Al principio de esta tercera temporada vimos a Jack en su momento anímico más difícil desde que cayó en la isla. Encerrado tras un cristal en una estación subacuática, intentaba inútilmente rebelarse frente a su situación de cautiverio entre los Otros, mientras recordaba el momento más crítico que había vivido en su vida pasada: ante su inminente divorcio, se obsesionó con averiguar quién era el nuevo novio de Sarah, y no paró de acosarla hasta llegar a un desafortunado enfrentamiento con su propio padre, con lo cual hizo recaer a éste en el alcoholismo (3.1). El doble episodio que cierra la temporada presenta en cambio a Jack en su momento más triunfante sobre la isla: su plan de defensa frente a los Otros ha funcionado (gracias a Sayid, Bernard, Jin, Hurley, Sawyer y Juliet), ha capturado a Ben tras resistir su intento de manipulación, ha vencido la oposición de Locke a que usara el teléfono de Naomi y, finalmente (gracias también a Charlie, Desmond y Danielle Rousseau), ha establecido contacto con una persona en el carguero, quien le ha asegurado que en breve irán a recogerlos. Llevaban tres meses esperando un rescate, y ahora, por fin, ya es algo que está al alcance de la mano. Pero esta victoria de Jack, imagen opuesta a lo que vivía hace poco más de tres semanas, tiene también su contrapunto en el futuro: el joven doctor, que ha vuelto de la isla a su tierra natal, vive en una terrible pesadilla al borde del suicidio, mientras se hunde en una adicción peor que la de su padre y se obsesiona de nuevo con una mujer, esta vez por querer contactar con ella. Kate Austen, que vive en Los Angeles en compañía de un misterioso ‘él’, accede a ver por un rato a su antiguo compañero de infortunios, pero no desea oírle decir que no debieron haber salido de la isla, ni mucho menos quiere escuchar la desesperada insistencia de Jack en que deben volver de nuevo allá.
Entre el espejo que refleja a Juliet al inicio del episodio 3.1 –el día en que se estrelló el avión en la isla– y la desactivación del bloqueo de comunicaciones en la estación Espejo en el episodio 3.23, los supervivientes del accidente han luchado por escapar de la isla y los Otros por esconderles sus secretos y no dejarles salir. Concentrado en sacar adelante a toda su gente y enfrentado a tantas circunstancias hostiles, Jack rechazó a menudo el punto de vista más místico de Locke con el que no veía manera de obtener resultados prácticos, y por otro lado, debido a las muchas mentiras e inexplicables ataques por parte de Ben y los suyos le resultaba imposible considerar a estos vecinos ‘los buenos’. Nuestro doctor sólo pudo corregir su perspectiva al abandonar la isla, regresando al mundo normal a través del ‘espejo’ que supone la misteriosa interfaz de separación entre ambas realidades, para descubrir finalmente en algún momento del futuro que mientras estuvo allí había entendido casi todo al revés.
Empieza el episodio mostrándonos a Jack con un vaso de whiskey en la mano, a bordo de un avión de Oceanic que, tras una ligera turbulencia, está a punto de llegar a Los Angeles. Estas circunstancias recuerdan inevitablemente al doctor las botellitas que tan amablemente le dio Cindy y las tremendas sacudidas del vuelo 815 (1.1), poco antes de partirse en tres mientras sobrevolaba una extraña isla en el Pacífico (3.1). Sorprendentemente, no se trata de que tras aquel fatídico día le sea imposible volver a volar sin miedo a sufrir un accidente similar. No, nuestro protagonista está deseando que la historia se repita. Cada fin de semana coge un vuelo de ida y vuelta hacia el otro lado del océano –usando un pase gratuito que la aerolínea regaló a los que volvieron vivos de aquella terrible experiencia–, con la enfermiza intención de volver a estrellarse sobre la isla, sin importarle la probable muerte de un montón de personas, incluido él mismo, en tan imprevisible suceso. Y es que desea regresar a toda costa a la isla y no puede encontrarla en mapa ni atlas alguno, de modo que ya sólo puede confiar en que el destino le permita volver de la misma manera en que llegó la primera vez. El mismo destino que, según Locke, los llevó allí a todos por una razón (1.25) y que no tenía previsto que Jack llamara un día con el teléfono de Naomi al barco carguero para que los rescataran.
Tras leer una determinada esquela en el periódico la desesperación de Jack va en aumento, de modo que, una vez en tierra, intenta llamar a Kate, aunque ésta le ha dejado bien claro que no quiere hablar más con él. Al saltarle el contestador automático, totalmente desmoralizado, se propone tirarse del puente por el que circulaba en la autopista, hasta que el accidente de un coche a sus espaldas llama de nuevo a nuestro héroe a la acción: una mujer y un niño necesitan que los rescate de las llamas del vehículo siniestrado...
Rescatar a mujeres y niños, además de a los otros varones adultos supervivientes, es lo que pretende Jack en la isla. Los Otros vienen esta misma noche a raptar a sus mujeres (al igual que ya hicieron otras veces, 1.11, 2.7) y como líder ha decidido un plan para recibirles con tres tiendas provistas de dinamita (cuya detonación queda a cargo de los tiradores Sayid, Jin y Bernard) y evacuar al resto del grupo para intentar al mismo tiempo contactar con al barco de Naomi, lo que supone la desactivación previa del bloqueo de comunicaciones situado en la estación Espejo (a donde ha enviado a Charlie con Desmond) así como de la transmisión de socorro de Danielle Rousseau (1.2, 1.9), que se emite desde la torre de radio de la isla. Mientras lidera, cual Moisés, al grupo de supervivientes hacia su salvación, es consciente de que cinco hombres se están jugando la vida para que el grupo pueda ser rescatado, razón por la que se encuentra totalmente empeñado en no que no falle esta misión.
Precisamente cuando dos explosiones (en lugar de tres) y un tiroteo anuncian desde la distancia que el plan de la playa no parece haber salido bien, es cuando se hace más necesario seguir adelante hacia la torre de radio sin mirar atrás, ya que el grupo no cuenta con más armas y, si los Otros han vencido esa batalla, la única forma de escapar de ellos es saliendo de la isla. Esto es lo que Jack había prometido a Sayid, por lo que incluso se cree en el deber de mantener su empeño aún después de encontrarse con Ben a medio camino, oír las oscuras razones que éste le expone en contra de la llamada al carguero y escuchar sobrecogido la amenaza de que sus hombres matarán a los tres tiradores capturados en la playa si no le entrega inmediatamente el teléfono. Rechazando la extorsión de Ben, nuestro doctor sufre el intenso dolor de sentirse responsable de las muertes de sus tres amigos, hasta que algo más tarde, inesperadamente, escucha un anuncio victorioso de Hurley.
Y es que, aunque la misión de Jack como líder del grupo le obliga a seguir adelante, varias personas se han sentido urgidas a volver a la playa para ayudar a los tres tiradores, preocupados porque éstos no acababan de reunirse con ellos. En primer lugar Kate, quien recurre a Sawyer para que la acompañe en tan arriesgada tarea. Pero éste lleva varios días algo huraño y, según ella, medio sonámbulo, y no parece dispuesto a hacerla caso. El sureño anda pensativo desde que mató a su gran enemigo, el viejo Cooper-Sawyer (3.19), acción cuyo alcance aún no ha tenido tiempo suficiente de asimilar. Sin embargo, él sabe que su pecosa tiene toda la razón, y con su característico desdén por su propia vida se decide a marchar a la playa para intentar un desesperado rescate de los recién capturados. Sólo que no quiere ir con la osada muchacha, por temor a que resulte herida; bastante preocupación le supone pensar que quizás esté embarazada. Además, sabiendo que los Otros andan buscando precisamente mujeres preñadas no parece buena idea acercarse a ellos con una de sus presas preferidas.
