lunes, 6 de octubre de 2008

3.20. El hombre tras la cortina

Es el cumpleaños de Ben, el día en que por desgracia además de celebrar su nacimiento debe recordar la muerte de su madre, quien falleció poco después de darle a luz. Por esta razón su padre, Roger Linus (también conocido como Roger Work Man y póstumamente por Skeletor, 3.10), nunca tuvo muchas ganas de fiesta en fecha tan señalada. Ben no nació en la isla, aunque acostumbra a decir que sí, sino que vino a ella siendo niño cuando su padre fue reclutado para trabajar en la Iniciativa Dharma. Años después, el propio Benjamin acabaría con su padre administrándole un gas mortífero –en la misma furgoneta que más tarde encontraría Hurley (3.10)–, también en la fecha de su cumpleaños, en el día y la hora elegidos por los Hostiles para librar a la isla de todo el personal de Dharma.

Su cumpleaños coincide desde entonces, pues, no sólo con el aniversario de la muerte de su madre, sino también con el parricidio cometido contra su padre y el horrible Dharmicidio, también denominado Purga. Quizás por eso no debería extrañarnos que en esa misma fatídica fecha reciba por la mañana en el provisional campamento donde se encuentra el cadáver de Cooper –traído a cuestas por su hijo, según encargo del propio Ben (3.19)–, comente con los suyos el ataque planeado contra los supervivientes de la playa y termine el día disparando al mismísimo Locke y abandonándole en la fosa común que recoge los restos de los cadáveres de la Purga contra Dharma. El jefe de los Otros sólo recibe durante este día una felicitación, la de su hija Alex, quien, buena conocedora de las circunstancias, en vez de darle un regalo a él entrega preventivamente un arma a Locke antes de que inicie un ilustrativo paseo por la isla con su maquiavélico padre.

Locke está decidido a descubrir los misterios de la isla, y parece ser que es Jacob la persona a recurrir en este caso. Pero a este extraño ser no le gusta ser visitado sino cuando él mismo lo requiere, hasta el punto de que puede dejarse -o no- ver y oír a voluntad por aquellos que osan entrar en su cabaña sin ser invitados. Tras llegar ambos a la morada de Jacob, Ben inicia una conversación con el supuesto gran hombre, invisible e inaudible para Locke, hasta el punto de que nuestro explorador llega a creer que se trata de una farsa montada por Ben, o peor, que éste está completamente loco. Sólo cuando John está a punto de salir de la misteriosa cabaña, Jacob se dirige a él con un “Ayúdame” que parece venir de ultratumba, y que Ben a su vez no llega a oír. En este momento queda establecido que Locke es capaz de interactuar con Jacob o que éste está dispuesto a interactuar con John, por lo que Ben, viendo peligrar su privilegiado puesto de máximo intermediario con la autoridad de la isla, dispara a John y lo abandona en la fosa de cadáveres.

Ben comenzó muy joven a familiarizarse con los misterios de la isla, cuando hacia sus 10 u 11 años, desatendido emocionalmente por su padre, ve visiones de su madre en la selva, por lo que se siente impulsado a escapar del miserable hogar que comparte con Roger e irse con ella. Pero una barrera infranqueable le separa de su madre muerta... En un conejito blanco busca Ben el cariño que tanto echa de menos hasta que, en otro de sus cumpleaños, utiliza al inocente animal como seguro para cruzar la barrera sónica que rodea al poblado. Perdido en la parte desconocida de la isla donde habitan los hostiles nativos, tiene un providencial encuentro con Richard, quien le recomienda volver a casa y tener mucha paciencia, mientras toma buena nota de que este muchacho es capaz de ver y oír apariciones de muertos. Richard parece tener sus propios planes junto con su comunidad, pero compartirá con el joven Ben estos planes unos años después, de modo que ambos colaboran en la matanza de los integrantes de la Iniciativa Dharma, habiéndose reservado Ben la tarea de acabar directamente con su propio padre. Es de suponer que, poco después, este traidor ex-miembro de Dharma se hace con el liderazgo de los Otros debido a su capacidad de interaccionar con Jacob. Richard, que parece actuar en estos primeros tiempos como mentor de Ben, pasa a ser posteriormente uno de sus principales vasallos entre los Otros, extraña evolución en la posición social de un hombre que aparenta la misma edad a lo largo de unos 30 años...

