo estado de ‘iluminación’ por el cual no parece inmutarse por nada (de hecho su estado anímico es tan raro como el del insensible Sayid, aunque más apacible, mostrando una especie de paz interna inalterable parecida en cierto modo a la forma de ser de Jacob). Smocke se lleva a Desmond de paseo hasta un cierto pozo con malignas intenciones, encontrándose de camino al misterioso niño rubio (algo más crecido y con el pelo más oscuro, ¿o será un hermano del niño que vimos en “The Substitute”?) Pero como el colega escocés ni se sorprende ni se asusta, Smocke, harto de tanta indiferencia (ya os digo, seguro que le recordaba a su querido enemigo de toda la vida), no duda en lanzarle pozo abajo.
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Yo no creo que éste sea el pozo de la Orquídea, sino otro, dotado igualmente de extraordinarias propiedades electromagnéticas (oye, a lo mejor tiene una rueda congelada para pasar a la otra realidad en vez de para dar saltos en el tiempo). Sea lo que sea, sabemos que las intenciones de Smocke no eran muy buenas (de acabar con Desmond por lo menos), pero todos creemos que esta especialísima pieza del juego no puede destruirse tan fácilmente (hay quien compara su situación con la de Locke cuando cayó a la fosa de los muertos de Dharma con un tiro en el no-riñón). En todo caso una de las preguntas claves es si Desmond sabía quién era este ‘John Locke’ y, viceversa, si Smocke sabía con quién se enfrentaba en la persona de Desmond. Cuestión importante para intentar entender la acción paralela que hemos visto desarrollarse ‘al otro lado del espejo’:
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Un elegante x-Desmond observa desde su coche la salida de profesores y escolares del instituto donde enseñan x-Ben y x-John. Mientras que el Dr. Linus no duda en interrogarle por su actitud sospechosa, el escocés no pierde de vista al paralítico, hasta que dirigiéndose hacia él a gran velocidad, arrolla con su vehículo la silla de ruedas. La imagen de la cara ensangrentada de x-John parece demostrar una cierta conciencia de un despertar, similar al que mostraba tras su caída del octavo piso en nuestra realidad de siempre al ser tocado por Jacob. ¿Es Desmond una especie de nuevo Jacob, intentando suscitar experiencias especiales (al estilo radical de la que Charlie le indujo a él) en cada uno de los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic? ¿O acaso ha muerto nuestro Des en el pozo y su versión alternativa no ha hecho sino intentar vengarse del que tan traicioneramente le arrojó al abismo (sin saber que no se trataba del mismo Locke)? Existen además varias interpretaciones diversas de los fans (¿no será este x-Locke tan seguro de sí mismo una nueva encarnación de Anti-Jacob?), pero en suma, nos encontramos ante una de las escenas más impactantes de la serie. Que uno de nuestros protagonistas preferidos atropelle tan cruelmente a un personaje discapacitado es un hecho tan imprevisible como lo fue en su día el disparo de Sayid al pequeño Ben. Esperaremos impacientes a saber el resultado de ambos inusitados ataques...
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Y he dejado para comentar al final la conmovedora historia de amor entre x-Hurley y x-Libby. Sin llegar al insuperable nivel de romanticismo de la pareja reina de Perdidos (Penny y Desmond), la verdad es que la relación entre el rey del pollo frito y la dama del manicomio se muestra capaz de superar toda clase de barreras hasta llegar a recrear la famosa cita en la playa que tan funestamente fue frustrada por Michael, culminando en un beso de amor por el que Hurley recuerda a su añorada novia perdida. La joven x-Libby (quien al parecer no iba en el vuelo de Oceanic esta vez) se había sentido extrañamente atraída por el magnate de los negocios que aparece en los anuncios de Mr. Clucks. Contra lo que le dicta el sentido común, le parece reconocer un vínculo especial con él, como el de una posible alma gemela. La muchacha ingresa a voluntad en un psiquiátrico para controlar este extraño impulso, descubriendo en Santa Rosa aún más elementos que le recuerdan a Hurley. Cuando éste acude a verla, intrigado por la devoción que inspira en una bella demente (e impulsado por la atinada intervención del ‘facilitador’ de experiencias inter-realidades, señor Desmond Hume), ambos deciden explorar más a fondo la posibilidad de mantener una relación, desembocando así en la bonita escena de la playa.