Juliet comprende la iniciativa de Sawyer y la apoya, ofreciéndose a ayudarle. Parece que se siente algo culpable de lo que haya podido pasar a Sayid, Jin y Bernard, ya que, aunque luego ha cambiado de bando, ella formaba parte del inicial plan de ataque de los Otros. Pero entre ellos dos tampoco podrían haber hecho mucho sin la inteligente iniciativa de Hurley: cansado de que nadie contara con él para nada (3.21) y sintiéndose igualmente responsable de sus amigos en peligro, el bueno de Hugo acude por su cuenta al campamento de la playa con su furgoneta Dharma (3.10). Su repentina irrupción motorizada coge por sorpresa a Ryan, Jason y Tom (los únicos asaltantes no masacrados por las dos explosiones), de modo que atropella mortalmente al primero y provoca la distracción necesaria para que entre Sayid, Sawyer y Juliet acaben con los otros dos. Entusiasmado por el éxito de su acción y sintiéndose, con pleno derecho, el salvador de todos los que le acompañan, el orondo muchacho hace una llamada general a los Otros con el walkie-talkie de Tom, anunciándoles el resultado de la batalla y que no deben acercarse nunca más por su campamento. Esta es la llamada que por fin alivia la atormentada culpabilidad de Jack, junto con la angustia de Rose y Sun, dando una enorme alegría a todos los demás compañeros del grupo (aunque seguramente no a Richard, si es que ha llegado a oír este mensaje mientras dirige al resto de los Otros hacia el Templo).
No obstante, Claire, con su bebé en brazos y sin ganas de compartir expresiones de alivio, se mantiene aún bastante preocupada, pues nadie es capaz de darle noticias de Charlie. El joven rockero había sido atrapado e interrogado por Bonnie y Greta, las guardianas del Espejo, cuando dos personas más acuden a la estación submarina: un nuevo enemigo, Mikhail –enviado como brazo ejecutor más que como refuerzo–, y su compañero Desmond, quien, ante una lluvia de disparos por parte del militar tuerto, se ha visto obligado a abandonar la canoa en la que estaba, sumergiéndose en el agua para internarse ocultamente en la estación. El propio Mikhail dispara a sus compañeras –para encubrir las mentiras de Ben a su gente– y recibe poco después en el pecho un arpón disparado por Desmond. A partir de ahí Charlie cuenta sólo con unos breves momentos para intentar sonsacar a Bonnie, antes de que ésta fallezca, el código necesario para apagar el sistema que impide la conexión con el exterior. La agonizante guardiana, desolada por la traición del jefe en el que tan completamente había confiado, traiciona a su vez a Ben musitando al oído de Charlie las instrucciones para obtener el necesario código. Se trata de teclear en el equipo los números correspondientes a las notas de la canción “Good Vibrations” de los Beach Boys, tarea que no resulta demasiado complicada para nuestro joven músico.
Charlie ha mantenido un optimismo envidiable durante el tiempo en que ha estado prisionero, sabiendo que a pesar de cualquier dificultad sería capaz de cumplir con su misión, ya que Desmond así lo había predicho (3.21). Asumido también el hecho de que iba a morir inmediatamente después, no había temido en ningún momento las amenazas de sus captores, manteniéndose atento a localizar la luz intermitente que debía apagar y a tomar nota de detalles esenciales como la existencia de un código secreto. Se encuentra ahora ante el hecho de que sus enemigos han sido vencidos y que la estación está dotada con equipos de buceo, por lo que tras introducir el código y apagar la luz no queda aparentemente ningún peligro inminente que afrontar, sino simplemente volver a la isla con los demás. No está mal, poder cumplir con la famosa misión suicida y regresar para contarlo.
Pero una serie de imprevistos se concatenan, de modo que Charlie se encuentra de pronto exactamente en la letal situación que había previsto Desmond. Lleno de curiosidad ante el aviso de una llamada entrante, activa la conexión descubriendo que procede nada menos que de Penelope Widmore, la novia de Desmond que se supone ha fletado el barco de Naomi que espera a varios kilómetros de la costa. Penny desmiente toda relación con la paracaidista, aunque se alegra enormemente de comprobar que su añorado novio sigue vivo. Éste en cambio se preocupa precisamente en estos momentos de que el ruso enemigo que suponían muerto ha desaparecido de donde estaba, al mismo tiempo que Charlie, aterrado, ve a través del ojo de buey al invencible Otro buceando en el exterior mientras activa una granada. Con la explosión estalla el cristal y el cubículo empieza a llenarse de agua...
La reacción normal hubiera sido salir corriendo y cerrar la puerta desde fuera. (En una situación similar, Jack y Juliet lucharon juntos por cerrar una escotilla en contra de la fuerza del mar y lo lograron sin excesiva dificultad, 3.1). Desmond, que veía en ese momento a Penny en el monitor, hubiera querido entrar a toda costa para intentar hablar con ella, pero, aún en caso de no haber podido disuadirle, sólo con dejar la puerta abierta, la habitación (y luego el resto de la estación) hubiera tardado en inundarse lo suficiente como para que ambos se pusieran un equipo de submarinismo, o para que simplemente tomaran aire extra en los pulmones y se echaran a nadar sin más hacia el exterior, aguantando la respiración.
Pero Charlie no piensa en nada de esto. Él ve cómo a su alrededor se van cumpliendo todos los requisitos para que se haga realidad la visión de Desmond, y de alguna forma se siente totalmente comprometido en llevarla a cabo hasta el final, incluyendo su propia muerte, porque quiere que igualmente se haga realidad la parte en la que Claire y Aaron son rescatados. El sacrificado muchacho cierra por dentro la puerta de la estancia que empieza a inundarse y se niega a permitir que su amigo entre, ya sea para hablar con Penny o para intentar sacarle a él. Se acuerda sin embargo, en última instancia, de que debe avisar que el barco de Naomi no es el de Penny (razón de más para haber dudado de la conveniencia de que se cumpliera el resto de la visión), y escribe este mensaje en su mano para enseñárselo a Desmond, a través del cristal de la puerta. Su actitud no es meramente suicida ni el fruto de ningún tipo de razonamiento lógico, se trata más bien de una arriesgadísima apuesta por ayudar a que se cumpla un posible futuro. Es igual de irracional que la convicción que tenía el escocés de que debía dejar morir a Charlie para que Penny llegara a la isla en paracaídas (3.17). En aquella ocasión Desmond no aceptó consentir la muerte de su compañero, al igual que tampoco quiere consentirla esta vez, pase lo que pase con el posible rescate. Pero Charlie ha internalizado tanto la veracidad de las visiones proféticas (asunto probablemente discutible) y se ha comprometido tan a fondo con esta última, que ha perdido la capacidad de cuestionar si era necesario en alguna lógica dejarse morir así. Parece haber perdido completamente el sentido de que su vida pudiera servir para algo más allá de esta misión puntual, no parándose siquiera a pensar que los propios Claire y Aaron hubieran preferido volver a tenerle con ellos. Mientras Charlie se santigua en su sepulcro submarino, en medio de la marcha por la isla rompe a llorar el bebé en brazos de su madre, desconsolado, como adivinando la penosa pérdida que acaban de sufrir ambos.