Ben tuvo que aguantar mucho tiempo con gran paciencia a un padre insufrible, soñando con la liberación a la que parecía invitarle su madre en medio de los hostiles Otros. Durante al menos algún tiempo, contó sin embargo con una buena amiga en el poblado Dharma, una niña de su edad, Annie con la que entabló una estrecha amistad durante su infancia. El Ben que conocemos en los tiempos en que los supervivientes del vuelo 815 ya han llegado a la isla, aún contempla nostálgico en el día de su cumpleaños la muñeca de madera que Annie le regaló tiempo atrás como signo de que siempre estaría con él. Es el único recuerdo bueno, aparentemente, con el que le gusta celebrar su cumpleaños entre gente que ni sabe lo que es eso como Richard (¿es que este hombre no envejece?) y a pesar de las múltiples desgracias que suelen acompañar su onomástico.

Locke, llevado de su convencimiento de ser ‘especial’ y estar llamado a comprender los misterios de la isla, ha cumplido con el ritual de matar a su padre (al igual que hizo Ben en su tiempo) y ha insistido en ser llevado ante Jacob, llegando incluso a pegar una paliza a Mikhail, quien pedía explicaciones a su jefe por un tratamiento tan privilegiado al hombre que había intentado matarle (3.12). Ante los acontecimientos vividos en la fantasmagórica cabaña, John juzga con gran superioridad que Ben ha estado engañando a todo el mundo y pretende informar a los demás Otros de tanta tontería, pero Ben le demuestra finalmente que no es tan listo como parece, pues no ha sido capaz de evitar el disparo que le hace caer gravemente herido en la fosa. El ‘especial’ superviviente no ha calculado bien lo que Ben está dispuesto a hacer para mantener su status y además de mostrarse imprudentemente arrogante e irrespetuoso con el traicionero jefe de los Otros, ha demostrado no tener la apertura mental necesaria para reconocer las profundidades del misterio de Jacob. Aún así el mismísimo Jacob parece haberle elegido como depositario de una muy especial súplica de ayuda. Si tanto le aprecia, ¿será capaz Jacob de sacar a John de la fosa antes de que se convierta en una nueva víctima mortal de las actividades purgatorias de Ben?

Mientras tanto, tras colaborar involuntariamente con los planes de Locke en la Roca Negra (3.19), Sawyer ha llegado a la playa con la cinta que incrimina a Juliet como espía de los Otros y se encuentra además con la sorprendente noticia de que ha llegado a la isla recientemente una paracaidista, Naomi. Los supervivientes deciden por fin reunirse y aclarar todas las novedades de los últimos días, descubriendo durante la reunión, en la otra cara de la cinta de audio, que Ben ha planeado un ataque contra ellos para dentro de un par de días, con objeto de llevarse a las embarazadas del grupo, especialmente a Sun que es el caso ya confirmado. Juliet aparece con Jack durante la reunión y explica que ha confesado ya arrepentida al doctor su colaboración con Ben. Ante los recelos de sus compañeros Jack asegura haberse ausentado con Juliet porque estaba planeando algo. ¿Dejarán los suspicaces Sawyer y Sayid de nuevo a Jack la iniciativa para liderarlos ante este nuevo peligro?

Locke ha mostrado en este episodio gran desconfianza hacia Ben, acusándole de ser el hombre tras la cortina que maneja los hilos de un complicado engaño colectivo, pero sin mostrar la precaución defensiva necesaria para tratar con semejante manipulador. Los supervivientes de la playa se han mostrado en cambio excesivamente precavidos ante su líder tras la vuelta de su cautividad (recordemos en qué plan volvió Michael tras estar unos días entre los Otros, 2.22), sobre todo a causa de la compañera Otra que se ha traído consigo; pero en este caso la desconfianza, aunque fundada, parece acabar mostrándose innecesaria.



Pistas para adentrarnos en los entresijos de estos temas:

Locke ha visto temblar la mano de Ben ante la mera mención de una visita a Jacob y se ha crecido pensando que por fin ha pillado a este escurridizo hombre, descubriendo sus chanchullos: cree que tiene engañados a los suyos con la invención de un personaje mandamás que no existe más que en su imaginación. Nuestro amigo John ha recuperado la confianza en sí mismo por la admiración que parecen tenerle los Otros del campamento (3.19), aparentemente debido a la milagrosa curación de su parálisis tras el accidente aéreo. Pero también influyen en la arrogancia que demuestra en este episodio las palabras que le dijo Richard –quien parece estar algo harto del estilo de liderazgo de su jefe–, cuando hablaron hace unos días sobre las posibles intenciones que tenía Ben de desacreditarle ante el grupo (3.19). Se entiende que por esta razón John se muestre impaciente con Ben e inclinado a contar más bien con Richard.