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Los seguidores de la serie necesitábamos ver de nuevo a Libby, igual que Hurley necesitaba volver a encontrarse con ella, y su aparición en la realidad alternativa resulta bastante satisfactoria. No puedo, sin embargo, dejar de pensar en el paralelismo que me suscita el encuentro de x-Des y x-Hugo a la mesa de Mr. Clucks con aquel (en el episodio final de la segunda temporada) en el que Libby pagaba un café a Des en Los Angeles. En aquel caso parecía ser ella la que ‘facilitaba’ a Desmond el velero para llegar a la isla, por lo que se podía sospechar que formara parte de la conspiración de controladores del especial destino de nuestro escocés (junto con la señora Hawking y el hermano Campbell). Como también supimos enigmáticamente de su presencia en Santa Rosa y sabemos ahora que Hurley es, si no tanto como Desmond, también bastante especial en el curso que están teniendo los acontecimientos, aún se podría adivinar en Libby un papel similar al de Eloise Hawking-Widmore, aunque quizás de menos responsabilidad. Sin embargo esta posibilidad probablemente no llegará a desarrollarse ya en los pocos capítulos que nos quedan. (No me importaría que quedaran algunas cosas como estas un poco en el aire, en la medida en que se lleguen a insinuar permitiendo que los espectadores suplamos con la imaginación las posibles historias de relleno marginales).
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En mi opinión, todas las temporadas de Perdidos han tenido de una manera u otra a Jack como el protagonista principal, pero en cada una de ellas otro de los personajes ha sido llamado a detentar el rol decisivo a la hora de definir el itinerario especial de ese conjunto de episodios. En la segunda temporada fue Locke (con la cuestión de la tecla del Cisne), en la tercera Juliet (en su cuestionamiento interior de fidelidad o infidelidad a los Otros), en la cuarta el protagonista secundario indiscutible fue Ben (controlando sutilmente la situación desde su cautiverio hasta mover finalmente la rueda congelada, autoexiliándose de la isla) mientras que en la quinta fue nuestro Sawyer quien lideró la forma de afrontar la situación resultante de los diversos viajes en el tiempo. Del mismo modo en la sexta temporada estamos siguiendo poco a poco el crecimiento de Hurley en su capacidad de liderazgo (mientras que Jack se aclara y Widmore y los demás se deciden a hacer algo).
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No sabría decir si en el momento en que los hemos dejado en la isla todo el mundo quiere o no quiere a Hugo, pero creo que este muchacho ha sabido estar a la altura de las circunstancias descubriendo en sí mismo las agallas suficientes para afrontar sus miedos y seguir su propia intuición dado el curso de los acontecimientos. Jack y los demás le han hecho el enorme regalo de su confianza, pero tras seguir los planes de Ben para traerlos a la isla, de Sawyer para manejarse en los tiempos de Dharma, de Daniel para explotar la bomba y de Hurley para ir al templo, al faro y luego hasta Locke, creo que ahora es de nuevo el turno de Jack, quien debe afrontar el liderazgo en el tercio último de esta temporada final. Ahora es cuando debe mostrarnos si (como dice Jacob), tiene lo que hay que tener (o si más bien tenía razón su padre Christian), y si va a saber liderar a los candidatos (y compañía) frente a Smocke, mientras que Widmore y Jin (desde la Hydra), Richard, Ben y Miles (desde Villa Otros) y Desmond (desde las profundidades) ejerce cada uno la función que Jacob (en su sabio estilo de ‘dejar hacer’) les ha asignado en el tablero de juego en el que, al parecer, se juegan la salvación del mundo.
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