Hemos visto, por un lado, cómo Charlie y Desmond han conseguido dejar vía libre a una posible comunicación con el exterior, mientras que el grupo liderado por Jack ha llegado a la torre de radio para que Danielle desconecte la iterativa llamada de socorro que empezó a transmitirse hace dieciséis años (1.2, 1.9) y evitar así las interferencias que producía en la conexión. Por otro lado, sabemos que Ben está totalmente convencido de que debe evitarse la llamada telefónica al carguero, lo cual, según él, sería el principio del fin, pues dice que un poderoso enemigo (a quien estaría ligada Naomi) está al acecho para encontrar el modo de llegar a la isla, con intención de matarlos a todos, y se debe por tanto proteger a la isla y a sus habitantes de tan gravísimo peligro. La conversación de Charlie con Penny nos ha confirmado que de hecho Naomi no dice la verdad, de modo que ¿es posible que esta vez sea Ben el que tiene razón?
Con Benjamin Linus apaleado y bien atado –controlado de cerca por Danielle y su recién recuperada hija Alex–, el supremo responsable de la isla, el misterioso Jacob, se ha visto en la obligación de recurrir a otra persona para impedir la inminente catástrofe. Por ello ha ‘ayudado’ a John Locke a salir de la zanja donde Ben lo abandonó malherido (3.20) y donde ha despertado sin poder de nuevo moverse de cintura para abajo. Un especial mensajero, un crecidito Walt, ha llevado a John el mensaje de que se deje de lamentaciones (pues estaba a punto de suicidarse) ya que es hora de trabajar. De modo que John, de nuevo milagrosamente curado, se ha puesto en camino, y ha llegado a la torre de radio, tan justo de tiempo, que para evitar la fatídica llamada se ha visto obligado a clavar un cuchillo en la espalda de la misteriosa forastera que ya acababa de marcar el número del carguero en su aparato.
Locke pensaba que no era capaz de matar a nadie (3.3, 3.19), pero parece ser que el nuevo empujoncito de Jacob le ha comprometido tan a fondo con la causa isleña que no le queda ya escrúpulo alguno ni apenas un autónomo criterio moral. No esperaba sin embargo encontrarse con un Jack igualmente comprometido al cien por cien con la causa del rescate, y que tras todo lo arriesgado y sufrido en las últimas horas está dispuesto a morir si es necesario, pero no a rendirse sin más. La llamada marcada por Naomi empieza a emitir los tonos de espera, por lo que Jack coge el radio-teléfono en su mano, ignorando el arma que le apunta directamente en una amenaza mortal. Locke ha discutido cientos de veces con el testarudo doctor, habiendo defendido ambos habitualmente posturas opuestas, pero no puede disparar contra un hombre tan heroicamente decidido a hacer lo que cree que es mejor. Sabe que es imposible convencerle de la gravedad de lo que está pasando, entre otras cosas porque Locke ignora qué es exactamente y sólo ha decidido fiarse de fuerzas que no conoce pero que entiende beneficiosas, por el beneficio que producen en él. John ha hecho hoy por la isla todo lo que podía hacer, ha llegado hasta a matar a Naomi, pero no puede disparar, así a bocajarro, contra su antiguo compañero.
Mientras el ‘pirado’ de Locke baja el arma, Jack escucha por fin la voz de una persona del carguero que responde a la llamada. Tras tres meses de espera es posible finalmente comunicar con alguien de fuera y hacer saber al mundo que aún están vivos: “Soy uno de los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic, ¿podéis localizarnos?” (bueno, algo parecido acababa de decir Charlie a Penny, aunque ésta no se encontraba tan cerca de la isla en el barco). “Por supuesto, esperad, que vamos hacia allá” resuena la promesa de rescate tan largo tiempo esperada, haciendo estallar en gritos de júbilo al grupo de supervivientes. Pero curiosamente, el espectador ya no empatiza con ellos percibiendo la tan anhelada promesa de rescate como una victoria, pues los ominosos anuncios de Ben y Locke, aparentemente ratificados por Penny, parecen convertir esas sencillas palabras en una terrible amenaza...
Paralelamente a la historia de la isla, el barbudo Jack del futuro consigue finalmente una respuesta a la llamada telefónica que lleva intentando hacer desde que bajó del avión. Kate accede a verle a las afueras del aeropuerto, pero sólo un ratito, pues alguien la espera en casa. Ella no había visto la esquela que él le enseña, ni le afecta en absoluto esa muerte, aunque escucha apenada la explicación para los frecuentes vuelos del que en la isla había sido su héroe. Es verdad que ese mismo día había visto a Jack en las noticias salvando heroicamente a dos personas de un coche incendiado, pero Kate sabe que en realidad se halla más bien ante un pobre loco (de quien hemos descubierto asimismo que ha desarrollado una nociva adicción a la oxycodona y que además del héroe salvador había sido, por su intento de suicidio, el motivo de distracción causante del accidente automovilístico en el puente). Los futuros Kate y Jack vuelven a presentarnos las dos opciones posibles a la hora de valorar qué es lo que ha supuesto la famosa llamada de los supervivientes al carguero: no era nuestro destino salir de allí (como decían Locke y Ben, y ahora dice Jack), o sí lo era, hicimos bien en hacerlo (como dice ahora ella y entonces defendía él a capa y espada). Jack ha cambiado totalmente de postura, y tendemos a creerle más a él. No porque este pobre hombre de aspecto descuidado y moralmente deshecho sea más digno de crédito que una Kate limpia y bien ataviada. Sino porque su propia decadencia muestra que las cosas no han ido como debieran. Jack, por lo menos, no hizo bien en salir de la isla. El terrible contraste entre el heroico líder capaz de enfrentarse a todo tipo de dificultades por su gente, por un lado, y por otro, la persona con tendencias suicidas refugiada en las pastillas y el alcohol que no puede ya ni contar con sus viejos amigos para ayudarle, es suficiente para hacernos desear que ojalá hubiera conseguido Ben, como siempre, controlar la situación evitando aquella fatídica llamada.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- El inicio de la temporada ofrece un cierto simbolismo sobre la situación descrita en la isla en el episodio final: Jack ha sido encerrado en un oscuro antro provisto de una pared de cristal (recordemos que Desmond le había comunicado hacía sólo dos días que ni siquiera con el velero se podía salir del entorno de la isla, 2.23), en esta habitación se le niega información sobre dónde se encuentra, cómo están sus compañeros, qué pretenden hacer con ellos, etc; Ben controla todo lo que puede y no puede saber su prisionero, todo lo que puede y no puede hacer, mientras en cambio Juliet le muestra cuánto saben ellos sobre todo lo que le concierne a él (3.1). En el episodio 3.2 el jefe de los Otros se aviene a presentar a nuestro doctor algo de lo que pasa en el mundo con ayuda de una televisión, convenciéndole así de su capacidad de contactar con el exterior, y se ofrece además a llevarle a su casa “al otro lado de ese cristal”, eso sí, siempre que se avenga a hacer lo que él tiene que pedirle (para lo cual usará además a su conveniencia algunas amenazas contra sus otros amigos capturados, 3.6). Todas estas manifestaciones resultan ser un mero espejismo para conseguir algo de él, pues Ben ha dispuesto el bloqueo de comunicaciones con el exterior (aparentemente desde la implosión del Cisne [2.24, 3.4, 3.7, 3.11, 3.13], aunque ocultándoselo a su propia gente) y más tarde agradece la colaboración de Locke para impedir que pueda volver a su casa el recalcitrante médico (3.13). Curiosamente la estancia en la que Jack está encerrado en la Hydra es submarina, y su tozudez por encontrar una salida (pese a los desesperados avisos de Juliet) casi consigue anegarla de agua y matarlos a todos (3.1), preanunciando así la llamada final al carguero y, de forma especial, la estación Espejo y su trágica inundación. El cautiverio de Jack en la Hydra simboliza el encierro del grupo de supervivientes en la isla, incapaces de comunicar con el exterior ni de descubrir nada sobre el lugar dónde se encuentran si no es bajo las estrictas condiciones dictadas por Benjamin Linus. Desde una perspectiva de tal modo restringida se comprende la extrema frustración de Jack, que está harto de que su grupo tenga que sufrir continuas amenazas, sabiendo además, tras varios intentos de negociación con Ben, que con este hombre nunca conseguirá nada. Cuando el destino le presenta una ocasión de salir de la isla independientemente de las manipulaciones del enrevesado líder de los Otros, el testarudo doctor se aplica obstinadamente en el empeño, rechazando por principio cualquier intento de disuasión.