Todas estas circunstancias influyen en la negativa predisposición con la que Locke acude al encuentro con Jacob. Sabemos que se define a sí mismo como un hombre de fe, y que está dispuesto a aceptar sin problemas que en la isla concurren circunstancias extraordinarias. Precisamente está queriendo conocer el transfondo de todos los misterios isleños, con la actitud de quien se dispone a reconocer un poder sobrenatural para ponerse generosamente a su servicio, esperando ser a cambio reconocido como alguien ‘especial’ y encontrar que su vida tiene un sentido; con la secreta esperanza de poder sentirse de alguna forma reconocido, incluso ‘elegido’. Y sin embargo, cuando se encuentra ante el propio Jacob, privilegio concedido a muy pocos, John se muestra despectivo y con poca disposición a ‘creer’. Esta situación recuerda el despropósito que sostuvo al final de la segunda temporada, cuando se empeñó en dejar de introducir los números en el ordenador de la estación Cisne (2.23-24), pues sentía que se trataba de una enorme burla que le ofendía sumamente. De nuevo Ben ha sido capaz con sus extraños manejos de sacar a John suficientemente de sus casillas como para hacerle renegar de aquella misma fuente de sentido que tanto ha estado buscando.

Podríamos plantear aquí la cuestión del papel que corresponde a la persona que sirve de mediador ante el misterio. El misterio profundo que penetra nuestras vidas y el mismísimo universo está de alguna manera oculto a la visión normal, siendo preciso afinar una cierta capacidad especial de percepción para captar su presencia, o incluso algún posible mensaje. Un mediador es supuestamente una persona especial capaz de percibir este misterio e incluso de comunicarse con él que se encarga de facilitar a otras personas la percepción y comunicación con el mismo. Pero para que el proceso de mediación sea posible es esencial que el mediador goce de una sana confianza entre las personas a las que sirve, que vean en él una persona veraz y coherente. Si el mensaje transmitido supone sistemáticamente una ventaja para el mediador, de manera que éste parezca estar manipulando la situación a su antojo, es normal que surja la sospecha de que todo es un montaje en favor de su propio interés. Cuando surge desconfianza en el mediador se siembra la semilla de la increencia, produciéndose además una enorme rabia, al sentirse la persona engañada en algo tan profundo e importante para ella. Sin embargo, el mismo que alberga sospechas sobre el mediador puede haber tenido a su vez la experiencia de percibir personalmente algo del misterio por sí mismo; en ese caso descartará meramente al mediador sin por ello alejarse de la realidad misteriosa con la que quiere mantenerse en contacto, buscando acaso un intermediario más digno.

John escucha la voz del mismísimo Jacob, pero llega a desconfiar hasta de sus propios sentidos debido a las enormes sospechas que le ha despertado la forma de actuar de Ben. Sin embargo, aun siendo consciente de lo traicionero que puede llegar a ser el jefe de los Otros, John no duda en compartir claramente con él su opinión y hasta se atreve a darle la espalda. Su exagerado sentido de superioridad le ha engañado hasta el punto de perder la oportunidad de conocer a Jacob, aun siendo algo que tanto esperaba, y lo que es peor, ha acabado con sus huesos en la fosa de los cadáveres. Este personaje sufre continuos bandazos entre la arrogancia de saber más que nadie y la desesperación de que continuamente acaba siendo engañado. Ha obedecido a Ben hasta el punto de matar a su propio padre –manipulando sin escrúpulo alguno los sentimientos de Sawyer (3.19)–, pero ahora parece haber llegado a creerse más listo que el propio Ben. El resultado es que nuevamente ha sido engañado, aunque no en aquello que más sospechaba. Sus sospechas y desconfianzas, desproporcionadas a causa del sentimiento de amargura latente en él por los múltiples fracasos de su vida, roban claridad a su juicio haciéndole actuar de forma poco razonable. Esperemos a ver si sale de ésta, con la ayuda de Jacob.

La sospecha y desconfianza pueden ser razonables cuando nos encontramos ante una persona que da signos de querer engañarnos, sin embargo, cuando se convierten en algo continuo y exagerado, confunden la razón de forma que pueden hacernos caer aún en un mayor engaño.

Amparo

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