Naomi compara la hazaña del doctor con la de Moisés sacando a su pueblo de Egipto. A semejanza del faraón que se negaba rotundamente a que los esclavos israelitas abandonaran su nación, Ben se niega a consentir que este grupo escape de la isla y de su omnímodo control. La lucha de los unos por salir de este encierro y de los otros por impedírselo, alcanza en ambos casos dimensiones épicas. Ben recurre a la violencia y al engaño, aunque, curiosamente, acaba también apaleado y despojado de sus mejores colaboradores (pierde también a su primogénita, aunque no de la misma manera ni con valor tan decisivo como fue la pérdida del hijo del faraón). Jack, por su parte, sólo cuenta con la abnegación de sus amigos y su inagotable empeño para, más allá de cualquier amenaza, hacer lo imposible por permitir la salida de su pueblo.
Sin embargo, sabemos que Naomi miente, y de hecho la comparación con el éxodo bíblico es bastante engañosa. ¿No podríamos más bien interpretar que tras las primeras dificultades en el desierto el pueblo ‘elegido’ está queriendo volver a sus ollas de Egipto? Locke opina que fueron llevados a la isla por una razón (1.25), y de hecho han sido alimentados con manjares caídos del cielo como lo fueron los israelitas con el maná y las perdices en el desierto (2.18). La ardua supervivencia en un terreno árido, lejos de sus casas y de las ventajas de la civilización de la que provenían, llevó a la gente de Moisés a rebelarse, desagradecida, contra su líder y contra su Dios. De hecho es más fácil encontrar paralelos con lo que sucede en la isla en este sentido que en el otro, pues Jacob no duda en realizar algunos de sus ‘milagros’ en apoyo de los mensajeros que ha ‘elegido’, para impedir que esta gente, que ha vivido por un tiempo en ‘su tierra prometida’, tenga ocasión de abandonarla sin más. Quizás resulte entonces que en vez de ser Ben el malvado faraón (“los malos”), lo sea ese implacable enemigo que espera ansioso encontrar un acceso a la isla para, enfurecido, matarlos a todos.
Es difícil culpar a Jack por empeñarse tanto en rescatar a su grupo. En los tres meses que llevaban en la isla habían muerto al menos once personas de su comunidad (sin contar a los que murieron por causa directa del accidente aéreo) y, además de las dificultades normales para sobrevivir en una isla apartada de la civilización –con sus consiguientes carencias–, debían afrontar la coexistencia con un grupo enemigo y con un misterioso monstruo asesino. Es lógico que, desde un punto de vista racional intentara sacar a su gente de allí. Sin embargo la misión de Moisés no era lógica desde un punto de vista racional, sino que provenía de una llamada mística a iniciar algo totalmente nuevo, con un especial apoyo sobrenatural. Lo cual se parece más a la misión que han recibido en primer lugar Ben y luego Locke, que cual Moisés y Aarón no sólo debían convencer al faraón sino también a los propios israelitas de la plausibilidad de tan arriesgada opción.
El final del episodio parece indicar que la llamada al carguero fue un fracaso de Jack, que fue error suyo empeñarse en hacerla, pero es más acertado pensar que más bien fue un fracaso de los dos encargados de hacer ver al grupo por qué era mejor no llamar. A Jack no le fue dada la ‘fe’ para percibir el oculto transfondo de lo que ocurría en la isla hasta algún tiempo después de haberla abandonado. Pero por extraordinaria que fuera la comunión con la isla de la que supuestamente gozaban Ben y Locke, su misión como gestores de la seguridad de la misma fracasó, por el craso desacuerdo y falta de colaboración entre los dos y por un erróneo planteamiento en cuanto a cómo comunicar la verdad de la isla –sus ventajas y sus dones, junto a los terribles peligros que acechaban en el exterior– a los diferentes grupos (más o menos escépticos) de la población isleña.
- El episodio nos ha presentado también la muerte de Charlie, que trágica en su irracionalidad, no deja por ello de ser heroica, ya que refleja el sacrificio de un joven dispuesto a dar su vida por amor a los demás. Perturba el hecho de que esta muerte no fuera realmente necesaria, perturba por su falta de sentido. Para Charlie, en su propia percepción de los hechos, por su creencia en el inminente rescate de personas muy queridas, sí tenía sentido, pero desde cualquier otro punto de vista parecería ser un sacrificio inútil.
Entiendo que la humilde muerte de Charlie, causada quizás por un mero malentendido, no está a la altura de ser comparada con la muerte de Cristo o de los mártires, pero de hecho cuestiona de fondo el posible absurdo de una vida que se entrega por amor, aunque a efectos prácticos tal sacrificio parezca innecesario. Los mártires dan su vida por defender sus creencias, por la imposibilidad de traicionar su conciencia o de traicionar a su gente, o, más en concreto los mártires cristianos, de traicionar al Cristo que en su día entregó su vida por ellos. Producen así extrañeza en los que hubieran seguido el más práctico principio de conservar su vida fingiendo cualquier opinión que se les hubiera pedido. Del mismo modo, generación tras generación ha preguntado a Jesús, en boca de propios y extraños, por qué no pudo bajar de la cruz y salvar a la humanidad de una manera más razonable. La respuesta está en una dimensión de la realidad que no es tan fácil de percibir con los sentidos, ni de juzgar con la racionalidad. El valor inmenso de esa muerte radica en el inmenso amor demostrado, rompiendo todos los límites posibles del amor humano. El misterio del bien y del mal requirió que Cristo llegara a sufrir ese extremo de crueldad. Sólo los cristianos, los que creen que a pesar de todo venció en su resurrección, creen que aquella muerte tuvo sentido (y un sentido que concede verdadero sentido a todo). Para los demás no deja de ser la extraña muerte cruenta de una persona excepcional, que tuvo mala suerte o no la suficiente visión para evitar un final tan espantoso. Valga la innecesaria muerte de Charlie como tributo “lostiano” a la punzante pregunta por el sentido de toda muerte valiente y heroica que se ve privada de cualquier posible significatividad especial si uno se atiene meramente a las circunstancias históricas.
- La isla parece albergar un misterio escondido que la hace merecedora de que uno renuncie a todas las comodidades de la vida cotidiana en el mundo civilizado, que la hace merecedora de que una comunidad aislada del mundo intente llevar en ella una vida feliz. Misterio que también parece atraer dificultades y peligros especiales para los que han entrado alguna vez en contacto con ella y quizás condena a la infelicidad a los desconcertados que en su día se empeñaron en salir. Podríamos pedir a Jacob, como supremo responsable de la misma, que ejerza un ‘milagroso’ poder en defensa de sus habitantes (al parecer gravemente amenazados), que requiera una mayor capacidad de comunicación y de altruismo en las personas que elige como sus mediadores, y que, a ser posible, provea de sentido el sacrificio del joven músico ex-drogadicto que creyó haber muerto por salvar a los suyos.
Amparo
Entre el espejo que refleja a Juliet al inicio del episodio 3.1 –el día en que se estrelló el avión en la isla– y la desactivación del bloqueo de comunicaciones en la estación Espejo en el episodio 3.23, los supervivientes del accidente han luchado por escapar de la isla y los Otros por esconderles sus secretos y no dejarles salir. Concentrado en sacar adelante a toda su gente y enfrentado a tantas circunstancias hostiles, Jack rechazó a menudo el punto de vista más místico de Locke con el que no veía manera de obtener resultados prácticos, y por otro lado, debido a las muchas mentiras e inexplicables ataques por parte de Ben y los suyos le resultaba imposible considerar a estos vecinos ‘los buenos’. Nuestro doctor sólo pudo corregir su perspectiva al abandonar la isla, regresando al mundo normal a través del ‘espejo’ que supone la misteriosa interfaz de separación entre ambas realidades, para descubrir finalmente en algún momento del futuro que mientras estuvo allí había entendido casi todo al revés.
Empieza el episodio mostrándonos a Jack con un vaso de whiskey en la mano, a bordo de un avión de Oceanic que, tras una ligera turbulencia, está a punto de llegar a Los Angeles. Estas circunstancias recuerdan inevitablemente al doctor las botellitas que tan amablemente le dio Cindy y las tremendas sacudidas del vuelo 815 (1.1), poco antes de partirse en tres mientras sobrevolaba una extraña isla en el Pacífico (3.1). Sorprendentemente, no se trata de que tras aquel fatídico día le sea imposible volver a volar sin miedo a sufrir un accidente similar. No, nuestro protagonista está deseando que la historia se repita. Cada fin de semana coge un vuelo de ida y vuelta hacia el otro lado del océano –usando un pase gratuito que la aerolínea regaló a los que volvieron vivos de aquella terrible experiencia–, con la enfermiza intención de volver a estrellarse sobre la isla, sin importarle la probable muerte de un montón de personas, incluido él mismo, en tan imprevisible suceso. Y es que desea regresar a toda costa a la isla y no puede encontrarla en mapa ni atlas alguno, de modo que ya sólo puede confiar en que el destino le permita volver de la misma manera en que llegó la primera vez. El mismo destino que, según Locke, los llevó allí a todos por una razón (1.25) y que no tenía previsto que Jack llamara un día con el teléfono de Naomi al barco carguero para que los rescataran.
Tras leer una determinada esquela en el periódico la desesperación de Jack va en aumento, de modo que, una vez en tierra, intenta llamar a Kate, aunque ésta le ha dejado bien claro que no quiere hablar más con él. Al saltarle el contestador automático, totalmente desmoralizado, se propone tirarse del puente por el que circulaba en la autopista, hasta que el accidente de un coche a sus espaldas llama de nuevo a nuestro héroe a la acción: una mujer y un niño necesitan que los rescate de las llamas del vehículo siniestrado...
Rescatar a mujeres y niños, además de a los otros varones adultos supervivientes, es lo que pretende Jack en la isla. Los Otros vienen esta misma noche a raptar a sus mujeres (al igual que ya hicieron otras veces, 1.11, 2.7) y como líder ha decidido un plan para recibirles con tres tiendas provistas de dinamita (cuya detonación queda a cargo de los tiradores Sayid, Jin y Bernard) y evacuar al resto del grupo para intentar al mismo tiempo contactar con al barco de Naomi, lo que supone la desactivación previa del bloqueo de comunicaciones situado en la estación Espejo (a donde ha enviado a Charlie con Desmond) así como de la transmisión de socorro de Danielle Rousseau (1.2, 1.9), que se emite desde la torre de radio de la isla. Mientras lidera, cual Moisés, al grupo de supervivientes hacia su salvación, es consciente de que cinco hombres se están jugando la vida para que el grupo pueda ser rescatado, razón por la que se encuentra totalmente empeñado en no que no falle esta misión.
Precisamente cuando dos explosiones (en lugar de tres) y un tiroteo anuncian desde la distancia que el plan de la playa no parece haber salido bien, es cuando se hace más necesario seguir adelante hacia la torre de radio sin mirar atrás, ya que el grupo no cuenta con más armas y, si los Otros han vencido esa batalla, la única forma de escapar de ellos es saliendo de la isla. Esto es lo que Jack había prometido a Sayid, por lo que incluso se cree en el deber de mantener su empeño aún después de encontrarse con Ben a medio camino, oír las oscuras razones que éste le expone en contra de la llamada al carguero y escuchar sobrecogido la amenaza de que sus hombres matarán a los tres tiradores capturados en la playa si no le entrega inmediatamente el teléfono. Rechazando la extorsión de Ben, nuestro doctor sufre el intenso dolor de sentirse responsable de las muertes de sus tres amigos, hasta que algo más tarde, inesperadamente, escucha un anuncio victorioso de Hurley.
Y es que, aunque la misión de Jack como líder del grupo le obliga a seguir adelante, varias personas se han sentido urgidas a volver a la playa para ayudar a los tres tiradores, preocupados porque éstos no acababan de reunirse con ellos. En primer lugar Kate, quien recurre a Sawyer para que la acompañe en tan arriesgada tarea. Pero éste lleva varios días algo huraño y, según ella, medio sonámbulo, y no parece dispuesto a hacerla caso. El sureño anda pensativo desde que mató a su gran enemigo, el viejo Cooper-Sawyer (3.19), acción cuyo alcance aún no ha tenido tiempo suficiente de asimilar. Sin embargo, él sabe que su pecosa tiene toda la razón, y con su característico desdén por su propia vida se decide a marchar a la playa para intentar un desesperado rescate de los recién capturados. Sólo que no quiere ir con la osada muchacha, por temor a que resulte herida; bastante preocupación le supone pensar que quizás esté embarazada. Además, sabiendo que los Otros andan buscando precisamente mujeres preñadas no parece buena idea acercarse a ellos con una de sus presas preferidas.
Juliet comprende la iniciativa de Sawyer y la apoya, ofreciéndose a ayudarle. Parece que se siente algo culpable de lo que haya podido pasar a Sayid, Jin y Bernard, ya que, aunque luego ha cambiado de bando, ella formaba parte del inicial plan de ataque de los Otros. Pero entre ellos dos tampoco podrían haber hecho mucho sin la inteligente iniciativa de Hurley: cansado de que nadie contara con él para nada (3.21) y sintiéndose igualmente responsable de sus amigos en peligro, el bueno de Hugo acude por su cuenta al campamento de la playa con su furgoneta Dharma (3.10). Su repentina irrupción motorizada coge por sorpresa a Ryan, Jason y Tom (los únicos asaltantes no masacrados por las dos explosiones), de modo que atropella mortalmente al primero y provoca la distracción necesaria para que entre Sayid, Sawyer y Juliet acaben con los otros dos. Entusiasmado por el éxito de su acción y sintiéndose, con pleno derecho, el salvador de todos los que le acompañan, el orondo muchacho hace una llamada general a los Otros con el walkie-talkie de Tom, anunciándoles el resultado de la batalla y que no deben acercarse nunca más por su campamento. Esta es la llamada que por fin alivia la atormentada culpabilidad de Jack, junto con la angustia de Rose y Sun, dando una enorme alegría a todos los demás compañeros del grupo (aunque seguramente no a Richard, si es que ha llegado a oír este mensaje mientras dirige al resto de los Otros hacia el Templo).
No obstante, Claire, con su bebé en brazos y sin ganas de compartir expresiones de alivio, se mantiene aún bastante preocupada, pues nadie es capaz de darle noticias de Charlie. El joven rockero había sido atrapado e interrogado por Bonnie y Greta, las guardianas del Espejo, cuando dos personas más acuden a la estación submarina: un nuevo enemigo, Mikhail –enviado como brazo ejecutor más que como refuerzo–, y su compañero Desmond, quien, ante una lluvia de disparos por parte del militar tuerto, se ha visto obligado a abandonar la canoa en la que estaba, sumergiéndose en el agua para internarse ocultamente en la estación. El propio Mikhail dispara a sus compañeras –para encubrir las mentiras de Ben a su gente– y recibe poco después en el pecho un arpón disparado por Desmond. A partir de ahí Charlie cuenta sólo con unos breves momentos para intentar sonsacar a Bonnie, antes de que ésta fallezca, el código necesario para apagar el sistema que impide la conexión con el exterior. La agonizante guardiana, desolada por la traición del jefe en el que tan completamente había confiado, traiciona a su vez a Ben musitando al oído de Charlie las instrucciones para obtener el necesario código. Se trata de teclear en el equipo los números correspondientes a las notas de la canción “Good Vibrations” de los Beach Boys, tarea que no resulta demasiado complicada para nuestro joven músico.
Charlie ha mantenido un optimismo envidiable durante el tiempo en que ha estado prisionero, sabiendo que a pesar de cualquier dificultad sería capaz de cumplir con su misión, ya que Desmond así lo había predicho (3.21). Asumido también el hecho de que iba a morir inmediatamente después, no había temido en ningún momento las amenazas de sus captores, manteniéndose atento a localizar la luz intermitente que debía apagar y a tomar nota de detalles esenciales como la existencia de un código secreto. Se encuentra ahora ante el hecho de que sus enemigos han sido vencidos y que la estación está dotada con equipos de buceo, por lo que tras introducir el código y apagar la luz no queda aparentemente ningún peligro inminente que afrontar, sino simplemente volver a la isla con los demás. No está mal, poder cumplir con la famosa misión suicida y regresar para contarlo.
Pero una serie de imprevistos se concatenan, de modo que Charlie se encuentra de pronto exactamente en la letal situación que había previsto Desmond. Lleno de curiosidad ante el aviso de una llamada entrante, activa la conexión descubriendo que procede nada menos que de Penelope Widmore, la novia de Desmond que se supone ha fletado el barco de Naomi que espera a varios kilómetros de la costa. Penny desmiente toda relación con la paracaidista, aunque se alegra enormemente de comprobar que su añorado novio sigue vivo. Éste en cambio se preocupa precisamente en estos momentos de que el ruso enemigo que suponían muerto ha desaparecido de donde estaba, al mismo tiempo que Charlie, aterrado, ve a través del ojo de buey al invencible Otro buceando en el exterior mientras activa una granada. Con la explosión estalla el cristal y el cubículo empieza a llenarse de agua...
La reacción normal hubiera sido salir corriendo y cerrar la puerta desde fuera. (En una situación similar, Jack y Juliet lucharon juntos por cerrar una escotilla en contra de la fuerza del mar y lo lograron sin excesiva dificultad, 3.1). Desmond, que veía en ese momento a Penny en el monitor, hubiera querido entrar a toda costa para intentar hablar con ella, pero, aún en caso de no haber podido disuadirle, sólo con dejar la puerta abierta, la habitación (y luego el resto de la estación) hubiera tardado en inundarse lo suficiente como para que ambos se pusieran un equipo de submarinismo, o para que simplemente tomaran aire extra en los pulmones y se echaran a nadar sin más hacia el exterior, aguantando la respiración.
Pero Charlie no piensa en nada de esto. Él ve cómo a su alrededor se van cumpliendo todos los requisitos para que se haga realidad la visión de Desmond, y de alguna forma se siente totalmente comprometido en llevarla a cabo hasta el final, incluyendo su propia muerte, porque quiere que igualmente se haga realidad la parte en la que Claire y Aaron son rescatados. El sacrificado muchacho cierra por dentro la puerta de la estancia que empieza a inundarse y se niega a permitir que su amigo entre, ya sea para hablar con Penny o para intentar sacarle a él. Se acuerda sin embargo, en última instancia, de que debe avisar que el barco de Naomi no es el de Penny (razón de más para haber dudado de la conveniencia de que se cumpliera el resto de la visión), y escribe este mensaje en su mano para enseñárselo a Desmond, a través del cristal de la puerta. Su actitud no es meramente suicida ni el fruto de ningún tipo de razonamiento lógico, se trata más bien de una arriesgadísima apuesta por ayudar a que se cumpla un posible futuro. Es igual de irracional que la convicción que tenía el escocés de que debía dejar morir a Charlie para que Penny llegara a la isla en paracaídas (3.17). En aquella ocasión Desmond no aceptó consentir la muerte de su compañero, al igual que tampoco quiere consentirla esta vez, pase lo que pase con el posible rescate. Pero Charlie ha internalizado tanto la veracidad de las visiones proféticas (asunto probablemente discutible) y se ha comprometido tan a fondo con esta última, que ha perdido la capacidad de cuestionar si era necesario en alguna lógica dejarse morir así. Parece haber perdido completamente el sentido de que su vida pudiera servir para algo más allá de esta misión puntual, no parándose siquiera a pensar que los propios Claire y Aaron hubieran preferido volver a tenerle con ellos. Mientras Charlie se santigua en su sepulcro submarino, en medio de la marcha por la isla rompe a llorar el bebé en brazos de su madre, desconsolado, como adivinando la penosa pérdida que acaban de sufrir ambos.
Hemos visto, por un lado, cómo Charlie y Desmond han conseguido dejar vía libre a una posible comunicación con el exterior, mientras que el grupo liderado por Jack ha llegado a la torre de radio para que Danielle desconecte la iterativa llamada de socorro que empezó a transmitirse hace dieciséis años (1.2, 1.9) y evitar así las interferencias que producía en la conexión. Por otro lado, sabemos que Ben está totalmente convencido de que debe evitarse la llamada telefónica al carguero, lo cual, según él, sería el principio del fin, pues dice que un poderoso enemigo (a quien estaría ligada Naomi) está al acecho para encontrar el modo de llegar a la isla, con intención de matarlos a todos, y se debe por tanto proteger a la isla y a sus habitantes de tan gravísimo peligro. La conversación de Charlie con Penny nos ha confirmado que de hecho Naomi no dice la verdad, de modo que ¿es posible que esta vez sea Ben el que tiene razón?
Con Benjamin Linus apaleado y bien atado –controlado de cerca por Danielle y su recién recuperada hija Alex–, el supremo responsable de la isla, el misterioso Jacob, se ha visto en la obligación de recurrir a otra persona para impedir la inminente catástrofe. Por ello ha ‘ayudado’ a John Locke a salir de la zanja donde Ben lo abandonó malherido (3.20) y donde ha despertado sin poder de nuevo moverse de cintura para abajo. Un especial mensajero, un crecidito Walt, ha llevado a John el mensaje de que se deje de lamentaciones (pues estaba a punto de suicidarse) ya que es hora de trabajar. De modo que John, de nuevo milagrosamente curado, se ha puesto en camino, y ha llegado a la torre de radio, tan justo de tiempo, que para evitar la fatídica llamada se ha visto obligado a clavar un cuchillo en la espalda de la misteriosa forastera que ya acababa de marcar el número del carguero en su aparato.
Locke pensaba que no era capaz de matar a nadie (3.3, 3.19), pero parece ser que el nuevo empujoncito de Jacob le ha comprometido tan a fondo con la causa isleña que no le queda ya escrúpulo alguno ni apenas un autónomo criterio moral. No esperaba sin embargo encontrarse con un Jack igualmente comprometido al cien por cien con la causa del rescate, y que tras todo lo arriesgado y sufrido en las últimas horas está dispuesto a morir si es necesario, pero no a rendirse sin más. La llamada marcada por Naomi empieza a emitir los tonos de espera, por lo que Jack coge el radio-teléfono en su mano, ignorando el arma que le apunta directamente en una amenaza mortal. Locke ha discutido cientos de veces con el testarudo doctor, habiendo defendido ambos habitualmente posturas opuestas, pero no puede disparar contra un hombre tan heroicamente decidido a hacer lo que cree que es mejor. Sabe que es imposible convencerle de la gravedad de lo que está pasando, entre otras cosas porque Locke ignora qué es exactamente y sólo ha decidido fiarse de fuerzas que no conoce pero que entiende beneficiosas, por el beneficio que producen en él. John ha hecho hoy por la isla todo lo que podía hacer, ha llegado hasta a matar a Naomi, pero no puede disparar, así a bocajarro, contra su antiguo compañero.
Mientras el ‘pirado’ de Locke baja el arma, Jack escucha por fin la voz de una persona del carguero que responde a la llamada. Tras tres meses de espera es posible finalmente comunicar con alguien de fuera y hacer saber al mundo que aún están vivos: “Soy uno de los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic, ¿podéis localizarnos?” (bueno, algo parecido acababa de decir Charlie a Penny, aunque ésta no se encontraba tan cerca de la isla en el barco). “Por supuesto, esperad, que vamos hacia allá” resuena la promesa de rescate tan largo tiempo esperada, haciendo estallar en gritos de júbilo al grupo de supervivientes. Pero curiosamente, el espectador ya no empatiza con ellos percibiendo la tan anhelada promesa de rescate como una victoria, pues los ominosos anuncios de Ben y Locke, aparentemente ratificados por Penny, parecen convertir esas sencillas palabras en una terrible amenaza...
Paralelamente a la historia de la isla, el barbudo Jack del futuro consigue finalmente una respuesta a la llamada telefónica que lleva intentando hacer desde que bajó del avión. Kate accede a verle a las afueras del aeropuerto, pero sólo un ratito, pues alguien la espera en casa. Ella no había visto la esquela que él le enseña, ni le afecta en absoluto esa muerte, aunque escucha apenada la explicación para los frecuentes vuelos del que en la isla había sido su héroe. Es verdad que ese mismo día había visto a Jack en las noticias salvando heroicamente a dos personas de un coche incendiado, pero Kate sabe que en realidad se halla más bien ante un pobre loco (de quien hemos descubierto asimismo que ha desarrollado una nociva adicción a la oxycodona y que además del héroe salvador había sido, por su intento de suicidio, el motivo de distracción causante del accidente automovilístico en el puente). Los futuros Kate y Jack vuelven a presentarnos las dos opciones posibles a la hora de valorar qué es lo que ha supuesto la famosa llamada de los supervivientes al carguero: no era nuestro destino salir de allí (como decían Locke y Ben, y ahora dice Jack), o sí lo era, hicimos bien en hacerlo (como dice ahora ella y entonces defendía él a capa y espada). Jack ha cambiado totalmente de postura, y tendemos a creerle más a él. No porque este pobre hombre de aspecto descuidado y moralmente deshecho sea más digno de crédito que una Kate limpia y bien ataviada. Sino porque su propia decadencia muestra que las cosas no han ido como debieran. Jack, por lo menos, no hizo bien en salir de la isla. El terrible contraste entre el heroico líder capaz de enfrentarse a todo tipo de dificultades por su gente, por un lado, y por otro, la persona con tendencias suicidas refugiada en las pastillas y el alcohol que no puede ya ni contar con sus viejos amigos para ayudarle, es suficiente para hacernos desear que ojalá hubiera conseguido Ben, como siempre, controlar la situación evitando aquella fatídica llamada.
Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:
- El inicio de la temporada ofrece un cierto simbolismo sobre la situación descrita en la isla en el episodio final: Jack ha sido encerrado en un oscuro antro provisto de una pared de cristal (recordemos que Desmond le había comunicado hacía sólo dos días que ni siquiera con el velero se podía salir del entorno de la isla, 2.23), en esta habitación se le niega información sobre dónde se encuentra, cómo están sus compañeros, qué pretenden hacer con ellos, etc; Ben controla todo lo que puede y no puede saber su prisionero, todo lo que puede y no puede hacer, mientras en cambio Juliet le muestra cuánto saben ellos sobre todo lo que le concierne a él (3.1). En el episodio 3.2 el jefe de los Otros se aviene a presentar a nuestro doctor algo de lo que pasa en el mundo con ayuda de una televisión, convenciéndole así de su capacidad de contactar con el exterior, y se ofrece además a llevarle a su casa “al otro lado de ese cristal”, eso sí, siempre que se avenga a hacer lo que él tiene que pedirle (para lo cual usará además a su conveniencia algunas amenazas contra sus otros amigos capturados, 3.6). Todas estas manifestaciones resultan ser un mero espejismo para conseguir algo de él, pues Ben ha dispuesto el bloqueo de comunicaciones con el exterior (aparentemente desde la implosión del Cisne [2.24, 3.4, 3.7, 3.11, 3.13], aunque ocultándoselo a su propia gente) y más tarde agradece la colaboración de Locke para impedir que pueda volver a su casa el recalcitrante médico (3.13). Curiosamente la estancia en la que Jack está encerrado en la Hydra es submarina, y su tozudez por encontrar una salida (pese a los desesperados avisos de Juliet) casi consigue anegarla de agua y matarlos a todos (3.1), preanunciando así la llamada final al carguero y, de forma especial, la estación Espejo y su trágica inundación. El cautiverio de Jack en la Hydra simboliza el encierro del grupo de supervivientes en la isla, incapaces de comunicar con el exterior ni de descubrir nada sobre el lugar dónde se encuentran si no es bajo las estrictas condiciones dictadas por Benjamin Linus. Desde una perspectiva de tal modo restringida se comprende la extrema frustración de Jack, que está harto de que su grupo tenga que sufrir continuas amenazas, sabiendo además, tras varios intentos de negociación con Ben, que con este hombre nunca conseguirá nada. Cuando el destino le presenta una ocasión de salir de la isla independientemente de las manipulaciones del enrevesado líder de los Otros, el testarudo doctor se aplica obstinadamente en el empeño, rechazando por principio cualquier intento de disuasión.
Naomi compara la hazaña del doctor con la de Moisés sacando a su pueblo de Egipto. A semejanza del faraón que se negaba rotundamente a que los esclavos israelitas abandonaran su nación, Ben se niega a consentir que este grupo escape de la isla y de su omnímodo control. La lucha de los unos por salir de este encierro y de los otros por impedírselo, alcanza en ambos casos dimensiones épicas. Ben recurre a la violencia y al engaño, aunque, curiosamente, acaba también apaleado y despojado de sus mejores colaboradores (pierde también a su primogénita, aunque no de la misma manera ni con valor tan decisivo como fue la pérdida del hijo del faraón). Jack, por su parte, sólo cuenta con la abnegación de sus amigos y su inagotable empeño para, más allá de cualquier amenaza, hacer lo imposible por permitir la salida de su pueblo.
Sin embargo, sabemos que Naomi miente, y de hecho la comparación con el éxodo bíblico es bastante engañosa. ¿No podríamos más bien interpretar que tras las primeras dificultades en el desierto el pueblo ‘elegido’ está queriendo volver a sus ollas de Egipto? Locke opina que fueron llevados a la isla por una razón (1.25), y de hecho han sido alimentados con manjares caídos del cielo como lo fueron los israelitas con el maná y las perdices en el desierto (2.18). La ardua supervivencia en un terreno árido, lejos de sus casas y de las ventajas de la civilización de la que provenían, llevó a la gente de Moisés a rebelarse, desagradecida, contra su líder y contra su Dios. De hecho es más fácil encontrar paralelos con lo que sucede en la isla en este sentido que en el otro, pues Jacob no duda en realizar algunos de sus ‘milagros’ en apoyo de los mensajeros que ha ‘elegido’, para impedir que esta gente, que ha vivido por un tiempo en ‘su tierra prometida’, tenga ocasión de abandonarla sin más. Quizás resulte entonces que en vez de ser Ben el malvado faraón (“los malos”), lo sea ese implacable enemigo que espera ansioso encontrar un acceso a la isla para, enfurecido, matarlos a todos.
Es difícil culpar a Jack por empeñarse tanto en rescatar a su grupo. En los tres meses que llevaban en la isla habían muerto al menos once personas de su comunidad (sin contar a los que murieron por causa directa del accidente aéreo) y, además de las dificultades normales para sobrevivir en una isla apartada de la civilización –con sus consiguientes carencias–, debían afrontar la coexistencia con un grupo enemigo y con un misterioso monstruo asesino. Es lógico que, desde un punto de vista racional intentara sacar a su gente de allí. Sin embargo la misión de Moisés no era lógica desde un punto de vista racional, sino que provenía de una llamada mística a iniciar algo totalmente nuevo, con un especial apoyo sobrenatural. Lo cual se parece más a la misión que han recibido en primer lugar Ben y luego Locke, que cual Moisés y Aarón no sólo debían convencer al faraón sino también a los propios israelitas de la plausibilidad de tan arriesgada opción.
El final del episodio parece indicar que la llamada al carguero fue un fracaso de Jack, que fue error suyo empeñarse en hacerla, pero es más acertado pensar que más bien fue un fracaso de los dos encargados de hacer ver al grupo por qué era mejor no llamar. A Jack no le fue dada la ‘fe’ para percibir el oculto transfondo de lo que ocurría en la isla hasta algún tiempo después de haberla abandonado. Pero por extraordinaria que fuera la comunión con la isla de la que supuestamente gozaban Ben y Locke, su misión como gestores de la seguridad de la misma fracasó, por el craso desacuerdo y falta de colaboración entre los dos y por un erróneo planteamiento en cuanto a cómo comunicar la verdad de la isla –sus ventajas y sus dones, junto a los terribles peligros que acechaban en el exterior– a los diferentes grupos (más o menos escépticos) de la población isleña.
- El episodio nos ha presentado también la muerte de Charlie, que trágica en su irracionalidad, no deja por ello de ser heroica, ya que refleja el sacrificio de un joven dispuesto a dar su vida por amor a los demás. Perturba el hecho de que esta muerte no fuera realmente necesaria, perturba por su falta de sentido. Para Charlie, en su propia percepción de los hechos, por su creencia en el inminente rescate de personas muy queridas, sí tenía sentido, pero desde cualquier otro punto de vista parecería ser un sacrificio inútil.
Entiendo que la humilde muerte de Charlie, causada quizás por un mero malentendido, no está a la altura de ser comparada con la muerte de Cristo o de los mártires, pero de hecho cuestiona de fondo el posible absurdo de una vida que se entrega por amor, aunque a efectos prácticos tal sacrificio parezca innecesario. Los mártires dan su vida por defender sus creencias, por la imposibilidad de traicionar su conciencia o de traicionar a su gente, o, más en concreto los mártires cristianos, de traicionar al Cristo que en su día entregó su vida por ellos. Producen así extrañeza en los que hubieran seguido el más práctico principio de conservar su vida fingiendo cualquier opinión que se les hubiera pedido. Del mismo modo, generación tras generación ha preguntado a Jesús, en boca de propios y extraños, por qué no pudo bajar de la cruz y salvar a la humanidad de una manera más razonable. La respuesta está en una dimensión de la realidad que no es tan fácil de percibir con los sentidos, ni de juzgar con la racionalidad. El valor inmenso de esa muerte radica en el inmenso amor demostrado, rompiendo todos los límites posibles del amor humano. El misterio del bien y del mal requirió que Cristo llegara a sufrir ese extremo de crueldad. Sólo los cristianos, los que creen que a pesar de todo venció en su resurrección, creen que aquella muerte tuvo sentido (y un sentido que concede verdadero sentido a todo). Para los demás no deja de ser la extraña muerte cruenta de una persona excepcional, que tuvo mala suerte o no la suficiente visión para evitar un final tan espantoso. Valga la innecesaria muerte de Charlie como tributo “lostiano” a la punzante pregunta por el sentido de toda muerte valiente y heroica que se ve privada de cualquier posible significatividad especial si uno se atiene meramente a las circunstancias históricas.
- La isla parece albergar un misterio escondido que la hace merecedora de que uno renuncie a todas las comodidades de la vida cotidiana en el mundo civilizado, que la hace merecedora de que una comunidad aislada del mundo intente llevar en ella una vida feliz. Misterio que también parece atraer dificultades y peligros especiales para los que han entrado alguna vez en contacto con ella y quizás condena a la infelicidad a los desconcertados que en su día se empeñaron en salir. Podríamos pedir a Jacob, como supremo responsable de la misma, que ejerza un ‘milagroso’ poder en defensa de sus habitantes (al parecer gravemente amenazados), que requiera una mayor capacidad de comunicación y de altruismo en las personas que elige como sus mediadores, y que, a ser posible, provea de sentido el sacrificio del joven músico ex-drogadicto que creyó haber muerto por salvar a los suyos.
Amparo
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